Esos cambios repentinos, esa soledad solapada, ese reinventarse todos los días con los mismos materiales que estaban desde ayer. ¡Y cómo cambia el tiempo de una semana para otra!, entonces alguien me pregunta: ¿tendríamos que cambiar asÍ de repente, también, nosotros?. Yo ni idea qué contestar, me limito solamente a escuchar hace un tiempo, sentado en la vereda de las calles de siempre, Castelli y Francia, a tomar la cerveza de siempre. Después de un rato, y para mi sorpresa, cambio de parecer repentinamente y contesto decidido: por ahí está bueno pensarlo así, cambiar como cambia el tiempo cada dos minutos, pero hay que tener en cuenta que eso puede ser algo desquiciante. Digo, tanto cambio repentino es malo para el cuerpo, y no vaya a ser cosa con todos los virus que andan dando vuelta...Algo así me salió y me quedé pensando en todas esas veces que podría haber cambiado totalmente y no quise, o no pude. ¿Será temor? Seguramente, eso y los fantasmas que alguna vez se pegaron a uno y lo persiguen, como ese manga que es buenísimo que se llema Mieruko-Chan. La historia parece simple, pero se va complicando: se trata de una estudiante de secundaria que, un buen día y sin saber por qué, empieza a ver monstruos horribles en cada lugar donde intenta seguir su rutina diaria. Para peor, nadie más parece advertir esas figuras inhumanas aterradoras, que se le aparecen buscando una reacción que ella evita por temor, no sabe bien qué puede pasar si ellos se dan cuenta de que los puede ver. Con el correr de los capítulos, nos vamos enterando más detalles: estos seres deformados son en realidad espíritus de personas fallecidas, que quedan dando vueltas por el mismo espacio que los vivos, pero en otro plano, que solo la pobre de Mieruko puede ver. Entonces, esta joven fresca y vital, se va transformando en un ser atormentado, lleno de ojeras y con un gesto de fatalidad que solo su mejor amiga puede atenuar, una amiga tan inocente como buena, a la que decide proteger de esos monstruos que se le trepan encima. Porque lo que estos fantasmas buscan es la fuerza espiritual de gente copada, se alimentan de eso. A cambio, producen una especie de abatimiento en esa persona, por lo que Mieruku trata de desviar siempre el camino de los fantasmas, los evita, aunque no puede controlar sus constantes interrupciones, sus apariciones repentinas en los lugares más desopilantes. Los momentos más tensos se dan con la aparición de fantasmas gigantes y de apariencia monstruosa, que ponen a prueba la templanza de Mieruko, que debe simular tranquilidad en medio del pánico que le produce la terrorífica aparición. Afortunadamente, cuando no pudo disimular y uno de esos fantasmas-monstruo la quiso atacar, unos seres igual de extraños aparecieron para ayudarla, pero con una muda advertencia: solo podían socorrerla tres veces. Luego de eso, no le queda otra que seguir su camino arrastrando estos fantasmas, simulando que no están ahí. Obvio que la metáfora es más que clara, y que todos somos un poco Mieruko chan, que todos tenemos fantasmas que se nos aparecen en el momento menos pensado, y que algunos son horripilantes, y que sería mejor poder olvidarlos y cambiar para siempre, peeeeroooooo...la realidad no es tan simple, no podemos hacer desaparecer a los fantasmas, igual que Mieruko. Solo nos queda ir asimilándolos hasta que algún buen día no están más ahí, y con la certeza de que pueden volver en cualquier instante. Admito que al principio sufrí mucho la condición terrible de la protagonista, el hecho de tener que aceptar esa realidad tan terrible, me pareció el personaje de ficción más desafortunado de la historia. Pero después se me empezaron a materializar esos mismos fantasmas a mí, y me dije: bien, no estoy tan lejos de Mieruko. A lo mejor ya se me empezaron a notar las ojeras y la falta de sueño. A lo mejor mi gesto ya no tiene la frescura de años atrás. A lo mejor estoy hablando con un fantasma en este momento, y no me había dado cuenta. A lo mejor escribo para fantasmas que sufren día a día algo parecido a lo que me pasa esta noche. Volvamos a lo nuestro, cambiar o no cambiar, como el clima en enero, esa es la cuestión. Y entonces sigo diciendo con el vapor de la cerveza en mi boca, que para poder cambiar por ahí es necesario enfrentar a esos fantasmas, asumiendo la consecuencia que haga falta. Mirar para otro lado, escapar todo el tiempo, llenar de ruido la vida para tratar de evitarlos, solo retrasa lo que en algún momento debería llegar, la etapa de la asimilación. Igual que Mieruko, por ahí es importante averiguar bien las consecuencias de enfrentar semejante compromiso, porque no es gratuito tampoco mirar a la cara el horror. Corremos el riesgo del Angelus Novus, enfrentar los cargos de toda la historia más atroz de la humanidad (justo hoy que se cumple un aniversario más del Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto). Otra vez ese alguien me insiste: ¿No estarás exagerando? Me quedo pensando con un trago de birra más, y sí que estoy exagerando, obvio, para que el horror no se repita hay que hacerlo. Al igual que el escritor/dibujante del manga de Mieruko exagera. Los monstruos en la realidad son más sutiles, no se aparecen con tanta nitidez, y tampoco resultan tan desagradables en principio. Algunos hasta son tan hermosos que nos hacen llorar de repente, porque además nos traen recuerdos tan lindos, tan tentadores, que podríamos bajar la guardia y perder la cordura para siempre. En eso estamos mucho más jodidos que la protagonista del manga. A veces, preferiría que mis fantasmas fuesen todos horribles, para poder rechazarlos con facilidad. Para colmo, en nuestra querida realidad, si esos fantasmas te atrapan del todo, la culpa la tenés vos y te la hacen pagar encerrándote en alguna institución y quitándote la libertad. Un trago de cerveza más, y el deseo de que Mieruko pueda mantenerse estoica, esquivar los fantasmas, arrastrarlos sin que la atrapen, y que mientras tanto la realidad no la haga más desgraciada. Deseo eso para todxs, y para mí también...Termino de decir esto último, y la persona que supuestamente estaba al lado mío, preguntando y tomando la cerveza conmigo, no es más que una baldosa rota en la vereda de Francia y Castelli.
******************Yo no sé si tendrá razón, pero por las dudas hoy elijo creerle a Charly:
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