Sí, claro,
la ciudad está difícil. El barrio Rivadavia está picante, como esa hamburguesa
con salsa tipo mejicana que promociona la cadena X o M, que con un solo
mordisco ya te deja con la necesidad de vaciar los barriles de coca cola, que a
la vez te aumentan la sed para que sigas consumiendo mientras los pibes y las
pibas juegan con ese payaso macabro en el tobogán con casa de un plástico tan
berreta como la calidad del almuerzo que acabas de elegir, porque tanto más
costoso es llevar a todos esos pibes y pibas a la casa y cocinar para una
manada, algo que más o menos les parezca potable, y además no perecer en el
intento. Pero no nos vayamos de la sentencia del inicio, porque no vaya a ser
cosa que los guardianes del “buen decir”, que también son abonados al ejército
del “buen escribir”, nos ejecuten con pesadas ediciones del diccionario de la
Real Academia Española. Academia que, dicho sea de paso, suele votar a los muy
mal hablados hablantes de Vox, el partido ultraderechista que no se preocupa
por las academias y los buenos usos de palabras y frases, porque mucho mejor
que decir mal y rápido es hacer muy mal y lento, para peor padecimiento de
sociedades que ya no dan más de experimentos – siempre fallidos – en cuanto a
política se refiere. Y lo de picante también viene a colación del gobierno de
ultraderecha en Argentina, y de sus cada vez más lamentables capítulos de
miseria humana expuesta como valentía política. Y en el barrio las cosas
siempre empiezan con algún mal y equivocado anuncio de intendente que nunca
termina de hacer pie en la ciudad de la que dice ser habitante. Hay algo de
enajenación en la política. Me corrijo, hay mucho de enajenación en la práctica
política, por ahí llevada por un deseo que viene irradiado de un espejito
mágico, que resulta ser muy mentiroso. “Espejito espejito, dime quién es el
mejor político de la ciudad”. Y los espejos encantados ya lucen cansados, y
terminan por asentir con pocas ganas, porque no hace falta mucho para que el
político que consulta se crea el elegido, el hacedor, el enviado de unas
fuerzas extrañamente celestiales. Y son extrañas porque en el fondo – muy en el
fondo y endeudado hasta los tobillos – ese político sabe que esas fuerzas son
más bien la incierta interpretación de un sueño que podría haber sucedido o no.
¿Cómo llegamos a este momento tan isekai en la política? Picante, decíamos,
porque la miseria impera en la gran mayoría de la población, y eso se traduce
en lo que sucede en el barrio todos los días. Y hablo del Rivadavia como
cualquier otro de la ciudad de Mar del Plata-Batán. Se agradecen los vanos
esfuerzos por mostrar encuestas y gráficos que demostrarían que el delito bajó
un 0,00002% en la comparación con el mismo día a la misma hora del anteaño
pasado. Pero no hay gráfico que pueda con lo que se vive en las esquinas,
cualquiera de ellas, del barrio y la ciudad. Podría enumerar un sinfín de robos,
situaciones violentas, estafas, miserias varias, pero ya sería redundante y
tendría más que ver con la sección policiales de cualquier diario o portal
informativo – o diario que informa a través de portal informativo, porque la
impresión en papel sale el ojo de una cara, y ya nadie tiene la concentración
suficiente como para leer más de ciento cuarenta caracteres, o lo que dure un
reel -, y no con este espacio que es más bien…Eso, un no lugar que es como
comerse una hamburguesa picante, en un local con payaso horroroso, mientras los
pibes y las pibas juegan con un viento sur de fondo y dos changos desmontando
un coche de un juez que vive de sentenciar mujeres en situación de violencia,
culpándolas porque sus maridos les pegan todos los fines de semana cuando su
equipo de fútbol masculino pierde un partido. Nadie mea agua bendita, decía un
cura de la capilla Santo XXX, luego acusado de violar monaguillos menores de
doce años. No, nadie debería mear agua bendita, ni fabricarla para perdonar
actos de criminalidad extremos, esos que son imposibles de soportar hasta en la
ficción. Volvamos a eso, la ficción…Y qué bueno poder escapar un rato hacia las
páginas de La ciudad y sus muros
inciertos, última novela de Haruki Murakami, y dejarse llevar un poco por
esa historia que se da en dos terrenos. Otra vez isekai, ese género que relata
historias que se dan – justamente – en el cruce de dos reinos o espacios tan
diversos como opuestos entre sí, pero que al final del camino, bueno, un poco
como que terminan pareciéndose. Pero en este caso la bifurcación funciona bien
para contar una historia de amor que, se sabe, no terminará con final feliz.
Esto no fue espoiler, sino una constante en las novelas de Murakami. La verdad
sea dicha a lo Fito Paez: lo que importa es el camino. El protagonista de la
novela es el que me dejó picando la picante nota de hoy, con eso de la sombra pegada que llevamos los de este lado del muro, en lo que sería la ciudad “real”. Ahora,
tratando de ponerle onda a la vida, y como metido en el género isekai, lo que
tendríamos que hacer a partir de hoy mismo es buscar esa otra ciudad, la que se
ubica al otro lado de los muros, donde las cosas se dan un poco diferentes, o
donde todavía no llegó lo peor de nuestra sociedad de la realidad. Una ciudad futura
o fantástica, o como la quieran llamar, donde podemos desempolvar un poco los
sueños de la juventud para darnos cuenta que la revolución arranca un buen día
de otoño, a lo mejor un martes gris de abril, y que estos mismos personajes que
somos pueden cambiar completamente y expandirse hacia un nuevo horizonte. Suena
un poco cursi, como me sonaron las primeras páginas de la novela de Murakami. ¿Será
el tiempo, los libertarios, los precios del chino, el aumento de los servicios
básicos, el primer mosquito con dengue, el celular que me chorearon, los caños
del baño que están todos picados, esa persona que pensé que se acordaba de mí y
no me saludó en la calle, que perdió Alvarado? Quién sabe. De cualquier manera,
agradezco ese comienzo de novela, a lo mejor se me entibie un poco el corazón y
pueda empezar a soñar sueños un poquito menos olvidables, más parecidos a
encontrar ese lugar: “esta ciudad
humilde y frugal, en la que reina la calma y está detenida en el tiempo, sin
electricidad, sin gas, sin manecillas en los relojes, sin libros en su
biblioteca, donde las palabras conservan su significado primigenio y las cosas
ocupan su lugar establecido, ancladas en él para siempre”. Ese lugar por (re-de)construir.
*********y si de lugar hablamos, este lugar escuchamos:
*************************con humildad, Scardanelli*******desde el corazón de este lugar******barrio Rivadavia*************hasta que no podamos pagar la luz*****y esa birra fundamental*****
Comentarios
Publicar un comentario