Hombre caminando

Otra de esas noches raras, en las que parece que el cielo se va a venir abajo pero apenas si cae una especie de rocío, que sería una hermosura si estuviera sucediendo en un amanecer en el campo, tipo mañanas campestres con guitarra criolla y flower power. Pero no, el tiempo pasa y nos vamos poniendo…indie pop, porque vuelvo de un recital de esos que te levantan el ánimo, al ritmo de les mendocines Mi amigo invencible, cuyo príncipe idiota agradece hacia todo el público porque entiende que la situación económica en la ciudad está más que complicada, y que poder pagar un recital hoy es toda una hazaña. Y el regreso, siempre caminando, es al barrio Rivadavia, que continúa con su tensa calma, viendo cómo se enfría su economía, cómo se vende cada vez menos, cómo aumentan cada vez más los servicios básicos, cómo se va gestando la proeza clásica del conservadurismo liberal: pegarle un tiro en la cabeza a la actividad económica para que la inflación se planche, hacer caro al país para matar también- de yapa- la industria nacional, el dólar no se toca, se ajusta cada vez más salvajemente y, la frutilla del postre, se rosquea una ley que lleva consigo el cisne negro de la reforma laboral. Tan 2001 que parece mentira. Faltaba ajustar a las universidades, como en  su momento había planteado el fugaz ministro de economía de la Alianza, Ricardo -bulldog- López Murphy. Bueno, eso también pasó. Tan parecido que dan ganas de llorar. Lo que queda como esperanza para un modelo tan viejo como reiterativamente fracasado, es la llegada de esas inversiones extranjeras que nunca llegan, porque al capital en esta fase no le seduce la producción sino más bien la especulación. Entonces, bueno, quedan dos opciones para respetar la ortodoxia eterna de cierta derecha internacionalizada por el Fondo Monetario Internacional: pedir préstamos a quién se atreva y hacer pelota a los/las/les trabajadores/as. Por eso el paro del próximo jueves, supongo. Volviendo al recital, podría dar dos noticias geniales que contrastan con lo que está sucediendo en materia política en el país: Mi amigo invencible suena cada vez mejor y saca nuevo disco el mes que viene. Lo malo es que va a ser difícil comprarlo en esa edición vinilo que es súper linda. Como sea, se disfrutará en plataformas cuasi gratuitas, descargas cuasi legales. Lo importante de la música es que llegue y se comparta, y podamos juntarnos a disfrutarla cuerpo a cuerpo, bailar, saltar, cantar, aplaudir a la banda y pedirle que por favor no se termine la noche, una más y no jodemos más. Esto pasó y nos quedamos cantando en formato desenchufado junto a toda la banda, hasta el final, en una comunión emotiva y que me dejó feliz, realmente feliz. Y qué bueno que existe la música, y qué bueno que es compartirla, y qué cagada esa costumbre posmoderna de filmar con los celulares para compartir al toque en las redes sociales un pedazo de canción que no se entiende nada, que tiene una calidad de sonido horrible y una oscuridad que pareciera que se está en el tren fantasma y no enfocando un escenario. Perdón por eso último, pero me jode bastante que ante un determinado tema, salgan a escena los celulares bien a lo alto, con brazos extendidos, impidiendo disfrutar al 100% el show y estorbando a quien quiere mirar para adelante. ¿Será queja de viejo choto? Puede ser. Por lo pronto, tomé determinaciones drásticas, al menos dos: 1) ya no tengo redes sociales 2) no saco el celular en todo el recital, dure lo que dure. Como cuando voy al cine o me pongo a leer, el celular toma su función original: la de ser un teléfono. Entonces, se queda fijo en una parte y sin chistar, y no hace falta que lo cuide como a un bebé recién nacido, como si necesitase de atención constante para no llorar. ¿Será queja de viejo choto? También puede ser. Como también es de viejo choto la observación general del barrio, pero supongo que alguien lo tiene que decir. Y ya sé que las situaciones históricas no se repiten y que las condiciones materiales, sociales, políticas y económicas son diferentes. Pero se me hace tan conocida esta canción, se me hace tan 2001. Como una remake muy pedorra de un viejo clásico que no fue un éxito, sino una película desastroza, que habría que dejar en el olvido, pero bueno, intentemos otra vez, a lo mejor causa gracia tanta pena. O una nueva versión de un tema muy malo, que de tan pegadizo se hizo aborrecible, esas músicas que acompañan el peor de los insomnios y que no deberían haber existido nunca. Pero, otra vez, consumo irónico mediante, un nuevo artista toma la posta y pretende volver a dejar sin dormir a una nueva generación. Pavada que escuché hace tiempo: la nueva generación quiere el derecho a generar su propia crisis. Nadie quiere eso, pensar lo contario es bastante estúpido. Tan estúpido como el posicionamiento del intendente Monterubio, que se empeña en seguir con la costumbre local de interpretar para el ojete la política nacional. Un deporte que los políticos marplatenses ejecutan como nadie. Siempre dispuestos a seguir al flautista hacia el precipicio, tratando de que su causa encaje en una población que no terminan de entender nunca, porque nunca la escuchan. Es mejor mirarse en el espejo distorsionado del amor propio, obvio. No hay peor sordo que el que no quiere escuchar, ni peor ciego que el que no quiere ver. Algo así le pasó a un ex presidente que vengo evitando nombrar. Un mal día de diciembre, mientras el país tocaba el infierno y la gente era brutalmente reprimida por la policía en Plaza de Mayo, ese innombrable cerraba las cortinas de la Casa Rosada, apagaba los televisores, decretaba el Estado de sitio y remataba su cruel jugada con un intento de censura. Tiempo después, ante alguno de esos jueces propensos al encubrimiento de los crímenes del poder, se declararía inocente por ignorancia. Él no vio ni escuchó nada. Yo, todavía y por suerte, veo y escucho. Y, sobre todo, tengo memoria.

PD: Esta semana falleció Paul Auster, el mundo es un poquito más una cagada. Igual, por suerte, todavía no leí su último libro.

 

*Seguimos caminando por el barrio:  

*******************Humildemente, Juan Scardanelli****************un servidor devaluado********¡Eso! la otra salida mágica*******deva.....megadeva......*****

*Agradecimiento especial para el único autorizado en filmar y sacar fotos cerca mío: Wally del barrio Rivadavia y su cerveza stout, siempre.

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