Una novelita marplatense


Por acá comenzaría un pasaje de encuentro. Pero un primer encuentro, entre dos personas. Y para mejor y más atractivo, el encuentro es entre dos adolescentes, en alguna escena típica de un tiempo pasado reciente. Algo así como un lugar común dentro de la memoria afectiva del escritor. Una vieja práctica que tiene sentido citar para despertar la misma sensación en los lectores, que se podrán reconocer en ese lugar también, y podrán rememorar alguna escena del pasado también, algún primer encuentro amoroso también. Ese lugar común para mi generación son los asaltos. Acá se podría hacer el chiste esperado, que también genera identificación, que tendría que ver con la polisemia. Ese es otro defecto de mi generación, que siempre se cree la última bien educada pero mal aprendida. Siempre señalamos a los esnobs, pero nunca queremos formar parte de su club, aunque dejamos en claro que entendemos esas cosas porque en nuestro caso sí somos intelectuales piolas. ¿Por qué hablar de polisemia? ¿Por qué usar esa palabra? Por qué no decir simplemente que el chiste malo viene del uso de una misma palabra para designar dos cosas distintas, casi antagónicas: por un lado el asalto como actividad criminal, y por el otro el asalto como esa fiesta juvenil que reunía a un grupito de adolescentes en una casa donde algún adulto cuidaba, se bailaba música de todo tipo y se llevaban bebidas y comidas como fondo común. Y entonces llegaba el momento de los “lentos”, la música melosa compuesta para el apriete de las parejitas, y los nervios de quienes eran correspondidos por no saber bien qué carajos hacer, y la desilusión de quienes quedaban relegados al banco de suplentes. Una escena bastante común para ser utilizada en cualquier historia de escritor/a/e de mi generación. Y no voy a nombrar temas musicales, aunque se estila mucho. Tampoco voy a inventarle sensaciones y movimientos torpes a ningún personaje, por respeto a la lectura. Se pueden imaginar lo que quieran, tampoco es algo tan importante para esta historia, que me parece que es una historia que tiene la particularidad de siempre estar por empezar, y de nunca estar por acabar. Lo siento por eso. Soy el que escribe acá:    , pero tengo que pedir disculpas de vez en cuando. “Gomen” dicen los japoneses, y es una palabra que me suena bien, como un lento de Simon and…no no no, definitivamente no voy a empezar con la lista de temas de una escena olvidable, de novela contemporánea de un vecino que conocí hace tiempo, y que le tuve que confesar que solo llegué a la página cincuenta de su escrito, cuando dos personajes bastante aburridos van a comer al sochori de dorapa. ¿Por qué esos escenarios? ¿Por qué van al sochori de dorapa y no comentan lo que pidieron, si fueron con el clásico choripán con chimi, si le metieron fritas a morir, si el hecho de estar de dorapa dificultó la digestión? Para nada, se nombra los lugares como para testimoniar que se está en la ciudad, como decir que hacía frío y que los personajes tenían puestos unos sweaters. Faltarían la caja de alfajores, la foto con los lobos marinos y un último paseo por la rambla, con la música del imitador de Alcides de fondo…no no no, dijimos que nada de música, que las listas son un embole en las historias. Volvamos a la escena tipo, los dos adolescentes encontrándose para descubrir sus deseos, su fuego caprichoso interno, escena de iniciación que si sale bien puede llegar a salvar la novela, y tal vez podamos pasar de la página cincuenta. Bueno, pongamos por caso que bailan, como se bailaban los lentos…y acá va otro lugar común, con brazos extendidos sobre hombros y un bamboleo nervioso que terminaba en trago de Fanta y chizitos. Pero eso pasaba en los barrios chetos – si digo cheetos sería otro chiste muy boludo, no lo digo-, no en el mío. En el mío -que no lo pienso nombrar, ni siquiera una esquina, ni un local clásico o plaza cercana – se escuchaba otro tipo de música, más sacudona y zarpada, y los pibes y las pibas se metían mano más abajo de los hombros, se lengüeteaban de lo lindo y se tomaba cerveza. Otro tipo de asalto, sería una tercera acepción. Lo loco es que había pibes como yo, igual de tímidos y pajeros, que no podían sacar a bailar a nadie, y que solo se dedicaban a chupar birra hasta terminar vomitando en algún terreno baldío que….bueno, tal vez las escenas que se veían en los terrenos baldíos de mi barrio debieran ser censuradas, para no herir la susceptibilidad de los/las/les lectores. Sé que no todos vivieron en mi barrio su infancia y adolescencia, y sé que tampoco es que ya estuvieran fumando a los diez años. Cosas que algunos viven y otros no, por cuestión de unas interminables veinte cuadras de diferencia. Como sea, ¿por qué me fui de la escena tipificada, el asalto en barrio cheto? Mis dos personajes se encuentran por primera vez ahí, y solamente comen chizitos y toman Fanta y bailan un lento a distancia, con sus manos apoyadas en los hombros, como dándose aliento. Aliento, a eso íbamos. Los chizitos no ayudan al buen aliento, la Fanta no quita la sed. La conclusión podría ser fatal, un beso seco como el desierto de Atacama. ¿Conocen el desierto de Atacama? Qué suerte, yo no. Lo nombro porque la otra referencia queda muy lejos y es más típica: el desierto del Sahara. Me siento más bolivariano / sanmartiniano si traigo a colación el desierto de esta zona del hemisferio. América del sur, bien al sur, ga ran ti za doooo…no no no, nada de lista musical. Además, puede que muerda el anzuelo, y al escribir desierto del Sahara se me venga la referencia de una novela de Ballard, y eso ya sería muy terrible, terrible esnobismo marplatense que me di cuenta que no soporto. Ni mis personajes lo merecen, ellos que terminan de conocerse en cualquier situación típica de novela típica, de típico barrio marplatense. Y se van con los nombres sabidos, y un número telefónico escrito con lapicera en la mano. ¡Gran y típica escena de mis tiempos de adolescencia! Pero que no tuve nunca la suerte de vivir. El virgo de los asaltos, así me decían. No importa, no estoy en terapia ¿o sí? ¿Escribir historias no es como ir al diván, sentarse y empezar a contarse a uno mismo hasta que todo parece una novela que en nada se parece a la realidad? ¡Escritura del yo! Pero no, esto es escritura del ellos, los dos personajes que vengo queriendo hace rato se conozcan, así los puedo llevar al living del amor – otra referencia de época, en este caso un programa de citas que terminaba en muy probable matrimonio, capaz de divorciarse en la segunda temporada para empezar de nuevo, porque lo lindo de juntarse sucede cuando todo está por comenzar – y hacer que sí, ahora se metan mano, y que todo termine en:

1) Sexo de ocasión con posterior embarazo y comienzo de historia traumática porque son menores de edad, y música de Macaferri & Asociados de fondo…no no no, sin lista de música, por favor.

2) Rechazo y violación y quilombo familiar y demandas cruzadas y drama que se traslada a tribunales, y jueces que entienden todo porque alguna que otra vez violaron a alguien y la sentencia es toda una joyita de impunidad…no no no, otra de esas historias marplatenses que no vale la pena contar, porque para eso está funcionando la realidad, y algún día se tiene que terminar.

3) O las cosas son más tranquilas, los adolescentes se entretienen con algunas caricias inocentes, algún beso y nada más. Mañana es otro día y así nos dejamos de joder con esas historias de mierda que siempre se nos pasan por la cabeza a escritores mediocres sedientos de historias oscuras, sobrepasadas de existencialismo barato y que generan nada en los lectores.

¿Seremos una ciudad de idiotas sombríos? ¿Seremos solamente una ciudad de idiotas? Ahora me siento un poco culpable, porque no me decido por ninguna de esas opciones para mis personajes adolescentes. Lo más probable es que los mande a pasear por la Peatonal, al shopping, a comprarse un par de panchos, y que después los siente en la escollera de la popular, y que hasta ahí llegue un tema del imitador Sergio Denis que canta en la Rambla. ¿Seguirá vivo ese imitador, o se habrá caído del escenario también? Por las dudas, mañana me doy una vuelta por Punta Iglesias, no vaya a ser cosa que me encuentre con un cadáver con peluca y un gesto eterno cantando: “Te quiero tanto…” –no no no, habíamos prometido no armar lista musical -

********************humildemente, Juan Scardanelli*******fragmento de una posible novela que posiblemente nunca se publique, sobre el arte de escribir -o de intentarlo- desde el barrio Rivadavia*****

Reencuentro

 Reencuentro

 

Una sensación de desvelo constante,

el darse cuenta de un par de cosas:

-da lo mismo que sea martes

-si nos encontramos, puede que no sirva de nada

-estamos interesados por cosas concretas,

pero que nada tienen que ver entre sí

-existen unos versos de García Montero,

que nos traen devuelta al viernes,

y mejor volverlos a leer

antes de que España nos declare la guerra

-pero si los leemos,

que sea en otro contexto,

uno más materialista,

de martes,

uno de neoconservadores

en busca del río de sangre,

obsesión ahistórica

-una mañana en tu calle

son como décadas en Venecia

-muy lejos de las cosas lindas,

de las oficinas de turismo

que ¿para qué abrir

con dos grados bajo cero

y una revuelta final

de x cantidad de jóvenes

muriendo de hambre?

-a las buenas intenciones de un pastor,

cámara Gesell para menores

con traumas mayores

-una justicia de escritorio,

que amplía sus conocimientos

del mundo y sus cosas

por Tik tok

-dictar sentencia con el mismo reglamento:

condenar a los que no se pueden defender

-una balada beatle de George Harrison

sonando en un tocadiscos,

una tarde de otoño

-tirados y chupados y gritando

na na na nás

¿y no es una lástima?

-reuniones truncas,

porque ¿para qué escribirnos ahora?

-un mensaje distante:

apenas una notificación en pantalla:

CCleaner recomienda reducir espacios emocionales,

recuerdos que afecten la memoria interna

-obvio que hace un frío del orto,

esto son letras invernales

mediadas por la congelada imaginación

-calaveras en la noche

-si nos dormimos viajamos en el tiempo

y nos despertamos cuando todo

era un poco menos pesado

-pero hace tiempo del desvelo,

el insomnio constante,

un sueño o pesadilla

encantado y sin fin

-con personajes petrificados

viendo pasar nubes negras,

esperando a que la lluvia cese

-¿compartimos un café o una birra?

-¿cómo era esto?

¿te fue bien, tanto tiempo?

che.



**El tocadiscos completa la tarde:



Para ser leído un día después de mi muerte

Escribir una última novela para dejarla en sala de espera, mientras termino de morirme por hoy. O algo así, piensa el Yo que dice yo, mientras lee las primeras páginas del último libro de Paul Auster. Y este sí que será / fue el último último, porque días después se murió. Y entonces también viene a colación el también recientemente editado último libro de García Márquez, que supuestamente escribió mientras la parca lo esperaba al pie de la cama. Casualidades, pero no tanto, porque lo más factible es que un escritor se muera entre las hojas escritas de lo que sería su última creación, sus últimas notas, sus reflexiones finales. Pero como nunca se sabe cuándo ni cómo será ese desenlace, este también podría ser el escrito final del Yo que dice yo, o que dijo yo, o que al fin dejará de decir cualquier cosa. Entonces a lo mejor debería ser creado un nuevo género literario: el del libro del final. Un libro cualquiera que está escrito para ser publicado justo después de la muerte, pero a pura conciencia. Una suerte de testamento en formato de ficción, que no tiene por qué ser lo más reciente que escribió el escritor ya fallecido. Imaginemos un sobre destinado a eso, en un lugar más o menos secreto, que se descubre con la lectura de un testamento o el testimonio de alguien cercano al muertito. “En este sobre se encuentra el texto que deberá ser considerado el último de todos los que escribí, el que preparé en relación a mi muerte, que ahora no tengo idea de cuándo ni cómo será, pero que si se está leyendo esto querrá decir que ya aconteció”. Y lo mejor que puede pasar es que se trate de una historia de una persona que, justamente, está empeñada en pasar sus últimos momentos de vida comiendo huevos pasados por agua, calentados en un tarro que le trae el recuerdo de la esposa muerta diez años atrás. Y que va a seguir con una serie de aventuras hogareñas, todas peligrosas, como bajar unas escaleras, abrir la puerta del patio, encender una hornalla. La historia de un cuerpo en franca decadencia, que apenas si recuerda lo que era tener fuerza para girar un picaporte. Pero que tiene la lucidez casi final de poder rememorarlo –casi- todo, reflexionarlo –casi- todo. Una especie de sibarita de los recuerdos, un personaje melancólico pero feliz de haber seguido un determinado camino, como la certificación de que una vida fue vivida y no quedó para nada trunca. ¿Nada que reprocharse? Todo por reprocharse, pero desde un lugar de imposibilidad de cambio. ¿Resignación final? Más bien aceptación en un principio, y las risas y aplausos para la última escena, porque ese personaje ya no tiene tiempo para lágrimas, porque se sonríe al ver que ese cuerpo ya está dejando de servir para la vida, y que lo hace porque se fue gastando a lo largo de los años, en diversas actividades, cosas, personas, acciones. Una vida vivida y punto. Y final, que merece ser escrito y guardado para próximas generaciones, las que deberán bucear y buscar su propio camino, y ojalá que puedan llegar a destino. Y no hace falta que ese destino sea glorioso, legendario, inmortal. Basta con llegar. Llegar y ser consciente de que hubo un largo camino, una argumentación que valió la vida. Eso, justamente, sería la vida. Un camino más tiempo, y algunas tormentas, y algunos lindos días al sol, y algunas sonrisas reconfortantes, y algunos llantos desgarrados, y mucho dolor, y cosas lindas, y un sobre final que contiene un manuscrito que vaya a saber cuándo se escribió. Pero que dice: para ser leído un día después de mi muerte. Y el Yo que dice yo se lamenta por no poder estar en ese momento. Un momento posterior a su vida que, sin embargo, va a habitar de alguna forma a través de la literatura. ¿Será que leer una novela recién escrita por un recientemente escritor muerto es como leer a un fantasma, a un espíritu que se empeña en seguir diciendo algo? Un género más cercano al horror, o a esas historias de espíritus atormentados que no encuentran el camino hacia el descanso eterno. ¿Quién querría descansar eternamente? Ahora no lo puedo saber. Pero en un futuro no muy lejano, cuando alguien encuentre este manuscrito en aquel sobre, lo habré entendido. Supongo que estaré muy cansado, o lo suficiente como para querer que lo que se lee son en verdad las últimas palabras que me salieron, porque ya me empezaba a secar como hojas de otoño en la vereda. Ya está, no hay mucho más. Podría haber sido un gran artista, mis historias podrían haber interpelado al mundo entero, mis adjetivos podrían haber sido más copados, el léxico podría haber dejado mejores frutos. ¿Mejores frutos? ¿Quién puede escribir semejante chorrada? ¿Quién carajos dice chorrada? “Sos muy pedorro”, Yo que dice yo. Así dirían en el barrio Rivadavia, y tendrían razón. ¡Qué caro que está todo en la librería! ¿Se habrá enterado ese último último Paul Auster que su novela me iba a costar tanto? Lo lindo de la lectura, lo doloroso de la lectura: encaro esa última novela sabiendo que después no habrá más, es el final y ya. Las primeras páginas sé que van a ser las mejores: 1) porque todavía el escritor conservaba algo de energía final y optimismo de epílogo de vida 2) porque las últimas páginas van a ser de lágrimas, la angustia de saber que ese escritor no escribió más. Es un hecho, llegó hasta ahí. Y mientras tanto, el Yo que dice yo deberá continuar un camino, elegir cosas, personas, sensaciones, situaciones. Buscar el destino para un día – que esperemos no sea muy abrupto y doloroso – sentarse en la misma barra que los escritores que tanto admira y que se le adelantaron, y pedir lo mismo que están tomando ellos, porque al fin compartimos una ronda, y que esta vaya a la memoria de Paul Auster. ¡Salud!  


******Obvio, demasiado obvio:

*****************************humildemente, el Yo que dice yo*************************es larga la carretera......pero se llega a destino**********

Sueños


“Sueños de ríos, como escenas de una película olvidada, derivan a través de la noche, en tránsito entre la memoria y el deseo” (J. G. Ballard, El día de la creación)

 

Hace meses que no puedo dejar de soñar cada vez que me duermo. Y no es que los sueños sean muy vívidos o de corte realista o basados en hechos reales. Para nada. Su característica principal es que son constantes y recordables, lo que me está generando un trastorno en el descanso que no es muy agradable. Una mezcla rara, porque ver una película todas las noches no está nada mal. Además, se supone que yo soy su director y protagonista, más o menos consciente. Pero en verdad, a la hora de despertar, se siente como si no hubiese dormido del todo bien. Además, dependiendo de la escena, puede ser que me despierte en medio de la madrugada, lo que genera una pérdida de tiempo y un corte de fluidez en el descanso, que sería mejor no sufrir para tener una vitalizada vida diurna…Vida de los despiertos cada vez más dormidos, como ganado de trabajadores precarizados en busca de un golpe de suerte, ¡La lotería en Babilonia! hoy cifrada en las apuestas deportivas online y la inversión en cripto monedas. ¡Dios salve a la reina electricidad! Y también ampare a los desamparados hacedores de kiosquitos de modo analógico, artesanos del chantaje, que pululan por el barrio Rivadavia y la ciudad de Mar del Plata – Batán. Acá tengo que hacer una desmentida, una aclaración: el jefe de los policías que cayó preso – colmo de los colmos – no vive en Francia y Garay. Tampoco fue muy sorpresivo que lo hayan agarrado, porque resulta que viene arrastrando un historial bien frondoso de – vamos a llamarlas con tono piadoso –“ irregularidades”. En tiempos de crisis – o sea todos los tiempos, el tiempo – es necesario ampliar los horizontes, recurrir a nuevos rebusques, emprendimientos, chantajes. Allá por los dos mil, cuando Argentina se iba a pique una vez más, una de tantas más, solía publicarse un anuncio en el diario del gallego dueño de los medios de comunic….corrijo, el gallego dueño de un montón de cosas que no viene al caso enumerar en esta humilde nota. Se trataba de una oportunidad laboral muy única y muy conveniente, porque no había jefes, no había horario, y el pago era perfecto, al día, en efectivo. Todo muy sospechoso. Pero ante la necesidad extrema, bueno, muchos caímos. El tema era así: vos te presentabas en un lugar x, y un tipo te daba una pila de cartones troquelados, con una forma de incipiente caja para guardar algo. Bien, te llevabas a tu casa una cantidad determinada de esos cartones, y te comprometías a dejarlos bien armados, en su estadío evolutivo final. Entonces todos felices y que comience el show. Mate va, mate viene, las cajas se iban armando hasta llegar a la totalidad. Se contaban y se llevaban al mismo lugar del que se habían retirado en su forma primitiva. Luego, una especie de jurado de cajas evaluaba la labor, y adiviná cómo termina la historia. Bueno, la sentencia siempre era que no te habías esmerado lo suficiente, y que de las cajas armadas solo se podía utilizar un cinco por ciento, porque se ve que la cagaste y no le agarraste la mano, así que el sueldo era casi nada, apenas alcanzaba para un sánguche mordido y una latita de gaseosa de diez mililitros. ¿Será que tuve ese sueño ayer? Puede que mi memoria haya sacado algo de esa historia, que fue bien real, y que todavía no quiero olvidar. Digo que no quiero olvidar porque las cosas en el hoy diurno se me van pareciendo demasiado al dos mil uno, ya lo vengo advirtiendo desde hace semanas. El caso del policía, las apuestas ilegales, la timba de los bitcoins, los chantas que empiezan a ocupar demasiados espacios de los que se habían esfumado…pero bueno, ahora hay otro espacio muy difícil de maniobrar, ese que no es tan analógico y que tampoco podría afirmar que es digital al cien por cien, porque sus daños y perjuicios sobre las personas es bien concreto. Habrá sueños mejores. Quiero imaginar que se acercan sueños mejores, con escenas inolvidables, grandes actrices, tremendos actores, y un director inspirado. Algo parecido a soñar con ríos, como de seguro soñaba Ballard en su estadía en campo de concentración japonés durante la segunda guerra mundial. Tres años de sueños pesadillescos, imaginando algún día conseguir la libertad suficiente como para comenzar a escribir novelas con esos nombres tan geniales, que sí logró escribir después. En especial la que cito al inicio, con ese glorioso comienzo, digno de un poema eterno, imperecedero…eso, la literatura y sus trazos inolvidables, lo que me podría llevar por buen camino, como viajando a través de esos ríos inexistentes y tan vivos como la naturaleza misma, que el doctor Mallory creaba obsesivamente para sentir que sus sueños podían habitar una realidad, que sería mejor volver a soñar. Por eso espero por la redención, esta noche. Tal vez el frío ayude un poco, me quede dormido más temprano de lo normal, y vuelva a mí el mejor sueño de todos: ese que arranca con un fundido a negro y que termina en un apacible amanecer con tibio sol de otoño, y una miradita al reloj de la mesa de luz…cámara…acción…¡Pasaron ocho horas y no soñé nada! – o no lo recuerdo, que para el caso es lo mismo-.

 

*Y bueno, me ayudo con la música de fondo de hoy…que tengas dulces sueños:

***************************Humildemente, el Yo que dice yo**********de camino a dormir*********al fin********good night a todes*******


Tres poemas desérticos + música de fondo



UN FIN 

(poema inspirado en la película París Texas)

 

Un camino de sal,

la boca llagada

y la sed insoportable,

el destino inventado

desde el big bang,

todos esos nombres

en inglés que no dicen nada,

y seguir a la caza de cualquier

animal gigante y blanco

a pesar de que la vida

se vaya consumiendo

-          o para que la vida

se vaya consumando –,

esperar al final de ese camino

con la boca destrozada

y con el último suspiro desértico,

mirar hacia atrás

para descubrir cómo

debieron ser las cosas,

pero no poder cambiar nada,

como leyendo una novela,

sentarse a fumar el cigarrillo

que se va junto al humo

 de los primeros acordes

de la desangelada y cruda

guitarra de Ry Cooder,

fundido a negro

y The end…

…otra cosa en inglés

que no dice nada.

 

 

NOTAS

 

Nota 1: hace un poco de frío en los pies

y más tarde todo va a ser peor.

Nota 2: Ojalá alguien me hubiera dejado

una hoja con el reglamento para sobrevivir

lo mejor posible, o por lo menos

para no morirme de frío.

Nota 3: No sabía que estaba tan solo,

eso da más frío.

Nota 4: Se me terminan las ideas,

el frío llegó a la cabeza.

Nota 5: Debería comenzar a despedirme,

siento los dedos como dos globos,

como canta Roger Waters

cuando hace frío.

Nota final: Acá debería estar

todo ilegible,

como en un principio,

frío.

 

 

ESTACIÓN R

(a la memoria de dos poetas: Mario Santiago y Kenneth Rexroth. Tal vez lo de la letra de la estación tenga que ver con uno de ellos, o con los dos)

 

Desde este otro lado del universo,

en la estación R,

una orilla sin soles ni piedras orbitando,

el recuerdo de una sonrisa

trepando por la única montaña congelada,

el sexo de los habitantes

esperando la noticia inclaudicable

de una caída más en el vacío,

un vuelo imposible de aves

que carecen de coordinación,

equivocaciones de la naturaleza:

noches y noches todas iguales,

como espumas del eco

de aquel poeta

que deseaba escribir

igual a como hablaba,

y que un día se pasó de largo

y dejó sus versos,

en una estación parecida,

colgando de su cuello,

pasaje sin vuelta

hacia el único fuego

capaz de contenerlo,

que está reservado

para aquellos ojos

ávidos de aguantar

un apocalipsis

y el día después.



***Música de fondo, play:

**********************Jmnp, humildemente***********sugerencias y demás: juanmanuelpenino@yahoo.com.ar********se agradecen comentarios cálidos y saludos cordiales********todo gratis******canilla libre*******

Hombre caminando

Otra de esas noches raras, en las que parece que el cielo se va a venir abajo pero apenas si cae una especie de rocío, que sería una hermosura si estuviera sucediendo en un amanecer en el campo, tipo mañanas campestres con guitarra criolla y flower power. Pero no, el tiempo pasa y nos vamos poniendo…indie pop, porque vuelvo de un recital de esos que te levantan el ánimo, al ritmo de les mendocines Mi amigo invencible, cuyo príncipe idiota agradece hacia todo el público porque entiende que la situación económica en la ciudad está más que complicada, y que poder pagar un recital hoy es toda una hazaña. Y el regreso, siempre caminando, es al barrio Rivadavia, que continúa con su tensa calma, viendo cómo se enfría su economía, cómo se vende cada vez menos, cómo aumentan cada vez más los servicios básicos, cómo se va gestando la proeza clásica del conservadurismo liberal: pegarle un tiro en la cabeza a la actividad económica para que la inflación se planche, hacer caro al país para matar también- de yapa- la industria nacional, el dólar no se toca, se ajusta cada vez más salvajemente y, la frutilla del postre, se rosquea una ley que lleva consigo el cisne negro de la reforma laboral. Tan 2001 que parece mentira. Faltaba ajustar a las universidades, como en  su momento había planteado el fugaz ministro de economía de la Alianza, Ricardo -bulldog- López Murphy. Bueno, eso también pasó. Tan parecido que dan ganas de llorar. Lo que queda como esperanza para un modelo tan viejo como reiterativamente fracasado, es la llegada de esas inversiones extranjeras que nunca llegan, porque al capital en esta fase no le seduce la producción sino más bien la especulación. Entonces, bueno, quedan dos opciones para respetar la ortodoxia eterna de cierta derecha internacionalizada por el Fondo Monetario Internacional: pedir préstamos a quién se atreva y hacer pelota a los/las/les trabajadores/as. Por eso el paro del próximo jueves, supongo. Volviendo al recital, podría dar dos noticias geniales que contrastan con lo que está sucediendo en materia política en el país: Mi amigo invencible suena cada vez mejor y saca nuevo disco el mes que viene. Lo malo es que va a ser difícil comprarlo en esa edición vinilo que es súper linda. Como sea, se disfrutará en plataformas cuasi gratuitas, descargas cuasi legales. Lo importante de la música es que llegue y se comparta, y podamos juntarnos a disfrutarla cuerpo a cuerpo, bailar, saltar, cantar, aplaudir a la banda y pedirle que por favor no se termine la noche, una más y no jodemos más. Esto pasó y nos quedamos cantando en formato desenchufado junto a toda la banda, hasta el final, en una comunión emotiva y que me dejó feliz, realmente feliz. Y qué bueno que existe la música, y qué bueno que es compartirla, y qué cagada esa costumbre posmoderna de filmar con los celulares para compartir al toque en las redes sociales un pedazo de canción que no se entiende nada, que tiene una calidad de sonido horrible y una oscuridad que pareciera que se está en el tren fantasma y no enfocando un escenario. Perdón por eso último, pero me jode bastante que ante un determinado tema, salgan a escena los celulares bien a lo alto, con brazos extendidos, impidiendo disfrutar al 100% el show y estorbando a quien quiere mirar para adelante. ¿Será queja de viejo choto? Puede ser. Por lo pronto, tomé determinaciones drásticas, al menos dos: 1) ya no tengo redes sociales 2) no saco el celular en todo el recital, dure lo que dure. Como cuando voy al cine o me pongo a leer, el celular toma su función original: la de ser un teléfono. Entonces, se queda fijo en una parte y sin chistar, y no hace falta que lo cuide como a un bebé recién nacido, como si necesitase de atención constante para no llorar. ¿Será queja de viejo choto? También puede ser. Como también es de viejo choto la observación general del barrio, pero supongo que alguien lo tiene que decir. Y ya sé que las situaciones históricas no se repiten y que las condiciones materiales, sociales, políticas y económicas son diferentes. Pero se me hace tan conocida esta canción, se me hace tan 2001. Como una remake muy pedorra de un viejo clásico que no fue un éxito, sino una película desastroza, que habría que dejar en el olvido, pero bueno, intentemos otra vez, a lo mejor causa gracia tanta pena. O una nueva versión de un tema muy malo, que de tan pegadizo se hizo aborrecible, esas músicas que acompañan el peor de los insomnios y que no deberían haber existido nunca. Pero, otra vez, consumo irónico mediante, un nuevo artista toma la posta y pretende volver a dejar sin dormir a una nueva generación. Pavada que escuché hace tiempo: la nueva generación quiere el derecho a generar su propia crisis. Nadie quiere eso, pensar lo contario es bastante estúpido. Tan estúpido como el posicionamiento del intendente Monterubio, que se empeña en seguir con la costumbre local de interpretar para el ojete la política nacional. Un deporte que los políticos marplatenses ejecutan como nadie. Siempre dispuestos a seguir al flautista hacia el precipicio, tratando de que su causa encaje en una población que no terminan de entender nunca, porque nunca la escuchan. Es mejor mirarse en el espejo distorsionado del amor propio, obvio. No hay peor sordo que el que no quiere escuchar, ni peor ciego que el que no quiere ver. Algo así le pasó a un ex presidente que vengo evitando nombrar. Un mal día de diciembre, mientras el país tocaba el infierno y la gente era brutalmente reprimida por la policía en Plaza de Mayo, ese innombrable cerraba las cortinas de la Casa Rosada, apagaba los televisores, decretaba el Estado de sitio y remataba su cruel jugada con un intento de censura. Tiempo después, ante alguno de esos jueces propensos al encubrimiento de los crímenes del poder, se declararía inocente por ignorancia. Él no vio ni escuchó nada. Yo, todavía y por suerte, veo y escucho. Y, sobre todo, tengo memoria.

PD: Esta semana falleció Paul Auster, el mundo es un poquito más una cagada. Igual, por suerte, todavía no leí su último libro.

 

*Seguimos caminando por el barrio:  

*******************Humildemente, Juan Scardanelli****************un servidor devaluado********¡Eso! la otra salida mágica*******deva.....megadeva......*****

*Agradecimiento especial para el único autorizado en filmar y sacar fotos cerca mío: Wally del barrio Rivadavia y su cerveza stout, siempre.

Solitario.Final.

El hecho de que vaya a morirse

no tiene nada de raro:

...Sale a caminar de madrugada 

en pleno invierno,

cuando el aire duele

y el pasto empieza 

a teñirse de blanco,

se apoya en el bastón

que lo sostuvo en los últimos años,

sus extremidades solo sirven 

de testimonio de tiempos mejores

cuando las utilizaba

para preparar la tierra

y sembrar las flores;

el frío le sacaba lágrimas,

las últimas lágrimas 

de sus grises ojos,

que habían contemplado 

el mejor de los horizontes

en un pasado con sabor

a otra vida;

vida

que se estaba separando 

de ese pecho escuálido,

que en otros tiempos

fuera guarida de amantes

y que tanta seguridad brindaba;

pero ese día no tuvo más continuará,

no sentía los gustos,

no entendía la música,

había perdido la capacidad

para interpretar esos signos

impresos en hojas

que le contaban las historias

que eran su mejor excusa;

se tomó todas las pastillas

que encontró en el escritorio,

no pudo escribir a su querida vecina

porque tampoco se acordaba de cómo hacerlo,

y se perdió con las últimas estrellas

camino al Parque Camet;

alguien lo encontró y dio aviso

a la policía,

su cuerpo disminuido y sin signos vitales

fue directo a la morgue del Regional,

llamaron a su departamento

pero nadie contestó,

lo cremaron porque no había ataúdes

a disposición o eran muy caros y nadie pagó,

estaba tan contraído 

que apenas ocupó

los recuerdos de dos domingos 

de ese alguien que lo había abandonado.


...Desde el otro lado, es uno de esos domingos,

tampoco es que hace tanto frío;

alguien fuma de noche en la escollera sur,

el humo del cigarrillo viaja en dirección norte,

el leve viento lo lleva junto a un recuerdo,

pero no sabemos a qué o a quién refiere,

aunque, a decir verdad, para cerrar esta historia

debería ser un episodio nostálgico muy obvio,

con escenas de vida pasada,

con horizontes y pechos compartidos

y flores hermosas recortadas en el horizonte

de un patio común;

pero no,

los recuerdos no se pueden forzar,

la verdad es que ese alguien

solo fuma y recuerda cualquier cosa

en la escollera sur,

es domingo y es de noche,

el humo del cigarrillo viaja en dirección norte,

el leve viento lo lleva junto a un recuerdo,

no tiene nada de raro


-imposible saber a dónde va 

todo eso que pensaban 

los que ya no son-

El príncipe de Persia

Saltar, pasar en zigzag. Supongamos que un príncipe Persa cierra los ojos mientras le cae una bomba en el medio de la cabeza, y todo estalla...