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La llegada del hombre blanco y yanqui a la luna

Esto puede ser la recreación en palabras de aquello que, a lo mejor, pudo bien no haber pasado. Un día de julio del año 1969, Stanley Kubrick tomaba sol en una playa de California, mientras en algún set de filmación, en algún galpón perdido de todo Hollywood, se filmaba una película sobre un tipo que soñaba que llegaba a un extraño lugar, donde sabía bien que no lo esperaba nadie, en un terreno que no tenía nada para ofrecer, apenas un poquito de gravedad. Esa fuerza que nos atrae al suelo, en ese lugar soñado casi no existía. Entonces el tipo llega a ese no-lugar, y pasa todo lo que sabía bien que iba a pasar, porque lo estaba soñando. Nada. Absolutamente nadie lo recibía, y no había nada para hacer allí, salvo dar vueltas y pegar grandes saltos, laaaaargos despliegues que significarían un avance para la humanidad, en caso de encontrar la propaganda correcta, el director correcto y el galpón de filmación adecuado. Este hombre que soñaba no era cualquier hombre. Era el hombre dueño de todos los mundos. Tenía una serie de características que lo diferenciaban del resto, que le daban todo el poder. Porque en la imagen estaba todo, y eso era lo que se estaba descubriendo. Para ganar las batallas más encarnizadas, había que hacerse de la imagen, mucho antes que el enemigo. De ahí comenzaría toda una catarata de significados que explotaría cierta rama de la psicología, y cierto tronco putrefacto de la todavía inexistente -pero pronta a existir- autoayuda. Superar, iluminar, animarse, saltar, continuar, estarse solo con el éxito porque uno se lo merece más que nadie, y un largo y tedioso etcétera a prueba de gravedad. Así se empezaba a escribir esa nueva historia, la del fin de la Historia. Ya no hacía falta nada más que una imagen de un tipo saltando a lo largo y ancho de un espacio desierto, con una voz medio robótica que dice: "Esto es el paso de un solo hombre, un gran paso para cierto tipo de humanidad, no se engañen". Así lo soñaba, no estaba seguro de que fueran esas las palabras exactas, pero bueno, seamos sinceros, las palabras empezaban a caer en desuso, porque todo el futuro era de la imagen, por la imagen, para la imagen. Paralelamente, Stanley Kubrick se tomaba un batido de crema en uno de esos chiringos de una playa soleada de California. Hacía un calor intenso, serían las diez de la mañana. Kubrick vivía en un mundo raro, donde en ninguna parte se tenía el mismo horario, aunque se usaba la misma marca de reloj. El tipo que soñaba seguía rodando sus fantasías, y resulta que en algún punto, en ese desierto desolador de los saltos muy laaaaaargos, aparecía una gota de agua, o lo que parecía ser líquido de algún tipo. Y ese era el inicio de otra de esas guerras que se anunciaban por imagen, pero que en realidad parecían no existir en la vida real. Los sueños son así, se decía el hombre soñador que seguía saltando para poder alcanzar esa gota de ese líquido que, más de cerca, no parecía para nada agua. Y le empezó a dar mucha sed, y ganas de mear. Ahí se dio cuenta que tenía puesto todo un traje diseñado para incomodar, por lo que no podía hacer nada de lo que deseaba. ¿Para qué carajos estaba ahí? ¿Por qué soñaba eso? ¿Serviría de algo en cincuenta años? No estaba solo en la empresa, habría más gente de su especie, detrás de él, tratando de capitalizar esos saltos, esas imágenes. Era el momento de construir un nuevo tipo de relato, donde la imagen lo ganaba todo para poder reproducirse al mismo tiempo en todas partes del mundo. Había que aprovechar, porque Kubrick ahora estaba tirado panza arriba sobre una toalla, con bronceador en media parte del cuerpo, dejando que el sol lo tomara entero, pensando que tal vez, lo de 2001 no lo tendría que haber puesto en el nombre de su mejor película. En el set de filmación, en ese galpón ignoto, el tipo que sueña un sueño que pretende ser la pesadilla de todo un mundo, se despierta. Siente un calor agobiante. Ya no tiene el traje incómodo, ya no puede dar esos saltos largos. Entonces se va corriendo lo más rápido que puede al baño, y después se toma medio litro de agua de la canilla del lavamanos. Con sus deseos cubiertos, vuelve al set de filmación. La gente que trabaja con él no habla, solo esperan que regrese, hay una escena más que rodar. El tipo se pone en el medio de la sala, mira hacia el techo y dice: "este ha sido un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para la humanidad, hemos universalizado una manera de sentir y pensar, ganamos la madre de todas las batallas". La línea no era exactamente lo que se había planeado en el guion, habría que editarla, pero tenía una buena sonoridad, parecía solemne en el tono. Suficiente. Stanley Kubrick se había quedado dormido en la playa. Empezó a soñar que le tocaba filmar una película en donde un tipo sueña que llega a la luna. Nadie lo esperaba, nadie lo esperó. El tipo llegaba a ese no-planeta, se bajaba de un carromato volador medio cónico, se sentaba en lo que parecía ser un desierto gris y plantaba una bandera que decía que el futuro era un arma cargada y tibia, que íbamos a tener que sufrir un buen rato, para darnos cuenta, más de cincuenta años después, que las mejores películas son las que se saben ficción, y que las peores pesadillas sería mucho mejor dejarlas orbitando cerca de la luna.

En el epílogo todos despertamos, estamos en el Barrio Rivadavia, en la esquina de siempre. La cerveza sigue fría porque hace un frío del orto. No hay mucho para hacer. Fumar un rato, mirar al cielo, ver la luna, descubrir que hay mucha basura orbitando por allí. Y que recién a lo lejos, parece haber una cara extraña, una gota de un líquido que mañana será puesto a la venta en algún comercial, mientras millones de hombres del futuro se matarán buscando tener esa y todas las gotas que puedan aparecer.


*Y lo que decíamos sobre el arma tibia y cargada del futuro, que por ahí nos traiga algún tipo de felicidad amistosa:



***************************************************************************************************Humildemente, Juan, el Yo que dice felicidades por la amistad**********************************


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