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De madrugada por la avenida Jara

 


“La (avenida) Guerrero, a esa hora, se parece sobre todas las cosas a un cementerio, pero no a un cementerio de 1974, ni a un cementerio de 1968, ni a un cementerio de 1975, sino a un cementerio del año 2666, un cementerio olvidado debajo de un párpado muerto o nonato, las acuosidades desapasionadas de un ojo que por querer olvidar algo ha terminado por olvidarlo todo” (Roberto Bolaño, Amuleto)

 Intentar olvidar es recordar, pero con más fuerza. Esa pequeña frase que voy a tomar como verdad el día de hoy – y aclaro que esto puede cambiar mañana por la mañana, o mejor dicho que sí va a cambiar mañana por la mañana – me tomó casi cuarenta años descubrirla. Para ser más sincero con quien lee, debería decir que lo que hice fue re-descubrirla, porque la época de los descubrimientos se terminó hace siglos. Porque resulta que entre Proust y Joyce ya estaba todo dicho y terminado, y que pase el universo que venga y a quemarse las pestañas y las neuronas para ver si en las calles del barrio Rivadavia, en un verano del 2021, queda algún rincón por descubrir, algún trozo de lenguaje por articular y transformar en literatura 100% vegana, libre de todos los restos cárnicos del festín de siglos pasados. Pero no, no me toca a mí revolucionar el campo de las letras. Tal vez lo deje para otras vidas, un poco más amables, en las que estaré cobijado por algo de talento. La realidad es que en mi yo de ahora, no pude más que redescubrir esa frase del inicio, en cuarenta años, que espero me ayude para aclarar algunas cuestiones que no me dejan dormir hace diez años. Difícil dormir cuando la noche llega y es un peligro todo el tiempo, porque tiene tanto movimiento sospechoso, tantas ganas de impactar en la vida real, que hasta es capaz de meterse en los sueños. Ahí hay dos campos distantes, con alambrados enormes y espesos, donde el tiempo y el espacio son cosas totalmente distintas según donde se caiga. Pero algo de la frase del comienzo comparten y es que en verdad cuando uno quiere olvidar algo, ya sea sueño o realidad, lo que hace es acentuar ese recuerdo, reforzar la evocación, dejar en evidencia el fracaso. Aunque, por lo demás, el soñar y la realidad tienen más diferencias que similitudes. Por nombrar alguna de las más inquietantes, podemos afirmar que la realidad es como una impresión detallada, mucho más fácil de almacenar y recuperar que un sueño, que es una impresión que por lo general viene pixelada y que se borra de la memoria casi sin esfuerzo. Sin embargo, hay sueños que a pesar de borrarse de la memoria, pueden llegar a volver en cualquier instante, a insistir con la fuerza intensa de lo sorprendente, por lo que pueden dejar una huella, un trauma mucho más fuerte que el recuperar un recuerdo real, que por lo general no tiene el mismo impacto cuando se vuelve a presentar cualquier noche. Tal vez sea por eso que me está costando tanto dormir desde hace diez años. Es un sueño que me acecha, un sueño que me persigue, una especie de sombra que camina por la avenida Jara de madrugada, cuando las luces comienzan a apagarse y el sol todavía está en la playa desperezándose. Y lo peor es que esa sombra nunca termina de corporizarse, quiero decir que el sueño sugerido no se me presenta nunca, pero sé muy bien que está ahí. Es su presencia ausente lo que no me deja dormir. Al principio sufrí mucho, como si fuese un espíritu varado eternamente en los pasillos de un cementerio que ya nadie visita. El sufrimiento empezó a ser tristeza, amargura, angustia. Pasado el tiempo, como todas las cosas de la vida, uno se acostumbra. Y en la costumbre, llegué a experimentar algo de goce. Porque visto desde otro lado era como tener una especie de super poder, podía quedarme toda una noche leyendo a Proust y a Joyce y seguir a la mañana como si nada. Eso pensaba solo yo. Desde el afuera, el comentario era: ¨Mirá cómo está Scardanelli, hecho pelota, parece una especie de Kafka trasnochado¨. Bueno, puede ser que esta última comparación sea más una proyección mía que la verdad. El tema es que sí, la gente que me veía me creía en serios problemas. Tal vez se habrá enganchado en las drogas, decían algunos, o quizá la pérdida de un amor lo tiene a mal traer. Sí, claro, nadie habla así hoy por hoy en ningún barrio de la ciudad, pero dejame contarla como me suena mejor, llamalo decoro, estilo, forma, como sea. Con la mirada de los otros posada en mis hombros, retrocedí en el sentimiento. Quiero decir, volví a experimentar la angustia. Peor aún, comencé a sentir desesperación. No podía dormir hacía muchas, demasiadas noches. Mi rostro se estaba desvaneciendo y mi humor no existía. Me estaba muriendo despierto. Y acaso eso sea morir, despertar para siempre. Y esa otra frase la acabo de re-descubrir para vos y para mí. Camino desde esas noches por el mismo cementerio, con los ojos irritados y sangrando lágrimas sin duelo. Quiero decir, no creas que esta historia puede terminar bien. Aflojá con la basura que te venden todo el tiempo en las notificaciones de esos aparatos que ya cada día cansan más. Y cuidado porque te estás construyendo tu propio cementerio, y los pasillos son estrechos, las tumbas no tienen flores y las criptas tienen todas la misma escultura, una especie de ángel del futuro, de 2666. Sí, ese ángel, ya sabés. Si querés podemos redescubrirlo, pero hace siglos que anda deambulando entre tu geta y la mía. Creo que alguien lo retrató en algún momento para que un filósofo de la escuela de Frankfurt tuviera algo para decir después de tanta guerra y tanta muerte. Fijate bien que ese ángel te mira, me mira, nos mira, y tiene la misma cara con la que empecé a dejar de soñar, la misma cara con la que empecé a escribir estas palabras, a redescubrir todo lo que ya sabía que te iba a contar.


########No pude pensar en otro tema mejor que este para acompañar la lectura y la caminata por el barrio, el cementerio, cualquier cementerio...

°°°°°°°°Humildemente, sinceramente, apasionadamente, J.M. Scardanelli, por las esquinas del barrio Rivadavia°°°°°°°°°°°°°°

---Para no googlear: la imagen es el Agelus Novus de Paul Klee, un dibujo que compró Walter Benjamin (filósofo referido en la nota).


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