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Mostrando las entradas de enero, 2021

De madrugada por la avenida Jara

  “La (avenida) Guerrero, a esa hora, se parece sobre todas las cosas a un cementerio, pero no a un cementerio de 1974, ni a un cementerio de 1968, ni a un cementerio de 1975, sino a un cementerio del año 2666, un cementerio olvidado debajo de un párpado muerto o nonato, las acuosidades desapasionadas de un ojo que por querer olvidar algo ha terminado por olvidarlo todo” (Roberto Bolaño, Amuleto )   Intentar olvidar es recordar, pero con más fuerza. Esa pequeña frase que voy a tomar como verdad el día de hoy – y aclaro que esto puede cambiar mañana por la mañana, o mejor dicho que sí va a cambiar mañana por la mañana – me tomó casi cuarenta años descubrirla. Para ser más sincero con quien lee, debería decir que lo que hice fue re-descubrirla, porque la época de los descubrimientos se terminó hace siglos. Porque resulta que entre Proust y Joyce ya estaba todo dicho y terminado, y que pase el universo que venga y a quemarse las pestañas y las neuronas para ver si en las calles del barr

Dos movimientos: la confesión y el silencio

  I) La   confesión   Hoy te quería hablar sobre un papel, que me dejé el otro día ahí tirado en la cama. Resulta que después no lo pude encontrar. Antes de que preguntes, sí, di vuelta sábanas, almohadas y colchón. Quiero decir, busqué por todas partes ese condenado papel. Te imaginarás lo importante que es para mí, como esas cosas cotidianas que sólo podemos valorar cuando abandonan la cotidianidad, es decir, cuando ya no están más. Y no, no exagero ni un poquito. Ese papel era importante porque guardaba una confesión. Horrible, como toda confesión, que no es más que eso que sentimos con una fuerza incontrolable, pero que preferimos callar, esconder, porque nos genera una culpa inmensa. Aunque sabemos que, por exceso de sentimiento, vamos a terminar develando de alguna forma. La mía fue escribir ese papel y dejarlo hasta que se me ocurriera romperlo en mil pedazos y tirarlo a la basura. No, obvio, no lo iba a trozar en tantas partes, con cuatro o cinco sobraba. Como sea, el hecho

El universo es verdadero para todos nosotros y diferente para cada uno

  La frase del título podría ser mentira. Para probar esta última afirmación deberíamos comenzar un texto más bien argumentativo. A lo mejor filosófico o bien científico. La primera parte tendría que ver con el concepto de verdad y sus derivados. La segunda caería en cuestiones comprobables físicamente, el universo y su concepción. Pero nada de eso importa a la literatura, por lo menos como la concibo yo. Mientras escribo, el viento golpea las ventanas de la habitación, que suspiran esperando por volver a una calma cálida, que las aleje – y a mí también – de los malos sentimientos. Esa última oración es de lo que quería hablar hoy. Porque para la literatura – y solo en su jerga – el viento puede tomar una acción propia de las personas y los seres animados, como es el caso de golpear algo con intención. Mucho menos un conjunto aleatorio de ventanas pueden ser susceptibles de algo así como un suspiro por temor, o desear una calma que no pueden experimentar, ya que los objetos - en la par

Cuando yo leía

  “Durante un momento tuve la idea de que el mundo donde estaban aquella habitación y aquellas librerías, y en el que Albertina significaba tan poca cosa, era quizá un mundo intelectual, que era la única realidad y mi pena algo así como la que produce la lectura de una novela, una pena que sólo un loco podría prolongar en un dolor duradero y permanente de su vida; que acaso bastaría un pequeño impulso de mi voluntad para llegar a ese mundo real y para entrar en él atravesando mi dolor como quien rompe un cerco de papel, sin preocuparme ya de lo que había hecho Albertina más de los que nos preocupan los hechos de la heroína imaginaria en una novela después de acabar la lectura” (Marcel Proust , En busca del tiempo perdido: Sodoma y Gomorra )   “Hay una literatura para cuando estás aburrido. Abunda. Hay una literatura para cuando estás calmado. Ésta es la mejor literatura, creo yo. También hay una literatura para cuando estás triste. Y hay una literatura para cuando estás alegre. H