- I -
La cuestión era esa, la de morir sin el más mínimo de los
sentidos.
Peor, no debiendo morir.
Un soldado del bando triunfador de alguna de tantas guerras,
que es prisionero por ansioso,
y va rumbo a ser fusilado por un ejército derrotado, en fuga
hacia la extinción y el silencio.
La cabeza que no para, pensar que mañana habrá una fiesta a
la que no podrá asistir,
que sus amores vivirán la libertad por la que luchó,
pero él estará enterrado en una fosa común,
junto a un montón de otros cuerpos – fusilados – no vivos –
sin rostro.
Que mañana será ese mundo por el que murió,
¿pero qué sentido tiene si no va a estar ahí?
¿cuál habrá sido el sentido de su vida?
No había tenido tiempo de pensar, hasta ese momento.
No era justo,
pero la vida y sus vicisitudes no entienden de justicia,
son solo una acumulación de accidentes,
cosas que se ponen en contacto,
que aparentan racionalidad,
objetividad,
pero que en verdad
son azarosas
y no tienen emoción.
Se daba cuenta en ese último instante,
camino al patio,
al paredón de fusilamiento.
Se necesitan un crepúsculo y un espacio amplio de fondo,
para dar una última mirada y descubrir,
por primera vez y para siempre,
qué se quiere de la vida.
- Las escopetas con su
forma de guillotina, su forma de águila asesina, aves rapaces a la espera del
fusilamiento -
- II -
Y si ese fusilamiento queda trunco,
justo en el momento en que va a suceder…
Preparen armas,
pelotón, ¡firmes!, Apunten…
Y el fuego es cruzado desde los flancos del patio.
Todo es humo, gritos, desesperación y lluvia de plomo,
que se cobra la vida de todo un regimiento,
de su comandante y hasta de los pobres asistentes y sus
perros.
Y se salva una vida condenada a cambio de un centenar.
La Historia cobra un sentido
¿Y qué con esa vida, que estaba juzgada?
Continuará, se extenderá la condena, y será peor.
Su ciclo de sufrimiento se contagiará
sobre quienes podrían haber gozado de otro destino.
Cada huella impensada,
cada paso fusilado,
será condenado en su lugar.
Nadie frenará su accionar siempre trágico,
porque habrá perdido la contención de su salvajismo nato,
ll miedo ya no surtirá efecto en él,
y con esa confianza ciega
continuará sacrificando vidas inútilmente,
como las del patio,
en ese crepúsculo,
ese día.
La locura triunfante lo confundirá,
lo hará justificar la peor barbarie.
Pero esa es una historia que es preferible
no contar nunca más,
por respeto a la humanidad,
al oxígeno,
a esos futuros destruidos,
que hay que imaginar,
hubiesen sido mejor.
- Dejame pensar que
otra Historia es posible, así no duele tanto -
- III -
Hoy presente. El del hermoso dolor. Siempre presente.
Quedó en el centro de un pozo de plomo.
Intacto.
Se arrastró pidiendo piedad.
Lloraba con los oídos zumbando.
No se sentía vivo.
No estaba muerto.
Años más tarde, volvería sobre esa imagen,
ese recuerdo:
Él enterrado en el crepúsculo de un patio de fusilamiento.
La escena lógica, montada para su final.
El final de un tipo puesto a jugar de soldado,
un juego que no entendía,
pero que otorgaba cierta reputación,
algún poder en la realidad.
Y eso era lo único que podía apostar.
pero en esa escena se arrastraba
sobre tierra mojada por sus propias lágrimas.
Alguien le habló, otros lo levantaron,
se desmayó.
Despertó en un camión, en el acoplado.
Era uno más, un soldado herido, salvado.
Le dolía todo el cuerpo,
era presente.
El lugar apestaba a sudor y sangre y meo.
Algunos hablaban de una victoria rutilante,
él no entendía,
se recordaba ingenuo,
como la Historia hasta aquel día.
Los héroes del patio de fusilamiento,
los llamarían.
Él sería distinguido coronel.
Él sería encargado de fusilar personas,
en cualquier crepúsculo,
en un patio con olor a Historia,
a sangre y sudor y meo.
Sus lágrimas, mojando la tierra seca.
-Porque la Historia,
muchas veces, resuelve sin razonar. Y se equivoca –
- IV -
Haber sobrevivido para eso, no tiene espíritu.
Morir, morir fusilado un atardecer,
y ser recordado como un futuro trunco,
lleno de los deseos más justos
¡claro!
En ese momento no, no lo pensaba, estaba atrapado
en el Cuerpo, en presente.
Se quería salvar de cualquier cosa y como sea.
Esa mierda tiene el Cuerpo, el presente.
Si lo razonaba un instante, un segundo,
levantaba la cabeza,
salía de ese agujero,
miraba al sol esconderse
tras los picos de unas montañas extranjeras,
por última vez…
No, no sabía que las cosas terminarían en un futuro tan
lamentable.
Tendría que haberlo sospechado.
El Tiempo corroe todo, corrompe todo,
desfigura las sombras.
Levantaba la cabeza para el último suspiro,
profundo, al aire puro del patio oscurecido,
un olor fuerte revestido de muerte,
caer, delirar el último llanto,
pensar en todas las historias de amor
que podría haber forjado
y ya…¡Maldito Cuerpo!
¡Cagón despreciable!
“Te metiste en el pozo para salvarte de la gloria
Y dejar que el tiempo pasara,
para verme cómo destruía todos los deseos,
el amor y el mundo.
Cuánto sufrimiento habría ahorrado,
cuánto menos daño habría hecho.
La gloria es para quien la merece.
Eso sabía mi Cuerpo,
eso supiste ver en mis ojos.
Entonces lloro, lloro en la soledad
de los traidores,
condenados a vivir cientos de años,
para recordar todos los días
las cosas horribles que vivieron,
que hicieron, que hicimos,
que no vamos a poder cambiar,
que no vamos a poder borrar:
Uno piensa que la Historia habló,
en los puños y las lenguas de los cobardes”
- En ese patio no hay
héroes, solo un rejunte de codiciosos, tratando de alargar su Tiempo de aves
rapaces -
****************Humildemente, el ya tantas veces fusilado Juan Scardanelli*******************************Que escuchaba esta canción, que es la que sonaba hoy a la tarde en la vereda de Castelli y Francia, barrio Rivadavia, mientras sonaban sirenas destituyentes:
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