Desde
el abismo…el personaje joven/enamoradizo entró en un coma
más profundo a causa del virus intrahospitalario – eso sería el previously del capítulo anterior -. Un
clásico que se refuerza con los años, porque los virus evolucionan para peor,
van moldeándose lo suficiente como para hacernos más difíciles las cosas. La
cosa: matarlos antes de que nos maten. Pero bueno, siempre van a estar un paso
por delante, o unos cientos de muertes por delante antes de que algún
laboratorio acierte con la cura, la venda en dólares para que se salven unos
pocos, y después mutar nuevamente y otra vez a laburar sobre la base de la cura
anterior, y así. Mientras tanto, esas desafortunadas personas que mueren son
héroes y heroínas de la historia. Muchas lágrimas en el medio, juicios a los
hospitales o clínicas o a laboratorio mercenario o a quien corresponda, para
luego seguir adelante hacia………el abismo, nada menos. El lugar donde este personaje
adolescente casi caía en un más allá del coma que, creo, todavía no tiene
nombre. Otro de esos no lugares, o casi lugares, donde perderse para siempre, o
casi siempre. Pero el tema con estas cosas es ese, no se puede decir que la
persona en cuestión terminó de morirse, ni que empezó a recuperarse. Está pero
no está del todo, no está pero no se fue del todo. Una para acá, otra allá y en
ninguna parte. El abismo, podemos llamarlo. Una suerte de road movie sin copiloto, sin auto, sin paisaje. Pero se siente como
viajando igual, levitando en el espacio infinito, por entre la enorme distancia
que se dedican las estrellas. Y la escena es tan monótona y quieta que
pareciera que no se avanza hacia ningún lado. Pero sí, la mente percibe un
movimiento estrepitoso, como sabiendo que se está alejando para siempre de lo
conocido, de lo racional. Y ahí las leyes físicas cambian, el tiempo y el
espacio son otra cosa. Una suerte de reino del narrador de la historia. Un
lugar de mierda, un lugar en el que mejor no estar mucho tiempo, un lugar que
si uno pudiera obviar estaría más que bien. Pero este personaje confundido cayó
ahí y pobrecito de él. Cada tanto, una suerte de relámpago le muestra el camino
que sería de regreso, pero hay que estar demasiado atento como para darse
cuenta. Por lo general, los personajes que caen en el abismo se terminan
muriendo a las pocas horas, unas cuantas páginas después. Un pre viaje hacia el
más allá, pero que no se percibe como tal. Se percibe como una pesadilla
minimalista y uniforme, como si se estuviera en un cubo oscuro, dando vueltas,
buscando algún extremo, pero sin sentir ningún tipo de sufrimiento, ni dolor,
ni frío o calor extremos, ni cansancio. Lo que sí se siente es que las cosas no
están bien. Que la vida se quedó lejos, y que ya nada de lo terrenal tiene
lugar ahí, en ese cubo del abismo. Algunos lo pueden confundir con la
felicidad, otros con el infierno. Pero en verdad es un estado más, indefinido,
poco claro, del que existen escasos testimonios por obvias razones. Para colmo,
las pocas personas que logran volver de ahí terminan mezclando la experiencia
con fragmentos de películas en las que se veía una luz o un pariente muerto, o
un perro angelado, una aparición divina que siempre termina aconsejando dar la
vuelta, porque por acá ya estamos bien así, mejor morite en otro abismo. Y esa
gente vuelve y ya no es la misma, y vive convencida de que lo que le pasó vale
la pena ser contado. Y la verdad es que no, ¿para qué? Son mejores otro tipo de
historias, otro tipo de imágenes. Entonces este personaje adolescente
enamoradizo ya no se acordaba de nada de eso, ni de la juventud, ni del amor,
ni siquiera del otro con el que había cruzado recuerdos. Ahora era una especie
de ente ficcional al cien por ciento, levitando en un abismo que se figuraba
cúbico, en la oscuridad, sin saber para dónde salir o para qué. Y en eso la
muerte se le parecía mucho a la vida. Empezaba a darse cuenta de que las
diferencias son sutilezas inventadas por los seres humanos para que el día a
día no sea tan aburrido, para que la muerte y la vida valgan algo más de lo que
en verdad valen. Ahora sí que se sentía lejos, de verdad. Empezaba a olvidar
nombres, lugares, sabores……y esos besos con mate en la laguna de los Mapadres.
Eran sus únicos besos, no los quería perder, eran su lazo con la vida, con ese
hospital donde todavía estaría tirado en la camilla, el Hospital que te tocó en desgracia….Sin embargo, un destello de
razón lo conectó por un microsegundo. El abismo tenía sus fallas, sus grietas,
y él todavía tenía algo por hacer. O al menos, eso pensó. (o mejor dicho
imaginó, no sabría bien qué verbo utilizar en un caso así, en un espacio tan
difícil de determinar, en un estado intermitente, que no es ni siquiera un
estado. Lo mejor sería inventar todo un lenguaje nuevo, o una legión de
intérpretes para el caso, tipo club de fans del Señor de los anillos o
Asociación psicoanalítica internacional).
*Aclaración:
Estar al borde de la desintegración es algo muy traumático. La cabeza hace lo
que puede para dejar nuestra conciencia bien lejos, como narcotizada, lo que
produce un efecto contrario, en caso de volver a recuperarla. Y por eso el
riesgo de volver y quedar como apagado, sin estar del todo de este lado de las
cosas. Una fina y limítrofe línea con la que convivimos sin darnos cuenta hasta
que pasa lo que pasa. Por ejemplo, un virus que nos tumba, un ACV, un bobazo,
un accidente, un mal sueño del que no se puede despertar. ¿Y cómo era esa
música de entre sueños, dulces sueños, dreams sweet dreams…? no no no, casi
pasa un capítulo sin nombrar una música más para la lista de reproducción que
no deberá existir….peeerooooooo:
****Fotografía: invierno en Aragone
****Por favor, lo que me quieras decir será muy bien recibido por aquí: juanmanuelpenino@yahoo.com.ar
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