Ir al contenido principal

Sobre el tiempo, parte II



Todo esto sucedió, más o menos (Matadero Cinco, Kurt Vonnegut)

Me quedé sin palabras el último martes a las tres de la mañana – aunque a esa hora, durante todo el año en esta parte del mundo, es de noche – y ese fue el momento en el que, finalmente, pude dormir. Como si se tratara de la serie más larga y mortificante de la historia de la televisión, el último capítulo de la escritura de mi novela fue eso, un final de doble duración. Por un lado, me di cuenta de que ya no había nada más por escribir. Por el otro, me quedé profundamente dormido, luego de meses de insomnio. Una cosa llevó a la otra, mejor dicho, una cosa ocasionó la otra. El exceso de palabras escritas, la velocidad que ya sobrepasa el razonamiento y la invención y la investigación y la lectura y la relectura y toda esa pila de cosas para revisar con forma de hormigas y las pastillas soñadoras dando vuelta y…hay que parar, me decían a los gritos, quienes me quieren y se preocupan por mi salud. Tenés que frenar un poco, por qué no te tomás unos días y etcétera. Pero no se puede, o yo no puedo, que es decir lo mismo. Las palabras ya estaban ahí, acumulándose, buscando el tobogán de salida, y yo era una especie de guarda, les tenía que dar el permiso, tenía que señalarles dónde podían empezar a desplegar lo que vaya a saber qué terminarían desarrollando. Y seguir a pesar de todo ese cansancio, de tratar de esquivar otros compromisos, de dar explicaciones y gastar energía en convencer a la gente de que escribir es un trabajo. Esa es la única manera en la que alguien que no escribe te puede llegar a entender. ¿Pero quién te va a pagar por una novela a esta altura del partido, en esta ciudad y siendo vos quien escribe? Pero claro, se trata de otra cosa, en verdad. Para el que escribe, escribir es como respirar y leer. Son funciones inherentes a la condición humana. Y por eso hay que pedir perdón demasiadas veces, y estoy cansado, terminé una novela – creo, ya estoy dudando – no tengo más energías para explicar cosas que por ahí parecen ciencia ficción. ¿Y qué es la literatura sino ciencia ficción? Y no creo que haya algo más interesante, si ahora me dotaran con ese poder que tenía Billy Pilgrim para viajar en el tiempo, con solo apoyar la cabeza en la almohada y…….
………¿Eso es un ser humano sin barbijo, en un almacén? No te lo puedo creer. ¿Esos son Chiclets, la caja amarilla? No puede ser. ¿Esas son cajas de galletas, sin paquetes? Qué locura, pensar que de donde uno viene nada de eso es posible. Y no porque no estén los medios para hacerlo otra vez, sino porque las personas decidimos olvidar y hacer de cuenta que progresamos, como si el tiempo no sucediera todo junto, a la vez y en un instante. En serio, me llevo esos Chiclets y un cuarto de esas Sonrisas, de ese hermoso frasco gigante de galletas, y qué bueno que no tengo ningún aparato encima y que los teléfonos se quedan en casa, esperando porque uno los habilite a intervenir en la vida, pero cuando ya esté de vuelta, echado, y que en la tele estén pasando una de esas películas de sábado por la tarde, Conan el bárbaro, con Grace Jones, con ese cuerpo de diosa negra venida de otra galaxia y…..
……El chiste es que si te quedás dormido, podés viajar en el tiempo. El mejor chiste es que, si te vas para adelante, podés revivir tu muerte como un hecho más, totalmente simple y bastante poco emotivo y para nada dramático. Y sí, por ahí estoy en un geriátrico, porque puede ser muy de mi tercera hija eso de tirarme en una institución, porque ya no me aguanta más desde que la mamá se murió y yo no experimenté ningún signo de dolor. Y claro, si la puedo volver a ver en cualquiera de esas mañanas, que son noches, como si fuera la primera vez. El tiempo, no lo olvidemos más, se da todo junto ante nuestros sentidos. Ahora puedo estar sin respirar, clínicamente muerto, sentado en una mecedora de mimbre en el living del geriátrico “Tralfamadore”, mientras dan un programa de gente que baila en la tele, conducido por el nieto de Marcelo Tinelli y la hija de Messi…….
.....Ora vez en lo que se da en conocer como presente, presente, presente. El de vedad, el que no conoce el sueño, el de las palabras que ya dejaron de salpicarme el cuerpo, los ojos irritados, los dedos calientes. Creo que terminé la novela, pero estoy cada vez menos seguro. En verdad, estoy totalmente inseguro. Tampoco sé mucho cómo sigo al otro día que termino una novela. ¿Sentiré alivio en algún instante? No parece. Más bien, lo que empiezo a padecer es otro ataque de ansiedad de escritura, porque después de esto hay que seguir, ¿no?. El camino continúa, aunque no haya palmada de felicitación. Es como una maratón sin línea de llegada, pero que se ve a lo lejos, y parece que siempre la estás por cruzar y seguís corriendo, persiguiendo historias, palabras, robando historias, palabras, esas hormigas, un silencio, un bostezo….
….Acá estoy, un día después de escribir mi primera novela. Esto es llamativo, porque no siento nada especial. O sí. Hambre, cuando termino de escribir sin dormir por tanto tiempo me da mucha hambre. Me como todo lo que tengo en la heladera, pero ¡Cierto! En ese momento pasado-presente todavía estoy/estaba en pareja. Se despertó de buen humor, parece más contenta que yo por haber terminado la novela. ¿Se habrá dado cuenta de lo que va a pasar? No creo, porque tampoco importa. Lo bueno es que preparó un pollo con papas que hace décadas no como, con esa salsa y esa destreza para destrozar al pollo y dejar las porciones tan prolijas. Entonces mastico como un verdadero cerdo. No hay barbijos tampoco en este día, aunque sí ya aparecen en las historias los teléfonos que empiezan a llevarnos, y las redes (in)sociales. Pero no importa, son detalles. Lo que en verdad resulta trascendental es el pollo. Y después una fruta y un té y tirarse a la cama abrazados y – esto va a doler un poco – me duermo…..
….Te dije, Juan, que ya vas a volver a escribir. Tenés un bloqueo, nada más. Hace poco te separaste, te sentís un poco sólo, es lógico. Pero vas a ver que más adelante va a estar todo bien. Vas a ponerte con una nueva novela, vas a conocer a alguien, vas a dormir mejor, confiá. No te vayas a cerrar, por favor. Cerrarse es dañino y trae muy mala suerte. Aparte entre el surf, el trabajo y la pila de libros que tenés ahí, podés aguantar una guerra nuclear. ¿Qué es eso, es pollo (des)trozado?, parece que lo despanzurraste. Por qué no te vas a la cama un rato, yo te dejo. Nos vemos en la semana. No estés mal……..
¿Presente? ¿Pasado? ¿Futuro? Puedo estar en cualquiera de esos momentos. Estoy sentado frente a una página en blanco, siempre vieja, siempre nueva. Tengo que seguir escribiendo para sobrevivir, como el primer día que me pasó. No sé qué hora pueda ser, tampoco importa. No sé si acabo de nacer o de morir. Las palabras me vuelven a acechar, no tengo más relación que esa. Intento interpretar el momento, ¿tengo sueño, hambre, tristeza, alegría? Todo junto y sin clasificar. Me pongo a escribir ahora, ya, para siempre y por siempre. Si estás leyendo esto, por favor, sabé que no frené en este punto. Y si podés, dejame bien trozado un pollo, lo voy a necesitar en cualquier tiempo que nos volvamos a encontrar. ¿Ya nos conocimos, no te conté?   

***Y que siga sucediendo, porque aunque no parezca, esto es un lugar para estar:
****************Con humildad de gente de mar, Juan Scardanelli, dedicado a quienes naufragan las noches sin dormir********************************Nos veremos***************tal vez*******************ya nos vimos******************en otro insomnio*********************


Comentarios

Entradas más populares de este blog

FALTÓ ALGUIEN QUE EMPUJE (la única vez que vi a mi tío jugar)

  En esta historia, que no me pertenece, hay un comienzo que podría considerarse la verdadera historia. Porque el grado cero es el siguiente: una mañana corriente como cualquiera de las que gastamos sin recordar, recibí una carta. En otros tiempos pasados, esto sería un detalle. Pero hace tantos años que no recibo cartas, que la sociedad no escribe cartas de puño y letra, que el hecho resulta casi fantástico. Hay (des)honrosas   excepciones, como las cartas documento que traen pésimas noticias, y los resúmenes de tarjetas que van por ese mismo lado indeseable de la escritura. Por lo general, tienden al abuso de un registro formal que ya no existe, y ese es quizás su único atributo, ser las depositarias de un registro en extinción, como una suerte de resto de animal prehistórico preservado para las siguientes generaciones. Entonces me tomé el tiempo, el lugar y el contexto necesarios para la lectura de esa pieza única. Como arqueólogo de historias, la lectura es más bien un degustar cad

Mitad

Está lloviendo ahora sobre toda esta ciudad y son las 12:30 pm a lo largo y ancho del Meridiano de Greenwich y yo he crecido entre gente que es joven y gente que no es joven entre autos, papeles bond o bulky, artefactos y escaleras artefactos y clientes. Y avisos de la desesperación o la locura. ( Paradero , de Juan Ramírez Ruiz)   Podría decir que la poesía existe para que me den ganas de tirarme del octavo piso del edificio en el que (no)estoy viviendo ahora. Mejor dicho, en el edificio donde estoy muriendo desde hace rato. Como una banana que se pasa de su madurez, y que empieza a despedir un olor rancio de otros momentos, de otras décadas. Una mala comparación de un mal escritor. Pero créanme, es lo mejor que me sale, esto de sentarme a morirme o escribir. Para el resto de las cuestiones me considero mucho menos que mediocre. A excepción, tal vez, de lavar los platos, una actividad que sintetiza como sinécdoque, porque ese coso vale por todos los cosos que se ensuci

Divagues del yo

Eso que se ve, digo, no fue tan así. A lo mejor sí que sentía algo especial por aquella persona en ese momento. O a lo mejor no. Verán, a veces es el lenguaje el que me lleva a inventar ciertos sentimientos, que por ahí no son así. ¿Me explico? Ni un poco. Bien, digamos que alguien viene de repente y me muestra en un televisor de los de ahora, uno de esos con inteligencia televisiva, una serie. Sería una tragicomedia de muy bajo presupuesto, y resulta que el protagonista soy yo. Entonces, en el primer capítulo se reconstruye mi nacimiento, mi infancia, y así. Como esos primeros años son muy distantes y difusos, digamos que voy a confiar bastante en el director, en el guión, porque no estoy muy seguro de nada. Pero entonces llega, supongamos, el tercer capítulo, y ahí sí que no me lo creo. Aparezco yo con un conjunto de personajes que la verdad no recuerdo haber querido tanto, ni que hayan marcado para nada mi vida. A lo mejor a alguno de ellos le dije “te amo”, qué se yo. Puede ser. ¿V