Ir al contenido principal

Corazón adecuado en lugar equivocado



"Un hombre más o menos común,

independiente, sensato, pensante,

con mucho sentido del humor"

 

La mirada al frente, por disposición genética.

Un ojo que ya no lee bien,

la oreja inútil,

el pelo del color de la nieve sucia,

el ritmo acelerado de la sangre,

un laboratorio esperando exámenes

y dos o tres recuerdos fuertes,

los que se aferran al pasamanos de la vida,

algunas sonrisas y más llantos,

las doce de la noche con copas siempre,

una película que nadie vería,

todos los libros del despreciable Nabokov,

los poemas de Parra,

unas dedicatorias mentirosas,

el oficio de sobrevivir al desamor,

algunas catástrofes también,

esos versos:

"tranquilo, todo va a estar bien"

"ya nos volveremos a ver"

y las comidas del domingo al mediodía.

Después,

todos los caprichos de la baraja del tiempo,

los versos de historias que no encajan,

edición, pegar, recortar, borrar, adherir,

pensar en los días como tréboles de tres hojas,

tan corrientes como parecidos entre sí,

un par de traiciones,

los despegues hasta el sol,

tantos límites,

y el día que te das cuenta

de que los sentimientos

también pueden morirse,

evaporarse como el invierno,

quemarse como el verano,

barrerse como el otoño.

La primavera es la estación de la vida,

una triste esperanza,

volver a empezar

para volver a terminar.


***Y esa pésima sensación de que lo peor de la vida es la espera de lo inevitable, no el instante de su concreción. Y qué mejor que: 


 ***********************Con humildad y buen cariño, Juan Scardanelli****************Desde el barrio Rivadavia*************

Comentarios

Entradas más populares de este blog

FALTÓ ALGUIEN QUE EMPUJE (la única vez que vi a mi tío jugar)

  En esta historia, que no me pertenece, hay un comienzo que podría considerarse la verdadera historia. Porque el grado cero es el siguiente: una mañana corriente como cualquiera de las que gastamos sin recordar, recibí una carta. En otros tiempos pasados, esto sería un detalle. Pero hace tantos años que no recibo cartas, que la sociedad no escribe cartas de puño y letra, que el hecho resulta casi fantástico. Hay (des)honrosas   excepciones, como las cartas documento que traen pésimas noticias, y los resúmenes de tarjetas que van por ese mismo lado indeseable de la escritura. Por lo general, tienden al abuso de un registro formal que ya no existe, y ese es quizás su único atributo, ser las depositarias de un registro en extinción, como una suerte de resto de animal prehistórico preservado para las siguientes generaciones. Entonces me tomé el tiempo, el lugar y el contexto necesarios para la lectura de esa pieza única. Como arqueólogo de historias, la lectura es más bien un degustar cad

Mitad

Está lloviendo ahora sobre toda esta ciudad y son las 12:30 pm a lo largo y ancho del Meridiano de Greenwich y yo he crecido entre gente que es joven y gente que no es joven entre autos, papeles bond o bulky, artefactos y escaleras artefactos y clientes. Y avisos de la desesperación o la locura. ( Paradero , de Juan Ramírez Ruiz)   Podría decir que la poesía existe para que me den ganas de tirarme del octavo piso del edificio en el que (no)estoy viviendo ahora. Mejor dicho, en el edificio donde estoy muriendo desde hace rato. Como una banana que se pasa de su madurez, y que empieza a despedir un olor rancio de otros momentos, de otras décadas. Una mala comparación de un mal escritor. Pero créanme, es lo mejor que me sale, esto de sentarme a morirme o escribir. Para el resto de las cuestiones me considero mucho menos que mediocre. A excepción, tal vez, de lavar los platos, una actividad que sintetiza como sinécdoque, porque ese coso vale por todos los cosos que se ensuci

Divagues del yo

Eso que se ve, digo, no fue tan así. A lo mejor sí que sentía algo especial por aquella persona en ese momento. O a lo mejor no. Verán, a veces es el lenguaje el que me lleva a inventar ciertos sentimientos, que por ahí no son así. ¿Me explico? Ni un poco. Bien, digamos que alguien viene de repente y me muestra en un televisor de los de ahora, uno de esos con inteligencia televisiva, una serie. Sería una tragicomedia de muy bajo presupuesto, y resulta que el protagonista soy yo. Entonces, en el primer capítulo se reconstruye mi nacimiento, mi infancia, y así. Como esos primeros años son muy distantes y difusos, digamos que voy a confiar bastante en el director, en el guión, porque no estoy muy seguro de nada. Pero entonces llega, supongamos, el tercer capítulo, y ahí sí que no me lo creo. Aparezco yo con un conjunto de personajes que la verdad no recuerdo haber querido tanto, ni que hayan marcado para nada mi vida. A lo mejor a alguno de ellos le dije “te amo”, qué se yo. Puede ser. ¿V