En el sueño
algo se desvanecía,
los cuerpos
caían sobre cuartos
encendidos
por faroles a gas,
las sombras
eran fantasmas dorados
que no se
condecían con nada humano,
eran
siluetas de cuerpos deformados,
rostros
elefantinos con torsos
reptilianos
/ serpentinos,
reflejos de
seres de otro plano.
Había una
sensación de olvido,
una
angustia descalza
que
superaba al miedo
o que era
el peor de los miedos,
el aire no
existía y hacía frío.
Otro cuerpo
se levantó de la nada
y consiguió
la atención de la escena,
parecía el
asesino perfecto
pero no se
confesó;
las
habitaciones desaparecieron,
los cuerpos
se desintegraron,
las sombras
marcharon
tras el
asesino perfecto,
condenadas
por un puto sueño,
la
equivocación del detective
que no
puede resolver el caso,
siempre es
tarde…
Esa sería
la maldición de este trabajo de mierda, llegar siempre tarde, y que todo el
mundo te caiga encima, se cague en vos, te tire las culpas desde todos los
sectores, desde arriba enterrado por la mierda de los superiores, desde abajo
empalado con bosta del pueblo que necesita un culpable todos los días, y el que
tiene la cara perfecta de la derrota es el detective o llamalo comisario o
encargado de la investigación del asesinato que sea, y ahí está mi cara de
boludo, del que estuvo despierto las últimas mil horas cagado de hambre y de
frío, buscando un rastro de un hijo de puta psicópata que liquidó a un pendejo
por vaya a saber qué pelotudez, a lo mejor un partido de fútbol o una bolsa de
merca o una docena de empanadas que no llegaron nunca, cualquier pavada, un
estruendo en la noche de un barrio del orto que justo cae en la comisaría en la
que te toca estar a cargo, a cargo de una manada de incompetentes que apenas saben
cargar un video de Youtube en el celular para hacer como que esa noche están de
“guardia” y cobrar unas miserables horas de “corazón” que son en verdad un
regalo hacia la nada desde la nada, porque nos dicen que lo mejor es hacer presencia,
estar ahí, pasar con los patrulleros hechos pelota por el “territorio” y si hay
suerte esa noche es tranquila y no pasa nada nomás alguna pelea entre dos “fisuras”
o un celular o una moto zarpados en la esquina y que ojalá no sea justo en la esquina
de la comisaría de este barrio de vírgenes violadas y santos empalados por el
culo, pero de repente en un segundo un estruendo y cae un menor de edad y la
sangre y los vecinos indignados y el más corrupto de los intendentes de la
historia de la ciudad que de pronto se acuerda de que existe ese barrio y que
de puta casualidad está en la ciudad que preside, y qué cagada que mejor
resuelva rápido o la pague el pelotudo del comisario o el forro que esté a
cargo de la investigación, de última que entreguen a cualquier perejil para
salir del mal rato y patear para delante, con suerte la familia del pendejo no
tiene donde caerse muerta y podemos arreglar por otro lado, y resulta que no
soy tan garca, no me da el corazón, creo que hay que hacer un trabajo policial
más o menos válido, y para peor la cosa se complica con la llegada de esos dos “especialistas”
mexicanos que dicen saber un montón de asesinatos, aunque de lo que saben es de
tequila y tortillas de maíz que recuerdan todo el tiempo y de cadáveres sin
identificar que enterraron en una fosa común en Santa Teresa porque nadie reclama
nada después de un tiempo, la filosofía del “todo pasa y nada queda” “todo lo
sólido se desvanece en el aire” y acá en el Rivadavia no queda solidez alguna y
el aire es una mierda de baño de comisaría, y nada pasa porque ya pasó todo lo
que nos trajo hasta este punto, y todavía hay un cadáver de un niño sin
identificar, mucho trabajo por encarar, muchas más horas de vigilia y café y
otras sustancias para estar despierto para poder poner la cara de boludo
derrotado por la Historia ante quien corresponda, esté arriba o debajo de la
línea de mando, porque ese es el inicio de esta escena espantosa, un
catalizador que es un detective condenado a la nada.
***música de fondo del cap 2:
*************************+humildemente, Juan Scardanelli*************
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