Medianoche



"La medianoche sacude la

Memoria

como un loco sacude un geranio

muerto" (T.S.Eliot)

 

Cierto, esperando que caiga algo que se sabe muy bien que no va a caer. Una noche más de expectativa por el pasado. Una noche menos enfocada en ese presente que no fue. Juega el tiempo con la vida de miles de millones de hormigas, que creen que pudieron entender de qué iba la cosa. Pero no, al final el camino que se creía el mismo de siempre, se fue llenando de recuerdos, se fue destazando de recuerdos, se fue desplazando de recuerdos, unos recuerdos que en realidad son lecturas, y esta noche se actualizan por completo, porque empieza un nuevo sentido. Gajes del oficio, detective. Dejarse moler a palos por algún guardaespaldas de ese alguien que tiene la llave para la perdición. Luego alcanzar el cenit de unos ojos negros penetrantes, peligrosos y jodidamente atractivos. Jugar en ese límite, entre la locura y la resolución de un caso imposible. Llegar tarde, como todo buen detective, con un whisky en la mano y esos pocos dólares que valen la molestia constante de ministros de economía encargados de manejar países sin economía. De imposibles sabemos demasiado. Otra vez la noche trae ese maldito insomnio, porque en la cabeza ya hay demasiadas imágenes, demasiados zumbidos que asemejan a esas voces que reproducimos todos los días, como un viejo disco rayado. Otra vez, el lado A con el surco medio rajado, se salta de pista y suena otra cosa que también es fácil de reconocer, y el disco nunca para. Aceptar que eso va a ser así hasta que alguien apague la luz para siempre final. Ni siquiera poder adelantar ese fatídico día, pero sin embargo desearlo por la madrugada, porque de verdad estaría bueno dormir un poco. Camino zanjado, en honor a Alsina y a su idea imposible, afiebrada, digna de un juez que perdió la razón. Ya ven, los años pasaron y nada de eso cambia. Los jueces siguen igual de corruptos y las distintas inteligencias artificiales siguen indicando cómo se debería hacer correctamente la zanja del siglo XIX en el territorio de Buenos Aires, para que el Malón no logre saltar con su caballo fantasmal directo a la Avenida de Mayo. A ver si todavía se espantan los vecinos más caros del país. Noche en el barrio Rivadavia, mucha gente durmiendo en la calle, no es novedad. Pregunto a la misma inteligencia artificial, que vive en el país del Jauja: ¿Qué hacemos con las personas en situación de calle? Imaginen cuáles son las respuestas. Les ahorro una noche, les sacudo el árbol de la vida de este lado del mundo, caen  frutos que parecen apetitosos pero que no son comestibles. Podés tocar, pero no morder. Morder es de pecadores, malas hormigas, esas que se saltan el camino y dan vueltas al revés. El mundo no puede funcionar así. Se necesitan las cosas en su lugar, las personas en su sitio, las esquinas quietas y bien pintadas, con las veredas llenas de hojas secas que serán barridas con la llegada de la luz solar de un nuevo jueves. Para eso falta, la normalidad del día. La medianoche no, porque es un sitio reservado para la memoria tóxica. Lo que se transpire en estas horas será evaporado por la mañana. Un yonqui encerrado en un monoambiente, con solamente un vaso de agua en la mesa. Se va a retorcer de la desesperación porque las células duelen como la mierda antes de desaparecer, no obtuvieron su parte de droga. Esos recuerdos de jardín, de risas, de cuerpos, de saliva, de manos, de mocos, de lágrimas…sacudir un poco más, y que siga cayendo la memoria sin materia. Sufrir horriblemente el destilar de tiempos pasados. La inteligencia artificial no puede más. Lo que queda es la desinteligencia analógica de otros tiempos, haciendo su parte de daño en el ahora. Ya no se puede tocar, se mira, se lee. De esa lectura surge otra cosa diferente al tiempo: fumata blanca, bendita lectura. A partir de allí sí que se puede reconstruir el universo, créanme. Una vez destilados los vapores del tiempo, se puede salir al patio a ver las últimas estrellas , las recientemente nacidas del polvo y el viento, ese inicio del que todos formamos parte. Si cambiamos la perspectiva es posible que ya no duela más, al menos hasta la próxima noche. Y algo así suenan los versos de Eliot traducidos por Mario Santiago. Un regalo. Una oportunidad para que intentemos salirnos un instante de este presente-mundo-devenido. Planear un rato sin ser detectados por el radar de la lógica, por las luces azules destructoras de aparatos que se dedican a freírnos las células esas, casi como la peor de las heroínas. Todavía es medianoche, o suponemos que lo es. Todavía el loco sacude el árbol. Todavía seguimos esperando que caiga ese fruto que sabemos muy bien no va a caer. ¿Y si todo se apaga cuando dejes de leer estas líneas? Podemos decir que nada se extingue para siempre, sino que volvemos al origen del todo, al inicio del camino, pero de verdad, entre el polvo y el viento que inventaron lo que somos ahora. Ahora. Presente. Apilar palabras para sentir que cada minuto vale lo mismo. Asesinar posibilidades, manipular el lenguaje, cambiar la historia, jugar sobre el sintagma, para descubrir que ese camino ya venía siendo fabricado. Una hormiga más cargando con un peso desmedido, sirviendo a reyes que no conoce, chocando con otras hormigas que perdieron el rumbo, esperando por ese dedo aplastante de un dios al que nunca se le ocurrió pensar que se estaba equivocando. ¡Qué injusta que es la noche! Loca medianoche con su memoria incomprensible, porque mirá que intenté pensar en otra cosa, pero no hay caso. No se me ocurre más que recordar su cara, sus gestos, su risa, sus ojos negros irresistibles, su saliva, sus mocos. Lo siento detective, hasta aquí llega su historia, póngase de espaldas y retírese por el futuro.


******************sonidos de medianoche:

****************************humildemente, Juan******************************************transitando el camino de mayo, espero no chocar con tantas hormigas****************


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