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Mostrando las entradas de diciembre, 2022

Fin de año

Estaba pensando en esas cosas que pasan en un año – cualquier año – y que son imposibles de prever, o pronosticar. Por ejemplo, el día de mi cumpleaños. Un 24 de febrero, una mañana más, una noche menos, nada especial. Algún saludo con buenos deseos, un presente modesto, signo de estos tiempos inflacionarios. Y a dormir temprano porque al otro día la rutina sigue más o menos, y las lecturas y las escrituras también. Parece una jornada muy predecible, tanto que podría afirmar que el próximo 24 de febrero – que caerá un viernes – va a pasar más o menos lo mismo. Pero no tanto. El último 24 de febrero se produjo un hecho histórico, bastante impredecible, bastante difícil de repetirse: comenzó la invasión rusa en Ukrania. Una guerra. Y no cualquiera. Una nueva guerra a la salida de la pandemia, una muestra de que el período de gracia del nuevo siglo se había terminado, y que el nuevo siglo empezaba a parecerse demasiado a todos los anteriores, como una nueva temporada de una misma serie di

Apuntes sobre Pynchon y el fin de año

Como cualquier personaje de una novela de Thomas Pynchon: parece que termina otro año y no aprendimos nada. O por ahí no entendimos nada, o no supimos nada, o fue el tiempo el que ganó y nuestro cuerpo el que se consumió en esa fogata inmensa y poco clara que es la vida. Como en una de esas novelas de Thomas Pynchon, escritas con la intención clara de la indeterminación, del planeo inerte entre la derecha y la izquierda, entre los grises y la certeza de que es el cristianismo el régimen más violento de todos, porque se imagina un apocalipsis como forma de cambiar el gobierno, hacia un tercer reino. Y después todas esas alusiones a la guerra como un sinsentido absoluto, como un sentimiento de superioridad abstracto, como la búsqueda de una mujer que ni siquiera parece existir, y que si existiera tampoco ofrecería ningún sentido de nada. La razón abandona de a poco a las historias de Pynchon hasta volverse una certeza que cae en un agujero negro, y ahí la teoría de la novela se mete en e

Revuelto de poesía

  Ni un centavo de olvido, ni un asalto de recuerdo, un reloj de cuerda colgado del cuello del último eslabón, el segundo final del primer degollado de esta tarde.   Destino, al fin, aunque no se sienta un carajo, cerca del riesgo, en el mar, buscando entre esas cosas una verdad, una belleza, intento inválido, primaveras mustias - o chotas, mejor escrito – rozadas con el máximo placer, un desplante lujurioso con el susto de la carne, que tan drama es.   La pregunta por excelencia: ¿A dónde con esta escritura? Hacia la equivocación de bocas,   que se encontraron hoy para separarse mañana, para volverse a perder en unos años, ¿qué importa? contestan falsos filósofos sin documentación, alucinantes graduados en desconsuelos y soledades, malos pagadores de precios de ataúdes vacíos, metálicamente infalibles,   a bordo de una botella, una petaca del caminante, miel de poeta con mucho sudor y mierda sin ma

Sobre predicciones

  Cualquier día es bueno para pronosticar, hacer predicciones. Desde el clima hasta el posible campeón mundial de tenis de mesa, cualquier cosa es factible de ser predicha. Esto quiere decir, ser explicitada antes de que ocurra. Cosa de brujos, brujas, un motivo que viene desde los inicios de la civilización. Por lo general, una actividad a cargo de gente muy pensante, de personajes que pasan por sabios o poseedores de un tercer ojo, una sensibilidad especial para con el tiempo que no es ni fue. Pero siempre con una base racional bien presente, que en lugar de hacer contraste, complementa ese raro sexto sentido que permite conocer sucesos que todavía no consiguieron su realización en la Historia. Y con eso viene la sospecha, ingrediente fundamental para finalizar el ciclo. Porque para ser pronosticador se necesita no solo de fanáticos seguidores, sino también de un grupito de detractores, que funcionen codo a codo en todas las redes (anti)sociales. Después comienzan el análisis fáctico