El príncipe de Persia

Saltar, pasar en zigzag. Supongamos que un príncipe Persa cierra los ojos mientras le cae una bomba en el medio de la cabeza, y todo estalla en mil pedazos a su alrededor, y todos los mundos se unen para habitarlo por única vez antes de lo que sería el apocalipsis, o su apocalipsis, el abandono…Abre los ojos y está en un día soleado, en un campo soñado, en un momento de soledad y alegría. Un solo y único momento, que es todo a lo que puede aspirar cualquier príncipe o cualquier habitante del barrio Rivadavia…Y ahora el día es gris y cae una especie de agua congelada, que poco tiene que ver con la nieve, pero ustedes lo saben mejor que yo: el verdadero poder están en nombrar las cosas antes que los demás, y el vino que tanto le gusta está casi regalado en el chino de Jara, entonces poco le importa mojarse la ropa y el cuerpo y las zapatillas de lona, porque el vino es uno de esos instantes que vale la pena señalar en los highlights de la vida, y creo que es lunes pero a la vida ¿qué carajos le importa?...Su ciudad es ruina sobre ruina, primero en singular, después en un plural insoportable, pero sobre los escombros y la sangre se puede seguir como si nada, ya sabemos muy bien que el cuerpo humano se adapta a cualquier cosa, que el cerebro humano puede asimilar los golpes, que el sentimiento se bloquea, se puede ser el príncipe más congelado de la historia, todo para sobrevivir un rato más, todo para seguir paseando entre casas destruidas como un gato en busca de alguna cosa que huela parecido a lo familiar…Ojos que no alcanzan a captar toda esa escena bucólica, pintada por sonetos de Lope de Vega, “como por competir con tu horizonte el oro se vuelve etc, etc, etc”…Ojos que no alcanzan a ver si el colectivo que se acerca es el 554, y ojalá que sí porque el príncipe necesita llegar a destino antes de las doce de la noche, porque sino ese bondi no pasa más hasta las primeras horas de la madrugada, y qué problema sería quedarse varado a esa altura de Jara con el vino en una bolsa y el frío tomando la escena…Ojos que comienzan a adaptarse al horror de los cuerpos aplastados por vigas que parecían invencibles, pedazos de mampostería que costó tanto conseguir, horas buscando precio charlando con el albañil regateando riendo con amigos que van a dar una mano, unas manos, todas esas partes de cuerpos sobre escombros debajo de escombros, ojos que mejor no ven, corazón destazado…Tanto calor que da el sol en esta época del año, pero solo cuando tiene ganas, entonces el príncipe se queda en cuero y comienza a broncearse en invierno, parece la situación ideal que soñó aquella mañana en la que todavía descansaba en los brazos de su madre, llora de alegría por el recuerdo, por los rayos cálidos del sol en su carne, porque sabe que los momentos de felicidad son escasos y duran apenas un…Uber, un Uber le salvaría la vida en la fría noche del barrio Rivadavia, llegaría más rápido a tomar ese vino, que sería como una suerte de recuerdo del banquete más impresionante de todos los tiempos, pero no queda carga en el celular, como tampoco queda pilar con foco que ilumine alguna de las cuadras que se pierden en las sombras de la noche, y entonces mejor empezar a caminar, abrir el vino y llenar el tanque, que las calles se vayan amigando con el alma del príncipe olvidado en Jara a la altura de...Una esquina que ya no existe tampoco, duerme arrinconada entre los restos del bombardeo de turno, para tranquilidad de aquellos que nunca la van a conocer, una esquina de un reino profanado, humillado, una esquina de un barrio que puede ser cualquiera pero que es el mejor y que por eso lo tenían que destruir, el que destruye es el impotente, el que destruye es el que muere entre sus propias ruinas…De un sol que se va haciendo atardecer en el firmamento, Febo que deja de asomar para irse callando tras las sierras, desde donde vienen bajando un par de ovejas, unos caballos, un lugar sagrado como solo puede ser sagrado el momento de la contemplación, la calma, la claridad de un cielo que parece atrapar todas las historias, la historia, la de este príncipe Persa…Que ahora yace en la esquina de Francia y Garay, porque no dio más del frío, no quedó más de la botella, el vino fue el último festín del día antes de darse cuenta de que no iba a llegar, porque es imposible llegar a ningún lado, no somos de acá, somos indios latinos persas mersas clandestinos olvidados castigados humillados acabados lamentados en soledad…Esa soledad incansable que viaja a bordo de aviones que disparan sus turistas que son la peor de las bombas que se podría haber inventado, y caen sobre las historias haciéndolas pedazos, destrozando identidades, uniformando sentimientos, regateando y comprando con monedas virtuales, porque ni eso queda, ni el brillo del oro en la mano de un personaje, que mira a la cara del príncipe para invitarle un trago más, el último de la noche, ¿será ese vino perfecto del barrio Rivadavia en la mesa de un castillo de Persia, entre fuentes de plata y copas de oro, al final de un día en el que el dios del sol regaló las mejores postales a quienes se dignaron a contemplar el reino en su inmensidad, a quienes se animaron a soñar esas historias que salvan, esas historias que encuentran personas y sus cosas y las ponen a cambiar de lugar, a jugar de lugar, a compartir todo lo que olvidamos en el día, y que actualizamos con la lectura reparadora, la de los saltos y el zigzag, la de la estampa bucólica, la del bombardeo, la de la esquina del barrio Rivadavia, la historia de un príncipe abandonado?   


********************que la música siga haciendo lo que la realidad no puede:

*******************************humildemente, Juan**************la mezcla nos enriquece****************poética zigzaguera**************


Semilla muerta

El más irresponsable y desinteresado de los escritores del barrio Rivadavia, se pone a pensar en una tarde que es la antesala del invierno. ¡Y qué felices que se ven aquellas personas (o personajes, ya no distingo bien) que se empeñan en parecer recienvenidas al mundo directamente del corazón de la selva, donde supuestamente toda la vida que conocemos hoy se engendró, y donde parece que mejor sería volver a tomar ese camino “natural” que alguna vez perdimos como especie, y no ser para nada “especistas” porque vale lo mismo una hormiga que un dólar (norte)americano! ¿Aunque vieron alguna vez a una hormiga cargando un billete? Pues el escritor irresponsable sí que la vio, y la verdad es que la hormiguita parecía saber muy bien que llevaba con todas sus fuerzas algo de “valor”. Y la verdad que ni tanto, porque no pudo entrar al caminito y sus colegas la esquivaron sin prestarle mayor atención. ¿Habrá evolucionado esa hormiga? Segunda cuestión: ¿para qué? Tercera: ¿De eso se trata evolucionar? Preguntas que deja en el aire espeso del Parque Camet ese escritor desinteresado, que suele pasear donde más árboles ve en las ciudades por las que suele esparcir sus semillas muertas. ¡Horror! Y la verdad que también, porque el otro día quiso hacer germinar unas semillas de marihuana y nada bueno pasó. Pero como de lo nada bueno suelen salir las mejores ideas, quedó este título que por ahí se incluye en el “coso” de hoy: semilla muerta. Un poco es lo que pensamos todos los habitantes de Mar del Plata, bien abrigados y esperando por la pronta finalización de lo que todavía ni empezó: “Winter is coming”. Y podemos afirmar que ya se pasó de advertencias y se tomó en serio eso de que “hay que aguantar en Mar del Plata los inviernos”, y esa otra frase que de tan hecha ya aburre: “Mar del Plata es una ciudad de dos estaciones….me voy a ahorrar el remate por respeto al pobre escritor irresponsable. He ahí una buena cualidad a la hora de expresarse artísticamente: la irresponsabilidad. Es la única tarea humana (y tal vez de hormiga también) que permite tomarse licencias respecto a la vida ordinaria y sus inapelables lógicas de cuaderno Rivadavia. Lógicas de cuaderno Rivadavia, otro gran título que pensaba el escritor desinteresado para su próxima novela, protagonizada por algún prócer debidamente olvidado, que solamente había estado en las reuniones importantes con los “verdaderos” súper héroes patrios, pongamos por caso (el más obvio) la jabonería de Vieytes, o la Chacra de Perdriel. Sin embargo, éste personaje secundario (casi)olvidado, además de haber estado allí, codeándose con la casta más adorable de los primeros patriotas, resulta que sí había tenido las mejores ideas respecto a la independencia, al primer (gran)gobierno patrio, pero de tan zurdo lo habrían ninguneado, porque para ser un buen patriota hay que saber jugar primero a ser un gran realista. Doble acepción que al escritor le encantó, un Realista español (el enemigo), o un realista argento (el pesimista número uno). Y marche un monumento al primer gran pesimista de este país, a ese prócer afortunadamente y en buena hora borrado de la “memoria colectiva” (ese cúmulo de lugares obvios a los que siempre terminamos acudiendo para no terminar conviviendo con el absurdo que es en verdad la única de las realidades: la del hombre que no hace nada). Oda al primer y único gran patriota, que desiste de jurar una bandera que no le parece adecuada, porque esos colores no siente que lo representen en lo más mínimo, estaba seguro que la única cosa que merecía pintarse en un emblema era el verde de los árboles que había por todas partes, el verde del pasto, adelantándose a Walt Whitman, previendo que el error más terrible sería ir inclinando la balanza en favor de una oligarquía que estaba seguro lo iba a llevar directo a la horca, simplemente por no pertenecer al club. Y en la historia que se imagina el escritor irresponsable, la cosa termina así y empieza así: porque luego de ser injustamente asesinado en la “plaza del pueblo más incoherente del universo” (así la pensaba llamar en la novela), sus restos comienzan un periplo imposible, desde el cementerio del barrio coqueto de la Reconcheta hasta su exilio en la Banda Oriental, y desde allí en Buquebús international hacia París, donde luego de dormir un par de meses con Proust “En busca de un tiempo perdido y por suerte olvidado”, los patriotas de la nueva era lo reclaman como propio hasta que vuelve a la Argentina, pero como se olvidan de ir a retirarlo por la aduana, recae en un galpón de Once, donde un camión lo despacha con desechos chinos en alguna esquina del barrio Rivadavia. Y ahí quedan los restos inconclusos del más audaz y olvidado de los Avengers de nuestra bendita y muy mal redactada “Historia oficial”. ¿La de Mitre, la de Billiken, la revisionista, la de Paka-Paka, la de los hermanos motosierra? Cualquiera, lo mismo da, porque todas lucen ese fatal signo de lo argento: querer tener la razón a costa de todo, y solo para joder un ratito. Y así las cosas quedan tan mal escritas como las ideas que ya se le empezaban a hacer muy borrosas al escritor desinteresado. La idea final de la novela era justamente que la Historia debía ser desenterrada de la primera esquina del barrio Rivadavia de la ciudad de Batdelplata, pero que como resultado nada iba a ser aclarado y las cosas todavía se irían a poner más difíciles para cada uno de los habitantes del país. Casi como en la actualidad, aunque con la leve ilusión de que esa historia igual de injusta estuviese (al menos) un poco mejor escrita. El prócer que lo da todo por el estilo y la forma, y que le deja el contenido y la honra a los chanchos que pelean por el poder. En fin, el prócer que no se animó, no pudo, no quiso, le dio paja. Algo así era el argumento de la novela que, definitivamente, el escritor irresponsable había decidido olvidar.   


********creo haber nombrado al pasar (o casi) esta música que me hizo llorar:

************************me va tapando los ojos......la eternidad*********snif, snif***************humildemente, Juan**************


Galimatías

Siempre es bueno empezar a romper cualquier hielo con un comentario sobre el estado del tiempo. Y me refiero al tiempo en su costado meteorológico, obvio. Nublado, simplemente inciertamente nublado, con una temperatura ambiente indescifrable, y unas probabilidades poco exactas de que salga el sol o llueva a mares. Un presente confuso, una predicción poco clara, sobre un pasado cada vez más difícil de interpretar. Sería el momento ideal para comenzar alguna cosa, como por ejemplo una investigación, o un poema que se pregunte un poco sobre la existencia y su sentido en un mundo dominado por la inteligencia artificial…algo así como versos de ciencia ficción, con animales extraños, bestias, algunos vampiros y esos fantasmas que molestan todo el año porque les queda muy corta la semana de navidad. ¿Estás en el barrio Rivadavia? Claro, siempre, con algunos cantos de fondo, bancando al político peronista de turno, debidamente proscripto por el sector antiperonista de turno. Eso, la Historia como un gran consultorio donde la sala de espera es el lugar más parecido al paraíso, y la cagada es en verdad cuanto te llaman para atenderte, y entonces te toca a vos, es tu turno. ¿Y entonces qué? Un buenas tardes doctor / doctora, vine acá porque me duele tal cosa, y ya sé que usted no tiene visión de rayos x, qué lástima por eso, y sé muy bien que se va a sobrepasar con los estudios a los que me voy a tener que someter, luego de luchar porque la cobertura médica nunca se hace cargo de ningún total, y después voy a solicitar los turnos debidos o ir a los sanatorios públicos y que me atiendan para cuando ya sea demasiado tarde, y entonces ahí sí a lo mejor usted se digne a revisarme como hacían los médicos de pueblo en la edad media, que para los argentinos parece que no termina nunca, y después de eso lo vuelvo a buscar por acá con un “sobre turno” que me va a hacer perder diez horas más, hasta que finalmente me reciba para anunciarme de que ya es tarde y nada se puede hacer, la suerte está echada, es más que claro lo que se ve en los análisis, ¿tendrá parientes, amigos, “seres queridos” a los que se les pueda avisar?, ¿y avisar qué, que me voy a morir? Descuide doctor / doctora ya lo sabían, es más, contribuyeron bastante para llegar hasta este punto, perdón hasta este turno, el momento de salir a la ciudad nublada e incierta / desordenada, tratando de encontrar alguna certeza tirada en el medio de la avenida Jara, justo a una altura en la que no hay semáforos y todo el mundo pasa a cien kilómetros por hora y si te atropellan andá a cantarle a la Piba Berreta, y qué mierda de dieta me quiere hacer seguir doctor, no creo que lo sano esté relacionado de buena forma con el presupuesto que manejo todos los meses, porque suena lindo eso de poder comprar dólares todos los días pero quién carajos puede hacerlo yo no sé, no conozco jueces de la nación que me vayan a defender y eso hay gente que no lo puede entender, y si me mandan con una recomendación para recibir un beneficio en tal lugar lo más seguro es que la persona que me atienda me diga algo así como “ni idea che, nadie me dijo nada de vos”, pero no se haga problemas porque seguro que la mutual xxx no me va a cubrir una mierda y para cuando consiga una cama en un hospital ya habremos sido invadidos por esos escarabajos del Eternauta y ahí a lo mejor ellos sí me atiendan, porque lo bueno del que te quiere conquistar es que por lo menos te da bola, es buenísimo que alguien se acuerde de vos aunque sea por algo feo, pero estamos en la época de la indiferencia absoluta y lo sé mejor que nadie porque yo hago exactamente lo mismo, les digo a los comensales “saquen turno señores, no ven que esto es un quilombo y que nadie se salva solo….quise decir, no ven que esto es un quilombo y que nadie se salva y punto”, y algún puritano progresista más papista que el Papa me corregiría y me cagaría a pedos por eso de utilizar la palabra quilombo, y entonces qué tal si digo en su lugar galimatías ¿eh?, como pedirle una orden para comprar una botella de litro y medio de pastillas para poder dormir, porque a quién carajos le importa cómo hago para pegar un ojo a la noche, eso de que “¿cómo hace para dormir ese hijo de yuta?” – el que le pegó un tiro por la cabeza al pibe de diez años – ya pasó de moda porque todo el mundo tiene problemas y que se salve el más apto para poner su dinero virtual en monedas virtuales para generar unas ganancias virtuales que ayuden a salir adelante a toda la comunidad virtual, doctor ¿no querrá asociarse a mi canal de Chotube, de Chuik, de Twinder? Así le puedo mostrar todas las formas de cagarse en el otro que se me ocurren por día, un deporte tan apasionante como esos partidos de fútbol que son todos iguales y que se juegan todos los años porque “la pasión mueve montañas” y también sirve para que las casas de apuesta virtuales se queden con los aguinaldos de pobres y grises personas que están tan aburridas que mejor ponerle pimienta a esa “finalissima” que juegan esos dos equipos de tercera que no hacen un gol desde el siglo diecinueve, todo esto no tiene nada que ver con el turno aunque me sirvió para sobrevivir en la sala de espera, ese no lugar que es el sitio perfecto para practicar miradas: nadie habla, nadie se mueve, todos pensamos que tenemos la atención asegurada, que somos los que siguen en la lista, que vamos a pasar al consultorio y que alguien con cara más o menos de boludo nos va a decir: buenos días, ¿cómo andás? ¿qué te anda pasando?....1) Si estuviera bien, no vendría acá, una obviedad. 2) Ponete cómodo, doctor / doctora, tengo un galimatías que me viene jodiendo desde antes de nacer, y ahora me vas a escuchar.


******Sí, claro, por supuesto, aguante la Piba Berreta:

*****************************humil-de-mente, Juan**************************y como no te conocí - todavía - no me toca ser mejor persona****************


La muerte y el olvido



Ya todo ha sucedido,

seguido del punto final

y la muerte y el olvido

de todos los amores y suspensos,

los dramas y las tragedias,

los viajes, las esquinas

con todos sus personajes,

el mundo en un teatro

que son un par de cuadras

y unas cuantas paredes 

de lugares donde sucedieron 

las vidas que toca olvidar,

nada escapa a la lógica 

despiadada de unos versos

de domingo en patio de invierno,

una máquina de muerte

diseñada para poder 

seguir un camino

posapocalíptico, posestructural,

unas ruinas sin nombre

sobre las que se construirá

otro tipo de escenario

igual de recordadamente frágil,

pero con un sonido distinto,

un amplificador verde

al que se le cortó 

la base del cono,

un volver a experimentar 

sobre lo que solo 

nosotros podemos experimentar,

dramas, amores, tragedias,

suspensos, viajes, esquinas,

personajes, la muerte

y el olvido.


*********La pista del amplificador verde.......gracias por esos días, por esas músicas*******

Hoy

“Repetir actos inútiles es un signo de la vejez” (Ricardo Piglia, en algún momento, una clase, una entrevista, una charla… quién sabe si fue él)

Una semana más (o menos), y vuelta a escribir mil palabras apiladas unas al lado de las otras. Aunque diríamos que es un acto reiterativo, todo se puede repetir hoy pero con un par de grados menos que días anteriores. Lógica de meteorología infalible. Sí, hoy hace un frío del orto, hoy caminar significó congelarse un poco los dedos más chicos de los pies / de las manos, hoy fue difícil tomar sol en cuero en la playa, hoy la ducha parecía que no calentaba nunca, hoy el café duró dos minutos de tibio, hoy el termo para el mate se volvió una botella de agua fría, hoy hacer pis contra el árbol significó la cristalización del meo, hoy de las narices de la totalidad de los habitantes de la ciudad cayeron grandes aguaceros, hoy los techos de los árboles se cristalizaron (a lo mejor no tanto), hoy los animales sacaban humo de sus hocicos, hoy las focas parecían más entusiasmadas, hoy el mar estaba planchado y parecía que venía de un paseo por Malvinas, hoy el Eternauta se volvió a poner la máscara, hoy no hubo grandes asados porque se puso difícil hacer fuego, hoy a lo mejor se juntaron menos parejas a pasar el día de picnic en las sierras, hoy la Laguna de los Padres fue usurpada por coipos que lloraban del frío y de la falta de claridad en sus aguas, hoy tal vez los aviones viajaron más lento por acción del aire helado, hoy se agotó el sambayón, hoy no daba tregua la colcha de la cama que improvisamos en el piso, hoy fue más placentero fumarse un cigarro que lavarse la cara (por lejos), hoy volví a llenar un vaso de whisky y no pude dejar de toser pero menos mal que lo hice, hoy no fue para tanto pero te extrañé a eso de las doce del mediodía, hoy vi un gato morirse de aburrimiento mientras miraba con desprecio a un pobre perro que ladraba desde abajo atado contra un poste queriéndoselo comer con los ojos, hoy hace un año que el tiempo empezó a pasar mucho más desapercibido frente a mis ojos, hoy la ropa se secó bastante bien mientras hubo sol y qué lástima que la campera todavía tiene un costado medio húmedo, hoy pasé frente a una funeraria y me crucé con un amigo que hacía mucho que no veía y ahora sí que no voy a poder ver más, hoy me compré un libro de ensayos o de escritos o de ficción o de no ficción o de lo que sea de Alan Pauls y me quedé sin plata aunque apenas arrancó el mes, hoy caí en la cuenta de que importa muy poco la numeración de los días (y ya era hora), hoy pensé que no iba a poder mover los dedos durante toda la mañana pero justo llegó el tiempo de escritura y las demás cosas se fueron derritiendo hasta llegar a este punto, hoy seguramente van a reprimir a la gente que no tiene dónde caerse muerta porque son tiempos donde la crueldad manda, hoy nos vamos a tener que hacer los boludos y mirar para otro lado porque no queremos formar parte de ese club, hoy apostatamos de todo tipo de ideología filisófico / política / religiosa porque todas terminan imponiendo sus peores virtudes, hoy nos sacamos las zapatillas y nos sentamos a descansar pensando en que vivimos en la peor de las realidades posibles pero no importa mucho porque sí que se pueden comprar dólares y no declararlos, hoy también es posible piratear una serie / peli / partido y hacer de cuenta que se es feliz lo que dure, hoy recomiendo la trilogía del Padrino para que la felicidad dure un poco más, hoy no quisiera acordarme de la vez que me dijiste que era un idiota y que por eso te ibas y dejabas la cama con un frío mucho más terrible que el que sufro ahora, hoy tenía que ponerme a cocinar algo sano pero me acabo de convencer de que mi cuerpo no es un convento y de que la comida chatarra es más fácil de hacer simplemente porque no hay que hacer nada, hoy tal vez le sume una manzana al postre para sentirme menos culpable y tratar de engañar al sistema digestivo, hoy me atendió una secretaria y me dijo que la receta del médico no estaba bien escrita y eso me pareció una obviedad tremenda, hoy me acabo de dar cuenta de que a lo mejor fue al revés y se trató de un secretario y una médica aunque yo siga siendo yo en toda esta historia, hoy casi me largo a llorar pero alguien me hizo reír con eso de que somos todos polvo y que del polvo venimos y hacia un buen polvo nos proyectamos, hoy no creo haber tenido sexo y eso da como resultado mucho menos calor, hoy me crucé con demasiadas personas que no me miraron y yo no las llamé por sus nombres porque no las conozco, hoy tuve la sensación de estar viviendo en el mejor lugar del universo pero se me pasó a eso de las seis de la tarde cuando el mate quedó lavado y el árbol del vecino se empezó a sacudir y se me llenó de hojas el patio de dos por dos que tengo para colgar la ropa, hoy no creo que vaya a salir porque la verdad es que me muero de fío y Camuzzi no vino a conectarme el gas por algún inconveniente en la empresa y ya no hay tiempo para quejarse, hoy finalmente me doy cuenta del motivo por el que tengo tanto frío siendo que todavía no arrancó el invierno en el calendario, hoy tengo que volver a unir las piezas para encontrar el sentido final a lo que acabo de escribir pero que me parece que se resume a: hoy por ahí / a lo mejor / tal vez te extrañé un poco demasiado, o solamente lo que extrañé fue el calefactor.

*******y para música de fondo me acordé de ese "frío frío corazón...
**********humildemente, yo**********qué caliente me fui del cine el día que vi la peli sobre la vida de Elton John y no incluyeron esta música***********

 “Tuve la curiosa sensación, al ver desaparecer la casa, de que había escrito un poema que era muy bueno y lo había perdido y nunca volvería a encontrarlo” (Raymond Chandler, La ventana alta”)

 

POZO CIRCULAR

 

Algo de circular,

un ir y volver

en transición

hacia los mismos lugares,

las mismas quebradas,

los baches del tiempo

y todas esas personas

que no los pudieron rellenar,

distraídas por las propias

heridas que siguen sangrando,

mucha sal en el cuerpo,

la densidad de historias de mierda,

una colección de gestos

y palabras correctas

que no decían nada,

tapar la superficie,

doler menos sin un fondo,

cerrar los ojos en esa parte

para que no exista,

aunque no sepamos bien

si la cosa funciona así,

un llamado telefónico

con aliento a pasado,

con el reverdecer de

una historia de tumba,

el cadáver de un

paseo de domingo

con muy pocas ganas,

que después se extrañará

porque somos esas

creaturas desconformes,

bandera de conmiseración,

y qué lástima que no estamos ahí

y qué dolor vernos hoy

y qué hicimos con esos lugares,

por qué no tapamos mejor,

caer ahí otra vez

pero más profundo

y sin excusas,

idos y vueltos

hasta que suene el fondo

y aceptemos el vacío.

 

 **************y algunas situaciones más que me guardo esta semana, que de seguro suena mejor con esa música de fondo:

****************************humildemente, Juan********estoy teniendo problemas para respirar****************el frío, Courtney, qué se yo*************


Calor ortográfico, texto pasillo

Es lindo pensar siempre en que lo mejor está por venir. Un engaño necesario para no volverse un pesimista infumable, de esos que sobran en los pasillos del barrio Rivadavia. Y hablar de ese lugar, y no de otro, puede ser el principal objetivo de estas líneas otoñoinvernales, con un caño roto de fondo en la cocina de un monoambiente que no da más de frío. Las lluvias catastróficas, el cambio climático para mal, porque podría tratarse de una variación piola. No estaría siendo el caso, aunque pensemos ¡por favor! Que lo mejor está por venir…el pasillo es ese espacio más largo que ancho, más angosto que corto, por el que indefectiblemente las personas se cruzan. Pero no solamente eso, lo característico y peculiar de ese cruce es que viene acompañado de un contacto involuntario, las más de las veces un roce. No suele haber suficiente espacio para pasar dos (y ni hablar más) personas sin tomar contacto, y el drama del contacto hoy es un párrafo aparte. La cruel realidad escritural de este espacio impide la existencia de párrafos ¿A que no se habían dado cuenta? Las palabras se van apilando en oraciones, pero nunca aparece el corte aparte, ese punto que permite respirar a un ritmo mucho más hondo, un tiempo determinado por maestras de escuela para poder diferenciarlo del resto de los signos de puntuación. Me acuerdo a la distancia cada vez más sideral: “la coma es apenas un descanso en la lectura, como si se tuviera los pulmones de un gato” “el punto seguido es una pausa más larga, pero no más allá de dos segundos, porque el tema se continúa, no hay un salto hacia otra cosa” “ahora, el punto aparte es el salto al vacío, comprende un cambio de cosas, de tema, de personajes” Y ahí comienza el capítulo traumático en mi vida…Acostumbrado a vivir en casa tipo PH con pasillo largo y angosto, con vecinos que pasaban y rozaban y saludaban y puteaban, la noción del punto aparte siempre me resultó ajena. Para mí, la escritura debe ser un largo y estrecho pasillo, porque sigo siendo yo ahí mismo, queriendo rozar a los lectores, las lectoras. No me interesa apartar estas palabras, no me da el corazón, hace frío, y quiero que las cosas se queden todas juntas, para generar un calor de tipo ¿ortográfico?...ponele, y suponete que ese va a ser el título de este artículo, uno que debería ayudar a que los monoambientes de toda la ciudad entren en calor ¿con palabras? Con palabras, muchas palabras seguidas, apiladas, empatadas, para que el ritmo caliente las neuronas y aligere la visión, una suerte de gimnasio para la lectura ¿existe tal cosa? Calculo que sí, porque la lectura también es un ejercicio, como correr en la cinta o andar en una bicicleta fija. Un músculo que por ahí nos olvidamos que llevamos a todas partes, y que es muy fácil y genial poder ejercitar cada tanto, algo así como unas cuantas veces por semana. Siempre recordar elongar la lectura al finalizar un capítulo, una historia, un artículo como este, etcétera… Otra cosa con el punto y aparte es el tema del salto al vacío. Cuando uno es pequeño y escucha semejante cosa de un mayor, es obvio que va a entrar en pánico. El terror del salto hacia la nada. Nada menos que mandar un texto a ese lugar inhóspito y alejado del resto de lo que ya se venía escribiendo. Como empezar un nuevo mundo, dejando lejos el anterior. El vacío invita al olvido, y eso es el terror puro. Entonces la intención es que nada de eso le pase a mis textos, que deben consolarse mutuamente en su propia totalidad semanal. Cada uno con sus palabras juntadas y solo espaciadas por el amable y cálido punto seguido, el punto que en verdad es más un conector que otra cosa. Y también la coma, que es como una hermana, y los puntos suspensivos, que como son un montón se parecen a esos primos que aunque hace tiempo que no se los ve, cuando aparecen pareciera que hubiesen estado allí toda una vida. ¿Y el punto final? De ese desgraciado me acuerdo poco y nada. Parte debidamente borrada de mis recuerdos. La razón es obvia. Es la morada final del texto, es el fundido a negro seguido del silencio de cementerio. Más allá del punto final hay un lector que queda huérfano, un escritor aliviado por un segundo que luego comienza a sentir el renovado pánico del regreso de la hoja en blanco. Esa incertidumbre de si mañana voy a poder volver a escribir algo, si seré capaz de volver a juntar palabras para generar el calor hermoso de una lectura otoñoinvernal, en un monoambiente con caño roto de la cocina, en el barrio Rivadavia, al que precisamente uno accede a través de un largo pero muy estrecho pasillo. Una circunstancia breve, seguro, pero cargada de intensidad y concentración. Un obligarse a estar apretados, un esforzarse por ponerse de acuerdo, ir todos y todas para el mismo lado, proteger ese camino unívoco y tratar de que el obligatorio salto al vacío hacia la calle no sea tan traumático. El pasillo como el lugar donde uno toma fuerzas, recarga energías, siente que no está tan solo en el mundo. El texto como un pasillo, sin puntos finales ni apartados hacia el vacío, con puntos seguidos que conectan y ramifican, para poder seguir camino hacia otros destinos similares, donde encontrar nuevos espacios que amplíen el sentido, eviten cortes abruptos, sembrando vida. La vida de los textos pasillo, donde las palabras se suceden en un fluir que ayuda a mejorar lo que algunos profesionales de la salud llaman “calidad de vida”. Entonces dejo este texto, como una oda a los pasillos y a todos esos signos de puntuación que unen las orillas, que acortan distancias, que no tienen espacio para ningún tipo de odio o rencor, porque para eso está este desgraciado, despiadado y maléfico punto final.


*****justo hoy escuchaba un disco que salió hace nada y que está muy genial para poner de fondo:

********************************humil-de-mente, Juan***********no te espero y es verdad************



Evidencia


 Supongamos que todo empezó en esa desquiciada época, una en la que no se sabe qué cosa hacer con la ropa o los ánimos de cada quien…

OLEO PRIMAVERAL…

Un lienzo sin terminar,

la puteada de un tachero,

la mujer que ve y no dice nada,

el calor que ablanda estómagos,

una puerta mal cerrada,

el abrazo de un extraño,

el loco del colchón al hombro,

un “Flaco acá no dejes nada

porque donde te descuidaste, chau”,

la señora con cara de vecina,

los dólares caídos en la vereda,

una ampolla en el dedo del pie,

cien arañas anidando en el techo,

el celular sin señal y en 22%,

la historia de un judoca japonés

que perdió la final olímpica

y se suicidó o murió de cáncer,

cenizas de cigarrillo cayendo sobre patio

y un montón más de imágenes por pintar…

 

Luego el tiempo sigue y no todo es color de sol, y las vecinas se empeñan en complicar el trabajo…

EL DETECTIVE DE SIEMPRE

A veces hay que jugar como si se tuviera

el ancho de espadas todo el tiempo,

la mirada atenta y desafiante,

el fuego en todo el cuerpo,

los gestos controlados,

la certeza del futuro

y un silencio gobernado

por el olvido necesario,

encender un pucho,

tomar el vaso de Whisky,

amenazar con el gatillo

a punta de lengua filosa,

pensarse una frase fulminante

que deje en claro la victoria

más intelectual que física,

una humillación sugerida

antes de entrar al último capítulo,

entonces que la noche se suspenda,

que esa casa mal decorada

no intervenga con sus crujidos,

que unos personajes secundarios

queden paralizados por la mirada,

solo la mirada del mejor jugador

que se mueve en su registro,

lento y seguro y más rápido,

y que a la hora de la verdad,

a eso de las dos de la madrugada,

el crimen descanse porque

ya fue develado su triste sentido…

 

“El mundo no era más que una húmeda desolación” (Chandler)

Y un destello de esperanza al final del verso…

DRAMA

¡Ojo!

las cosas también pueden llegar a salir mejor. Pero lo dudo,

las preguntas llevan al conocimiento,

pero son anchas,

se ramifican,

viajan a través de postales

como hormigas eternas,

cargando con todos los motivos

de otras especies,

y siguen más allá

de las vistas

al otro lado de la tarde ardiente,

la sensación es esa:

nunca llega lo que debería

y la carga no se aligera,

el peso de todas las razones

apiladas hasta aplastar la escena,

salir hacia el otro lado

como un volver al inicio,

única respuesta,

la duda original,

ni mejores ni peores,

arqueólogos de ciudad,

moviendo, expandiendo, ampliando,

hasta que las cejas se hunden

en las mismas arenas,

con la esperanza renovada

porque ¡ojo!

las cosas también pueden llegar a salir mejor…

 

“Las estrellas estaban demasiado lejos y no decían nada” (Chandler)

Y no hay nada peor que llegar al final, con los huesos molidos, la cabeza a punto de estallar y el corazón perdido en un baldío de deseo con sabor a poco…

ELOGIO DEL DOLOR

Cuando no encontrás dolor

las cosas se empiezan a complicar

¿estamos vivos, todavía?

y si no

¿cómo no nos dimos cuenta?

¿en qué momento nos soltamos las manos?

Cierto, ya no hace calor

porque es otoño

y qué justo se abre

el campo semántico

minado por hojas secas

en el suelo del patio,

en la vereda,

miradas de personas

que vuelven a sus casas

a escribir esto mismo

¿perdí el tiempo

o fue al revés?

¿solté la mano

o me la soltaron?

Y el dolor asoma

como un tibio rayo solar,

y nos quedamos un poco más tranquilos…

 

“Yo era un granito de arena en el desierto del olvido” (Chandler)

Eso sería un final, o la contraparte de una historia que no tenía por qué confesarse.


*********solo podría sonar algo así, muy atrás de toda escena:

***********humildemente, Juan********un psicópata más o el detective de turno**********************

Medianoche



"La medianoche sacude la

Memoria

como un loco sacude un geranio

muerto" (T.S.Eliot)

 

Cierto, esperando que caiga algo que se sabe muy bien que no va a caer. Una noche más de expectativa por el pasado. Una noche menos enfocada en ese presente que no fue. Juega el tiempo con la vida de miles de millones de hormigas, que creen que pudieron entender de qué iba la cosa. Pero no, al final el camino que se creía el mismo de siempre, se fue llenando de recuerdos, se fue destazando de recuerdos, se fue desplazando de recuerdos, unos recuerdos que en realidad son lecturas, y esta noche se actualizan por completo, porque empieza un nuevo sentido. Gajes del oficio, detective. Dejarse moler a palos por algún guardaespaldas de ese alguien que tiene la llave para la perdición. Luego alcanzar el cenit de unos ojos negros penetrantes, peligrosos y jodidamente atractivos. Jugar en ese límite, entre la locura y la resolución de un caso imposible. Llegar tarde, como todo buen detective, con un whisky en la mano y esos pocos dólares que valen la molestia constante de ministros de economía encargados de manejar países sin economía. De imposibles sabemos demasiado. Otra vez la noche trae ese maldito insomnio, porque en la cabeza ya hay demasiadas imágenes, demasiados zumbidos que asemejan a esas voces que reproducimos todos los días, como un viejo disco rayado. Otra vez, el lado A con el surco medio rajado, se salta de pista y suena otra cosa que también es fácil de reconocer, y el disco nunca para. Aceptar que eso va a ser así hasta que alguien apague la luz para siempre final. Ni siquiera poder adelantar ese fatídico día, pero sin embargo desearlo por la madrugada, porque de verdad estaría bueno dormir un poco. Camino zanjado, en honor a Alsina y a su idea imposible, afiebrada, digna de un juez que perdió la razón. Ya ven, los años pasaron y nada de eso cambia. Los jueces siguen igual de corruptos y las distintas inteligencias artificiales siguen indicando cómo se debería hacer correctamente la zanja del siglo XIX en el territorio de Buenos Aires, para que el Malón no logre saltar con su caballo fantasmal directo a la Avenida de Mayo. A ver si todavía se espantan los vecinos más caros del país. Noche en el barrio Rivadavia, mucha gente durmiendo en la calle, no es novedad. Pregunto a la misma inteligencia artificial, que vive en el país del Jauja: ¿Qué hacemos con las personas en situación de calle? Imaginen cuáles son las respuestas. Les ahorro una noche, les sacudo el árbol de la vida de este lado del mundo, caen  frutos que parecen apetitosos pero que no son comestibles. Podés tocar, pero no morder. Morder es de pecadores, malas hormigas, esas que se saltan el camino y dan vueltas al revés. El mundo no puede funcionar así. Se necesitan las cosas en su lugar, las personas en su sitio, las esquinas quietas y bien pintadas, con las veredas llenas de hojas secas que serán barridas con la llegada de la luz solar de un nuevo jueves. Para eso falta, la normalidad del día. La medianoche no, porque es un sitio reservado para la memoria tóxica. Lo que se transpire en estas horas será evaporado por la mañana. Un yonqui encerrado en un monoambiente, con solamente un vaso de agua en la mesa. Se va a retorcer de la desesperación porque las células duelen como la mierda antes de desaparecer, no obtuvieron su parte de droga. Esos recuerdos de jardín, de risas, de cuerpos, de saliva, de manos, de mocos, de lágrimas…sacudir un poco más, y que siga cayendo la memoria sin materia. Sufrir horriblemente el destilar de tiempos pasados. La inteligencia artificial no puede más. Lo que queda es la desinteligencia analógica de otros tiempos, haciendo su parte de daño en el ahora. Ya no se puede tocar, se mira, se lee. De esa lectura surge otra cosa diferente al tiempo: fumata blanca, bendita lectura. A partir de allí sí que se puede reconstruir el universo, créanme. Una vez destilados los vapores del tiempo, se puede salir al patio a ver las últimas estrellas , las recientemente nacidas del polvo y el viento, ese inicio del que todos formamos parte. Si cambiamos la perspectiva es posible que ya no duela más, al menos hasta la próxima noche. Y algo así suenan los versos de Eliot traducidos por Mario Santiago. Un regalo. Una oportunidad para que intentemos salirnos un instante de este presente-mundo-devenido. Planear un rato sin ser detectados por el radar de la lógica, por las luces azules destructoras de aparatos que se dedican a freírnos las células esas, casi como la peor de las heroínas. Todavía es medianoche, o suponemos que lo es. Todavía el loco sacude el árbol. Todavía seguimos esperando que caiga ese fruto que sabemos muy bien no va a caer. ¿Y si todo se apaga cuando dejes de leer estas líneas? Podemos decir que nada se extingue para siempre, sino que volvemos al origen del todo, al inicio del camino, pero de verdad, entre el polvo y el viento que inventaron lo que somos ahora. Ahora. Presente. Apilar palabras para sentir que cada minuto vale lo mismo. Asesinar posibilidades, manipular el lenguaje, cambiar la historia, jugar sobre el sintagma, para descubrir que ese camino ya venía siendo fabricado. Una hormiga más cargando con un peso desmedido, sirviendo a reyes que no conoce, chocando con otras hormigas que perdieron el rumbo, esperando por ese dedo aplastante de un dios al que nunca se le ocurrió pensar que se estaba equivocando. ¡Qué injusta que es la noche! Loca medianoche con su memoria incomprensible, porque mirá que intenté pensar en otra cosa, pero no hay caso. No se me ocurre más que recordar su cara, sus gestos, su risa, sus ojos negros irresistibles, su saliva, sus mocos. Lo siento detective, hasta aquí llega su historia, póngase de espaldas y retírese por el futuro.


******************sonidos de medianoche:

****************************humildemente, Juan******************************************transitando el camino de mayo, espero no chocar con tantas hormigas****************


Un derrumbarse como de grandes árboles

Las cosas se dieron de esa manera, y no hay conclusión al respecto. Con lo hecho hasta acá, se podría empezar una historia, tal vez, o un chiste relativamente corto, o una tragedia. Sin pausa, sin puntos y aparte, sin que se nos escape el momento en el que nos pensábamos…¿eternos?: Confieso que nunca me pasó algo así, pero que suelo distraerme lo suficiente como para olvidarme de todas esas cosas que son una mierda a mi alrededor. Por ejemplo, ayer puede que me haya quedado sin trabajo, justo a fin de mes, justo en medio de otra de esas clásicas crisis de barrio Rivadavia. Pero me puse a tocar en la guitarra una música de los Pixies que me gusta mucho, y de paso entre acordes experimenté algo similar a la felicidad. El efecto narcótico fue monumental, me olvidé hasta de que me dolía la panza. Después fue imaginarme por un rato cómo hacía Borges para escribir sin poder ver, mejor dicho, cómo hacía para soportar esos escritos, más o menos como decía Piglia en sus clases sobre el maestro. La escritura no es igual, cambió, mutó, perdió algo. Y también pienso en ese mismo Piglia, apilando palabras mediante computadora inteligente, armando los diarios de Renzi pero con una enfermedad que ya no le permitía ser el Piglia de siempre. Otro escritor, otra manera de enfrentar el texto propio. Como si se tratara de doppelgangers que se ven como esos escritores que alguna vez fueron, pero que luego mutaron por desmejoramientos de salud drásticos. Otros yos, otros ellos. Movimiento. Leer no es siempre igual. Mutable. La lectura es mutante, es estar preparados para ese sacrificio de sentido, que nunca se va a volver a repetir. De escribir, ni hablar. De momento, yo no tengo excusa. Calculo que mis cambios tienen que ver con mis mudanzas de barrio en barrio, y que por eso elijo el Rivadavia como el resumen de un todo que no es tal. Desplazamientos arbitrarios. Y acaso eso sea la lectura. No es igual que te lean algo escrito en voz alta, no se trabaja con el texto de la misma manera. Tampoco es lo mismo manejar correcciones con un programa de computadora a través de alguna parte del cuerpo que todavía funcione. Pero a veces es lo que hay, y lo que hay es la fuerza primitiva por escribir hasta la muerte, con lo que sea que resulte, con lo que quede. Se puede sacrificar cualquier sueño, cualquier historia, cualquier cosa, pero la pulsión por escribir es más fuerte, es intransferible, es como sacar esos acordes de una guitarra y regalarlos al aire. Después viene la lectura, goce simple y adictivo también. ¿Y la corrección? A lo mejor un mero padecimiento que viene endosado al paquete. Eso que dicen que es lo que diferencia a los buenos de los males escritores. La obsesión por corregir y esa súplica al cielo porque se publique cuanto antes, se sublime de una vez así podemos salir a tomar algo fuerte por la noche, para olvidar viejos padecimientos, para empezar  a transpirar la nostalgia por todo lo que faltó escribir, por todo lo que se podría haber hecho mejor. Una ronda más de ron con Coca, y darse cuenta de que no hay un centavo en el bolsillo, en la billetera virtual, en ninguna esquina, porque quién carajos puede pagar este humilde y arcaico ofrecimiento: un texto. Quemarse los ojos por él, enfermar y morir degradado por él, vivir sumido en la pobreza por él. Un texto. Un montón de palabras apiladas en una suerte de línea infinita, que esperamos que algún día se termine y nos deje dormir dos horas seguidas. Esas tazas extra de café negro y amargo, alguna gilada para sentir que todavía se puede un capítulo más, unos versos más. Un cuerpo destrozado, descuidado, mal cagado. Unas relaciones que son la degradación de la humanidad en el fondo del patio, que está completamente arruinado por la falta de mantenimiento. Despertar como nuevo, salir con un texto para nadie en una dirección totalmente incierta, y pensar que esas hojas que se tienen ahí son lo más impresionante de la literatura actual. Pero no. Después viene la lectura de esos otros ojos, la falta de sorpresa, la re lectura despiadada. Otra noche desgarrada con el autoestima durmiendo en un rincón, con la fuerza de un globo de cumpleaños desinflado, días después de que se soplara la torta. Estado fúnebre, lúgubre. Otro texto archivado, otra “gran obra” condenada al olvido, el peor de los infiernos. Romperse el cuerpo para nada, pero seguir funcionando, porque en cada cuadra hay una historia, en cada vereda unas personas hablando de algo, fantaseando…y alguien tiene que escribir eso, alguien lo tiene que poner en palabras, aunque sean pura ficción, porque así directa, la realidad no tiene el mismo impacto. Falta algo, el movimiento, el sacrificio, “un derrumbarse como de grandes árboles” Todos aquellos y aquellas que no pueden abandonar el camino sin destino, el texto sin rumbo claro. Como un instinto, quitar la mano del fuego, mover con la lectura, sacar la foto con la escritura, después mezclar los dos mecanismos hasta que más o menos parezcan lo mismo, y ya no poder dormir otras noches seguidas más. Como una secta de noctámbulos que no pueden dejar de picarse las venas de los brazos…un chute, amigo, y no pido más…pero seguir pidiendo todos los días, a cualquier hora y por cualquier canal. Sí, hay libros que tengo que sé que no voy a poder leer, y eso me angustia mucho. Obvio, existen un sinfín de historias que soy incapaz de escribir, que moriría por poder contar. Palabras que no me salen cuando las pienso, pensamientos que quedan atorados en el embudo de mi pobre imaginación. Eso también me deprime. Entonces escapo para delante, escribiendo y leyendo, como un soldado perdido en medio de una batalla que no entendió cómo fue que empezó. Pero está ahí, en el medio del tumulto, entre el polvo y la sangre y el semen y todas esas vidas que se le van cayendo al lado.  


****************el tema sugerido en el texto:

************************humildemente, el yo que dice Yo***************************************está todo bien************************los lunes se me pasa*********************

Oda al viejo detective de siempre

 

“Las veinticuatro horas del día alguien huye mientras otro intenta atraparlo. Afuera, en la noche de los mil crímenes, la gente moría, quedaba lisiada, cortadas por trozos de vidrio que volaban, o aplastada contra un volante o bajo los pesados neumáticos de los coches. A la gente le daban palizas, la robaban, la estrangulaban, la violaban y la asesinaban. La gente tenía hambre, estaba enferma, hastiada, desesperada por la soledad, el remordimiento o el miedo; rabiosa, cruel, enfebrecida y sollozante. Una ciudad no peor que otras; una ciudad rica, vigorosa y rebosante de orgullo; una ciudad perdida, apaleada y llena de vacío” (Raymond Chandler, El largo adiós)

 

Pareciera que la ciudad le cae sobre los hombros al detective de siempre, y que esta noche en particular no habrá licor que logre tranquilizar su alma. Una cara golpeada por enfrentamientos vanos, casos que fue activando y uniendo como un puente colgante a punto de venirse abajo. Y por ahí pasan todos los lectores, esperando que ese camino no se detenga nunca. Pero ya lo sabemos muy bien, nadie escapa del THE END, y luego fundido a negro y andá a preguntarle al Papa. Otra cosa que deberíamos recordar muy bien, tenerlo siempre presente: Ese viejo perro detective privado de todo – salvo su honestidad – ya se despidió en su debido momento. ¿Cómo, cuándo, dónde…….por qué? La última de las cuestiones es siempre la más vidriosa, la menos certera, la que da pie a las distintas hipótesis y por lo que se seguirán produciendo nuevos crímenes a la serie. El detective lo sabe como nadie. Con su vaso de licor en la mano, tiene esa única certeza: él es solo un eslabón más de una cadena bien podrida. Todas las manzanas del cajón vienen así, porque ya no son tiempos de nobles ciudadanos. Deberíamos confesarle, “old sport”, que el dinero ganó la batalla. Si es que alguna vez hubo tal cosa. Pero con diferencias según el barrio. Mientras que en los policiales de Chandler la plata viene de la mano del crimen, es solidez pura y es capaz de comprarlo y venderlo todo, menos la integridad del viejo detective; en el barrio Rivadavia la plata es algo tan líquido como las gotas del primer rocío  del año (((me tomo la licencia acá, utilizo el símil para dejarme llevar por el género, y para romperle las pelotas a la memoria de Raymond Chandler, que de seguro se reiría con la lectura antes de hacer pedazos esta hoja virtual))). Tal vez, en estos tiempos el viejo detective estaría remarcando el precio por el que lleva a cabo su trabajo. Veinticinco dólares al día, ni un centavo más, ni un centavo menos. ¿Pero y si el valor está “flotando entre bandas”? de seguro se cagaría de risa. Vamos a hacer eso, exactamente: el detective de siempre se caga de risa, en el momento exacto en el que se entera por la televisión pública, que su paga del día fue fluctuando mientras él salía a la pesca, era pescado, golpeado, escupido y devuelto a su mismo y roñoso despacho. Un despacho que debe abandonar a mitad de año, porque el contrato se le va a más del doble del alquiler actual. Además, el Oldsmobile está matado, porque para tratar de llegar a fin de mes le mete horas Uber. Horas detective, horas Uber, horas Pedidos Ya ¡Estaba politrabajando! Maldijo a su ex amigo que le había recomendado una tranquila jubilación en Mar del Plata: “¿Y dónde se supone que queda eso? ¿Argentina? ¿No es donde escaparon los nazis cuando terminó la guerra? Podría ser, pero ten cuidado amigo, los tienen también autóctonos” Desde la tele pública un analista insiste, recomienda que la gente invierta los dólares comprando pesos, en plazo fijo, para luego sacarlos y volver a comprar dólares que se habrán multiplicado por arte mágico/milagrosa del Carry Trade. Porque “Claro, Marlowe, hoy en día lo que vale es desplazar plata que no existe físicamente, como si se tratara de una utopía. Muy lamentable, una utopía bastante idiota. No lo dude, amigo”. Los diálogos del día se iban completando en su cabeza, que estaba a punto de estallar. Por suerte el vaso de licor le aliviaba tanto ruido. Pensó en tomar el teléfono y llamar a Linda. Pero ya no existían los teléfonos. Sintió nostalgia, se vio muy viejo, más de lo que le reflejaba el espejo que tenía en su baño, uno muy chiquito que venía adherido a una foto del cuadro de Edvard Munch, El asesino. Nadie es inocente del todo, pensó. También se lamentó la falta de bares que preparasen un gimlet como la gente, a la inglesa, con una ruda cortesía. “Ya no los hacen así ni en las afueras de Londres, amigo. Ya, entendí, el tiempo es una mierda y yo ya venía camino abajo”.  ¿Para qué habrá venido al culo del mundo? No quiso torturarse más. La verdad es que lo había hecho y punto. Por su cabeza pasó la idea de hacerse matar por la policía defendiendo jubilados muertos de hambre, que por entonces era lo que el gobierno de turno decidía sacrificar. No tanto por convicción o lástima, sino porque seguía odiando a la policía como siempre, y le pareció que de haber un verdugo en su vida, ese era el cuerpo con la corrupción adecuada para destruirlo. Justo a él, la peor persona del mundo, excepto en una sola cuestión: su honradez. Todo un género literario creado en base al honor del héroe, siempre lanzándose sobre un mundo corrompido, en franca decadencia. Ya estaba cansado, se le cerraban los ojos. No tuvo ganas de ponerse a preparar café, solo como él sabía hacer. Miró hacia el puente roído por el tiempo, lamentó la situación de los lectores que seguían pasando por allí sin advertir el peligro inminente. Supongo que miró hacia la cámara, pero – otra vez – no se quiso despedir:

-         No voy a decir adiós. Ya te lo dije cuando significaba algo. Te lo dije cuando era triste, solitario y final.


******Y de fondo suena el poema de Eliot, que Chandler nos sugiere:


*********************************humildemente, Juan**********************el invierno pasa, y después ya no***********y ahí empieza otro problema***espero tener siempre a mano una novela de Chandler**

La Gran Sele

Vamos a decirlo así. Perdón, mejor dicho, vamos a escribirlo así: me veo cruzando mal una calle por la mitad de cuadra, mojándome las zapatillas de lona – y eso es en verdad una cagada, porque es temprano en la mañana y faltan horas para volver a mi casa y secarme las patas -, bajando la cabeza mientras maldigo mi suerte y subiendo el brazo con la mano extendida, devolviendo un saludo que no debería haber devuelto. Bueno, es que a veces el presente nos deja trampas que fabrica con elementos muy dañinos del pasado. Esa frase podría atribuírsele a Francis Scott Fitzgerald, pero mejor dejemos su cadáver en paz, ya demasiado tiene con los intentos de películas sobre sus novelas, artefactos imposibles que siempre dejan mucho que desear y poco que rescatar. Mi mano alzada responde a la mano alzada de alguien más, esa persona que está en frente, desde la vereda par de la calle que ya mencioné, o no, o no importa mucho. Ahí está Sele, como arrancada de un mal sueño del mismo mar al que todos llamamos pasado. Y Sele no es Gatsby, porque es una persona bastante jodida como para ser escrita. Intento lo imposible. Yo tampoco soy Nick, el narrador poco confiable que se la pasa juzgando a los demás personajes de esa novela, desoyendo la enseñanza de su padre, con la que comienza El Gran Gatsby, eso de: “antes de criticar a nadie”, me dijo, “recuerda que no todo el mundo ha tenido las ventajas que has tenido tu”. Para mayor complicación, el pasado que nos une es una larga historia de amor/odio, para nada similar a ninguna otra historia escrita. Porque eso, cada vínculo es una historia única, y nos demuestra que la narración no se termina nunca, como la cantidad de caracteres que podemos llegar a imaginar. Pero en esta escena que narro, nada de eso importa. Importa mi reacción ante esa silueta recortada de la vereda céntrica, con un fondo de edificio gris con estilo “vanguardista”, pero que se nota que no tiene materiales resistentes como para vivir más allá de diez años, luego de los que el peligro de derrumbe será inminente. Algo como este momento. Un saludo a destiempo, dentro del tiempo. Una cagada. Yo no quería, pero se dio así, y tuve que saludar a Sele. ¿Tuve que saludarla? Un abrazo más sentido de lo que me imaginaba, un cómo andás tanto tiempo, unos gestos que parecieron de telenovela de malos actores que no olvidaron el guión pero que les cuesta horrores entenderlo. Y las noticias que se pueden decir, como un cordial “bien”, “¿y vos?” “Estás igual”, “¿viste a tal?”, “¿te acordás de cual?”, “¡fue papá!”, “¿en serio?”, y etcétera. Esas frases hechas que permiten flotar en una superficie respirable hasta cierto punto. Pero en un momento deviene el silencio y, aunque sea por unos segundos, los dos vemos hacia abajo toda la profundidad del oscuro mar que es nuestro pasado. Y ahí están todas esas cosas que vivimos juntos, las lindas, las malas, las feas, las grotescas, las emocionantes, las traiciones, los deseos mal direccionados, las decisiones que nos alejaron. Toda una corriente que rápidamente se lleva esa frágil superficie con la que fingimos la alegría de un encuentro casual. Para salir del paso un salvavidas sobresale desde su estómago, la figura prominente de su panza, y la pregunta obvia que tiene respuesta cantada y que se enuncia más con tono de felicitación: “¿estás embarazada, Sele?” “¡Qué loco!”. Una mirada que parece lumínica sale de sus pupilas - ¿o eran párpados, Scott? – y yo no termino de descifrar lo que significan. Supongo que una mezcla de felicidad y melancolía, eso que sentimos a menudo cuando nuestro presente se choca con nuestro pasado cuando pensábamos que eso no iba a pasar, ¿verdad Scott?. Porque es martes y hace frío, y a lo mejor empieza a llover, porque todo lo doloroso y triste tiene que suceder en otoño. Es regla natural. Como dos hojas secas sacudidas por el viento, Sele y yo nos quedamos sin decir nada. ¿Qué podíamos decir? Solamente justificar lo que nos llevó hasta ese momento, nada más. Y, sobre todo, no morder el anzuelo que sí muerde Gatsby en tu novela, Scott. Al pasado mejor no salir a buscarlo. ¿Pero y si se nos aparece y nos saluda desde la vereda de enfrente? Luego del silencio final, que pareció durar una década, la voz de Sele nos despierta del encantamiento atroz de recuerdos que no necesitábamos, no esa mañana, no ese martes frío de otoño: “Perdoname pero me tengo que ir, se me hace tarde para llegar al laburo” Y andá a saber si sea verdad. Poco importa. Es el último salvavidas que nos tiramos, porque “Cierto, a mí también se me hace tarde”….tarde para pasar juntos todos esos momentos que fueron tan importantes en nuestras vidas y no compartimos, tarde para compartir el presente y sus cosas intrascendentes, porque ya no somos nada. Un mar profundo que se evaporó en un tiempo que ya no nos convoca. Esta noche no voy a saber dónde dormís, y vos tampoco me vas preguntar si comí bien. Y qué cagada esas lágrimas que se me escapan, porque sinceramente no las necesitaba. ¿Verdad, Scott? Hora de sacrificar alguno de los personajes, pero no jodas, tampoco es para tanto. Las veredas vuelven a separarse, yo cruzo otra vez muy mal por el medio y sin mirar a los lados. Tranquilos, no pasa ningún auto, esto no es una tragedia, ¿o no, Scott?. Sele se va para la otra esquina, pero ella circula con más cuidado, ya no va sola. O eso espero, o eso quiero imaginar. ¿Habrá una tenue luz verde en el horizonte que me espera, Scott? Puede ser, o puede ser solamente la señal del semáforo de la avenida Independencia, que me da paso a lo que va a ser el resto del martes, con lluvia y unos recuerdos que espero sublimar en la lectura del final del Gran Gatsby:

“Gatsby creía en la luz verde, el futuro orgiástico que año tras año retrocede ante nosotros. Se nos escapa ahora, pero no importa, mañana correremos más, alargaremos más los brazos y llegarán más lejos..y una buena mañana…

Así seguimos, golpeándonos, barcas contracorriente, devueltos sin cesar al pasado”


********y de fondo, uno de esos temas que escuchan los personajes de Scott en la novela:

***********************humildemente, Juan*******a cien años de El Gran Gatsby, desde el barrio Rivadavia********casi desde el culo del universo, a un costado********


Hacerse el boludo

Llorar, reír, volver a dejar que de las mejillas se caigan esas gotas de agua salada, que vaya a saber por qué motivo mágico insisten en salir en algunos momentos muy extraños, o como le suelen decir “especiales”, pero de especial yo solo conozco un sabor de pizza que hacen y muy rica en ese lugar de pizzas del barrio Rivadavia que no puedo nombrar porque no sé si está habilitado, y como todo lo que es más o menos ilegal me cae muy bien, porque yo soy una persona más o menos ilegal, que un día se lanzó a escribir y nunca encontró su orilla, vaya a saber qué mierda significa eso, lo de hablar de orillas siendo un habitante de ciudad con playas, con costas, con balnearios y mucho negociado para poder ser millonarios en medio de la pobreza más grande, esa fatalidad de ser Sudamericano, aunque hoy me enteré de que tal fenómeno se repite en todos los costados del mundo, aunque ya no se pueda hablar de clases sociales, de pobres y de ricos, de explotadores y explotados, porque la inteligencia artificial pasa de Carlos Marx y de la sociología, porque un poco hay que hacerse el boludo como filosofía primera y última de nuestros tiempos, es así que mejor cagate de hambre como siempre pero no pienses mucho en la injusticia que eso conlleva, no jodas las buenas formas de la modernidad siempre infame, no atrases con tu salario de mal agüero y mejor comprate unas monedas virtuales y tiralas a la basura de esos grafiquitos marca trader que nunca lucen como una buena ganancia, yo prefiero la pizza concreta especial, la que se puede masticar y agarrar con las dos manos porque la mozzarella se cae de tan aceitosa que está, y ya empiezo a tener hambre y sé muy bien que no soy nada original, porque tiene hambre más de la mitad de la población mundial, y otra vez no jodas con eso Juan, ya pasó el tiempo de quejarse y señalar injusticias, la maquinaria se aceitó y ahora son tantas las desigualdades que resulta imposible señalar alguna, tanto mejor es pasarte para el lado de los ganadores pero sin poder tocar el premio, como si festejaras que otro se come la pizza pero vos te quedaste afuera, imaginate que ya no tenés hambre y que en tu trabajo te pagan más o menos bien, y si mañana no tenés más cobertura médica lo siento y a ponerse en la fila para que un cardiólogo te atienda en el barrio, te den un numerito y te llamen la semana que viene para decirte: “aguantá hasta diciembre que te tocó el turno, tratá de no agitarte demasiado y comer con poca sal”, gracias a todos por tan buenos tratos y esa atención inmediata para anunciar lo que ya sabía desde el primer día que fui consciente de la existencia de la avenida Jara: estoy cagado, bien cagado, y me voy a pasar el resto de la vida esperando encontrar eso que me va a matar, llamada al servicio de asistencia al suicida y alguien que atiende y que te pregunta si por casualidad no tenés un par de dólares para vender, y que hace dos años que no se toma vacaciones porque por ahí te rajan por ser un vago, aunque la situación es mala porque el sueldo no alcanza, ¿entonces para qué mierda seguís ahí?, lo que pasa es que el miedo todo lo puede y los que manejan las cosas lo saben perfectamente, ellos sí que saben que hay clases sociales y que mejor estar bien arriba, y cagar a los de abajo porque ese es el único Sistema posible, uno en el que solo ganan dos o tres y pierden millones, y las cámaras siempre mostrando el sufrimiento del perdedor porque para eso existe el deporte profesional, no interesa mucho sentirse como el ganador sino ver con atención esa otra cara, el sentimiento del fracaso y una mezcla de empatía, goce y miedo por tratar desesperadamente de no estar de ese lado, lado oscuro lado claro, nadie debería discriminar pero es el ejercicio favorito de la humanidad, imaginate cómo te pueden llegar a mirar a vos con la media rota, mi vieja siempre me retaba por eso y digo hoy que sí tiene razón, me miro los pies y las dos medias tienen agujeros, y claro que no llego ni a mitad de mes porque escribir es una profesión mal paga en la esquina de Francia y Garay, y resulta que yo trabajo ahí, es mi oficina, y tengo apenas una cerveza de marca vaya a saber qué, y no, para nada, no tomaría esas otras que se creen gourmet porque me hacen vomitar, no soporto ni los nombres, y qué es esa música que no dejo de escuchar todos estos días, ¡cierto! es Courtney Barnett que me parece lo más genial que dio este mundo al menos hoy, pero hoy no me siento nada bien, tal vez me pegó mal el FMI o esos dueños de locales que como hay colectivos funcionando un día de paro obligaron a ir a trabajar a sus empleados, porque es por su bien el trabajo dignifica, pero resulta que lo único que dignifica es la billetera del patrón, esa billetera llena de aportes nunca pagados, de evasiones calculadas con la contadora, deporte nacional de todo buen habitante de la ciudad feliz, una evasión que servirá para comprar gilada, para que sus hermosos hijitos se la peguen el fin de semana, o para vaya a saber qué otra estupidez en la que se suele gastar el dinero que no se comparte, porque a quién carajos le importa que tanta gente se muera de hambre en el barrio, mirá si vas a vivir preocupándote por todo, es claro que si hacés eso te morís de cáncer a la semana nomás, la vida es una sola y mejor hacerse el boludo, tal vez la única filosofía que puede ser de alguna utilidad en estos tiempos, insisto, tiempos cagados para los de siempre, como dice el refrán “cuando los cuernos de la luna están apuntando arriba significa buena suerte para los ricos, y cuando los cuernos de la luna apuntan abajo significa mala suerte para los pobres”.  

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************************humildemente, Juan**********ayer soñé que estaba cagando en el baño y no tenía papel higiénico********ojo, eso puede ser algún tipo de señal******

El príncipe de Persia

Saltar, pasar en zigzag. Supongamos que un príncipe Persa cierra los ojos mientras le cae una bomba en el medio de la cabeza, y todo estalla...