Desde
el abismo, pero distinto…Ya se comenzaba a sentir como un fantasma.
¿Cómo era un fantasma? No tenía idea, pero se sentía como uno. Inmaterial, pero
con algo que lo aferraba a la vida. Esa grieta del abismo por la que asomarse
sin entender mucho la diferencia entre un lado y otro. El relámpago que siempre
alumbraba tarde, cuando no le estaba prestando atención. Eso es, justamente, lo
que los y las médicas quieren referenciar cuando dicen: “la esperanza que
tenemos es su juventud”. La inexperiencia de un adolescente con la muerte y sus
cosas, lo convierte en un fantasma distraído. Y en esa distracción puede que
vuelva a conectar con la vida de pleno. Pasados los años, las tormentas…bueno,
la gente empieza a perder las ganas de vivir. Empieza a ver demasiado claro los
planos, y por lo general resulta que ese otro lado es más tranquilo, o llama la
atención con más fuerza que la realidad del más acá. Más si la realidad es la del
Hospital que te tocó en desgracia y
en invierno. Fantasma. Capaz de comunicarse con otros fantasmas, pero desde una
distancia prudencial, lo que agradeció, porque resultaba que la presencia de
otros fantasmas le daba miedo. Paradojas, pensó. Incapaz de comunicarse “del
todo” con los que estaban en el más acá, del otro lado. Y en el “del todo”
estaba la clave. Con un poco de buena fe y mucha concentración, sentía que era
capaz de realizar algún intento de contacto con sus “seres queridos”. Eso era
así porque los fantasmas, según empezaba a descubrir, necesitaban tener algún
tipo de memoria para poder materializarse sobre algo o alguien. Era imposible,
por ejemplo, que él se le apareciera al presidente de Uganda, o que tocara la
silla de su hija. Imposible. Solamente, y con mucha concentración, podía
hacerlo con la gente con la que había tenido algún tipo de contacto, y cuanto
más frecuente fue en la vida del más acá, mucho más fácil. Otra obviedad, ser
fantasma resultaba agotador, y por eso los afiliados al gremio eran cada vez
menos. La energía que se requería para hacer algún tipo de acción era mucha, no
para cualquiera. Y él era un fantasma recién llegado, todavía una especie de
holograma sin brillo. Nadie notaría su presencia en ese instante, ni siquiera a
través de su cuerpo inerte, que estaba en una camilla de hospital que
contemplaba desde lejos. Mucho más fácil si estuviera muerto del todo. Para un
muerto del todo ser fantasma resultaba su último contacto con el más acá. Ya
todo en un 100% en el más allá, sus chances de trascender al más acá como
fantasma crecían. También era obvio, una vez muerto el cuerpo, toda su energía
podía concentrarse en ser fantasma. No era su caso. Todavía estaba en trance,
entre un lugar y otro. Se descubría en otra sala de espera, una que se
asemejaba a…¡un cubo! Oscuro y sin límites. Flotaba para un lado y para otro
sin poder llegar a ningún extremo. Su levitación eterna era interrumpida por
esos rayos que le mostraban un camino diferente, el del retorno a la vida del
más acá, o el del no retorno hacia la muerte en el más allá, y finalmente esa
tercera opción. La del fantasma. Pero todo sin poderlo controlar. No estaba en
su poder elegir nada. No era una consciencia como se había imaginado, era una
suerte de hoja al viento, que se dejaba llevar para el lado que podía. Y si
lograba concentrarse, nunca terminaba por dilucidar hacia dónde había puesto
toda esa fuerza. Tampoco tenía idea del tiempo transcurrido entre levitación y
levitación. En definitiva, el abismo era un no-lugar muy indeterminado, muy
difícil de volver en algo concreto. ¿Ansiedad? Tampoco sentía. En algún punto
se encontraba en un estado casi perfecto. No sufría dolores, ni era consciente
de nada más que ese estado, el del abismo. Una nada que no terminaba de
decidirse, pero una indecisión que no experimentaba. Solamente algún recuerdo
de su vida en el más acá le generaba una pequeña, diminuta pulsión. Era una
suerte de alteración en la línea que mostraba la máquina que te dice si ya te
moriste o no. Una interrupción de microsegundo en el casi constante
piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii…Un acorde que sonaba distinto a la pasada número
cien, y que al toque volvía a disonar. ¿Y cómo podía describir todo eso
alguien? Porque también, ese alguien, había pasado por lo mismo. Por un abismo.
*Aclaración
número tal: Sí, los zombies pueden aprender cosas y
también enseñarlas. Un escritor zombie, sobre todo. El hecho de poder escribir
le da al zombie un estatus importante, aunque lo pone en riesgo. Es importante
porque puede seguir razonando más allá, pero también es riesgoso porque pierde
concentración en lo único que debería preocuparlo: alimentarse de carne fresca
y cerebros. Pero el escritor zombie encuentra más atractivo el alimento que
proveen las historias frescas y los cerebros de los personajes que las
protagonizan. Y es muy consciente de que el final de la historia es también su
final, porque el escritor zombie sabe que todas las cosas están conectadas, que
hay como hilos que tejen las vidas de cada uno de los libros que leyó, también
de sus autores y autoras, tan zombies como él. Y se pregunta todo el tiempo:
¿Qué pasará cuando deje de escribir, cuando me empiece a quedar sooooool….no no
no, casi se pasa el capítulo sin música de fondo. Y esa máquina que te dice si
estás o no vivo, y que en realidad es una especie de médium que no sirve de
mucho, porque esas señales tan débiles no son nada, en concreto. Un estarse
conectado a un aparato que no hace nada, el viaje a la pre-muerte, o una
temporada en el abismo, o en busca del muerto perdido, o las mil y una noches
en punto y coma, en coma, más allá de los signos de puntuación, ¿por qué coma y
no puntos suspensivos? Todas esas preguntas que no te pasan nunca por la
cabeza, a menos que hayas vuelto de una situación así, a lo Jerry García de
Grateful Dead, cantando eso de I will
sourviv…..no no no, nada de música gringa en lista musical que no debiera
existir, pero qué ganas que le dieron a este escritor zombie de escuchar un
solo de Jerry García, y de ver a toda la banda como graciosos
esqueletos-fantasmas-zombies, siempre volviendo a joder con una forma tan
genial de cantar las cosas…
*Foto: calle con cielo violeta en el barrio x de la ciudad mdp-b.
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