Detectives del Rivadavia (primera aproximación)


 

¿Qué es lo que me dirá sin un insecto sin tiempo

dice que el mundo se consume? (Aquí en esta primavera, Dylan Thomas)


A veces, o muchas veces, o casi todas las veces, pasa que el mismo planeta nos demuestra que estamos completamente equivocados en eso de segmentar el tiempo y trazar líneas para contener el espacio. Pero por pura arrogancia y pereza intelectual, seguimos todos los días como si fueran un mismo envase, entramos al mismo cine a esperar que las imágenes y los sonidos nos devuelvan la lógica que ya tenemos adquirida desde que caemos al mundo, en ese llanto lleno de dolor que anticipa el resto de lo que se viene, aunque al final sabemos que puede que espere una sonrisa, una de esas que son en verdad un gesto a medias que se interpreta como un “ya fue, creo que hasta acá estuvo bien”, una sonrisa eutanásica. La prueba del error radica en que estos días el frío y la lluvia cambiaron la idea de una primavera, junto con el humor en el barrio Rivadavia, teñido de gris oscuro por el descenso de Alvarado y el asesinato de un pibe que no salió en los medios de comunicación. Las noticias se cuelan en cualquier espacio de red social sin la elegancia de una clasificación tipo noticiero, que acompaña con registro y gesto de informantes cada una de las secciones y apartados de novedades que son en verdad un eterno loop, porque Alvarado juega todas las semanas y lo seguirá haciendo, y en las calles invernales de la ciudad siempre aparecerá un nuevo cadáver. ¡Qué contexto para un buen mal policial clase B! Con detectives trasplantados desde Los Ángeles hacia la comisaría (de)Cuarta / quinta (o el número que corresponda al cadáver arrojado por esa zona). Unos detectives acostumbrados a primaveras secas y desérticas en la frontera sur de Estados Unidos, en la frontera norte de México, siempre con equis, siempre con sombreros de alas anchas, enchiladas picantes y pistolas que resuenan en la noche de Santa Teresa, mientras el detective salvaje mete sus narices en un basural cercano a la maquiladora PanMex - o como chingadas se llame esa empresa multinacional que paga un dólar por media jornada de un trabajo insalubre- donde descubre el centésimo cadáver de mujer asesinada en el año. Detectives que no descansan nunca, porque sus noches son una pequeña luz de cigarrillo consumiendo el horizonte que no comprenden, con el frío de una sociedad que se les hace la incógnita más grande de sus vidas. Detectives que deciden escapar de su propio infierno, para encontrarse con otro mucho más al sur, por recomendación de la embajada que sabe de la experiencia que llevan desenterrando y oliendo restos de carne chamuscada, fragmentos de cuerpos en estado de putrefacción, todos cadáveres mal escondidos o escondidos a medias, todos cuerpos asesinados que reclaman autoría, familias, vecinos, pueblos, la nación entera sobre esos dos cuerpos que son también cada vez más cadáveres en vida. Ellos dos, los detectives de Santa Teresa, los que alguna vez también trabajaron en Los Ángeles, asesorando a esos otros gringos que les tomaban el pelo, porque sus cadáveres tenían perfume, eran cadáveres de paseo de la fama, estrellas enterradas por sobredosis y algún cuerpo afronorteamericano violado y sacrificado en el anonimato, porque a esos pinche cabrones solamente les interesa lo que puede llegar a darles fama y dinero. Pero en Argentina sabían que su cementerio se iba a extender.  Un puente, cabrones, un puto puente hay entre este barrio condenado y nuestro Hermosillo o Santa Teresa. Puede ser, pero acá tenemos menos recursos, por eso necesitamos que nos den una mano, ¿entienden eso?, sería la voz del comisario de la seccional número tal, poco importa porque ¿quién carajos denuncia algo en la comisaría que corresponde? Cabronazos, las comisarías son todas la misma, los cuerpos hay que desenterrarlos igual, traten de no mamarla y destruir la escena del crimen, eso lo conocen de alguna serie gringa. Las risas cómplices hicieron cierto ruido en la noche, que ya tenía menos de diez grados, para ser primavera. ¿A esto le llaman primavera? No mames, buey, si no siento las manos. Pasa que el tiempo, a veces, hace estas cosas, como cuando encontramos un cuerpo destazado en un basural, nos cambia las reglas de la lógica, sabés, porque a partir de ese instante el tiempo y el espacio se transforman, corren para otros lados, rompen la línea sintagmática. ¿Qué chingadas dices buey? Que se nos cambia por completo el transcurso del día, ¿qué digo del día? De la vida entera. Muchos colegas quedan completamente chiflados cuando pasa algo así, un crimen brutal, el cuerpo desfigurado de un niño o una niña, los llantos de la familia, la indignación y la pueblada contra la comisaría. Entiendo, buey, después cada uno de los que estuvimos ahí llevamos ese cadáver a nuestros sueños, el olor del cuerpo en descomposición no se nos quita por meses, a veces años, y así seguimos como cadáveres nosotros también, consumidos por el mismo insecto. Exacto. Y el diálogo va a seguir por las próximas diez horas, con pausas para tomar un café horrible sin azúcar y comer alguna factura del día anterior, que causará a los detectives mexicanos una acidez que llamarán “del pinche barrio Rivadavia”. ¿Y quién chingadas fue ese Rivadavia, era patriota? Sí, era un nombre que aparecía en los cuadernos de la escuela primaria y en el sillón donde supuestamente se sientan los presidentes, aunque en realidad ahora es una pieza de museo. ¿El presidente? No, el sillón. Las risas se contagiaron como para sacudir un poco el frío. El cuerpo sin vida del niño fue desenterrado del micro basural de la esquina de siempre. Mierda, era apenas un pendejo. Qué cabrones, igualitos a los de allá. El caso cayó en la fiscalía número tanto, a cargo de un tal señor que había abusado de su empleada doméstica. Pero pasa en nuestra patria también, bueyes, no se vayan a creer, nadie puede andar con los ojos para adelante, nadie puede pisar los costados de la ciudad sin sentir que se está muriendo todos los días un poquito más.  


****Este policial debería empezar con la siguiente música:

*********************************himildemente, Juan*******************************en plan policial barato*************continuará...........

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