Nadie presta atención a esos asesinatos, pero en ellos se esconde el secreto del mundo (R. Bolaño, 2666)
Hay una especie de culpa
que funciona igual en todas partes,
un pájaro, que vaya uno a saber
cómo se llame, gorjea y se zambulle
a la pileta del mar como si fuera
un personaje de relato de Cheever,
levantar la cabeza cualquier tarde
y ver que, a cierta distancia
-ni tan corta ni tan larga-,
se ve un océano castigado
por el viento del este,
y unas torres que podrían ser
Dubai o Miami o Camboriú
o cualquier círculo del infierno
del Dante,
italiano o portugués,
barrio Don Bosco o Tijucas
casi -o el mismo- atardecer
con rasguido de desierto
y un remero buscando arena
en la profundidad de Santa Teresa,
un muelle en el lago,
pescado fresco en la noche,
juntar esas latas para tomar algo
el próximo año, en el bolsillo,
quién sabe;
el sol naciente por ahí
solo sea Dazai escupiendo sangre
en un pañuelo blanco,
y todos los que no fuimos
invitados a la fiesta
-los de menos-
tengamos que pensar
en que lo mejor
-sea- quizás meditar
con patas en el pasto
hasta que nuestros cuerpos
se transformen
en el negocio perfecto
PD: Pero no olvidar nunca
dejar la casa ordenada
y llevar puesto un calzón
sin agujeros,
nunca se sabe
cuándo y dónde
puedan aterrizar
los disparos
al aire
de la fuerza aniquiladora
de tu Humanidad.

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