Ir al contenido principal

Cosas de las que estoy seguro

  • ¿Ve lo que es?
  • Supongo que significa algo diferente para cada persona.
  • Es una cuna de gato.
  • Ajá. Muy bien. Los trazos son las cuerdas, ¿Verdad?
  • La cuna de gato es uno de los juegos más antiguos que existen. Hasta los esquimales lo conocen.
  • No me diga.
  • Durante cien mil años o más, los adultos han tejido marañas de cuerda delante de sus hijos.
  • Vaya. 
Newt permaneció ovillado en la silla. Extendió las manos sucias de pintura como si tuviera una cuna de gato entre ellas.
  • No es de extrañar que los niños se vuelvan locos. Una cuna de gato es solo un puñado de equis entre las manos de alguien, y los pequeños miran y miran esas equis...
  • ¿Y?
  • No hay gato, no hay cuna.
Kurt Vonnegut, "Cuna de Gato"

Ya lo sé, es todo un engaño. Pero resulta que, de momento, no queda otra que engañarse. Es decir, en plena cuarentena hay que creer más que nunca, uno se tiene que volver mucho más religioso que de costumbre. Crédulo / a / e. y no lo digo por eso de "estamos en manos de Dios, ojalá que nos proteja a nosotres y no al vecino..." y cosas por el estilo. Lo que pienso es que ahora mismo tenemos que creer que todo es, más o menos, como nos lo cuentan. Que las cosas están marchando, con sus dificultades, pero que la vida no para aunque estemos encuarentenades hace tiempo. Tenemos que creer en que las actividades permitidas, por fuera de la prohibición de circular libremente, son esenciales para la vida, como tomar agua. Tengo que creer que la extracción minera y que la venta de tostadoras eléctricas por delivery son cuestiones fundamentales para la vida en sociedad. Tengo que creer que los cuerpos de un repartidor, de un playero de estación de servicio o de un cartero son imprescindibles sacrificios que invoca el Dios del Capital. Y así, miles de miles de trabajadores y trabajadoras se exponen día a día, en medio de una pandemia mundial, para que el bendito Sistema Capitalista - que se ha dicho que es fundamental para mi existencia, único Dios en el panteón de santidades que todavía resisten de pie en el Olimpo, pasadas centenares de guerras, crisis de burbujas financieras que estallan y reality shows que enaltecen personalidades verdaderamente nefastas, hasta las llevan a ocupar cargos políticos - pueda seguir funcionando, para el "bien" de todes les mortales. Y punto, hay que creer, como en el carácter de santidad de un jueves al año. Pero, repito, sé perfectamente que todo es un engaño. Y tampoco hablo de las teorías conspiranoicas sobre si el virus es un invento de Bill Gates, del Papa Francisco o de Leo Messi. El engaño es un eje central para que podamos vivir en sociedad, sin matarnos entre nosotres. Pero hay engaños y engaños. Como nos relata Kurt Vonnegut, en la novela que cito al inicio de esta nota. La metáfora / comparación funciona perfectamente en la trama. La cuna de gato es un juego más bien simple, tan universal como las religiones. Solo necesitamos un pedazo de cuerda y un poco de ingenio, para poder entrelazarla entre nuestros dedos. Todo lo que produce - si se hizo bien - una figura enmarañada pero simétrica: la cuerda queda cruzada entre las dos manos, de forma tal que la figura formada es una suerte de "X" doble, lo que permite descubrir diferentes figuras geométricas muy lindas de ver. Pero el proceso es una suerte de tejido entre los dedos y las dos manos, una suerte de trama que se teje a partir del cruce de la cuerda. Y el resultado de esa trama es...algo que no está ahí: la cuna de gato. Eso sería la definición de novela, para Vonnegut. Eso sería la historia que está contando. Poco importa el argumento, porque lo que quiere exponer es el procedimiento. La trama se teje de manera bastante simple, uno no encuentra mayores problemas para la lectura de la historia. Pero en algún momento nos dejamos engañar, nos dejamos sorprender por ese paso de manos y dedos, perdemos de vista el cordel - un poco a propósito - y ya estamos totalmente enmarañados. El resultado final es algo muy copado, realizado a partir de algo muy simple. El lenguaje y sus tramas. Al final obtenemos algo, pero que no se parece en nada a lo que estábamos buscando. Y eso es reconfortante, pero hay que tener en cuenta de que todo es un hermoso engaño, del que se necesitan dos actores: un engañador y un engañado. Porque al final del camino ¡cuidado! "No hay gato,no hay cuna".
No me den mucha bola, hoy tengo un día de esos, por lo que voy a realizar una lista de cosas de las que sí estoy seguro, para poder caminar más cerca de la tierra, al menos hoy:
  • No hay gato, no hay cuna.
  • No me gustan las personas que no pueden controlarse con sus chistes malos, y vuelven toda conversación un horrendo show de stand up.
  • Ya sé que estoy solo cuando me meto en una video llamada.
  • Sé perfectamente que las transmisiones por Instagram son una cagada. Que aunque les músiques le pongan todas las pilas, lo que sale del celular es una pelota espantosa de sonido mal cagado.
  • No me gustan las personas que viajan por el mundo para hacer cosas que no hacen en los lugares donde viven. Como ir a museos o sacarle fotos a estatuas. Tengo un amigo que se fue a París - mucho antes del coronavirus, obvio - y se metió al Louvre para sacarse una foto con la Gioconda. Ese pibe trabaja en telefonía celular, nunca visitó un museo en su vida, no le gusta la pintura. Yo no iría a visitar la torre Eiffel, el hierro me parece algo poco atractivo.
  •  El mate es lo único que me mantiene cuerdo. Habrá algo en la yerba, una propiedad extraña o será el acto de succionar la bombilla. O las dos cosas juntas.
  • Hay dos lugares del departamento que no voy a limpiar nunca: la alacena y el balcón.
  • No me queda bien el pelo corto. Tengo el cráneo medio deformado.
  • Cuando decís - o te dicen - "te quiero" estás mintiendo. O, por lo menos, no estás siendo sincere.
  • Bukowski era una mierda de persona. Y lo dice en sus propios poemas.
  • Con Fogwill me pasa lo mismo, perdón.
  • Con Hemingway me pasa igual. Pero por él no pido perdón.
  • A veces, Sylvia Plath me cae mejor como suicida que como escritora.
  • A veces, me pasa lo mismo con Kurt Kobain.
  • Nadie es mejor poeta que Holderlin.
  • Ronsard, puede ser.
  • Juan L. Ortiz, también.
  • No me queda bien el pelo largo. Tengo entradas, entonces el pelo largo es como un arbusto sin raíz. Parece un peluquín, como el de Soldán.
  • Las zapatillas son incómodas y anti naturales, hacen que seamos muy torpes con los pies.
  • Las mañanas me dan ganas de leer a Borges, pero después se me pasa.
  • Nunca me lavo las manos después de leer a Rimbaud.
  • Si sueño con Roberto Bolaño, lo más seguro es que se me aparezca el fantasma de Nicanor Parra, a la otra noche.
  • Y después, el de Efraín Huerta discutiendo con Lemebel, sobre los movimientos de izquierda en América Latina.
  • Me cuesta cada vez más dormir a la noche, a menos que vea alguna película de Luis Perrone. P3nd3jo5.
  • También puede funcionar algún disco de Massacre o de Los Super Ratones.
  • Gombrowicz me da ganas de esconderme y Saer de frenar el mundo.
  • Si tengo que tomar merca, que sea siguiendo el ritmo de lectura de Piglia en sus diarios.
  • Cuando me río pienso en Vonnegut, y un poco en el Borges de Bioy.
  • La cara de Cortázar siempre me dio miedo.
  • A veces tengo pesadillas con Mariana Henríquez y Guillermo Sacomanno. Muy reales.
  • Si no pongo un vaso con agua en la mesa de luz, es posible que tenga un sueño mojado con Yoko Ono.
  • No me gusta el olor de los sahumerios. Sí algunos poemas de Ginsberg.
Por ahora paro acá, porque ya empiezo a no estar seguro de nada de lo que dije. Por las dudas voy a tomar este pedazo de cuerda, pasar un dedo por acá, este otro por allá, juntar las manos y después separarlas. ¿Sabés qué quedó? ¿No te queda un poquito de imaginación? ¿No ves el gato, no ves la cuna?

*Y con el final viene otro final. En este caso, el de la genial serie animada Bojack Horseman. Vayan como recomendación los dos últimos capítulos de la temporada final, plenos de simbolismo y emotividad. Dejo el tema de salida, que para nada importa que sea espoiler:

*************Con humildad, sin gato, sin cuna, Juan Scardanelli (el mundo no es mejor en cuarentena, tampoco tan peor)*****************Contactame para seguir charlando: juanmanuelpenino@yahoo.com.ar, seguro que vos también tenés cosas de las que estás segure, compartilas.*******************************************************

**(Originalmente publicado el 08/04/2020)

Comentarios

Entradas más populares de este blog

FALTÓ ALGUIEN QUE EMPUJE (la única vez que vi a mi tío jugar)

  En esta historia, que no me pertenece, hay un comienzo que podría considerarse la verdadera historia. Porque el grado cero es el siguiente: una mañana corriente como cualquiera de las que gastamos sin recordar, recibí una carta. En otros tiempos pasados, esto sería un detalle. Pero hace tantos años que no recibo cartas, que la sociedad no escribe cartas de puño y letra, que el hecho resulta casi fantástico. Hay (des)honrosas   excepciones, como las cartas documento que traen pésimas noticias, y los resúmenes de tarjetas que van por ese mismo lado indeseable de la escritura. Por lo general, tienden al abuso de un registro formal que ya no existe, y ese es quizás su único atributo, ser las depositarias de un registro en extinción, como una suerte de resto de animal prehistórico preservado para las siguientes generaciones. Entonces me tomé el tiempo, el lugar y el contexto necesarios para la lectura de esa pieza única. Como arqueólogo de historias, la lectura es más bien un degustar cad

Mitad

Está lloviendo ahora sobre toda esta ciudad y son las 12:30 pm a lo largo y ancho del Meridiano de Greenwich y yo he crecido entre gente que es joven y gente que no es joven entre autos, papeles bond o bulky, artefactos y escaleras artefactos y clientes. Y avisos de la desesperación o la locura. ( Paradero , de Juan Ramírez Ruiz)   Podría decir que la poesía existe para que me den ganas de tirarme del octavo piso del edificio en el que (no)estoy viviendo ahora. Mejor dicho, en el edificio donde estoy muriendo desde hace rato. Como una banana que se pasa de su madurez, y que empieza a despedir un olor rancio de otros momentos, de otras décadas. Una mala comparación de un mal escritor. Pero créanme, es lo mejor que me sale, esto de sentarme a morirme o escribir. Para el resto de las cuestiones me considero mucho menos que mediocre. A excepción, tal vez, de lavar los platos, una actividad que sintetiza como sinécdoque, porque ese coso vale por todos los cosos que se ensuci

Llanto y partida

“-¿Qué es esto? ¿Qué me sucede? – Decía – No quiero dejar la jungla, y no se lo que me pasa. ¿Me estaré muriendo, Bagheera? -No, hermanito. Esas son lágrimas, tales como las que acostumbran a verter los seres humanos –Respondió la pantera- Ahora no me queda duda de que eres hombre, y no un cachorro. En lo sucesivo, la jungla estará cerrada para ti. Déjalas correr, Mowgli. Son sólo lágrimas” ( El libro de las tierras vírgenes , Rudyard Kipling)   En algún momento de su infancia había leído ese pasaje de El libro de las Tierras vírgenes , en el que el pequeño Mowgli, criado por los lobos, debe separarse de ellos y es el acto de llorar lo que le marca su carácter humano, el límite de separación con el resto de los animales de la selva. Ese instante puede ser trasladado a cualquier momento de la vida en que las cosas cambian. Pero no cualquier cambio, sino esos cambios que resultan irreversibles, que son también grandes pérdidas. Así se sentía en aquel momento, el de la mudanza. Ya n