Rincón

Adoro ese rincón en esa calle

que para los ojos de las fiestas

es un desperdicio de papel picado /

fileteado / ventoso amanecer de febrero

un seminfierno de arrabal

desierto de Atacama en lo profundo

de un barrio que ya se camina

entre fuego y viento y frío,

imposible habitar ahí,

soledad siempre,

la obligación de cada año:

bebidas de kerosene

y pegamento aspirable,

la hermosa calle y su rincón

como la panza de la ballena,

el espacio imprescindible

para ver en tus ojos

las vísceras que ese espejo

nunca va a reflejar,

habitación de poeta alucinado

que sueña con volarse 

la cabeza de una vez

con el descubrimiento

de ese verso que no existió

hasta ayer,

un capricho frágil

y pasajero

y sin lógica,

porque no hay para qué

pensar que un destino

funcione así,

hay fragmentos

y este lo adoro:

un rincón en una calle

que despide el funeral

de tus pupilas,

las gotas saladas de los dioses

que llegaron tarde

a la memoria de los festejos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

El príncipe de Persia

Saltar, pasar en zigzag. Supongamos que un príncipe Persa cierra los ojos mientras le cae una bomba en el medio de la cabeza, y todo estalla...