Los días de
calor durante cualquier verano marplabatanense, traen como recuerdo todos esos
incendios icónicos que hacen a la Historia de la ciudad. Una historia llena de
construcciones destinadas a su propia aniquilación, como fue el caso del cine
Nogaró, que se encontraba en la intersección / en la esquina de la avenida Luro
y Corrientes. Pleno centro, centro pleno, calor de un primero de enero, y una
cinta muy inflamable que inevitablemente en algún momento podía llegar a causar
lo que se sabía que iba a causar. El celuloide y toda esa nostalgia romántica,
en verdad era un invitación para que las llamas hagan de las suyas,
aprovechando además que el cuartel de bomberos siempre está desfinanciado.
También fue el caso hace cincuentaisiete años, ese día en que ardió el cine.
Obvio que quienes tenían entrada para esa primera semana del año, para
cualquiera de las funciones, sin importar día de la semana y horario, se
quedaron con las ganas. O tal vez, para tener algún tipo de consuelo, vale
decir que no se perdieron de mucho. Por aquella época en blanco y negro, los
ciudadanos podían llegar a disfrutar del estreno absoluto de: Superargo, el hombre enmascarado, un
olvidable superhéroe interpretado por el también olvidable actor Ken Wood. Este
superhéroe con vestimenta a mitad de camino entre Flash y Batman, era en la
ficción un peleador de lucha libre que, tras matar accidentalmente a un
oponente, y por sugerencia de su amigo el Coronel Alex Kinski, comienza a
trabajar para los servicios secretos, con la misión de desbaratar los maléficos
planes del villano Profesor Wendlan y sus cyborgs, quienes tal vez por rencor hacia
los incómodos trajes que les pusieron para la película, decidieron hacer
campaña para destruir la economía del mundo. Una suerte de replicantes
manipulados a control remoto, con apariencia poco temible, y que tuvieron la
desgracia de cranear sus maliciosos planes en épocas de guerra fría y de gran
calor en Mardel. Nada de todo eso podía salir bien. A lo mejor, hoy el pobre
Profesor Wendlan sería una especie de trader o CEO festejado por otros pares,
por el nuevo viejo presidente de los Estados Unidos, y su ladero el súper
peluca. Pero esa película que se estrenó hoy, en su segunda parte, es mejor
seguirla bien de lejos y con mucho cuidado, porque es verdad eso de que las
segundas partes son peores, y si este nuevo gobierno de Trump va a ser más malo
que en su primera entrega…bien, vamos a necesitar una mano de nuestro querido
asesino de lucha libre. Y pregunta para el director y para el guionista de la
película: ¿cómo carajos pudo matar Superargo a otro luchador en una pelea de
esas arregladas de la lucha libre? Inverosímil, pero poco importa porque esto
es cine, aunque nada bueno. Como sea, con la ayuda de Superargo, a lo mejor se
puede salvar la cosecha de este año, y se dejan de fundir los viejos villanos
sojeros, pero en ese caso el héroe tendría que modificar levemente su nombre
por el de: SuperAgro. Y aprovechando la sequía y el calor extremo, solicitar
subsidio al villano de la motosierra y su perro muerto. De verdad, esto que parece
una muy mala película, resulta muy similar
a la realidad. Y la realidad nos dejó cenizas, muchas, en pleno centro
marplabatanense, en un comienzo de temporada de hace cincuentaisiete años. Sobre
el protagonista vale decir que era un actor italiano, de nombre originario Giovanni Cianfriglia,
nacido en Lazio, pero criado para intentar llegar a Hollywood bajo el nombre de
Ken Wood. Saltó a la pantalla grande, primero, como doble de riesgo del yanqui
Steve Reeves, en una versión de Hércules,
y después se dedicó a remar sumándose a cuanto spaghetti western apareció en su
camino. Un italiano haciendo de pistolero en el lejano oeste que se recreaba en
Europa, porque era más barato. Y de allí llegó a nuestra ciudad para fines de
la década del sesenta, y se materializó en fílmico para arrancar el año en la
cartelera del cine Nogaró, para poner en su lugar al profesor Wendlan y sus
secuaces. Pero el destino quiso que las cosas se complicaran, y que ardiera
todo el edificio llevándose consigo al superhéroe fallido, el enmascarado
Superargo. Y sé muy bien que este tipo de historias debería dejar alguna
enseñanza, una moraleja, un consejo, una advertencia, una frase virtuosa, algo
útil para que valga la pena el esfuerzo del recuerdo. Pero no es el caso. Tal
vez, apenas algunas observaciones respecto al cuidado que se debe tener con el
fílmico en espacios cerrados. También, la especial atención que hay que poner a
la carrera de los actores, porque a veces es mejor dejar pasar una mala idea,
porque de verdad que un superhéroe de ese estilo no podía funcionar ni a
cañonazos…en serio, ¿Superargo contra los faceless giants y el Profesor Wendlan?
¿A quién se le puede ocurrir? Y todo con una ensalada cocoliche a mitad de
camino entre el Hollywood más pochoclero
y la Italia entregada al pochoclo. En fin, vaya el recuerdo para quienes sí
pudieron conocer el cine Nogaró, que se veía muy bonito, y en especial para
todas aquellas personas que zafaron de comerse un bodrio imposible, más cercano
a Titanes el el ring que a cualquier
cosa parecida a una película. Ahora hace calor en la ciudad, pero los cines ya
no usan fílmico, y los superhéroes tienen trajes más cómodos, y se mueven un
poco mejor coordinados. Sin embargo, hay muchas cosas que siguen igual, hay
villanos que continúan jugando con la sustentabilidad del mundo, hay
espectadores pasivos que aguardan la llegada de un enmascarado que acomode las
cosas, y hay un planeta con un par de grados más arriba de los que debería
tener. A lo mejor, tendríamos que ir pensando en quién se pone la máscara,
porque a este mundo de solo villanos en el poder, le hace falta un superhéroe
que esté a la altura.
**********Hoy
no hay música, sí este hermoso tráiler:
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