Ni un
centavo de olvido,
ni un
asalto de recuerdo,
un reloj de
cuerda colgado
del cuello
del último
eslabón,
el segundo
final
del primer
degollado
de esta
tarde.
Destino,
al fin,
aunque no
se sienta un carajo,
cerca del
riesgo,
en el mar,
buscando
entre esas
cosas
una verdad,
una belleza,
intento inválido,
primaveras mustias
- o chotas,
mejor escrito –
rozadas con
el máximo placer,
un desplante
lujurioso
con el
susto de la carne,
que tan
drama es.
La pregunta
por excelencia:
¿A dónde con
esta escritura?
Hacia la
equivocación
de bocas, que se encontraron hoy
para separarse
mañana,
para volverse
a perder en unos años,
¿qué
importa?
contestan falsos
filósofos
sin documentación,
alucinantes
graduados
en desconsuelos
y soledades,
malos pagadores
de precios
de ataúdes
vacíos,
metálicamente
infalibles,
a bordo de una botella,
una petaca
del caminante,
miel de
poeta
con mucho
sudor
y mierda
sin marca.
Hora Zero,
más uno,
extremo condenado
a la
pérdida
de su
hígado,
lo que se
le pide
a un amigo
quedando pocos
despiertos en
el alba.
Final de
loma,
caída plena
en un
apagar
de luz
nocturna,
ardiente asesino
de palabras,
que flota
al margen
de una
Historia muerta,
con personajes
ausentes,
caminos desencontrados,
y todas
esas noches
que no te
supe ahí.
******Para
qué carajos existe un poeta en el barrio Rivadavia, no tengo idea. Existe y ya
está, lo demás no importa mucho. Espero no perder la voz después de gritar
tanto en la esquina, que ya no tiene señales porque ayer se las llevó todas el
viento. Igual quedate tranqui, algún día de estos me lleva también, y por ahí
quedará una huella acústica que no molesta al tránsito. De nada por eso. Igual,
como te decía, tranqui. Tranqui, pero siempre atent@. No vaya a ser cosa que no
nos quieran llevar. Gracias China y para vos el poema y la música de fondo:
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