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Mostrando las entradas de septiembre, 2020

Terceravera

  Terceravera   Una cuenta de primavera dice que los espantapájaros ya no pueden dormir, la tierra renacida los necesita, un ciclo más que pasa de largo sin prestar atención ni piedad, como los desesperados chimangos disputando un pedazo de carne, que ya no sirve de adorno, nn las mesas de quienes palpitan una noche de oportunidades servidas de los encantos mal pagos de la muchedumbre sobreexplotada, incapaz de revoluciones, porque mil disculpas Lev, cien perdones Vladimir, no hay tiempo, ni plata, ni fuerza para revolucionar nada, porque ni el campo primaveral ayuda, tal vez le regale algún color a quienes la pasan flaneureando, ¡y claro! a un par de enamorados del aire. Pero lo que es la muchedumbre, bueno, no se puede. Perdón Scardanelli y Bécquer y un millón de perdones al bueno de Keats, pero no podemos, imposible pararnos un instante a ver las flores y los claros de luna, eso es un regalo que nos pueden hac

Basado en hechos irreales

  “Es curiosa la mórbida inclinación que tenemos a obtener satisfacción del hecho –a menudo falso y siempre irrelevante- de que un trabajo artístico pueda ser relacionado con una historia real. ¿No será porque empezamos a respetarnos más a nosotros mismos cuando nos enteramos de que el escritor, como nosotros, no fue lo suficientemente brillante como para inventarse una historia por su cuenta?” – Vladimir Nabokov -   Nada menos real que levantarse a las seis y media de la mañana para agarrar el celular que duerme al lado tuyo, y así arrancar una de esas historias de ciencia ficción que solo se dedican a tratar de adivinar qué artefacto puede llegar a existir, en un próximo futuro - siempre – distópico. Y no te creas que estoy siendo sincero, porque por acá puede ser que me vaya, me caiga y vuelva en dos días                                                         entonces, como suele suceder, ni nuestra mente, ni los formatos propuestos por páginas, blogs y redes sociales,

Los héroes del patio de fusilamiento

  - I - La cuestión era esa, la de morir sin el más mínimo de los sentidos. Peor, no debiendo morir. Un soldado del bando triunfador de alguna de tantas guerras, que es prisionero por ansioso, y va rumbo a ser fusilado por un ejército derrotado, en fuga hacia la extinción y el silencio. La cabeza que no para, pensar que mañana habrá una fiesta a la que no podrá asistir, que sus amores vivirán la libertad por la que luchó, pero él estará enterrado en una fosa común, junto a un montón de otros cuerpos – fusilados – no vivos – sin rostro. Que mañana será ese mundo por el que murió, ¿pero qué sentido tiene si no va a estar ahí? ¿cuál habrá sido el sentido de su vida? No había tenido tiempo de pensar, hasta ese momento. No era justo, pero la vida y sus vicisitudes no entienden de justicia, son solo una acumulación de accidentes, cosas que se ponen en contacto, que aparentan racionalidad, objetividad,   pero que en verdad son azarosas y no tienen emoci

Corazón adecuado en lugar equivocado

"Un hombre más o menos común, independiente, sensato, pensante, con mucho sentido del humor"   La mirada al frente, por disposición genética. Un ojo que ya no lee bien, la oreja inútil, el pelo del color de la nieve sucia, el ritmo acelerado de la sangre, un laboratorio esperando exámenes y dos o tres recuerdos fuertes, los que se aferran al pasamanos de la vida, algunas sonrisas y más llantos, las doce de la noche con copas siempre, una película que nadie vería, todos los libros del despreciable Nabokov, los poemas de Parra, unas dedicatorias mentirosas, el oficio de sobrevivir al desamor, algunas catástrofes también, esos versos: "tranquilo, todo va a estar bien" "ya nos volveremos a ver" y las comidas del domingo al mediodía. Después, todos los caprichos de la baraja del tiempo, los versos de historias que no encajan, edición, pegar, recortar, borrar, adherir, pensar en los días como tréboles de tr