La frase del título podría ser mentira. Para probar esta
última afirmación deberíamos comenzar un texto más bien argumentativo. A lo
mejor filosófico o bien científico. La primera parte tendría que ver con el
concepto de verdad y sus derivados. La segunda caería en cuestiones
comprobables físicamente, el universo y su concepción. Pero nada de eso importa
a la literatura, por lo menos como la concibo yo. Mientras escribo, el viento
golpea las ventanas de la habitación, que suspiran esperando por volver a una
calma cálida, que las aleje – y a mí también – de los malos sentimientos. Esa
última oración es de lo que quería hablar hoy. Porque para la literatura – y solo
en su jerga – el viento puede tomar una acción propia de las personas y los
seres animados, como es el caso de golpear algo con intención. Mucho menos un
conjunto aleatorio de ventanas pueden ser susceptibles de algo así como un
suspiro por temor, o desear una calma que no pueden experimentar, ya que los
objetos - en la parte de la vida que escapa a la literatura- no pueden sentir
nada. Las cosas, vistas así, no tienen pasiones. Para avanzar en estos temas,
me coloco bajo la categoría de objeto yo también, y voy a tratar de no sentir
más que el viento como viene, como si no le importara nada más que simplemente
ser viento y sus efectos. Saldría del plano literario. Y no, esa era otra
trampa. Porque habría que razonar lo siguiente, si yo nombro una cosa, la
escribo, la bajo a la (i)realidad de las palabras, ya estoy peligrosamente
caminando por el limbo de la literatura, por donde se pasea estoicamente el
bueno de Virgilio. Y encima es verano, pero no, no tengo ganas de otra
temporada en el infierno – y hasta ahí llego con las referencias literarias
clásicas, por ahora -, prefiero continuar el camino por el bosque, en el medio
de la vida, que supongo que es lo que me toca recorrer. Hace instantes terminé
de leer lo que es el mejor manga del año pasado, que sería una secuela de otro
manga menos interesante. Se llama Hi
score girl Dash, y cuenta la historia de una profesora de secundario, de
unos veintiocho años, que ha perdido un poco las ganas de vivir, que se hundió
en una rutina que no sabe cómo construyó y que mucho menos puede romper. Sus
años de juventud (que transcurren en los dos primeros tomos del manga, en los
que es la tercera en discordia dentro de un romance adolescente) son el
recuerdo de la pasión que tenía por cosas y personas que ya no están. El cambio
del arco narrativo, del tono, el aumento del drama, son increíblemente potentes
para una historia que se encuadra en lo que los japoneses denominarían “novela
ligera”. Me fascinó ese cambio de tono y me llevó a replantearme el concepto de
literatura y otras cosas que no voy a poder explicar. Pero poco importa, no soy
el indicado para dar lecciones de nada, tampoco quiero. En este pantano del
medio de la vida, la profesora Hidaka se las va a tener que ver con esas cosas
del pasado, con esos rostros del pasado, pero ya resignificados, releídos. Su
gran pasión por una cosa sería su entrada en un universo diferente, donde se autopercibe
como una persona mucho más decidida y hasta implacable. Y tiene que ver con el
centro argumentativo que une las tres partes del maga: los videojuegos. Pero no
cualquiera, sino los que ella utilizaba con sus amigues en la infancia, los
arcade, para nosotros los fichines. Ese universo es el que la deslumbró y la
liberó como persona en su adolescencia. Pero luego pasó el tiempo, le rompieron
el corazón, creció amargada por ver cómo ese universo se le escapaba y, finalmente,
se acabó escondiendo en una rutina nada estimulante. Pero las cosas ya fueron
modificadas, las personas también. Será cuestión de tiempo para que se vuelva a
cruzar con eso y el universo se vuelva a transformar, y así alcanzar una
probada más de aquel paraíso perdido. Eso sería vivir en la literatura, ese es
el lenguaje de la literatura, el lugar donde los objetos y las personas siempre
cambian, se transforman. Por eso Dante se escribe su propio road trip al
infierno, por eso Rimbaud se hunde en los cálidos fuegos del suyo. Con eso bastará
para sobrevivir unos años más. Habrá universos más sobrevivibles que otros, por
supuesto. El infierno de Dante parece mucho más seguro que el desquicio de
Rimbaud. ¿Y el de la profesora Hidaka-kun? Es un infierno también, el de las
salas de videojuegos, ya pasadas de moda, con olor a cigarrillo y muy poca luz,
con palancas destrozadas y botones hundidos, con seres infrarreales descargando
sus frustraciones diarias en un juego de luchas virtuales. Esos infrarrealistas
de siempre, capaces de hacer del universo literario-poético el espacio real,
furiosamente real, que en verdad no debería ser. Un infrarrealista sería algo
así como un jugador de videojuegos que vive lo que pasa en la pantalla como lo
real, que no suelta la palanca en todo el día, que se desvive por apretar los
botones, desesperado, como si le urgiese hundirse en el peor de los infiernos.
¿Cuál es el peor de los infiernos imaginables? ¿La literatura es el infierno?
En uno de los universos posibles, sí. En la mayoría de los universos
imaginables el infierno es aquello que no se puede controlar, como define la
dependencia que genera la heroína el bueno de William Burroughs: “Es lo peor
que le puede pasar a un hombre. Todos creemos que podemos controlarlo al
principio. Luego dejamos de querer controlarlo” Esa potencia que es más fuerte
que el control externo de algo sobre nosotros. Lo peor de lo peor es no querer
controlarlo más, como voluntad suprema que asume uno mismo. Y eso es la
literatura para mí, una cosa, unas personas, unos signos, una droga, que no me
genera alegría ni bienestar, que simplemente es una manera de vivir. Ese es el
universo que adopto como propio y diferente al de cada une. No tengo idea cómo
terminará la historia de Hidaka o la mía. Espero que mejor que la de Rimbaud y
la de Burroughs, la de Dante poco importa.
********Insert coin: el título es una frase que pertenece al
Marcel Proust de En busca del tiempo
perdido, de la novela La prisionera
(la quinta de su obra magna). El manga mencionado tiene su versión en animé que
se llama igual: Hi score girl, pero
sólo se realizaron las dos primeras partes, dejando de lado lo mejor que es lo
que recomendaría absolutamente, su –hasta ahora- última parte. El resto son
menciones a la Divina comedia y a Una temporada en el infierno, demás está
aclarar. ¿Cómo terminé mezclando todo eso? Me olvidaba, también al pasar hay
algo de Yonqui del beatnik Burroughs
y de los poetas infrarrealistas mexicanes. Todas esas referencias van como
recomendación y muestra del universo del que hablo. Y esta canción…
************************Humildemente, Juan Scarda, tomando una birra entre los fichines y los flippers que tiene el club Jara en el barrio Rivadavia, y que agradezco en el alma***************************
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