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Mitad


Está lloviendo ahora sobre toda esta ciudad y

son las 12:30 pm a lo largo y ancho del Meridiano de Greenwich

y yo he crecido entre gente que es joven y gente que no es joven

entre autos, papeles bond o bulky,

artefactos y escaleras

artefactos y clientes. Y avisos de la desesperación o la locura.

(Paradero, de Juan Ramírez Ruiz)

 

Podría decir que la poesía existe para que me den ganas de tirarme del octavo piso del edificio en el que (no)estoy viviendo ahora. Mejor dicho, en el edificio donde estoy muriendo desde hace rato. Como una banana que se pasa de su madurez, y que empieza a despedir un olor rancio de otros momentos, de otras décadas. Una mala comparación de un mal escritor. Pero créanme, es lo mejor que me sale, esto de sentarme a morirme o escribir. Para el resto de las cuestiones me considero mucho menos que mediocre. A excepción, tal vez, de lavar los platos, una actividad que sintetiza como sinécdoque, porque ese coso vale por todos los cosos que se ensucian en la cocina. Paso a explicarme, cuando digo voy a lavar los platos, incluyo todo lo que se utilizó para la comida, por ejemplo cuchillos, tenedores, cucharas, vasos, fuentes, etcétera. Se entendió. En esto radica el principal dilema con mi escritura, lo de si se entiende o no. No tengo una respuesta que me conforme, porque por un lado si se entiende todo siento que no tiene motivo la escritura. Caso contrario, si no se entendió un carajo, bueno, para qué haberlo hecho entonces. Y con eso llega la vida y todas sus cosas, sus cuartos de hora, sus ensaladas, sus malos hábitos, su capitalismo de turno, sus revoluciones soñadas y nunca concretadas, las baladas que nos perdimos de escuchar, todo ese sexo que ya no vamos a disfrutar, los caminos interrumpidos, las personas que se quedan y las que se van. Cómo mantenerme cuerdo esta noche, misión primera. Cómo seguir cuerdo mañana, misión residual. Frente mío tengo la portada de la divina comedia, ilustrada por Rep. En ella se ve a un Dante con nariz ganchuda totalmente ensombrecido, como si fuera un fantasma oscuro, en el centro de la escena, que tiene de fondo una suerte de bosque laberíntico, con árboles flacos y vacíos de hojas, ramas de arterias tan negras como la silueta del poeta. Verso sin esfuerzo, el único que te regalo hoy. Es el Dante del inicio, el mejor. Está llegando a lo que él imagina como la mitad de su vida, y lo que ha conseguido es meterse en un laberinto de árboles oscuros. Todo un logro, y una gran pena que comparto. Demasiado fácil verse en su lugar, y seguir con las malas comparaciones, las metáforas gastadas, las alegorías repetidas. Tantos años para decir que me siento tan perdido como Dante, en lo que creo el medio de mi vida. Pero mejor quedarnos por acá, porque no aproveché el pre viaje y el pasaje al infierno debe estar por las nubes. Paradoja berreta que regalo con mi escritura, espero no te moleste. Además, esa maldita costumbre de sacar el viaje con un guía, que siempre te lleva a los destinos anunciados repitiendo el discurso de siempre, “por ahí está el círculo de los violentos, por ahí los que fueron avaros en vida, pero sigamos porque la bomba total es Saturno comiéndose a alguno de sus hijos, y eso suele pasar sobre las ocho de la noche, porque los dioses son de cenar temprano”. Nada de eso, me quedo con el Dante perdido en el medio de su vida, una vida selvática que nunca puede interpretar del todo, y que a lo mejor eso es lo más interesante. Y la verdad es que el hecho de perderse no es necesariamente algo negativo, y mucho menos a la mitad de la vida. Es como llegar lo más lejos que se pudo, meterse en el nudo bien profundo, y que desde ahí solo quede el camino hacia la salida final, el final de los finales, ese que no podemos evitar y que ya va siendo hora de que aceptemos. Nuestra historia termina con el mismo desenlace, no hay guion diferente para cada uno. Igual no nos adelantemos, todavía nos quedan algunas páginas para seguir escapando, algunos días en los que vamos a sentir que las cosas están bien, y muchos otros en que esas mismas cosas van a estar horribles. Equilibrio aristotélico, el orden dentro del caos que se precipita como vida en nuestros corazones. Sí, ya sé, un corazón es un pedazo de carne que sirve para bombear la sangre que necesita nuestro cuerpo para sobrevivir un tiempo más, pero ya lo dejamos ahí como alegoría o metáfora, y no voy a ser yo el que cambie las reglas. Una vez quise comer el corazón de una vaca, pero no me dio el corazón. Sería un buen chiste, pero ya te dije que no estoy de humor, que la semana pasada fue un verdadero garronazo, y que la que empezó hoy…no lo puedo saber, y eso es lo lindo de estar ahora en el medio de la vida, totalmente perdido. No sé lo que me espera a la vuelta de aquel árbol fantasmagórico. ¿Sospechas? Un montón, pero a ciencia cierta (redundancia que ya jode bastante) no termino nunca de entender completamente lo que el futuro me tiene guardado. Tampoco el futuro es tan sorprendente conmigo, un habitante más del barrio Rivadavia. Por acá el futuro es medio corto de ideas, y no lo culpo, porque no tiene mucho material con el que trabajar. Hace lo que puede, tanto como yo. Tanto como nuestra desesperación. Hora zero siempre dando vueltas por mi endeble cabeza de maldito poeta. ¡Eso! Debería hacer de todo esto que escribí hasta acá un poema, sacar las conexiones, poblar el texto de espacios vacíos, usar los chistes malos, abrir una cerveza, comer pizza tirado en la vereda y ver qué onda la gente que pasa, que me mira como diciendo “¿qué le habrá pasado a este pobre loco?” Nada, es que estoy llegando al medio de mi vida, y estoy perdido en una selva de árboles negros y sin hojas, soy una silueta oscura, como la sombra de una persona que empiezo a dejar de perseguir.


***una música que me ayudó a despertarme el domingo:

************************Humildemente, el Yo que dice yo***************qué lindo el disco de Cat Power******

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