Una novelita marplatense, aclaración y epílogo (sí, se terminó)

*Última aclaración:

Había pensado en una historia de amor. Clásica. Una que tuviera dos personajes jóvenes, conociéndose en un inocente asalto. Eso dispararía un montón de recuerdos de juventud del propio escritor zombie, siempre hambriento de cosas frescas. Nada más apetecible que la memoria que nos puede llegar a sacar una sonrisa. Y la novelita luego seguiría con una serie de encuentros en puntos neurálgicos de esta puta ciudad…no no no, hasta en el último capítulo sigo sosteniendo que una lista de temas musicales sería una catástrofe. Pero se aparecen, como huellas deformadas de un escritor zombie con cierto pasado, muy musical, que lo persigue a cada paso. ¿Y qué hacer con eso si nunca se tuvo talento para tocar instrumentos o cantar? ¿Escribir una novela llena de música que pueda acompañar un argumento simple, del tipo “dos adolescentes se conocen un buen día…”? Pero después de aquel reencuentro en la laguna de los Mapadres, bueno, las cosas se volvieron muy confusas. Luego de un descuido terminamos todos cayendo en el escenario por excelencia que jamás hubiésemos elegido: el Hospital que te tocó en desgracia. Primero fue un aborto, porque hubo una época en que fue legal en la ciudad. Segundo, la caída en el abismo de uno de los personajes, el que parecía más enamorado. Y el otro se confundió entre algún visitante más de paciente en estado comatoso, y como que se descubrió en un sufrimiento eterno. No tan grande como la pérdida de un ser querido-cercano, pero sí un padecimiento leve y constante. Luego el escritor zombie perdió-perdí- el rumbo y los capítulos se fueron volviendo soliloquios extrañados. Finalmente, el final es en donde par…no no no, espero sea la última referencia musical que no será aclarada jamás, ni puesta en lista de espótifai. Una vez que se pierde el rumbo en la escritura, pasan dos cosas:

1) No se tiene mucho más para decir.

2) Los personajes empiezan a quedar atrapados en sus roles.

Como sea, de eso no se sale nunca bien. Y este es el desenlace que lo prueba. Hay que admitir que los personajes llegaron a un final sin retorno, cada uno en un plano distinto, a una distancia imposible de zanjar, como en esas zagas fantásticas de tierras medio parecidas a las actuales, con personajes de rasgos excepcionales pero costumbres bien conservadoras, y que podrían ser ubicados en cualquier comarca capitalista de hoy. Entonces esos personajes siempre –o casi- están en movimiento en un mapa medio inventado – que se suele parecer a alguno de los continentes de nuestro mundo -, para poder mostrar cada uno de esos lugares como si se tratara de una agencia de turismo literario. Además, se procede a describir un desfile carnavalesco de tribus con características fantasiosas pero que terminan en los mismos – o casi- estereotipos de otras historias parecidas: siempre hay enanos, elfos, bárbaros, gigantes, guerreros, bestias, oráculos, brujos, reyes y reinas. ¡Y mercaderes, comerciantes, usureros! Por supuesto. El capitalismo en ciernes. Y hay un héroe, o un par, destinado(s) a viajar y conectar las partes. Un héroe capaz de vencer hasta la muerte para encontrarse, siempre, con quienes se tiene que encontrar. Pero estos personajes de la novelita marplatense no. Imposible que se vuelvan a juntar. Nadie puede salir de un abismo con la memoria intacta. Nadie puede habitar el inefable más acá del barrio Rivadav….no no no, nada de referencias barriales. Decía / escribía, nadie puede habitar el más acá y quedar inmune. Se duele mucho, en el más acá. Es necesario escapar de las cosas que hacen daño, en el más acá. Y en El más allá del allá y el acá solo habita el escritor zombie / o el Yo que dice escribir. Un lugar distante, imposible de habitar por ningún personaje. El lugar donde esas bestias se alimentan – nos alimentamos – de recuerdos, de los propios y – sobre todo – de los ajenos. El más allá del allá y el acá como ese lugar vacío de carne fresca, donde es necesario inventarla para poder seguir arrastrando las piernas, en busca de la próxima víctima. Había pensado una historia de amor clásica, con mi ciudad de fondo. Las cosas no siempre suelen suceder como las pienso. Nunca suceden como las pienso. Creo que eso es lo mejor que me puede pasar. Las cosas pasan y ya está. Hora de terminar de devorar estos restos y continuar con la próxima carnicería. Hasta entonces, desde entonces.

*Más tarde, ese mismo día, en el epílogo... siempre queda algo por agregar. Una última sentencia, una pista tal vez. Eso, ahora estamos en un policial marplatense, específicamente en la zona del cementerio público, el lugar donde uno puede irse a morir por un tiempo, hasta que llega el ultimátum y hay que sacar lo que queda del cuerpo descompuesto por los gusanos, y entonces otra vez a peregrinar por quién sabe dónde. Ese es el instante epílogo. Ya enterrados, debemos desenterrarnos y las cosas otra vez vuelven a donde habían quedado. ¿Se acordarán, todavía, de esos primeros encuentros, de cuando eran bien jóvenes y pensaban que los vínculos eran eternos? Otro súper poder que nos es otorgado al pedo. Sabemos que todo es mortal, incluso cada uno de nosotros, pero no lo sentimos así. Al menos, en ese tierno primer tiempo. Todo a pesar de que la muerte se nos presenta por doquier, se propagandea mejor que cualquier producto. Sin embargo, esos adolescentes se marchan juntos esa noche del primer asalto, y se sienten inmortales. Y está bien, y creo que es algo por lo que todo personaje debería pasar. Amo a mis personajes, y por eso pienso también que me estoy dejando llevar por ese sentimiento, y no los quiero dejar así separados, uno medio muerto y el otro muerto en vida. Pero sé muy bien que la cosa debe terminar, aún en la literatura, en una novelita marplatense, en una de esas esquinas desalmadas del barrio Jorge New…no no no, sigo hasta el final con la negativa a nombrar barrios. ¿Para qué? Mejor pensar que en ese extraño día en que tenemos que dejar el entierro en el cementerio municipal, vuelven nuestros recuerdos y hay tiempo para una remake. O una segunda vuelta, una segunda parte, donde ya los personajes aprendieron las cosas que debían aprender, y pueden vivir una nueva relación mucho más…¿sana? Ni en pedo, eso no funciona así. No lo puedo imaginar para escribirlo. No me pasó. No le pasó a nadie. No puedo imaginármelo ni siquiera en un reino de fantasía. La fantasía sería levantarse de la tumba y buscar una revancha, un último beso. ¿Para qué querría un recién desenterrado un último beso? Se trata de finales de novelitas, y nada más. Entonces el personaje abismado vuelve en sí ese día, justo cuando al otro personaje lo desentierran de su largo primer tiempo bajo fondo, y se encuentran en un lugar a mitad de camino de todo. Se miran a los ojos, y esta vez hay un resplandor extraño, un choque de recuerdos, la nostalgia, y el sabor de los chizitos y la gaseosa, y ese tema meloso de Sergio algo que no pienso nombrar. Y todo tiene sentido…bueno, tiene un sentido, que es el que le da este escritor zombie, que no muere nunca, que se siente con la libertad de enterrar y desenterrar gente para darle un capítulo más, porque teme que si deja de escribir él quedará enterrado. Entonces esta novelita es una excusa, es el aporte al nuevo género literario que tengo ganas de re-crear, el de las novelas-muerte, esas que se escriben en cualquier momento de la vida en el más acá, pero que serán leídas y debidamente entendidas una vez que su autor sea un zombie liquidado, bien muerto para siempre jamás. Mucho después del desentierro final. Una vuelta a caer en el último no lugar al que nos manda la muerte. Pero eso ya no sé cómo se llama. Es lo mismo que te desentierren o que lancen tus cenizas al aire. El momento en el que ya no queda un espacio asignado para tu cuerpo. Ese instante en el que no solamente ya ni se es. Sino que ya no se está, no se ocupa ningún lugar. Como esta novelita que deja su último reducto de lugar por acá…por ahí…

*************************Humildemente finalizado, Juan*************última cosa: la foto es en verdad mi edición sobre un dibujo de Inio Asano, de su manga insuperable "Oyasumi Pum Pum", que lo encontré hace poco tiempo y me voló la cabeza********tanto como el Bocha cerrando esta historia*********

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