Ir al contenido principal

OTRA PARTE

La vida es más divertida cuando uno desea algo, y se deshace de todo...con tal de conseguirlo (Reiji Miyajima en Kanojo, Okarishimasu) 

Esta parte ya no tiene nada que ver con Aira. A lo mejor, tiene que ver con la lectura enfermiza de Aira. Es un escrito más, de esos que no puedo dejar de vomitar. Seguro se acerca más al estilo de una confesión, bien religiosa o de diván, con cura o analista. En cualquiera de los casos, se trata de hablar un rato para poder salir de algún espacio con la conciencia más tranquila, o la cabeza despejada, o con la idea de que hay que ir a comprar un par de remedios con la receta que se obtuvo, tomarlos a la noche y luego descansar a ver qué pasa. Pero al otro día el camino continúa inverso, entonces hay que esperar una semana para poder volver a vaciar un poco, evitar el colapso, y seguir llenándose hasta que en algún momento, y con suerte y el apoyo de la palabra de alguien más, el cuento se termina. Con un final, y punto. Pero es un punto final que tiene secuelas, porque al otro día arranco otra vez, como en una de esas películas donde el protagonista llega a un quiebre, luego pasan unos cuantos meses o años, el tipo parece que se curó de todo y que olvidó lo que había sido un tremendo drama durante las (casi) dos horas anteriores. Pero la aparición de alguien de ese pasado, o el recuerdo de un lugar / acción / pensamiento, actualiza y enciende todos esos fantasmas que habían sido borrados temporariamente. Entonces, la caída. Y como en realidad es una re-caída, el laberinto se vuelve mucho más frondoso, la iluminación es más mala y las cosas que ya empiezan a repetirse pierden cierta emoción que mantenían el suspenso en el comienzo, y casi que todo se vuelve una gran farsa. Ese es el momento perfecto para coquetear con el suicidio. Y no porque sea algo insoportable volver a transcurrir lo ya olvidado, sino porque resulta poderosamente aburrido, poco estimulante. A nadie le gusta vivir en una comedia de farsantes. Sí que está bueno verlas, los sábados a la noche tirado en la cama, con una picada y una birra fresca. ¿Pero vivir en una comedia dramática? No, gracias. Además, en el barrio, no hay guionistas tan buenos. Es más, ni siquiera son pasables. La narración sería escueta y me tendría deparado un par de escenarios ineludibles: el supermercado chino, un café semi desierto y mal atendido, la costa un día de frío insoportable y el parque Camet el domingo con asados mal diagnosticados y humo de motos ruidosas. En medio de todo eso, la historia preparada para mí, tendría un par de personajes fijos: un amigo esquizofrénico y fanático del fútbol, una mujer misteriosa que no me quiere, tres extras más que se la pasan mirando pavadas en Youtube y un par de libros que molestan hasta que se descubre que son: La parte recordada de Fresán y Por la parte de Swan de Proust. Muchas páginas de poca acción y demasiadas interpretaciones, en busca del tiempo perdido que no voy a recuperar jamás. Gracias por eso, amigos guionistas. Supongo que me la pasaría dando vueltas hasta que un andamio me parte la cabeza y THE END. La escena final sería una carta, que supuestamente dejé yo, como un testamento anticipado, porque un escritor debe ser consciente de que en cualquier momento se nos puede caer algo en la cabeza y decretar el final de la vida. Bueno, en el testamento, que en verdad es una confesión muy formalizada, habría espacio para la nada misma de una vida. Esa nada misma sería repartida entre cada uno de los personajes que aparecieron en la historia, porque a fin de cuentas todos ocupan un mismo plano, al igual que el supermercado chino y ese café que ya se parece más a una de esas cervecerías que tiene un yenga en las mesas, para que parezca que hay algo más para hacer que solo simplemente embriagarse para completar páginas y páginas de una historia que, seamos sinceros y buenos con los guionistas, no valía la pena ser contada. Y ahora hasta mañana, me voy a dormir, porque es lo mejor que un personaje de ficción puede hacer. Queda en silencio cada escena, con la ausencia de un presente que descansa, para poder volver al laberinto mañana por la mañana, con bufanda y un par de guantes, esas prendas de utilería tan necesarias los meses fríos, que son casi todos......................................................... Aunque tengo un mensaje esperanzador para el cierre, no quiero amargarte el fin de semana largo, la fecha patria número uno y la llegada del turno para la vacuna. Es el final de la lectura del libro de César Aira, y por supuesto le voy a robar: No te olvides nunca de escapar siempre para adelante, aunque no tengas mucha idea de para dónde es ese lugar. Con la sensación de que huimos hacia lo divertido del deseo nos vamos a arreglar -como Kazuya en la foto de la portada del manga que acabo de conseguir, que por eso está ahí¿?(-. FIN, ahora sí.


*Como fondo musical, algo de una banda que mezclaba cosas dejándose llevar por el deseo. Algo así como la búsqueda de la libertad total:

***************************Hasta la semana que viene******************Humildemente hipnopartizado, Juan*****************************Sigamos escribiendo hasta que se apaguen los vientos******************************


Comentarios

Entradas más populares de este blog

FALTÓ ALGUIEN QUE EMPUJE (la única vez que vi a mi tío jugar)

  En esta historia, que no me pertenece, hay un comienzo que podría considerarse la verdadera historia. Porque el grado cero es el siguiente: una mañana corriente como cualquiera de las que gastamos sin recordar, recibí una carta. En otros tiempos pasados, esto sería un detalle. Pero hace tantos años que no recibo cartas, que la sociedad no escribe cartas de puño y letra, que el hecho resulta casi fantástico. Hay (des)honrosas   excepciones, como las cartas documento que traen pésimas noticias, y los resúmenes de tarjetas que van por ese mismo lado indeseable de la escritura. Por lo general, tienden al abuso de un registro formal que ya no existe, y ese es quizás su único atributo, ser las depositarias de un registro en extinción, como una suerte de resto de animal prehistórico preservado para las siguientes generaciones. Entonces me tomé el tiempo, el lugar y el contexto necesarios para la lectura de esa pieza única. Como arqueólogo de historias, la lectura es más bien un degustar cad

Mitad

Está lloviendo ahora sobre toda esta ciudad y son las 12:30 pm a lo largo y ancho del Meridiano de Greenwich y yo he crecido entre gente que es joven y gente que no es joven entre autos, papeles bond o bulky, artefactos y escaleras artefactos y clientes. Y avisos de la desesperación o la locura. ( Paradero , de Juan Ramírez Ruiz)   Podría decir que la poesía existe para que me den ganas de tirarme del octavo piso del edificio en el que (no)estoy viviendo ahora. Mejor dicho, en el edificio donde estoy muriendo desde hace rato. Como una banana que se pasa de su madurez, y que empieza a despedir un olor rancio de otros momentos, de otras décadas. Una mala comparación de un mal escritor. Pero créanme, es lo mejor que me sale, esto de sentarme a morirme o escribir. Para el resto de las cuestiones me considero mucho menos que mediocre. A excepción, tal vez, de lavar los platos, una actividad que sintetiza como sinécdoque, porque ese coso vale por todos los cosos que se ensuci

Divagues del yo

Eso que se ve, digo, no fue tan así. A lo mejor sí que sentía algo especial por aquella persona en ese momento. O a lo mejor no. Verán, a veces es el lenguaje el que me lleva a inventar ciertos sentimientos, que por ahí no son así. ¿Me explico? Ni un poco. Bien, digamos que alguien viene de repente y me muestra en un televisor de los de ahora, uno de esos con inteligencia televisiva, una serie. Sería una tragicomedia de muy bajo presupuesto, y resulta que el protagonista soy yo. Entonces, en el primer capítulo se reconstruye mi nacimiento, mi infancia, y así. Como esos primeros años son muy distantes y difusos, digamos que voy a confiar bastante en el director, en el guión, porque no estoy muy seguro de nada. Pero entonces llega, supongamos, el tercer capítulo, y ahí sí que no me lo creo. Aparezco yo con un conjunto de personajes que la verdad no recuerdo haber querido tanto, ni que hayan marcado para nada mi vida. A lo mejor a alguno de ellos le dije “te amo”, qué se yo. Puede ser. ¿V