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Sería una pena, una lástima

 


“El aire denso y sombrío, casi líquido de tan frío, se veía surcado de lamentos, arrullos y gemidos. Así será, pensé en aquel momento, cuando los últimos hombres se congreguen a las orillas de un mar blanco y duro, en algún desierto ecuatorial que será, como este, un desierto de hielo, a decir adiós al sol que se apaga para siempre. Entendí entonces que el mundo no desaparecerá en una gran conflagración, como temen y tal vez anhelan los cristianos, ni en una apoteosis de sonoridades wagnerianas como la que los nórdicos asignan retrospectivamente a sus ancestros, sino que se apagará gradual e inexorablemente como una lámpara que se va quedando sin aceite” (La Jaula de los onas, Carlos Gamerro)

Imaginen que estamos transitando las últimas horas de brillo de nuestro sol. Que en poco tiempo el mundo entero se volverá inhabitable, casi como está pasando ahora. Imaginemos que esta es la última vez que nos vamos a encontrar, vos leyendo tus últimas palabras y yo escribiéndolas. También podemos pensar que quedaría alguna esperanza, una suerte de alternativa vía viaje por agujero negro hacia algún exo-planeta respirable, o un refugio en el centro de la Tierra, donde los humanos-topo comienzan una nueva era sin estrella y con mucha sombra por delante. Pero mejor sigamos con ese plan imaginativo, el sol se apaga y, como si nadie pudiese seguir en la habitación oscura, se termina la vida para tod@s. Lo primero que pensaría en este momento - que estoy tirado en la vereda de siempre (que ya sabés bien cuál es) tomando la bebida de siempre, una tarde que es de siempre- es que todo es una gran pena, una lástima. Porque bueno, no es difícil imaginarse el frío que va a empezar a hacer y lo terrible de morir congelado en algunas horas, viendo cómo el resto del barrio Rivadavia sigue, casi sin darse cuenta, con su rutina de todos los días. Y ahí tendríamos el problema: ¿Cuál sería la pena? En esta propuesta de ciencia ficción, no hay nada de interesante, no hay suspenso posible, solo un grupo de human@s con sus cosas de todos los días, notando que hace bastante que no ven el sol, pero que en algún momento habrá de salir, ¿no? Como sea hay que seguir con la rueda, ¿qué partido de fútbol se juega? ¿Qué serie dan por la N roja -o cualquiera de sus imitaciones plus-? ¿Dónde va a jugar Messi? ¿Qué cenó el marido de Pampita? ¿Dónde vive el intendente de Mar del Plata? ¿Cuántas dosis de vacuna me faltan? ¿Quién carajos vende ropa que más o menos esté en precio y no sea una cagada? ¿En qué burbuja pusieron a mis pib@s, van a la escuela esta semana o era la que viene? ¿Por qué el vecino hace tantas jodas y yo no? ¿Cuándo carajos van a tocar las bandas que tanto me gustan en un escenario que no sea virtual? ¿Cómo hacen para vivir tantos días sin sol? ¿Por qué hay youtubers/influencers diciendo que es mentira que el sol se apagó, que lo que pasa es que hay un complot universal entre Bill Gates, el papá de Messi y Bob Dylan para dominar al mundo? ¿Y quién carajos en su sano juicio querría dominar un mundo sin sol? ¿Cómo mierda puedo estar enterándome de algo tan secretamente terrible, acá sentado con el culo en la vereda, tomando una birra y mirando un celular pedorro ensamblado en China, con la pantalla echa pelota? ¿A quién carajos le interesaría robarme los datos personales, para qué molestarse? Como decía, es una verdadera pena, una lástima. Si lo último que tengo que escribir es esto, quisiera dejar asentadas un par de cosas que sí vale la pena destacar:

-          La jaula de los Onas es una gran novela de Carlos Gamerro, porque desborda de maneras de narrar, las voces proliferan y las formas de contar varían todo el tiempo. Hay montón de cosas más para destacar, pero recuerden que se está por apagar el sol y congelarse el mundo.

-          Me quedó pendiente una novela que nunca voy a poder publicar, y que cuenta la historia de un poeta del barrio Rivadavia. Lástima, pensé que el sol me iba a aguantar.

-          Tremendo el disco post muerte de Prince, de lo mejor que escuché en los últimos tiempos. Una manera más de preguntarse por qué es tan difícil vivir en un mundo que se empeña por apagarse.

-          Estaba por pegar un viaje por acá nomás, después de tanto tiempo sin ruta. Me pregunto qué hubiera pasado. Salir a la ruta otra vez, la mansedumbre idiota de la llanura –sic Piglia-, esas paradas en el medio de la nada, mucho mate y tirarme en el piso de las estaciones de servicio para ver si me sale dormir un rato, antes de seguir hacia otro destino del cuál escapar para volver a la búsqueda de otra fuga. Viajar es un poco jugar al fugitivo, sin que nadie te persiga, y es por eso que está tan bueno.

-          No tengo que pagar más impuestos. Un verdadero alivio, porque esa es una carrera que siempre está empezando de nuevo, como la de comprar para comer. Imaginen correr una maratón – ahora que todavía están a full las comparaciones con los deportes de las olimpíadas- todos los días, como si fueran etapas de 42 quilómetros que se renuevan cada veinticuatro horas. Cansancio, como mínimo.

-          Chau protocolos, gracias por protegerme y proteger a l@s demás.

-          También me quedó un poemario pendiente. La idea era escribir versos sobre maneras de cagarse de frío en la ciudad. Tenía mucho material y un esquema medio robado a Juan L Ortiz. Una pena, gran lástima.

-          Todavía me quedaban unos versos de Artaud para leer. Nada especial, y perdón a quienes les gusta el pensanervios y el malditismo y el sol apagándose justo en el momento en el que uno descubre la estupidez del ser.

-          Creo que nada más..o sí. Me olvidaba de unos fideos tailandeses que me quedaron listos para disfrutar en cualquier momento. Otra gran pena, no va a poder ser lo mío con los palitos chinos – o tailandeses, o japoneses, o vietnamitas-

Y sería lo último que hubieras leído. Lo que en sí más que una pena y una lástima, sería un castigo final. Pero dejame despertarte de una buena vez: no es el fin del sol, todavía. Pero tenelo en cuenta, porque en verdad estamos inmersos en una muy mediocre obra teatral y no nos tocaron los mejores papeles. Es más, ¿viste la ropa que nos dieron? ¿y lo que tenemos que decir? Como sea, seguí con la rueda y no te olvides de apagar la luz cuando te vayas. Ya sabés, sería una pena, una verdadera lástima.  

 

****La música perfecta es la que dejo a continuación. En verdad todo este texto está colgado de este tema de Harrison. No Ford, sino George:


******************Humildemente y con mucha pena, Juan Scarda********************Aguanten George y Charlie Watts*****************


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