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Despedida en pendiente

Creo que estabas sentada en el suelo y que tomábamos la última birra del mundo, y que me hablabas de las cosas que te jodían: primero, la cana y esa manía de andar matando pibes del barrio por portación de cara, y segundo de lo molestos que eran esos versos de mierda que escribía yo, empezar y seguir conectando eternamente ideas y sentimientos totalmente innecesarios, y me decías que entendías perfectamente eso de que es fundamental expresarse y demostrarle a los demás cosas que en verdad servían para satisfacer las necesidades de su propio creador, y que el mundo sería mucho mejor sin esos versos y ese excesivo uso de conectores… Y nos reíamos y seguíamos tomando de la botella, sentados en el piso de un depósito por Champagnat que hoy está abandonado, pero que no es muy distinto a lo que fue en aquel día, y pienso que nosotros debemos estar más o menos igual, un poco abandonados pero capaces de seguir cumpliendo la misma función,
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El último acto del funcionario gris

Esto no es importante, pero sirve para llegar al final de lo que voy a escribir. En el último libro de Zizek, ese filósofo marxista lacaniano histriónico y superstar de Eslovenia, aparece una mención a un dirigente político de la última etapa de la Unión Soviética, la de Gorbachov, la previa a la caída del muro y el fin de la Historia, y –obvio- el comienzo de otra coyuntura que ahora vendría a ser de la pos-Historia. Como sea, la mención a ese dirigente está relacionada a una actitud que enfrentaba ante cada anuncio del gobierno, por más contradictorio que fuera con los valores clásicos de la Revolución soviética. Y era que ante cada una de las propuestas de un gobierno en franca decadencia, el tipo sacaba a relucir un increíble archivo de frases de Lenin, que guardaba celosamente en su despacho. Entonces, ante cada anuncio, seleccionaba una de esas máximas del líder revolucionario para lograr dar con el apoyo adecuado, una certeza de que el camino elegido tenía la bendición casi reli

FRONTERA

“- Este es un sitio horrible para morir. -Dime uno que no lo sea” (Cormac McCarthy, Meridiano de sangre )   I Un rastro, perros de caza, buscadores de farolas calcinadas, dos rumbos siempre: todos los días es aquí o allá, galopar en esa dirección que es una vida elegida, morir todo lo demás en el atardecer del meridiano, una fogata de leyendas - todas de horror – la sensación en el aire de que aquí o allá se pone en disputa la supervivencia, perder la vida por un pedazo de grasa, el cuerpo sobre las llamas caprichosas de un juez trasnochado, alguien que levanta su alma por última vez para ser tajeado a muerte por otro cadáver que había olvidado a su muerte en una fogata ajena   II Vuelan los restos de un cadáver - vale decir, sus huesos casi inmortales – y luego aterrizan bañados de aluminio, material de vanguardia con efectos modernos que actualizan la sangre que se sigue derramando igual, y los desplomados vi

Hay un lugar

"-Allí de donde vengo, todos llevan una sombra pegada". (Haruki Murakami, La ciudad y sus muros inciertos) Sí, claro, la ciudad está difícil. El barrio Rivadavia está picante, como esa hamburguesa con salsa tipo mejicana que promociona la cadena X o M, que con un solo mordisco ya te deja con la necesidad de vaciar los barriles de coca cola, que a la vez te aumentan la sed para que sigas consumiendo mientras los pibes y las pibas juegan con ese payaso macabro en el tobogán con casa de un plástico tan berreta como la calidad del almuerzo que acabas de elegir, porque tanto más costoso es llevar a todos esos pibes y pibas a la casa y cocinar para una manada, algo que más o menos les parezca potable, y además no perecer en el intento. Pero no nos vayamos de la sentencia del inicio, porque no vaya a ser cosa que los guardianes del “buen decir”, que también son abonados al ejército del “buen escribir”, nos ejecuten con pesadas ediciones del diccionario de la Real Academia Española.

Caer en la trampa

Tengo el recuerdo de una escena que sucede en una novela de Juan Forn. Un tipo, creo que periodista / escritor medio caído en desgracia, es invitado a una fiesta de gala de un magnate de los medios de comunicación, que es algo así como su jefe / dueño. Y el periodista / escritor no quiere estar ahí, obvio. Y mucho menos tiene ganas de bancarse el auto-agasajo que planeó su jefe / dueño. Entonces comienza a tomar, otra cosa muy obvia, hasta que en un momento su hartazgo es insoportable y se retira del lugar. Un lugar muy cheto y lleno de extravagancias y excesos de personaje que se cree más importante de lo que podrían ser unos pececitos que hay en una pecera grande, parte del decorado del evento. El periodista / escritor, camino a la puerta de entrada – salida, toma esa pecera y la revienta contra el piso, dejando un caos detrás de su salida. Luego la novela sigue, pero yo me quedo en esa escena. ¿Por qué? Lo primero que se me ocurre es que me siento un poco como ese personaje invitado

NERVAL

NERVAL   “Volverán esos dioses a los que siempre añoras, y aquel tiempo y el orden de los días antiguos!” (Délfica)   Caminando - piensan que perdido – en su propio barrio lleno de calles muertas olvidadas por carencia de conexión wifi.   Caminando - piensan que en el delirio – trazando cada detalle en unos versos que son otro reino, sublimación de diosas y linyeras, nervios ubicados en ese tiempo y en ese espacio exaltados, llevados al límite del Monte Olimpo.   Caminando - piensan que enfermo – con la fiebre de aquel que sí tiene los ojos y las palabras para describir al mundo y su naturaleza como en verdad son -o debieran ser-, para hablar de ninfas que son imposibles dentro de la prosa de esta ciudad de hoy que intenta aumentar su realidad eyaculando edificios y luces falsas, vacíos de ideales, lujos que nacen y viven muertos, contemplados por pantallas-ojos destinados a la nada misma, hasta que se corta a

Los dieciocho mandamientos

“Son tiempos de mendigar, tiempos de robos. Días de cabalgar por donde no cabalga nadie salvo él” (Cormac McCarthy, Meridiano de sangre ) 1) Recordarás. 2) Hay un olor fuerte, ahora, como cuando aquella mujer, antes, tiempos distintos unidos por eso, un olor fuerte, intenso. 3) Lo que sigue igual, y que parece que no va a cambiar: Yo. O, mejor dicho, el Yo que dice yo. Incapacidad de salirse de ahí. 4) Y esas experiencias, personas y objetos, que como si fuera magia, puedo cambiar fácilmente, o intercambiar aunque no tenga las ganas suficientes. 5) Si el deseo fuese ley nadie habría superado la infancia. Hay una imposibilidad allí ¿Cómo funciona? 6) Como las tardes con alerta meteorológica color naranja. Se escucha - ¿o se siente? – un viento fuerte, se ve -¿o se huele? - un cielo gris oscuro, todo junto y en un mismo instante. Pero la lluvia nunca llega, como la revolución. 7) Moraleja – porque siempre hay alguna en las historias -: ¿De eso se trata funcionar? 8) Ahora, el olor no se