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Mostrando las entradas de noviembre, 2020

Salir a la cancha

Ya intenté catorce veces escribir, al menos, una primera oración. No me sale, y eso es raro. De las pocas cosas que puedo destrabar en mi vida es la escritura, que por lo general fluye sin mayores inconvenientes. Pero esta vez resulta diferente. Será porque el motivo me sobrepasa por completo. A lo mejor, me pasa lo que a la mayoría de les argentines, estamos desbordades, no podemos explicarnos cómo puede pasar tan rápido el tiempo, cómo las cosas que creíamos eternas se desvanecen en unos segundos, cómo las alegrías se empiezan a apilar allá lejos en algún lugar del pasado, y qué poco y cuánto cuesta traerlas de nuevo al presente. El siempre más insoportable presente. Entonces se nos va el más impresionante de los personajes que podríamos haber imaginado todes juntes, a la vez, y por única vez. Como catarata caen las comparaciones, los recuerdos de anécdotas hermosas, llantos de personas que no lloraron nunca, emociones desbordadas de quienes están imposibilitados emotivamente para

El Gran hotel, la vereda y una birra al sol

  Entonces, una mañana de 1973, Procol Harum sacaba su nuevo disco y grababa su mejor canción, cambiando el sonido de la banda para siempre, molestando a los seguidores que se convertirían en haters en poco tiempo, porque cómo pueden traicionar el sonido del grupo de esa manera, con ese tema que le da nombre al disco y que, para Él – siempre y solo para Él – era lo mejor que podía existir: Grand hotel . Cuántas veces había que intentar cambiar las cosas en direcciones extrañas. Por ahí para sentirse un poco más vivo, por ahí por aburrimiento, por ahí para tratar de sobrevivir a tanta superpoblación de internautas dispuestos a publicar cada segundo de un día, como si fuese el último de la humanidad. Y hasta aquí había llegado Él, con su traje de otro tiempo y esas ganas de tirarse en la vereda de Castelli y Francia a tomarse una birra, como siempre lo había hecho en el pasado del barrio Rivadavia, cuando era más cómodo socializar y cruzar miradas con personas, y no tanto con dispositivo

Recorte

  Hacía esos recortes para olvidar el contexto. Siempre es más fácil mirar un determinado sector y pensar que las cosas ahí están bajo control, que no pueden ocasionar el final de nada. Se sentía un poco cansado de ese determinado sector, siempre amable, siempre en suspenso. Era como se imaginaba un alma, si acaso algo como eso existiera. Figuras suspendidas captadas por otras figuras suspendidas, que a su vez son captadas por otras más. Y todo así. Volvía sobre esa nube que parecía quieta, que daba una sensación que no sabía expresar, porque claro que todo lo vivo es constante revolución. Pero esa tarde, esa encuadrada tarde, quería dejar la imagen fija. El tiempo lo llevaba hasta un lugar no muy lejano, con paisajes muy similares, porque es imposible enfocar aquellas cosas que nos pasaron de largo. Muchas veces esos sentimientos se mezclaban y querían tomar su lugar, mostrar movilidad. Pero era tan fácil dejar que se deslizaran bajo el mismo marco, sin causar estragos, olvidando lo q