Lo difícil
de escribir en primera persona, lleno de finales y emociones pasadas más todo
lo que está por venir. Volver a escribir, a la tinta y al papel. Me dejo un
recuerdo para que dentro de un par de semanas pueda cagarme de risa o llorar,
es decir, darle un sentido: leer. Esto que intento a continuación va a tener un
par de puntos a tratar, ninguno más importante que el otro, a excepción del
final que espero conforme un par de versos interesantes, al menos no tan
descartables:
1- Después, última novela de Stephen King y
primera novela entera que leo del “maestro del terror”, por llamarlo de la
manera en que comúnmente se lo encasilla y se lo presenta en cualquier fiesta
animada. Como pensaba, la historia de Jamie se iba a poner bastante más
parecida a Sexto sentido de lo que el
mismo autor hubiese querido. Inevitable, se trata de un niño/adolescente que ve
gente muerta, solito. Igual hay que reconocerle un par de cosas a esta novela:
las referencias literarias clásicas del género terror se agradecen en tiempos
de redes sociales y celulares in(in)teligentes, sobre todo la del Drácula de Stoker y eso de que para que
el mal entre en tu casa primero tenés que darle permiso. Más de una vez me pasó
algo similar, por eso ahora las llaves se las dejo a mis plantas y que ellas se
arreglen y dejen pasar a quien les parezca. Lo otro destacable es que el suspenso
está más que bien planteado y muy bien resuelto, con bonus track sugerido al
final-final, cuando ya casi lo habías alvidado, porque como ese vampiro hay
cosas que están sugeridas aunque casi ni se las nombre, y a menudo son lo más
trascendente. En definitiva, esta es una novela de suspenso, sí, pero de terror
también, como bien lo anuncia el narrador. Será una novela menor, puede ser,
pero vale la pena una lectura. De última, podés esperar la película o la serie
que se disputarán las plataformas que se dedican a eso: tentar escritor@s para
sumarse a sus filas, y ojo con darles permiso, porque una vez que entran suelen
chupar mucho más que sangre. -La foto de inicio de esta nota/reflexión es la
frase de la contratapa del libro-.
2- Esa historia real de sangre y muerte que es
Afganistán, no la puedo obviar. Desde que soy consciente que las grandes
potencias mundiales juegan al TEG por ahí, disponiendo tropas y bombas como si
no existieran seres humanos sufrientes, con una frialdad que no deja de
sorprender. Ponen fichas, sacan fichas, tiran dados y lo que queda es un pueblo
desesperado, con estructura de Edad Media a merced de cualquier grupo
fundamentalista armado. La escena del avión despegando en el aeropuerto de
Kabul, con gente trepando en las ruedas para escapar, es de lo más desgarrador
que vi en mucho tiempo. O no tanto, porque de imágenes desgarradoras estamos
hasta el tope, de guerras sin sentido, de niñ@s sufriendo y de personajes
queriendo justificar baños de sangre estamos empachad@s. Los mismos horrores de
siempre, que se reactualizan cada año. Ojalá fuera imposible romantizar la
violencia, ojalá dejáramos de normalizar la guerra.-Fin de pasaje sobre
realidad que duele, gran demonio a vencer algún día-
3- Voy a
terminar con los EVA, dice Shinji, decidido como nunca a terminar, de una vez
por todas, con la saga Evangelion.
Más de veinte años en busca del final perfecto, que nunca existió ni existirá,
y ahí está lo último que le salió a Hideaki Hanno. ¿Otro final reescribible?
Por supuesto, porque Evangelion es
como un poema que no para de generar nuevas interpretaciones, nuevos versos que
no estaban antes, nuevos arcos narrativos que a lo mejor nunca se desarrollen,
o tal vez se sigan realizando por el resto de la vida de su creador, y más allá
quien quiera animarse a sumergirse en ese mundo único. Este final de tetralogía
que reescribe lo que ya había sido reescrito un par de veces, es verdaderamente
una de esas obras artísticas que despiertan y mantienen alerta al lector@/televidente,
que nunca es pasiv@. Yo, que arrastro fantasmas y miedos como todos los
personajes, que no entiendo del todo bien mis propios sentimientos, que intento
lo que puedo con mi lectura, que a veces la cago, sigo buscando el desenlace,
el mejor que pueda, como lo hacen cada uno de ellos y el mismo autor. A lo
mejor nos desengañemos y terminemos destruyendo todo para luego volver a
empezar una vez más, con la certeza de que en algún punto vamos a volver a
desencadenar otro gran impacto y tendremos que ver para qué lado salir, ese
lugar incómodo e incorrecto al que se empeña en llevarnos la vida, el arte.
Ojo, la inacción es una opción, la desmaterialización es otra, siempre a mano en
esta historia reconstruida durante décadas, que podría ser mi vida. ¿Yo Pierre
Menard, encontrando nuevos sentidos con mi lectura que es también escritura? La
última propuesta es la del protagonista, porque mejor es lanzarse y jugarse a
cagarla por completo, que simplemente apagarse para no sufrir más. Y seguro que
vamos a necesitar que alguien nos acompañe, nos escupa a la vida, porque la
máquina no puede funcionar en soledad. Habrá que levantarse una vez más, cerrar
persianas, abrir otras, dejar el rencor de lado, vencer los demonios para crecer…
Como una
batalla suspendida
que se
cambia por un abrazo,
una suave
caricia materna,
el
sentimiento cálido
de la
última escena,
la certeza
de que siempre
vamos a
caminar junt@s
aunque no
haya sendero
debajo de
nuestros pies descalzos,
llenos de
tierra y agua de arrozal,
elegir
nuestras limitaciones,
llorar las
pérdidas,
arrancar el
día con la ciudad
en colores,
el barrio
Rivadavia
que son dos
calles y una vereda,
las
escaleras,
el bondi
camino a casa,
la tercera
reconstrucción,
un último
beso,
FIN
*Hasta que
volvamos a empezar, en la próxima lectura. Música de fondo, hoy con Evangelion y su hasta luego:
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