Sombra acercándose

 

“En mis fotografías no hay puntos medios, me expreso a mí mismo y a mi corazón” – Fan Ho

 


Estar en el momento preciso, observando la escena justa, con los personajes necesarios, en un contexto totalmente adecuado. Y que todo eso sea lo suficientemente relevante para ser pasado por el tamiz de la propia sensibilidad, el punto de vista del artista. Algo así, pero con otras palabras y en chino, decía el fotógrafo Fan Ho sobre su manera de encarar la fotografía. Por supuesto que vale para cualquier tipo de arte. El lugar, el personaje ideal, la situación y el espíritu, toda una conjunción virtuosa que suele terminar bien en las manos correctas. No sería mi caso, no sería este atardecer de invierno primaveral en el barrio Rivadavia. Y no porque no haya todas esas cosas que Fan Ho encontraba en las calles de Hong Kong, acá en Mar del Plata. Al contrario, todos esos claroscuros, esos asfaltos mojados y desoladores, esos paseantes solitarios y con cabezas gachas que pueblan las fotos del artista chino, sobran a lo largo y ancho de la avenida Jara. Pero lo que no encuentro es el punto de vista adecuado, las palabras que le den a los personajes ese mismo contraste angustiante y desolador que emanan tanto acá como en Hong Kong. Me hago cargo, es culpa mía y de nadie más. Hace un tiempo, le dije a una persona que quiero demasiado, que no me crea nada de lo que le diga. Vaya idiota, ¿no? Pero algo de razón había en esa especie de confesión medio pelo. Lo que en realidad quería significar era que el lenguaje – además de que carece de inocencia – es algo totalmente opaco. No tiene ningún tipo de transparencia ni luz deslumbrante, es lenguaje, un artificio más para tratar de acomodar un poco la realidad. Escribo realidad, pero sabemos muy bien que eso es imposible para el lenguaje. Entonces, el arte y su punto de vista, irreal pero más cerca de la realidad. La paradoja del arte: en esa serie de fotos de las calles de Hong Kong está el reflejo del espíritu de Hong Kong, aunque es un artificio en blanco y negro, exagerado por el contraste de la luz y la sombra. Sin embargo, esos retazos cambiados de Hong Kong son la realidad de Hong Kong, mucho más que una filmación en HD hecha hoy con un celular de última generación. Entonces gracias totales al arte, a los artistas y a esas cosas que todavía siguen distinguiéndose por guardar algún tipo de alma, espíritu, aura, o como quieran llamarle al exceso de vida que percibo también hoy, en el barrio Rivadavia. Ya va quedando poco espacio en la vereda para el sol, la sombra del atardecer gana su pulseada diaria, es su momento, y es el mío para mirar cómo un par de motos pasan un semáforo en rojo haciendo willy, mientras una pareja de ancian@s miran y gritan “ojalá que se caigan y se rompan la cabeza”. Una peluquera se fuma un cigarrillo en la puerta de su negocio, con el celular en la mano, tal vez chequeando una huevada en las redes sociales, tal vez contestando un audio de Whats app que le dice que no se olvide de comprar una birra de vuelta a la casa, tal vez leyendo azorada en un portal informativo que encontraron muerto en la vía pública a Palo Pandolfo, y qué cagada que las noticias importantes siempre sean los momentos de las muertes y no los retazos hermosos de vida compartida con el arte. Ahí estaría una buena idea, inventar una red social donde la gente, tod@s, pudiéramos compartir alguna expresión artística propia. Sin corazones ni comentarios posibles, sólo entrar para expresar algo y compartirlo sin pedir nada a cambio, una cadena sin pretensiones de negocio, para entrar, compartir y mirar expresiones artísticas de cualquier lado del mundo, todas originales, sin importar calidad o temática. Levanto por última vez mi botella de cerveza, para descifrar si todavía queda un culito, y sí. Qué alivio, un último trago y a seguir viaje, porque empieza a refrescar, como todas las tardes de invierno, ninguna novedad bajo el sol que ya se retiró. Ahora sí que se puso todo el barrio oscuro, y que las luces medio anaranjadas ponen un tono sepia bastante único a la avenida y sus locales, que empiezan a cerrar. Sé que por adentro se suceden un montón de otros hechos, algunos copados y otros muy de mierda. De los segundos nos vamos a enterar en los portales informativos y noticieros de mañana. Obvio que lo copado de la vida de las personas no vende, una lástima. Vuelvo caminando a la vereda que me da asilo, y sigo pensando un poco en ese fotógrafo chino y su obsesión por los contrastes, por la luz y la sombra. Me siento un poco esa mujer contra la pared, buscando algo de luz antes de que sea demasiado tarde, con la cabeza gacha, tal vez pensando en todas esas cosas que pudieron ser y no fueron, o imaginando una nueva historia, quien sabe. Y esa sombra que parece avanzar y cobrar la densidad necesaria como para acentuar la preocupación del personaje principal. Una foto existencial, una simetría perfecta, a lo mejor una carambola del ojo virtuoso del fotógrafo. No se me ocurre que algo así me pueda llegar a salir nunca, y mucho menos con palabras. Lo más cerca que puedo estar de aquello es sosteniendo la irrealidad de esa frase, que a su vez hace base en el carácter opaco del lenguaje, que avanza sobre la luz casi sin que lo podamos notar: no creas nada de lo que escribo.

 

****La manera correcta de interpretar un hecho no existe. Pero es conveniente dotar de sentido esa interpretación, por eso afirmo indefectiblemente que la forma adecuada de leer – que siempre es re leer- esta reflexión/nota/loquesea es con esta música de fondo:  


***********************Humildemente, Juan Scardanelli, con la cabeza en alguna parte****************que no es esta*************************************

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

El príncipe de Persia

Saltar, pasar en zigzag. Supongamos que un príncipe Persa cierra los ojos mientras le cae una bomba en el medio de la cabeza, y todo estalla...