"Me subo a la moto y atravieso las calles en donde gente más extraña que tú y que yo se prepara para pasar un sábado divertido, un sábado a la altura de sus expectativas, es decir un sábado triste y que no llegará jamás a encarnarse en lo que fue soñado, planeado con minuciosidad, un sábado como cualquier otro, es decir un sábado peleón y agradecido, bajito de estatura y amable, vicioso y triste" (Roberto Bolaño)
La China estaba sentada tomando la birra de todas las semanas, esta vez en formato latita porque le resultaba más cómodo, y pensaba en qué lindo sería que ese miércoles a la tarde fuera mejor un sábado a la noche. Y que así, a lo mejor y con viento a favor, estaría un poquito más feliz. Y no porque no trabajara al otro día, le tocaban hacer horas extra sin cobrarlas el doble, como pago de la injusticia de cualquier crisis. Pero sentirse en sábado era otra cosa, había como una ansiedad de fiesta inconclusa, y a ese sentimiento quería aferrarse para no volverse loca, porque la verdad era que todo el sistema inventado por vaya a saber qué dios sádico y supremacista, resultaba una reverenda mierda. Sin embargo, había algunos destellos que le destacaban figuras en el horizonte de un barrio Rivadavia carente de imaginación, falto de nubes bajas capaces de apaciguar una violencia que parecía estar al acecho en todo momento, como esperando salir para llevarse puesto al rey y que el juego termine. Pero esa era la trampa perfecta, el rey nunca era tocado, y el juego se reinventaba y volvía con todas sus reglas de antes, y otra vez al inicio y ¿quién podía intuir una jugada salvadora? Nadie. O ella no, al menos. ¿y llegar hasta el otro extremo del tablero para convertirse en…? Cualquier ficha y rol es mudable, menos la del rey. De esa clase puede haber uno solo, y si de casualidad hay dos, comienza el derramamiento de sangre hasta que solo quedase uno. En el medio, la gran matanza se lleva puesto lo que encuentra, dejando la certeza de que cada quien tiene la razón absoluta, y que para terminar el juego es preciso seguir eliminando adversarios hasta el final. Pero, en este juego, lo dicho: no hay final. Lo que hay es un día: miércoles, en un lugar, la esquina de Francia y Garay. La China sola, jugando a que es sábado. Empezando el juego lleno de esperanza y libertad, de emoción y aventura. Terminando el juego más cerca del abismo. Sábado “bajo de estatura”. Mirando los pies sobre una tierra de asfalto muy mal mantenido, con baches a la vista, lugares donde caer para no volver a levantarse nunca más. Un espacio lleno de cintas que advierten el peligro, lleno de escenas de crímenes no resueltos. Y ella, la China, volviendo por la noche a cada uno de esos lugares, con la esperanza de no morir de miedo ante la aparición de cada uno de esos fantasmas. Pero con el esfuerzo por no normalizar ningún sentimiento de mierda, porque allí estaba el último eslabón de resistencia. Sentir, como decía el tema que más le gustaba de la banda que más escuchaba. Un sábado a la tarde, la previa de un recital, la cerveza amiguera y el grupo de amigos…El ritual sagrado que aleja de todo el tablero por unas horas, que saca de contexto la pieza que le toca a cada uno de los peones por el resto de los días. Unas músicas, algunas historias nuevas y el salto desmembrado como descarga de toda tensión…y sentir….sentir…algo de liberación, todo de libertad…Sábado, madrugada, volver al casillero, al lugar designado, para moverse al mismo lugar al otro día, y que el tablero gire como hace siempre, para que sea otra vez miércoles a la tarde en el barrio, en la misma esquina. Un trago más de cerveza y vuelta a la rutina, con todas sus cosas y reglas que ya estaba cansada de repetir. ¿Pero qué se podía hacer? Tanto, pensaba, tan poco. No le dio más que para visualizar una última escena de atardecer:
Te extraño
Te pienso
Te deseo
Una moto y un extraño, y todos los recuerdos de los deseos que habían quedado esperando por un amanecer mejor en la ruta. En cualquier ruta.
Sentir…
Y ahora se acordaba de que ese tema en verdad hablaba de una ausencia. Significativa. Fuerte. Como solo las verdaderas ausencias existen.
Sentir…
No sabía qué era eso de…subirse a esa moto para que sea otra vez un sábado pleno de deseo
Eso…
El deseo en presente,
Jaque mate,
ausencia.
Y no quedaba mucho más hilo en el carretel de la tarde. No llegó nadie más a la esquina, solo un par de extraños camino a la panadería o al kiosquito de merca que estaba ahí nomás, a la vuelta. Y sentir…se terminaba el momento, era miércoles otra vez, las piezas se guardaban hasta el otro amanecer, y vuelta a empezar el juego. ¿Qué ficha sacrificás primero?
*En el recuerdo, un pie de página: la escena de la moto es un recuerdo viciado, como todos los recuerdos. Las famosas memorias no son más que deformaciones de lo que pudo haber sucedido en realidad, cualquier sábado en la vida de la China. Como sea, esa moto existió y ella la usaba para ir los sábados a los recitales de las bandas que le gustaban. En su recuerdo las cosas habían resultado bien, pero en la realidad objetiva (imposible para el lenguaje), esa noche había tomado por Jorge Newbery hasta llegar a la calle donde todo se transformaría en el presente que es ahora su vida: La Ratonera. Allí había sucedido todo lo que deseaba y que no tenía que suceder. A lo mejor, en el nombre del cruce estaba cifrado todo su futuro. Pero ¿quién presta atención al nombre de las calles? Como sea, lo que aconteció no forma parte del recuerdo de esta semana. Será un hasta el próximo capítulo, continuará…
**********************************************************************Humildemente, Juan*************nos vemos en el recital*********siempre*****
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