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Mostrando las entradas de enero, 2023

Penas de alma

Una tarde de esas, que amagó con llover en modo diluvio de fin de mundo, para finalmente terminar en unas pocas gotas con cielo oscuro de fondo. Escenario perfecto para que los mismos personajes de siempre se junten a tomar una cerveza, en la misma esquina de siempre, Francia y Garay. Estamos en el oscurísimo rincón del barrio Rivadavia, donde estos tres personajes de siempre hablan de las cosas que sienten y que les pasan, o que sienten otros y les pasan de cerca a ellos. La China, en particular, estaba como abrumada por lo que había sido la odisea interminable por Güemes, el día anterior, y contaba cómo los taxis habían ocupado todos los espacios dejando el tránsito imposible de cumplir una función fluida. Después de la calentura, compartida con el resto de los ocupantes del micro en el que viajaba, llegó a una conclusión más serena y la compartió: “el intendente hizo la gran Pro, se victimizó y le echó la culpa a los demás por lo que él no quiso solucionar, y así soy intendenta yo,

[puntos suspensivos]

  Entonces me voy corriendo a esas páginas que, a lo mejor, me sirvan de reflexión, o de simple goce estético, o de algarabía literaria. Lo que sea va a estar más que bien, porque la otra realidad contada diariamente no está en un episodio de los más estimulantes. La evasión, esa cosa que no existe para nada, pero que puede funcionar como concepto esta tarde en el barrio Rivadavia. Tarde con poco trabajo, mucho sol y bastante soledad. ¿Será que hay mucha gente de vacaciones? En Francia y Garay se ve gente, pero no la conozco. ¿Turistas por acá? ¿Y los que siempre están?, supongo que se habrán ido de vacaciones o a la playa. Volvamos a la ficción y el cable a tierra que me ofrece: por un lado, un protagonista – o como quieran llamarle – que se juega lo que no tiene al punto y banca , hasta que se queda seco, y así pasa los días, mientras escribe un ensayo que no le importa a nadie y come uvas junto a la muchacha que limpia su casa, y que dicho sea de paso, ya le prestó dinero ahorrado p

¿Le tienes miedo a la muerte?

No, bueno, lo primero sería aclarar que por acá, en Francia y Garay, la esquina de todos los días, la pregunta está mal enunciada. Sería correcta así: ¿Le tenés miedo a la muerte? Te lo digo porque sino va a ser difícil que nos podamos entender. Porque escribir no es lo mismo que hablar. Y si vos querés escribir desde acá, bueno, deberías dejar a un costado el corrector del Word y la novela de DeLillo. Iba a decir que te los metieras en el orto, pero no suena nada literario eso. Y como vos decís que yo soy un personaje de literatura, bien, me toca hablar como tal. ¿Cómo es que me llamás? ¿El yo que dice yo? Ah no, con   mayúscula va el primer Yo. Bien, ahora sí podemos seguir, hecha la aclaración del lugar de pertenencia y eso. Lo que creo es que uno le tiene miedo a la muerte cuando se le pone cerca, o cuando ya sopló un número de velas importante. Lo que suceda primero. En mi caso tuve una experiencia muy cercana a la muerte, allá por los comienzos del nuevo siglo. Me tocó estar inte

La manzana podrida

El problema de creer en un único Dios que todo lo ve es que estamos condenados a ser paranoicos y a pensar solamente en el control total. Pero la realidad nos baña con su oleaje desprestigioso y nos pone en perspectiva. Sí señoras, sí señores, existen las manzanas podridas. Como en un policial clásico, eso no es novedoso y no resultaría un inconveniente mayor retirar la podredumbre de la sociedad, para permitir que lo prestigioso continúe con su evolución. Pero ese policial pertenece a una sociedad - y un tiempo - que creía en su propio paraíso, perfectamente forjado por sus propias manos imperiales, que en verdad nunca había existido. El Hombre era el centro de todas las cosas y la evolución solucionaba todo tipo de efecto colateral. Pero los siglos se fueron y nos quedó la realidad más real de todas: la verdadera. En ella, la evolución no es un valor de por sí, no hay muestra de mejoramiento en nada, y resulta que la podredumbre es cosa generalizada. No hacía falta ser una manzana. E