Vamos a decirlo así. Perdón, mejor dicho, vamos a escribirlo así: me veo cruzando mal una calle por la mitad de cuadra, mojándome las zapatillas de lona – y eso es en verdad una cagada, porque es temprano en la mañana y faltan horas para volver a mi casa y secarme las patas -, bajando la cabeza mientras maldigo mi suerte y subiendo el brazo con la mano extendida, devolviendo un saludo que no debería haber devuelto. Bueno, es que a veces el presente nos deja trampas que fabrica con elementos muy dañinos del pasado. Esa frase podría atribuírsele a Francis Scott Fitzgerald, pero mejor dejemos su cadáver en paz, ya demasiado tiene con los intentos de películas sobre sus novelas, artefactos imposibles que siempre dejan mucho que desear y poco que rescatar. Mi mano alzada responde a la mano alzada de alguien más, esa persona que está en frente, desde la vereda par de la calle que ya mencioné, o no, o no importa mucho. Ahí está Sele, como arrancada de un mal sueño del mismo mar al que todos llamamos pasado. Y Sele no es Gatsby, porque es una persona bastante jodida como para ser escrita. Intento lo imposible. Yo tampoco soy Nick, el narrador poco confiable que se la pasa juzgando a los demás personajes de esa novela, desoyendo la enseñanza de su padre, con la que comienza El Gran Gatsby, eso de: “antes de criticar a nadie”, me dijo, “recuerda que no todo el mundo ha tenido las ventajas que has tenido tu”. Para mayor complicación, el pasado que nos une es una larga historia de amor/odio, para nada similar a ninguna otra historia escrita. Porque eso, cada vínculo es una historia única, y nos demuestra que la narración no se termina nunca, como la cantidad de caracteres que podemos llegar a imaginar. Pero en esta escena que narro, nada de eso importa. Importa mi reacción ante esa silueta recortada de la vereda céntrica, con un fondo de edificio gris con estilo “vanguardista”, pero que se nota que no tiene materiales resistentes como para vivir más allá de diez años, luego de los que el peligro de derrumbe será inminente. Algo como este momento. Un saludo a destiempo, dentro del tiempo. Una cagada. Yo no quería, pero se dio así, y tuve que saludar a Sele. ¿Tuve que saludarla? Un abrazo más sentido de lo que me imaginaba, un cómo andás tanto tiempo, unos gestos que parecieron de telenovela de malos actores que no olvidaron el guión pero que les cuesta horrores entenderlo. Y las noticias que se pueden decir, como un cordial “bien”, “¿y vos?” “Estás igual”, “¿viste a tal?”, “¿te acordás de cual?”, “¡fue papá!”, “¿en serio?”, y etcétera. Esas frases hechas que permiten flotar en una superficie respirable hasta cierto punto. Pero en un momento deviene el silencio y, aunque sea por unos segundos, los dos vemos hacia abajo toda la profundidad del oscuro mar que es nuestro pasado. Y ahí están todas esas cosas que vivimos juntos, las lindas, las malas, las feas, las grotescas, las emocionantes, las traiciones, los deseos mal direccionados, las decisiones que nos alejaron. Toda una corriente que rápidamente se lleva esa frágil superficie con la que fingimos la alegría de un encuentro casual. Para salir del paso un salvavidas sobresale desde su estómago, la figura prominente de su panza, y la pregunta obvia que tiene respuesta cantada y que se enuncia más con tono de felicitación: “¿estás embarazada, Sele?” “¡Qué loco!”. Una mirada que parece lumínica sale de sus pupilas - ¿o eran párpados, Scott? – y yo no termino de descifrar lo que significan. Supongo que una mezcla de felicidad y melancolía, eso que sentimos a menudo cuando nuestro presente se choca con nuestro pasado cuando pensábamos que eso no iba a pasar, ¿verdad Scott?. Porque es martes y hace frío, y a lo mejor empieza a llover, porque todo lo doloroso y triste tiene que suceder en otoño. Es regla natural. Como dos hojas secas sacudidas por el viento, Sele y yo nos quedamos sin decir nada. ¿Qué podíamos decir? Solamente justificar lo que nos llevó hasta ese momento, nada más. Y, sobre todo, no morder el anzuelo que sí muerde Gatsby en tu novela, Scott. Al pasado mejor no salir a buscarlo. ¿Pero y si se nos aparece y nos saluda desde la vereda de enfrente? Luego del silencio final, que pareció durar una década, la voz de Sele nos despierta del encantamiento atroz de recuerdos que no necesitábamos, no esa mañana, no ese martes frío de otoño: “Perdoname pero me tengo que ir, se me hace tarde para llegar al laburo” Y andá a saber si sea verdad. Poco importa. Es el último salvavidas que nos tiramos, porque “Cierto, a mí también se me hace tarde”….tarde para pasar juntos todos esos momentos que fueron tan importantes en nuestras vidas y no compartimos, tarde para compartir el presente y sus cosas intrascendentes, porque ya no somos nada. Un mar profundo que se evaporó en un tiempo que ya no nos convoca. Esta noche no voy a saber dónde dormís, y vos tampoco me vas preguntar si comí bien. Y qué cagada esas lágrimas que se me escapan, porque sinceramente no las necesitaba. ¿Verdad, Scott? Hora de sacrificar alguno de los personajes, pero no jodas, tampoco es para tanto. Las veredas vuelven a separarse, yo cruzo otra vez muy mal por el medio y sin mirar a los lados. Tranquilos, no pasa ningún auto, esto no es una tragedia, ¿o no, Scott?. Sele se va para la otra esquina, pero ella circula con más cuidado, ya no va sola. O eso espero, o eso quiero imaginar. ¿Habrá una tenue luz verde en el horizonte que me espera, Scott? Puede ser, o puede ser solamente la señal del semáforo de la avenida Independencia, que me da paso a lo que va a ser el resto del martes, con lluvia y unos recuerdos que espero sublimar en la lectura del final del Gran Gatsby:
“Gatsby
creía en la luz verde, el futuro orgiástico que año tras año retrocede ante
nosotros. Se nos escapa ahora, pero no importa, mañana correremos más,
alargaremos más los brazos y llegarán más lejos..y una buena mañana…
Así
seguimos, golpeándonos, barcas contracorriente, devueltos sin cesar al pasado”
********y de fondo, uno de esos temas que escuchan los personajes de Scott en la novela:
***********************humildemente, Juan*******a cien años de El Gran Gatsby, desde el barrio Rivadavia********casi desde el culo del universo, a un costado********
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