Se levantó de la cama con el pelo revuelto, revolucionado. Tal vez algo le habría hecho una suerte de click, quien sabe, era demasiado temprano como para ponerse a reflexionar. Obvio, se había despertado media hora antes de lo que decía la alarma del celular, que esperaba por salir a escena. Sabía bien que ya no se iba a poder dormir otra vez, y menos con tan poco tiempo disponible. Miró al lado, otra vez había dejado un espacio al pedo en la cama, ya había pasado tiempo desde que alguien durmiera allí, al lado suyo. Se fue hasta el baño y se miró al espejo. No era su mejor hora, la mañana temprano, no era su mejor momento del año el verano, y tampoco era el instante ideal de su vida. El mundo estaba cambiando y como pasa siempre, casi no parecía que para mejor. Igual ya había salido de la melancolía extrema, esa que cierra el estómago y que hace doler el pecho, como una especie de infarto pero peor, porque nunca llega el momento de la pérdida de consciencia. Un dolor constante, que procede como oleadas a lo largo y ancho del día, a veces más suave, a veces más fuerte. Y el convencimiento de que nada se puede hacer, de que las cosas más significativas se escapan de las manos. Como podía ser la enfermedad del virus, de cualquier virus, o la situación económica de un país, o la injusticia social, o los amigos que se fueron para no volver. O toda esa gente que le había dicho que sí, que era especial y todo, pero que mejor no verse nunca más. Todo eso mientras se lavaba la cara, los dientes y todas las partes necesarias para pasar lo más desapercibidamente posible por la ciudad...una ciudad como hay tantas, en un barrio de esos como hay por todos lados. Desde el país más rico y avanzado hasta el más pobre y desolado, los espacios no cambiaban demasiado, apenas el revestimiento podía ser algo diferente. Lo demás operaba en el plano simbólico, como las cosas que le pasaban y no en la vida, los lamentos, las ansiedades y las cosas reales y las fantásticas, todo tan difícil de procesar en el momento...Y la angustia existencial, el verdadero combustible de su vida, de la vida, de las vidas. La certeza de que el tiempo es breve, de que todo lo que acontece es fugaz, y que más vale apurarse para algo porque sino...No vaya a ser cosa, más de cuarenta años y el pescado sin vender, como decía su abuela. Pero más bien, lo que sentía era que el pescado había estado podrido desde el inicio, y que no había nada por vender, y que los compradores eran un conjunto amorfo de egoísmos puestos a competir con esquemas prefabricados, carentes de distinción, que respondían al mandato del "Castillo", un conglomerado de burocracia inentendible por su complejidad al pedo, que se encargaba de producir analistas o vendedores de slogans con cierto agarre en el inconsciente colectivo. Y estaba consciente de que eso también podía ser tomado como una suerte de idea prefabricada, guionada y puesta en lata para su reproducción masiva. Eran los tiempos de la venta al por mayor, el etiquetado indiscriminado y la alienación supracapitalista. ¿La salida? No tenía idea. No le pintaba salir a matar por unos ideales que tampoco pensó que fueran suyos. ¿Matar por lo que dice alguien más? ¿Amar por lo que dice alguien más? Se sintió más valiente saliendo a la calle en soledad que cargando con el cadáver de un compañero. Caminó por las mismas calles de todos los días, su parte del universo que era también todo el universo. No se sintió mal, porque había visto demasiados "paraísos" a la venta en películas y propagandas de bronceador. Y "más vale que disfrutes", el imperativo vacacional que tanto detestaba. La última vez que se había tomado vacaciones, había sido para estar en la cama las veinticuatro horas leyendo. ¿Y qué? ¿Disfrutar? Eso le sonaba a una obligación en tiempo que supuestamente es un descanso de las obligaciones. Pero no, en esa sociedad todo estaba estipulado, los sentimientos se ofrecían en los supermercados, en un dos por uno que nadie se podría perder. El resto era sentarse en una oficina, en un consultorio, en un aula, en una esquina, a ver cómo pasaban el tiempo y sus aplicaciones, pero con la tranquilidad de que se estaba donde era debido. Esas horas perdidas, con el consuelo del dinero para llegar a fin de mes, se extinguían hacia el atardecer, cuando comenzaba el camino de vuelta hacia atrás. Descubrimiento: todos los días eran finalizados viajando al pasado del mismo día. Tal vez, una parada en algún lugar para tomar una cerveza medio caliente y comer una pizza con poco queso. Alguna sonrisa en el medio, las mismas ropas de siempre, los mismos peinados y los chistes tan parecidos, esos comentarios guionados que todo el mundo manejaba a la perfección y que, para su sorpresa y espanto, funcionaban a la hora de seducir. Terminaba esa noche, al igual que todas, y otra vuelta hacia el barrio. Un par de afanos violentos, un chabón golpeando a una mujer, un cura violando pibis, los kioscos comprando y vendiendo falopa para pagar a los ratis, las obras públicas ejecutadas y siempre por finalizar, la solidaridad perdida de algunas madres y abuelas, la contaminación extractivista por donde se mirase un litro de agua o un centímetro de tierra o un suspiro de aire puro, y todo ese montón de animales abandonados, reptando por las esquinas, buscando algo para comer en bolsas de residuo, peleando con los chimangos, tratando de llegar a un reparo para poder dormir y transcurrir una noche más. Se sintió con fortuna por tener un techo para esa noche, aunque no sabía qué podía pasar al otro día. Tal vez volver a reptar como ya le había pasado...Pasado...Se trataba de eso, comenzar un nuevo día para emprender eternos viajes al pasado... Llegó hasta el espejo ante el que había despertado. Ahora era de noche. Casi se cepilló los dientes, pero pensó que el sabor y el aroma de los restos de cerveza eran mucho más estimulantes que una falsa pasta blanca con olor a menta. Se fue a dormir feliz, todavía podía ser real, era capaz de distinguir toda la falsedad a su alrededor. Todo va a estar bien, se decía, ya verás...
****Banda sonora no original, para un texto breve de jueves en el Barrio Rivadavia lluvioso:
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