Desde
más allá del abismo…Una manera completamente distinta de contar
las cosas que podrían estar por ocurrir. Un mirar desde el no lugar perfecto,
el de quien quiere no ser mirado. Un ejercicio de red social, de gobierno
vigilante, de padre sobreprotector - ¿con decir protector no es suficiente? -.
La mirada que cree verlo todo y saberlo todo y entenderlo todo. Pero que sabe
muy bien que algo se le escapa. Cosas que no va a saber hasta que haya pasado
un tiempo eterno. Cosas que se van a interpretar desde el más allá, el día del
desentierro. Un escritor debidamente sacralizado, ahora sacado de ese pacífico
descanso, vuelto a poner en la ruta y a ver qué pasa con esa su “nueva mirada”
de muerto en vida. Zombie de su propia historia. Y empezar a entender otra
cosa, buscar donde está la cosa fresca para devorarla y poder seguir
escribiendo. Deglutir cada palabra, cada idea, cada personaje, cada diálogo,
cada lugar narrado, todo de nuevo y chorreando la sangre que es la bebida de
los muertos que quieren ser recordados a fuerza de aceptar una vida después de
la muerte, a fuerza de ser contemplado como a un monstruo pasado de moda, que
no se deja estaquear el corazón debidamente. El escritor insoportable, el
escritor tóxico, el escritor que cree dominar el futuro de eso que escribió
alguna vez, en un pasado que fue presente como cuando puso un punto y coma por
ahí; el único que utilizaría en toda la novelita marplatense. Y ese era un día
de perros, muy de perros. Hacía un frío de mierda, era invierno, y para colmo
recién empezaba. Y en la radio sonaba un tema que tocaba alguna fibra
nostálgica - ¿qué color de fibra sería ese?, no se acordaba haberlo aprendido
en el jardín, aunque solo había asistido a salita de cinco una semana y media -,
en versión de Amy…no no no, nada de referencias musicales, aunque traducido el
tema trataba sobre una primera persona - ¿la que viene después del Presidente?
– que se preguntaba si una segunda persona – ¿después del presidente y YO? – la
seguiría amando mañana. ¿Me seguirás amando mañana? La pregunta que a veces es
mejor no hacer nunca, ni hoy, ni ayer. Mañana llega y los sentimientos se
suelen correr un poquito hacia otro lugar. ¿Dónde queda entonces toda esa
pasión, estos dos personajes tan jóvenes que se encontraron en un asalto, que
se fueron a la laguna y que ahora se acompañan a la distancia imposible de un abismo?
¿Qué clase de historia puede contarse de una forma así de cruel? Las historias
no pueden hacer algo así. Solamente suceden y ya. Alguien las comienza a
escribir, después van mutando solas. Por ahí todo terminaba en la laguna de los
Mapadres, con la aparición de un asesino. O con la concreción del amor luego de
la pronta recuperación del personaje abismado en el Hospital que te tocó en desgracia. Un te estuve esperando como
Penélope a Ulises, esos eternos fugados que en verdad no pueden estar ni un
minuto juntos, porque su razón de ser es la distancia que los separa. Personajes
abortados que abortaron a su escritor -y alguna vez contaré ese capítulo-. El
hilo que une a los personajes de ficción también es una ficción. Las puntas son
circunstanciales, y lo bueno de la historia está en el mismísimo hilo. Puede
ser un abismo, cierto. Dos personajes debidamente separados para poder
reencontrarse hacia el final, y terminar en un capítulo debidamente juntos.
Pero esto no va a pasar en esta historia. ¿Por qué? El escritor es un zombie, y
a los zombies no les importa más que la carne fresca o los cerebros frescos,
depende el tipo de zombie que se crea. Nada de hilos, nada de puntas. Carne. Y
sangre, y cerebros, y gente que pasea sus ojos esperando una lectura conciliadora,
que no quiere ser molestada, que no quiere experimentar lo más horrendo de
todas las cosas horrendas que puedan existir: ser un escritor zombie. Uno en la
ciudad de Mar del Plata – Batán, uno que odia cuando se deja de lado a Batán en
el nombre de la ciudad que lo vio convertirse en un abortado muerto vivo. Ese
escritor que nunca nadie leyó con seriedad porque no se autopercibe serio. Un
escritor zombie que es mejor dejar de lado con un simple: Buenas noches y hasta
lue no no no, referencias musicales no. Pero eso, un escritor zombie que se
anula con las siguientes palabras mágicas: “no se entiende lo que escribe”.
Pero para el escritor zombie eso sí que es música para sus oídos muertos. Está
molestando con su quehacer, está inquietando las aguas calmas, está muriendo
mientras escribe su última historia, siempre la definitiva. Esta es esa novela,
la que se escribe esperando la muerte definitiva, la que se denomina post
mortem, la que el propio escritor zombie nunca va a poder leer debidamente publicada.
Un alivio, un bálsamo con el que poder seguir arrastrando los dedos en estado
de descomposición. Una novelita marplatense contra el tiempo. Y darse cuenta
tarde de lo siguiente: el título tenía que decir una novelita marplatense –
batanense. Pero a veces uno cae preso de sus propias trampas. El escritor
zombie sigue de cerca el abismo. El escritor zombie se va a rendir en cualquier
momento. Se va a seguir rindiendo por el resto de la eternidad, que no es
mucho.
*Aclaraciones: es
fácil rendirse una vez muerto y enterrado, porque simplemente carece de sentido
cualquier continuará…peeeeero, una vez vuelto a la vida como habitando el pet cementery de los Ramon…..no no no,
otro tema musical fugado. Decía, una vez, otra vuelta a la vida pero muerto,
como en novela del King, las cosas se perciben muy diferentes. Y ese es el
refugio adecuado para este escritor de novelita marplatense, una excusa para decir
lo que –casi- pinte. Y la pregunta de la música que sonaba aquella tarde:
*última aclaración y me voy: la fotografía se titula "El escritorio del zombie"
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