Tenemos pasiones que con el paso del tiempo vamos a ir olvidando. Pero este experimento que llamamos vida, solo admite un sujeto por vez: yo. Así que debería cambiar de opinión, rápido. Digo, entonces, como único sujeto experimental que puedo llegar a utilizar para el pensamiento: por efecto del tiempo voy olvidando mis pasiones. Por ejemplo, las novelas de Cortázar. Antes las citaba hasta para ir al baño, ahora prácticamente se me olvidaron todas, a excepción tal vez de Los premios, ese viaje en un crucero de cuarta, que más que un premio era un castigo. Algo así se siente en este momento de la vida. Estoy como en un crucero encayado en un mar barroso, como las costas de Tijucas, en Santa Catarina. Un lugar como de frontera, de baja expectativa, de personajes todavía por ser delineados o transformados por completo. Solo una certeza, la de que debería seguir un movimiento. Es fácil hacer un rápido análisis del presente, hoy. Los motivos de cada bamboleo, la resistencia contra las injusticias siempre al orden del día, los caprichos inhumanos de la ultraderecha, y todas esas malas ficciones que describen territorios de fantasía que son como el patio de una casa clase media, un domingo de fideos con tuco y familia. El crucero como un presente que debiera ser movimiento perpetuo, amplitud de horizonte. Pero no, es más bien un barril estancado en el fondo de una historia que es lodo espeso. Esperar por una propuesta estimulante para poder volver a puerto seguro, pero sin repetir episodios fallidos. Quiero decir, el sujeto experimental reacciona con cierta lógica, insiste con lo que funcionó bien en el pasado. Lamentablemente su memoria a veces es una manta corta, con falta de entrenamiento. Por lo que habrá un segundo momento en que no alcance solo con eso. La lógica y sus limitaciones. ¿Cómo construir un crucero que sí llegue a buen puerto y pueda seguir funcionando en el futuro, sin volverse dogma redundante, museo arqueológico, vigilante de reserva natural de ideología en vías de extinción? Un gran premio. Imagino una respuesta en boca de un sujeto experimental, que deberá evolucionar hacia otra cosa, un nuevo nosotros, donde todos los mares puedan ser surcados, donde los premiados y las premiadas realmente logren torcer el rumbo hacia algo con sabor a futuro vivible. Decir futuro, insisto, es imaginar un lugar donde las viejas pasiones mudaron hacia algo más vivo. Nuevas pasiones con el ADN del nosotros de siempre, con sus banderas nobles, el combustible del crucero. Y todos esos corazones derrotados tomando el puerto con la esperanza puesta en cada rayo de sol, en cada luz que disipe la neblina de esas mañanas confusas, en las que el sujeto experimental se sienta diluido en el sopor de la realidad que lo aplasta. Y ya va siendo hora, también, de cambiar esas metáforas quemadas, y de sacudir las comparaciones de siempre. Desde la escritura se pueden inventar dispositivos mucho más estimulantes que un nuevo auto o un celular con mejor inteligencia artificial. ¿Y qué si no lo logramos? El sujeto experimental se irá hundiendo con su lógica, dentro del crucero que le prepararon como premio a su intrascendencia. Una cárcel que perdurará por haber aceptado sin chistar las prohibiciones y reglas de un juego manejado por emperadores de cartón, que están convencidos de la existencia de fuerzas divinas porque no pueden sostener un argumento con algo de coherencia. Esa pasión de convento, torpe y ciega, que hace el mayor daño en nombre de un orden que no entiende. Una pasión tan vieja como los pilares que la sostienen , como los pecados que dice castigar.
*Advertencia: el crucero "Malcom" que compartimos tiene algunas prohibiciones, como recordarán de la novela de Cortázar. Lo que sí se puede (y se debe) es cambiar en el transcurso del viaje, pero sin repetir desde el principio, ni soplar desde frases hechas por dogmas deshechos.
**Música de fondo camino a cualquier manifestación por las cosas que sabemos valen la pena:
*****,****:*****.***humildemente, Juan*****sujeto experimental*****
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