Una novelita marplatense (capítulo 14, el del estado de coma y la aparición de Grateful Dead)


Desde el abismo, pero distinto…Ya se comenzaba a sentir como un fantasma. ¿Cómo era un fantasma? No tenía idea, pero se sentía como uno. Inmaterial, pero con algo que lo aferraba a la vida. Esa grieta del abismo por la que asomarse sin entender mucho la diferencia entre un lado y otro. El relámpago que siempre alumbraba tarde, cuando no le estaba prestando atención. Eso es, justamente, lo que los y las médicas quieren referenciar cuando dicen: “la esperanza que tenemos es su juventud”. La inexperiencia de un adolescente con la muerte y sus cosas, lo convierte en un fantasma distraído. Y en esa distracción puede que vuelva a conectar con la vida de pleno. Pasados los años, las tormentas…bueno, la gente empieza a perder las ganas de vivir. Empieza a ver demasiado claro los planos, y por lo general resulta que ese otro lado es más tranquilo, o llama la atención con más fuerza que la realidad del más acá. Más si la realidad es la del Hospital que te tocó en desgracia y en invierno. Fantasma. Capaz de comunicarse con otros fantasmas, pero desde una distancia prudencial, lo que agradeció, porque resultaba que la presencia de otros fantasmas le daba miedo. Paradojas, pensó. Incapaz de comunicarse “del todo” con los que estaban en el más acá, del otro lado. Y en el “del todo” estaba la clave. Con un poco de buena fe y mucha concentración, sentía que era capaz de realizar algún intento de contacto con sus “seres queridos”. Eso era así porque los fantasmas, según empezaba a descubrir, necesitaban tener algún tipo de memoria para poder materializarse sobre algo o alguien. Era imposible, por ejemplo, que él se le apareciera al presidente de Uganda, o que tocara la silla de su hija. Imposible. Solamente, y con mucha concentración, podía hacerlo con la gente con la que había tenido algún tipo de contacto, y cuanto más frecuente fue en la vida del más acá, mucho más fácil. Otra obviedad, ser fantasma resultaba agotador, y por eso los afiliados al gremio eran cada vez menos. La energía que se requería para hacer algún tipo de acción era mucha, no para cualquiera. Y él era un fantasma recién llegado, todavía una especie de holograma sin brillo. Nadie notaría su presencia en ese instante, ni siquiera a través de su cuerpo inerte, que estaba en una camilla de hospital que contemplaba desde lejos. Mucho más fácil si estuviera muerto del todo. Para un muerto del todo ser fantasma resultaba su último contacto con el más acá. Ya todo en un 100% en el más allá, sus chances de trascender al más acá como fantasma crecían. También era obvio, una vez muerto el cuerpo, toda su energía podía concentrarse en ser fantasma. No era su caso. Todavía estaba en trance, entre un lugar y otro. Se descubría en otra sala de espera, una que se asemejaba a…¡un cubo! Oscuro y sin límites. Flotaba para un lado y para otro sin poder llegar a ningún extremo. Su levitación eterna era interrumpida por esos rayos que le mostraban un camino diferente, el del retorno a la vida del más acá, o el del no retorno hacia la muerte en el más allá, y finalmente esa tercera opción. La del fantasma. Pero todo sin poderlo controlar. No estaba en su poder elegir nada. No era una consciencia como se había imaginado, era una suerte de hoja al viento, que se dejaba llevar para el lado que podía. Y si lograba concentrarse, nunca terminaba por dilucidar hacia dónde había puesto toda esa fuerza. Tampoco tenía idea del tiempo transcurrido entre levitación y levitación. En definitiva, el abismo era un no-lugar muy indeterminado, muy difícil de volver en algo concreto. ¿Ansiedad? Tampoco sentía. En algún punto se encontraba en un estado casi perfecto. No sufría dolores, ni era consciente de nada más que ese estado, el del abismo. Una nada que no terminaba de decidirse, pero una indecisión que no experimentaba. Solamente algún recuerdo de su vida en el más acá le generaba una pequeña, diminuta pulsión. Era una suerte de alteración en la línea que mostraba la máquina que te dice si ya te moriste o no. Una interrupción de microsegundo en el casi constante piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii…Un acorde que sonaba distinto a la pasada número cien, y que al toque volvía a disonar. ¿Y cómo podía describir todo eso alguien? Porque también, ese alguien, había pasado por lo mismo. Por un abismo.

*Aclaración número tal: Sí, los zombies pueden aprender cosas y también enseñarlas. Un escritor zombie, sobre todo. El hecho de poder escribir le da al zombie un estatus importante, aunque lo pone en riesgo. Es importante porque puede seguir razonando más allá, pero también es riesgoso porque pierde concentración en lo único que debería preocuparlo: alimentarse de carne fresca y cerebros. Pero el escritor zombie encuentra más atractivo el alimento que proveen las historias frescas y los cerebros de los personajes que las protagonizan. Y es muy consciente de que el final de la historia es también su final, porque el escritor zombie sabe que todas las cosas están conectadas, que hay como hilos que tejen las vidas de cada uno de los libros que leyó, también de sus autores y autoras, tan zombies como él. Y se pregunta todo el tiempo: ¿Qué pasará cuando deje de escribir, cuando me empiece a quedar sooooool….no no no, casi se pasa el capítulo sin música de fondo. Y esa máquina que te dice si estás o no vivo, y que en realidad es una especie de médium que no sirve de mucho, porque esas señales tan débiles no son nada, en concreto. Un estarse conectado a un aparato que no hace nada, el viaje a la pre-muerte, o una temporada en el abismo, o en busca del muerto perdido, o las mil y una noches en punto y coma, en coma, más allá de los signos de puntuación, ¿por qué coma y no puntos suspensivos? Todas esas preguntas que no te pasan nunca por la cabeza, a menos que hayas vuelto de una situación así, a lo Jerry García de Grateful Dead, cantando eso de I will sourviv…..no no no, nada de música gringa en lista musical que no debiera existir, pero qué ganas que le dieron a este escritor zombie de escuchar un solo de Jerry García, y de ver a toda la banda como graciosos esqueletos-fantasmas-zombies, siempre volviendo a joder con una forma tan genial de cantar las cosas…

*************************Humildemente, su escritor zombie del barrio Rivadavia************me caen muy bien los muertos y las noches de cine y fernet***************cosas de invierno. hasta el capítulo que viene**

*Foto: calle con cielo violeta en el barrio x de la ciudad mdp-b.

Despertar de mambo (otra vez)



Despertar es una cagada, porque todo huele mal:

las sábanas viejas y agujereadas,

hace mucho frío en la ciudad,

se me parte la cabeza,

ni sé qué carajos tomé ayer a la noche

y me duelen un montón el cuerpo y la forma…

…y no sé qué hacer con estos versos:

“Dejen -¡por Dios!- dejen todo su modo

de hablar del arte”;

una noche que todavía me resuena

porque creo haber visto

a Pierrot el tonto

leyendo un poema

en lo más solitario

de una playa turística de Francia,

o en el living de un departamento

que tiene un muerto en la cama

y la heladera abierta,

con Marianne escondida

y esperando por salir a cantar,

mirar a la cámara

para advertirnos:

¡HEY!, IDIOTAS,

OJO QUE ESTO ES UNA PELÍCULA

IMPORTA LA FORMA

¡ES LA FORMA!

aunque en el barrio La Herradura

se inunden las calles

y la gente sufra de frío y olvido,

gente anónimamente enumerada,

sin sus cosas y sentimientos,

porque es mejor gastar fuerza

en montar circos con motos

y pistas de arena

en playas muertas de contaminación,

¡HEY!
¡MARIANNE!

A LA FORMA SE LA HEREDA

¿y qué le vamos a hacer?

En la basura se cuece

la poética del gatillo fácil

¡Y QUÉ FÁCIL ES MIRAR PARA OTRO LADO!

ser insensible con quien sea,

a menos que tenga hocico

y no se pueda defender ante el siguiente llamado:

¡VENÍ PARA ACÁ, PIERROT!

y siempre venga con su lengua afuera

y no tenga conciencia de que

lo único que hacemos bien es la guerra

y justificar hambrunas

y también inventar mantos sagrados

que nos regalen un perdón

de ciencia ficción en fin de semana,

porque mañana todo empieza

otra vez,

y la forma es la misma,

y el estilo se repite

porque se hereda,

y hay silencio y complicidad,

quien tiene que decir algo

solo declarará si sus redes

aumentan el caudal

de la cuenta DNI,

con el siguiente alias:

UNIDA.A MI.EGO,

y que el año que viene

se viralice el despegue

de un nuevo magnate a la luna,

y que allá habite otra forma,

PIERROT Y MARIANNE

Y UN FINAL FELIZ

con una música de fondo

que se interrumpe acá…

…porque esto pudo haber sido

un poema o una película

o un manifiesto artístico / político,

o el mal aliento que me dejó

lo que vaya a saber

que tomé ayer a la noche.

*******************humildemente, Scardanelli************despertando******
*Película referida: Pierrot, el  loco de Jean-Luc Godard

*Escritor citado: Gombrowicz

***************************************

Una novelita marplatense (capítulo 13, el de los "seres queridos")

Desde afuera y no tanto…Tenía serios problemas con la expresión “seres queridos”. Primero, como forma de dirigirse a un grupo determinado de personas cercanas, o más o menos, por las que debería sentir algún tipo de aprecio. ¿Sería adecuado llamar así a esa suerte de amor naciente, a esa persona que apenas conocía de dos salidas, y que ya había quedado en un lugar complejo de incomunicación? Le pareció todo demasiado prematuro. Muy rápido como para considerar “querido” a alguien que había podido empezar a querer hace casi nada de tiempo. Muy rápido para considerar a alguien en un futuro improbable. ¿Sería adecuado seguir visitando a una persona apenas conocida en un estado tan crítico? ¿De qué servía si ni siquiera podían reconocerse y hablar aunque sea por gestos? ¿Y si se quedaba así por el resto de la vida, hasta cuándo iría de visita? ¿Cuánto más podía durar una historia en este tipo de situación?. Y otra cosa era esa expresión como expresión en sí: “seres queridos”. No le gustaba porque le sonaba a película de ciencia ficción, de extraterrestres, o de horror, de monstruos. Esos “seres queridos” que vienen a conquistar vaya a saber qué cosa, o esos “seres queridos” en busca de sangre amable. Le hacía recordar a un capítulo de los expedientes secretos X, donde Molder está muy seguro de haber encontrado una prueba de que esos seres de otro planeta se llevaron a su querida Scully. Pero al final todo queda en la nada, y otra vez a seguir investigando con la pregunta sin contestar: ¿Existen o no los seres queridos? ¿Sería un problema psicológico? Este personaje podría ser de esos seres incapaces de sentir más que una tibia simpatía por los demás seres. Una suerte de extraterrestre viviendo en la Tierra, sin haber actualizado la guía para ser considerado un ser humano común y corriente. Esa guía que me haría falta para tratar de finalizar el armado de alguno de los personajes de la novelita marplatense-batanense. Pero eso ya es un problema mío, y en este apartado nos referimos a uno de estos jóvenes personajes, el que quedó fuera de la habitación del hospital porque se considera que está sano. Un personaje sano. ¿Qué cosa sería eso? La verdad es que no se sentía muy así. Por el contrario, todas estas dudas se le presentaban en su pesada cabeza, y era común que no pudiera dormir durante varios días, en los que fantaseaba que sus “seres queridos” lo secuestraban por las noches para hacerle miles de pruebas. ¿Con qué objetivo? No tenía idea. Pero a causa de eso, es probable que le costara tanto decidirse a querer a alguien. La desgracia radicó en que cuando se decidió…bueno, pasó lo que pasó. Esa persona destinada a terminar transformándose en su personaje querido para toda la historia, cayó en una especie de punto y coma, que lo dejó fuera de poder defenderse. ¿Para qué carajos querer a alguien que no se puede defender? Una pregunta que debería haberse hecho antes, cuando importaba. Ahora había quedado en la encerrona de un abismo también, uno mucho más sutil que el impedimento físico. Debía seguir desarrollando su relación con una persona que no le iba a responder nada, en un contexto de hospital. ¿Habría peor manera para enamorarse? O, por el contrario, ¿sería la mejor manera de relación posible? Todo esto le daba vueltas por la cabeza, mientras salía del baño de la sala de espera para las visitas. En ese momento se volvió a cruzar con el otro personaje que había asistido a aquel abismado en la calle. Se miraron con cierta compasión y se preguntaron “¿qué onda, cómo te fue?” Los dos, más o menos, contestaron lo mismo, casi como cumpliendo un compromiso de ocasión: “Fue bien, dentro de lo posible, por lo menos se lo ve bien, es un paciente que está a la buena de Dios, pero como es joven puede que salga adelante…quién sabe, solo Díos sa…”no no no, otra vez esa maldita manía de recordar músicas que vienen al pelo para seguir la novelita. ¿Qué querían decir esas palabras duplicadas? ¿casualidad? ¿costumbre? Serían ese tipo de cosas que se dicen en este tipo de situaciones, pero ¿de dónde salían? ¿Otra vez la influencia del cine, la tele, las novelas? Se fue del Hospital que te tocó en desgracia con la certeza de que todos los habitantes de la ciudad habíamos visto las mismas películas que pasaran tantas veces Canal 8 y canal 10, y que por eso un poco nos parecíamos todos y todas. El adn marplatense-batanense como una construcción de la televisión de aire, un día más haciéndolo “Todo por amor” como Julia Roberts. Era algo, una forma de haber adquirido experiencias indirectas comunes, que le permitían parecerse un poco a esos “seres queridos o por querer”, que no tenían nada de malo, y que caminaban muy cerca suyo sin saber que en algún momento iban a dar vuelta la cara para cruzar miradas y…magia veneno no no no, lista musical odiosa. Decía, la magia de empezar a relacionarse con alguien que no se conocía hasta hace minutos, que no se pensaba conocer nunca jamás, pero que tenía tanto en común con uno, porque la ciudad es un pañuelo descartable. Se sentía mucho mejor, ya no pensaba en extraterrestres o monstruos de otras regiones. Sólo en los suyos, internados o caminando por la Avenida Ja…casi muerdo el anzuelo. Muerdo el anzuelo y vuelvo a…Tampoco, paso de anzuelos.

 

*Aclaraciones algunas: el problema de problematizar las relaciones. Todas y cada una de ellas. De buscarles un ángulo adecuado, un nombre…ese famoso “no hace falta ponerle nombre a lo nuestro”, o eso de que “los amigos son la familia que se elige”, y su contraparte que sería “la familia no se elige, pero es familia”. Una realidad sentimental construida entre frases hechas y códigos, y los sentimientos bien reales como filtraciones que escapan a las convenciones. Y un montón de “seres queridos” con miradas perdidas, sí….como zombies, pero en busca del cariño perdido, o anhelando, o necesitado, o implorado para no parecer tan monstruosos, porque ¿quién puede ser feliz sin querer y ser querido? Queridos, yo creo que la felicidad empieza con la lectura y termina cuando se cierra el libro. Pero ya lo anticipé, la clase de zombie que me tocó en el reparto de la novelita marplatense-batanense me lleva a ese determinado tipo de conclusiones. A veces sueño que estoy atrapado en un abismo, que una vuelta caí ahí y no pude salir más, y que ni Julia Roberts en VHS me pudo ayudar. A veces pienso eso como una pesadilla, aunque no pueda dejar de sentir un alivio muy gratificante:

**********humildemente, Juan********una semana más, un capítulo más*******una semana más bien abrigado, y guarda con andarse encontrando balas perdidas de la policía por el barrio******

*Foto editada: El famoso Hospital que te tocó en desgracia.

Niñez (otra pausa poética, por el día)


Niñez

 

La vida, la belleza, el pensamiento

y todo lo demás que por ahí

para Hölderlin tenía sentido;

a lo mejor un encierro homeopático

resulta mucho más adecuado

que un futuro abierto

hacia la ansiedad de la nada.

 

No quiero que se mal interprete,

no estoy en contra

de todas esas cosas

que nos enseñaron

que hay que buscar

para decir que se puede ser feliz.

 

Aunque, bueno, ¿cómo decirlo?

¿cómo escribirlo?

diría:

no estoy a favor

de este mundo,

porque cierro los ojos

y prefiero todo

lo que ya no está,

todo lo que ya

no tiene la culpa,

libre de presente,

imposible de futuro.

 

Ahí están,

ahí radican

todas las identidades

que son las que siento

como más armónicas,

sinfonías con partituras muertas

y que solo se ponen

en funcionamiento

cuando es de noche

en tu habitación.

 

Pero llega una alarma

o un mensaje de texto,

y se mueren los escenarios

universales de ese sonido,

y que vaya uno a saber

si en verdad existió.

 

Eso no importa,

existe en esos ojos cerrados,

en esa habitación de noche,

en la linterna debajo de la sábana

¿cómo era esa primera lectura,

la de la ballena blanca?

 

Literatura infantil

era el libro que se podía

quitar de la biblioteca,

mientras el mundo

miraba hacia su propio

e improbable futuro,

con final feliz

siempre truncado.

 

Habría que retomar

eso que escribió aquel

“poeta alemán de todos los tiempos”,

pero puede que ya me haya olvidado

de su nombre, de sus versos,

¿es posible olvidar

lo que alguna vez

fue tan importante?

 

Hoy no tengo mucho espacio

para mudar recuerdos,

toca tirar las primeras páginas,

cierro los ojos

en esa habitación,

es de noche,

leo:

“la vida se halla en la armonía de las eras,

que espíritu y natura al intelecto velan,

y la perfección en el espíritu es pura:

mucho se halla así, sobre todo en natura”.

 

No sé bien qué cosa es ser feliz,

pero ese recuerdo

-estoy seguro-

se le parece mucho. 

Una novelita marplatense (capítulo 12, el del escritor zombie y sus razones)

Desde más allá del abismo…Una manera completamente distinta de contar las cosas que podrían estar por ocurrir. Un mirar desde el no lugar perfecto, el de quien quiere no ser mirado. Un ejercicio de red social, de gobierno vigilante, de padre sobreprotector - ¿con decir protector no es suficiente? -. La mirada que cree verlo todo y saberlo todo y entenderlo todo. Pero que sabe muy bien que algo se le escapa. Cosas que no va a saber hasta que haya pasado un tiempo eterno. Cosas que se van a interpretar desde el más allá, el día del desentierro. Un escritor debidamente sacralizado, ahora sacado de ese pacífico descanso, vuelto a poner en la ruta y a ver qué pasa con esa su “nueva mirada” de muerto en vida. Zombie de su propia historia. Y empezar a entender otra cosa, buscar donde está la cosa fresca para devorarla y poder seguir escribiendo. Deglutir cada palabra, cada idea, cada personaje, cada diálogo, cada lugar narrado, todo de nuevo y chorreando la sangre que es la bebida de los muertos que quieren ser recordados a fuerza de aceptar una vida después de la muerte, a fuerza de ser contemplado como a un monstruo pasado de moda, que no se deja estaquear el corazón debidamente. El escritor insoportable, el escritor tóxico, el escritor que cree dominar el futuro de eso que escribió alguna vez, en un pasado que fue presente como cuando puso un punto y coma por ahí; el único que utilizaría en toda la novelita marplatense. Y ese era un día de perros, muy de perros. Hacía un frío de mierda, era invierno, y para colmo recién empezaba. Y en la radio sonaba un tema que tocaba alguna fibra nostálgica - ¿qué color de fibra sería ese?, no se acordaba haberlo aprendido en el jardín, aunque solo había asistido a salita de cinco una semana y media -, en versión de Amy…no no no, nada de referencias musicales, aunque traducido el tema trataba sobre una primera persona - ¿la que viene después del Presidente? – que se preguntaba si una segunda persona – ¿después del presidente y YO? – la seguiría amando mañana. ¿Me seguirás amando mañana? La pregunta que a veces es mejor no hacer nunca, ni hoy, ni ayer. Mañana llega y los sentimientos se suelen correr un poquito hacia otro lugar. ¿Dónde queda entonces toda esa pasión, estos dos personajes tan jóvenes que se encontraron en un asalto, que se fueron a la laguna y que ahora se acompañan a la distancia imposible de un abismo? ¿Qué clase de historia puede contarse de una forma así de cruel? Las historias no pueden hacer algo así. Solamente suceden y ya. Alguien las comienza a escribir, después van mutando solas. Por ahí todo terminaba en la laguna de los Mapadres, con la aparición de un asesino. O con la concreción del amor luego de la pronta recuperación del personaje abismado en el Hospital que te tocó en desgracia. Un te estuve esperando como Penélope a Ulises, esos eternos fugados que en verdad no pueden estar ni un minuto juntos, porque su razón de ser es la distancia que los separa. Personajes abortados que abortaron a su escritor -y alguna vez contaré ese capítulo-. El hilo que une a los personajes de ficción también es una ficción. Las puntas son circunstanciales, y lo bueno de la historia está en el mismísimo hilo. Puede ser un abismo, cierto. Dos personajes debidamente separados para poder reencontrarse hacia el final, y terminar en un capítulo debidamente juntos. Pero esto no va a pasar en esta historia. ¿Por qué? El escritor es un zombie, y a los zombies no les importa más que la carne fresca o los cerebros frescos, depende el tipo de zombie que se crea. Nada de hilos, nada de puntas. Carne. Y sangre, y cerebros, y gente que pasea sus ojos esperando una lectura conciliadora, que no quiere ser molestada, que no quiere experimentar lo más horrendo de todas las cosas horrendas que puedan existir: ser un escritor zombie. Uno en la ciudad de Mar del Plata – Batán, uno que odia cuando se deja de lado a Batán en el nombre de la ciudad que lo vio convertirse en un abortado muerto vivo. Ese escritor que nunca nadie leyó con seriedad porque no se autopercibe serio. Un escritor zombie que es mejor dejar de lado con un simple: Buenas noches y hasta lue no no no, referencias musicales no. Pero eso, un escritor zombie que se anula con las siguientes palabras mágicas: “no se entiende lo que escribe”. Pero para el escritor zombie eso sí que es música para sus oídos muertos. Está molestando con su quehacer, está inquietando las aguas calmas, está muriendo mientras escribe su última historia, siempre la definitiva. Esta es esa novela, la que se escribe esperando la muerte definitiva, la que se denomina post mortem, la que el propio escritor zombie nunca va a poder leer debidamente publicada. Un alivio, un bálsamo con el que poder seguir arrastrando los dedos en estado de descomposición. Una novelita marplatense contra el tiempo. Y darse cuenta tarde de lo siguiente: el título tenía que decir una novelita marplatense – batanense. Pero a veces uno cae preso de sus propias trampas. El escritor zombie sigue de cerca el abismo. El escritor zombie se va a rendir en cualquier momento. Se va a seguir rindiendo por el resto de la eternidad, que no es mucho.    

 

*Aclaraciones: es fácil rendirse una vez muerto y enterrado, porque simplemente carece de sentido cualquier continuará…peeeeero, una vez vuelto a la vida como habitando el pet cementery de los Ramon…..no no no, otro tema musical fugado. Decía, una vez, otra vuelta a la vida pero muerto, como en novela del King, las cosas se perciben muy diferentes. Y ese es el refugio adecuado para este escritor de novelita marplatense, una excusa para decir lo que –casi- pinte. Y la pregunta de la música que sonaba aquella tarde:

************************humildemente, Juan********y mañana vemos, ¿no?***********este capítulo fue el de terror, la semana que viene vuelven los protagonistas**********

*última aclaración y me voy: la fotografía se titula "El escritorio del zombie"


Una novelita marplatense (parte 11, más de noche, en ese mismo lugar...)

Desde el abismo…el personaje joven/enamoradizo entró en un coma más profundo a causa del virus intrahospitalario – eso sería el previously del capítulo anterior -. Un clásico que se refuerza con los años, porque los virus evolucionan para peor, van moldeándose lo suficiente como para hacernos más difíciles las cosas. La cosa: matarlos antes de que nos maten. Pero bueno, siempre van a estar un paso por delante, o unos cientos de muertes por delante antes de que algún laboratorio acierte con la cura, la venda en dólares para que se salven unos pocos, y después mutar nuevamente y otra vez a laburar sobre la base de la cura anterior, y así. Mientras tanto, esas desafortunadas personas que mueren son héroes y heroínas de la historia. Muchas lágrimas en el medio, juicios a los hospitales o clínicas o a laboratorio mercenario o a quien corresponda, para luego seguir adelante hacia………el abismo, nada menos. El lugar donde este personaje adolescente casi caía en un más allá del coma que, creo, todavía no tiene nombre. Otro de esos no lugares, o casi lugares, donde perderse para siempre, o casi siempre. Pero el tema con estas cosas es ese, no se puede decir que la persona en cuestión terminó de morirse, ni que empezó a recuperarse. Está pero no está del todo, no está pero no se fue del todo. Una para acá, otra allá y en ninguna parte. El abismo, podemos llamarlo. Una suerte de road movie sin copiloto, sin auto, sin paisaje. Pero se siente como viajando igual, levitando en el espacio infinito, por entre la enorme distancia que se dedican las estrellas. Y la escena es tan monótona y quieta que pareciera que no se avanza hacia ningún lado. Pero sí, la mente percibe un movimiento estrepitoso, como sabiendo que se está alejando para siempre de lo conocido, de lo racional. Y ahí las leyes físicas cambian, el tiempo y el espacio son otra cosa. Una suerte de reino del narrador de la historia. Un lugar de mierda, un lugar en el que mejor no estar mucho tiempo, un lugar que si uno pudiera obviar estaría más que bien. Pero este personaje confundido cayó ahí y pobrecito de él. Cada tanto, una suerte de relámpago le muestra el camino que sería de regreso, pero hay que estar demasiado atento como para darse cuenta. Por lo general, los personajes que caen en el abismo se terminan muriendo a las pocas horas, unas cuantas páginas después. Un pre viaje hacia el más allá, pero que no se percibe como tal. Se percibe como una pesadilla minimalista y uniforme, como si se estuviera en un cubo oscuro, dando vueltas, buscando algún extremo, pero sin sentir ningún tipo de sufrimiento, ni dolor, ni frío o calor extremos, ni cansancio. Lo que sí se siente es que las cosas no están bien. Que la vida se quedó lejos, y que ya nada de lo terrenal tiene lugar ahí, en ese cubo del abismo. Algunos lo pueden confundir con la felicidad, otros con el infierno. Pero en verdad es un estado más, indefinido, poco claro, del que existen escasos testimonios por obvias razones. Para colmo, las pocas personas que logran volver de ahí terminan mezclando la experiencia con fragmentos de películas en las que se veía una luz o un pariente muerto, o un perro angelado, una aparición divina que siempre termina aconsejando dar la vuelta, porque por acá ya estamos bien así, mejor morite en otro abismo. Y esa gente vuelve y ya no es la misma, y vive convencida de que lo que le pasó vale la pena ser contado. Y la verdad es que no, ¿para qué? Son mejores otro tipo de historias, otro tipo de imágenes. Entonces este personaje adolescente enamoradizo ya no se acordaba de nada de eso, ni de la juventud, ni del amor, ni siquiera del otro con el que había cruzado recuerdos. Ahora era una especie de ente ficcional al cien por ciento, levitando en un abismo que se figuraba cúbico, en la oscuridad, sin saber para dónde salir o para qué. Y en eso la muerte se le parecía mucho a la vida. Empezaba a darse cuenta de que las diferencias son sutilezas inventadas por los seres humanos para que el día a día no sea tan aburrido, para que la muerte y la vida valgan algo más de lo que en verdad valen. Ahora sí que se sentía lejos, de verdad. Empezaba a olvidar nombres, lugares, sabores……y esos besos con mate en la laguna de los Mapadres. Eran sus únicos besos, no los quería perder, eran su lazo con la vida, con ese hospital donde todavía estaría tirado en la camilla, el Hospital que te tocó en desgracia….Sin embargo, un destello de razón lo conectó por un microsegundo. El abismo tenía sus fallas, sus grietas, y él todavía tenía algo por hacer. O al menos, eso pensó. (o mejor dicho imaginó, no sabría bien qué verbo utilizar en un caso así, en un espacio tan difícil de determinar, en un estado intermitente, que no es ni siquiera un estado. Lo mejor sería inventar todo un lenguaje nuevo, o una legión de intérpretes para el caso, tipo club de fans del Señor de los anillos o Asociación psicoanalítica internacional).

*Aclaración: Estar al borde de la desintegración es algo muy traumático. La cabeza hace lo que puede para dejar nuestra conciencia bien lejos, como narcotizada, lo que produce un efecto contrario, en caso de volver a recuperarla. Y por eso el riesgo de volver y quedar como apagado, sin estar del todo de este lado de las cosas. Una fina y limítrofe línea con la que convivimos sin darnos cuenta hasta que pasa lo que pasa. Por ejemplo, un virus que nos tumba, un ACV, un bobazo, un accidente, un mal sueño del que no se puede despertar. ¿Y cómo era esa música de entre sueños, dulces sueños, dreams sweet dreams…? no no no, casi pasa un capítulo sin nombrar una música más para la lista de reproducción que no deberá existir….peeerooooooo:

******************humildemente, Juan Scarda....*******algunos de ellos te usan*********y ojalá que sea para contar una historia*******hasta el capítulo que viene, dulces sueños********


****Fotografía: invierno en Aragone

****Por favor, lo que me quieras decir será muy bien recibido por aquí: juanmanuelpenino@yahoo.com.ar

La lluvia y el telegrama (una pausa poética - para Majo, con cariño -)

La Lluvia y el telegrama (una pausa poética)

Para Majo

 

Ese día de lluvia en que empezaba la historia,

uno de esos giros del destino,

caprichos existenciales,

puertas cerradas aterrizando sobre

cuerpos condenados a la lectura,

unos ojos vidriosos y oscuros

con la leyenda que se ve

en colores modernos

de inteligencia artificial

sobre pantalla de celular /

lienzo de momento/

óleo sobre Android,

el mensaje tan claro

como extemporáneo:

Telegrama de despido

 

Un título eterno,

como el nacimiento del niño

o el martirio del santo XXX;

otra persona que entra

y se compadece al instante

como no lo pude hacer yo,

y dice algo de la economía

y del fachismo,

el viejo-neo liberalismo

y la necesidad de repensar

la historia de las izquierdas

de por acá en Latinoaméríca

-y que hoy se reduce así: Latam -.

 

Pero los ojos vidriosos y oscuros

son la Historia en ese instante,

sorpresa y desconsuelo

y yo que sigo ahí parado

sin decir nada,

como en un velorio

donde siempre están demás

cualquiera de las palabras.

La otra persona se retira del local,

con la indignación atenuada

del que se sabe aliviado

“Menos mal que no me rajaron a mí,

la verdad no sé qué haría”

 

“¿Y qué pensás hacer?”

esa pregunta de mierda,

porque la respuesta es incertidumbre,

vacío y dolor presente,

el ahora es angustia

“¿hacer?...

supongo que voy a llorar

y que después el día

va a ir pasando

como un fantasma

ante los ojos vidriosos y negros…”

 

O eso imagino que decís,

pero más adelante,

porque en ese exacto momento

de la lluvia y el telegrama

yo no entendía nada,

era una idiota e inútil

alfombra sentimental de segunda mano,

creo que atiné a mirar

el estante de novedades,

porque la tenía a tiro,

y que te señalé una novela

sobre una ciudad

con unos muros fantásticos,

porque ahí había un personaje

que hablaba con un fantasma

sin inmutarse,

como perdido,

los dos,

algo natural

como ahora.

 

Y recuerdo que vos agarraste el libro,

le rompiste la bolsita que lo envolvía,

me miraste por última vez

con los ojos vidriosos y oscuros,

y me dijiste:

“Me lo llevo, total

¿qué es lo peor que me puede pasar?”

El príncipe de Persia

Saltar, pasar en zigzag. Supongamos que un príncipe Persa cierra los ojos mientras le cae una bomba en el medio de la cabeza, y todo estalla...