Un nuevo viejo Universo


En mi opinión, es mucho mejor entender el universo tal como es que persistir en el engaño, a pesar de que éste sea confortable. (Karl Sagan)

 

Ahora sí las cosas estaban mucho más claras en el universo. Como si estuviese reviviendo un capítulo final de la serie Cosmos, el Yo que dice yo se sintió desbordado, más chiquito y desprotegido que de costumbre, sorprendido y feliz de que todavía restaban cosas por decir a todo el Universo. Claro, gracias a un telescopio monopolizado por la NASA, la humanidad entera se había desayunado con una gran noticia, que no tendría impacto más allá del último mate: Se había logrado una visión inédita del Universo, que permitía reforzar la teoría del Big Bang y un montón de otras cuestiones que para el Yo que dice yo eran chino mandarín. Con esa emoción estuvo todo el día mirando el sol, tratando de estar conectado con ese nuevo Universo que empezaba a mostrarse diferente desde aquel día. ¡Eureka! Los seres humanos no somos tan bestiales, a veces. Todavía nos quedan destellos lindos cortesía del pensamiento. Llegó el momento de la semana, se compró la cerveza y se fue a la esquina de siempre. Se sentó contra la medianera, que ya estaba toda escrachada, otra vez. Pensó en Shadowman, ese grafitero canadiense que inmortalizara Charly García en la tapa de Clics Modernos. Eso sí que estaría bueno, pintar su sombra de una vez y para siempre en esa medianera, sería como una manera de descubrir una nueva imagen suya, como la del nuevo Universo nacido aquel día. Pero llegó la China, ni lo saludó, le sacó la cerveza de la mano, y le dijo: quién pudiera vivir así al pedo como vos, flaco. Estaba cansadísima, los ojos remarcados con las ojeras, tanto como los productos que había estado etiquetando toda la mañana en el supermercado chino. No sabés, ya ni tenemos idea de qué carajos cuesta cada cosa, y la gente mientras hace la fila para pagar en la caja, te mira con odio, como si dependiera de nosotras los precios de las cosas, andá a decirle al ministro de economía o quien sea, al forro del dueño, a los forros de los dueños de los dueños que manejan el país, yo qué sé. El Yo que dice yo no dijo nada. Pero el universo se le empezó a contraer de a poco. A los dos minutos cayó Scardanelli, se sentó, no saludó, le sacó la birra a la China y dio un fondo largo. Hoy fui a comprar a la carnicería, dijo, un miserable bife ancho. Nada especial, tamaño regular. ¿Saben cuánto lo pagué? Los otros dos ni lo miraron, ni contestaron, ¿para qué, si no necesitaba el estímulo? ¡Setecientos treintaicuatro mangos! ¡Un miserable bife, que ni siquiera alcanzó para llenarme! Ni siquiera puedo comer un bife y sentirme bien, cantaba Charly, recordó el Yo que dice yo. Ya estaba contraído por completo, otra vez, en la galaxia del barrio Rivadavia. Cada vez más expandido y lejos: ese nuevo universo, que lo había desenfocado un ratito del planeta Tierra y su falta de swing. Igual propuso el tema a ver qué efecto tenía: ¿no vieron lo de la noticia de la foto del universo de la NASA? La China ni lo miró, Scardanelli le contestó sin mirarlo, por lo menos: no tengo idea, pero lo de los yanquis no me llama la atención, siempre sacan algo nuevo cuando ven que los chinos o los rusos avanzan en algún tema. Hace unas semanas, justo lo chinos estaban mandando imágenes del lado no explorado de Marte o de la luna, no me acuerdo bien. Y ahora la banda del Tío Sam viene con que tiene una foto inédita del Universo. ¿Casualidad? Era lo que le faltaba al Yo que dice yo, la teoría conspiranoica, la guerra fría expandiéndose como antaño. Como sea, ya estaba completa y totalmente rendido. Se quedó en silencio, mirando con su sombra al cielo despejado, una vez más. Trató de pensar en cómo sería eso de cambiar la perspectiva, tener una idea más abarcadora y expansiva del Universo, volverse en contra del eterno retraimiento al que estaba demasiado acostumbrado. Pasame la cerveza que tomo un trago más y me voy a laburar, que ya abre el chino del orto. La China se tomó el trago, y les prometió a los otros dos que los iba a invitar a comer pizzas el fin de semana, ya que empiezan las vacaciones de invierno, dijo. El Yo que dice yo se sonrió y le contestó que dejara de bolacear, que esas pizzas las venía prometiendo hacía meses. La China lo mando al carajo riendo también, y Scardanelli se sintió aliviado porque no iba a tener que comprar nada para comer ese fin de semana. Imaginate, le dijo al Yo que dice yo, si tengo que ir a comprar otro bife, tengo que hipotecar la casa que no tengo. Estamos en una especie de agujero negro, ¿no te parece? Y ahí estaba el cierre perfecto para la charla. Sin saberlo, Scardanelli había dado en el clavo. No estaba mal esa idea, porque mientras el Universo se expande, mientras llegan fotos inéditas de un pasado desconocido de las estrellas cuando recién empezaban a brillar con fuerza juvenil, por acá y en el presente se está como dentro de un agujero negro, que todo lo engulle, que todo lo desmiembra, que todo lo desaparece. Y de momento, no hay mucha esperanza de que las cosas cambien, porque no hay telescopio o súper cámara de foto capaz de captar una linda cara de un agujero negro. A lo mejor, la manera de expresarlo sea esa, la del grafitero canadiense, salir por las noches con una linterna y una lata de pintura negra, proyectar la propia silueta con la luz contra la medianera de siempre, y dejar asentada esa sombra para que el resto de la eternidad, supiera que no todo lo que brilla es captado por la luz del sol.


*Acá va el tema de Charly citado, y la aclaración de que lo del precio del bife es un testimonio - por desgracia - autobiográfico:

************************************************************************************************Humildemente Juan, un servidor**********quedaron fuera de la historia los siguientes temas: el precio de la nafta en el mundo y todos los gobiernos que se está llevando puestos, la invasión Rusa en Ukrania que promete capítulo nuclear, la invasión yanqui en Europa que promete tiros en los pies de tod@s, la oleada progresista de ajustes, la inercia de los intendentes de la costa: ¿existen o son un mito?, el dólar triste y la historia del tipo que se sacó una selfie al pie del volcán Vesubio y se cayó adentro*****************Ni siquiera puedo comer un bife y sentirme bien------------------ 


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