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Mostrando las entradas de diciembre, 2020

La vida, según cómo se la mirara, era regalada

Amaba tanto Mar del Plata, que las demás ciudades eran como buitres desnutridos, cotorras desplumadas ante sus salinos ojos….no, no, no, debería ser algo con más corazón, más espíritu…Su amor imposible era la ciudad de Mar del Plata- Batán, cada vez que amanecía se abría ante sus salinos ojos la oportunidad de concretar semejante sentimiento, entre las playas y el dorso donde se escondía el sol más satisfecho del universo…no, no, no, demasiado hiperbólico, la ciudad tampoco era para tanto. Lo que sí es seguro es que ese personaje amaba tanto a Mar del Plata, porque no le quedaba otra. Como un regalo había caído en ese – y no en cualquier otro – pedazo de tierra. Y eso que había tanto lugar en el Universo, que no se lo terminaba de conocer nunca. Lo que sí, con lo poco que se veía, alcanzaba para inventar dioses y destinos que parecían inmodificables. Porque para eso están el destino marcado por el Universo y los dioses, para decirnos más o menos cómo somos y qué deberíamos hacer, aunqu

Y de pronto el recuerdo surge, como una ballena blanca

Estuve tratando de retener esa frase durante todo el día. No la anoté en ningún lado para no hacerme trampa, quería ejercitar la memoria porque me parece que es algo que uno, paradójicamente, se olvida de hacer. Como si fuera un músculo inservible, porque claro, ¿quién muestra en el Instagram una foto de la memoria? Mejor cualquier otra parte del cuerpo, con la que no se piensa para nada, pero que puede llegar a generar una legión de seguidores, seguidoras, a la grandísima distancia de un corazón de mentira. Pero claro, yo estoy en este mundo también, por lo que fue imposible recordar la totalidad de la frase una vez terminado mi día, que   finaliza casi siempre con un momento de escritura, una necesidad de vomitar cada veinticuatro horas, con autorización y receta médica firmada por inefable escritor francés ya muerto, culpable de que para mejorar mi capacidad evocativa, me tomara un té con magdalenas, justo una de las tardes más calurosas que recuerde el barrio Rivadavia. Porque para

Sabemos bastante. Sabemos demasiado. No sabemos nada

  En el rutilante posposposapocalíptico mundo ciberurbanizado de hoy, los grandes temas son compartidos en un par de caracteres para ser digeridos con la misma velocidad que se viraliza el video de una persona metiéndose un petardo en la raya del culo. Perdón por esa imagen, pero me pasó literalmente, hace instantes. Por eso me preguntaba qué carajos podía quedar de todo eso, ¿sirve de algo tener tanta información a mano si se desvirtúa entre la cantidad de otras cosas que no ayudan en nada, si se desvaloriza por estar cataloga en el mismo no-lugar que el resto de las cosas triviales que se comparten en las redes sociales? ¿Es posible que haya personas que piensen que conocen a otras por mirar su “perfil” y sus publicaciones de estados y fotos donde siempre se aparece excepcionalmente haciendo cosas de domingo al sol o en vacaciones vaya a saber en qué reducto del planeta? Por las dudas voy aclarando: no siempre estoy sonriendo como en esa foto, para nada. Y con eso y unas mil palabras

El eterno retorno del juego de la Historia

  En una historia, una persona decide por propia voluntad salir a pedalear por la ruta 2. Volvió hace rato de su trabajo en oficina, por zona céntrica, comió, descansó en su departamento y decidió terminar el día con algo de ejercicio. Tiene una de esas bicis con freno a disco, tipo de montaña, que hace poco pudo comprar en cuotas, porque le fue imposible viajar a Europa a causa la crisis del Coronavirus. Toma Champagnat en dirección al aeropuerto, todo por la ruta, saltando en “L” como el caballo del tablero del ajedrez. Al cruzar la rotonda de Constitución, advierte que la ruta está cortada más adelante. El humor, que ya venía complicado por el día lleno de malos tratos en la oficina y la bendita atención al público, y la maldita atención al superior, termina yéndose a la papelera de reciclaje de la odiada computadora de su escritorio, siempre desactualizada. Sin embargo, continúa pedaleando, obstinada como el caballo, aunque sabe que el choque será inevitable, que además eso provoca