Regreso
de la laguna…
Una vuelta, en la laguna de los Mapadres, dos
pescadores encontraron un lobo marino. Y aunque nadie pudo corroborar nunca
jamás la anécdota, todavía queda uno de ellos con vida. Este pescador vive en
las cercanías de la laguna, o en sus lejanías pero de ahí nomás, en una casita
tipo cabaña, que nadie conoce exactamente dónde queda, pero que es la prueba
cabal de que esa anécdota es verdadera, y que una vez en la historia – por lo
que se sabe fehacientemente – un lobo marino nadó en las aguas de la laguna de
los Mapadres. ¡Y qué querés! A falta de monstruos legendarios, y a sobra de coipos
y ratas, la laguna merece al menos esa leyenda, la del lobo marino de laguna,
visto solo una vez por dos pescadores de la zona, uno de los cuales falleció
hace años, y del otro poco se sabe, debe andar por acá nomás, medio escondido,
medio vuelto loco por aquel descubrimiento de un animal fuera de contexto. Como
nosotros, se dijeron la pareja de jóvenes que se habían conocido en un asalto.
Se miraron mientras viajaban en el 777 rumbo al centro, para de ahí combinar
con otro bondi, cada uno para su barrio, barrios que no voy a nombrar, pero que
solían identificarse con equipos de fútbol archirrivales, porque para eso
existen los equipos de fútbol masculinos, para poder juntarse a odiar a alguien
más sin tener que dar ningún tipo de explicación. Y en el micro estaría bueno
que la pareja se cruzase con aquel pescador sobreviviente, capaz de contar lo
que sus incrédulos ojos habían visto ese día, un día que lo marcaría para toda
la vida y más allá. Y el viejo pescador ya tendría el semblante de un Ahab,
pero sin pata de palo, porque a diferencia de las ballenas los lobos marinos
son bastante más perezosos, no suelen gastar energías en atacar seres humanos,
por suerte. Y haría hincapié en eso, mirando a los jóvenes. Eso de que lo
extraño había sido ver a un animal tan fuera de contexto. El final de la razón.
¿Cómo había llegado allí? ¿Alguien lo habría arrojado a la laguna? “Por
supuesto que no, porque te das cuenta”, dice el viejo pescador. ¿De qué? “De
que el animal se paseaba por la laguna como un experto habitante, como un local
acostumbrado a esas aguas, a sus cambios, a la gente que acudía a hinchar las
pelotas los fines de semana. Eso se le notaba en los ojos, en la manera de
nadar, en su descanso entre los juncos, en la indiferencia de los coipos, que
casi lo saludaban al pasar, como si se tratara de un vecino de toda la vida”.
¿Cómo podía ser eso posible? El pescador no se lo podía imaginar. Y lo que
menos le entraba en la cabeza era cómo había desaparecido de repente, de un día
para el otro. Jamás nadie volvió a ver al animal nadando por esas aguas. Jamás
nadie en la zona se encontró con el cadáver del lobo marino. Sin dudas que lo
trataron como a un loco, a un borracho de los tantos que hay en la zona. Un
pobre tipo que inventaba historias para pasar el rato, que no es más que lo que
intenta hacer este escritor del barrio…no no no, nada de nombre de barrios ni
de marcas de alfajores o lugares reconocibles o calles o clubes o lo que sea
que referencie a esa ciudad innombrable. ¡Cierto! Ya se me escapó el número de
un colectivo, pero no es para tanto. Son números. Volviendo a eso de inventar
historias para matar el rato, mientras se toma algo para entrar en calor en
este otoño-invierno que me tiene estornudando casi 24x7. Sí, un poco este viejo
pescador es la imagen de quien escribe, sin esperar mucho más de la vida.
Escribir como pescar esperando sacar algo más que una zapatilla agujereada y
dos piedras. Escribir imaginando que se sale del puerto en busca de la gran ballena
blanca, o de cualquier otro animal fuera de su contexto, algo increíble, algo
inverosímil pero real, y por eso inolvidable. Esa es la intención en la
partida, que se crucen las bestias y que Virgilio nos guíe desde la oscuridad
hacia la luz de Beatriz, y que la aventura termine en la brillantez de la mejor
de las revelaciones. Pero nada de eso sucede nunca cuando se escribe. El camino
es una constante de horizonte plano, una marea generalmente calma, con pocos
sobresaltos y la certeza de que en algún momento las palabras se empezarán a
mezclar tanto que sí, aparecerá una tormenta horrible que derivará en naufragio
y llegada a una isla olvidada del mundo, pero muy mal escrita. Y fin de viaje.
A lo lejos, algún distraído reparará y gritará señalando, “vean, ahí está ese
loco que habla solo, o escribe, para el caso lo mismo da”. Lo mismo que ese
pescador, este escritor se toma su vino y se acuesta a insomniar en una cabaña,
recordando esas cosas que escribió y que pensó que serían sorprendentes para
aquellos que no lo consideraron así. Y la pareja de jóvenes que se conocieron
en el asalto llegan al centro, se despiden del viejo pescador, se bajan del 777
y caminan pensando en que si tuvieran a sus abuelos vivos, no querrían que
fueran pescadores ni escritores.
Por primera
vez en la novelita, el hospital…
Esto tiene que ver con ese lugar inevitable que
todo el mundo nace queriendo evitar: El hospital. Paradójicamente, justamente
es allí donde se nace. Preferentemente. Y también es allí donde se muere.
Preferentemente. En el medio, todas las otras cosas que pasan en la vida, más
alguna visita esporádica a ese evitable / inevitable lugar. A veces para
compadecerse de alguien más, a veces porque alguna situación más desgraciada
nos depositó ahí a cada uno de nosotros. Horas camilla, horas cama hospital.
Todas esas horas que desearíamos utilizar para cualquier otra cosa, para estar
en cualquier otro lugar, cualquiera. Elijan el que sea. Y estos dos jóvenes no
querrían estar allí a punto de abortar, pero no les quedó opción. O no pensaron
en otra cosa. La cagaron, sí, después de todo, decidí que tenían que vivir un
drama tempranero. ¿Por qué? Principalmente, para joder a los anti derecho. De
esos hay miles por las calles del barrio…no no no, no pienso morder el anzuelo,
ningún barrio a nombrar, ninguna de sus calles, ningún tema musical habilitado
para lista de esta novelita. Y entonces la situación intrahospitalaria
imposible de evitar:
1) Hablando de Kafka, el clásico es la danza
terrible con la burocracia. Trabas y burocracia qué frustración, no no no, otra
vez un recuerdo musical. Como sea, el hospital te pide paciencia y que además
no hagas ruido. A pesar de estar esperando horas por la atención, calladito y
que pase el que sigue o pueda caminar. ¿A ver a quién le duele más / menos? Y
los que aguantan el dolor, finalmente llegan a la ventanilla y tienen que sacar
tarjetas, papeles, identificaciones, llenar formularios y firmar. Además de
pagar porque la prestación médica esa reintegra luego de pasadas dos semanas.
Si después de todo eso se sigue con vida y sin haberse desmayado, bueno, a
sentarse en el banquito de suplentes y a esperar el llamado. Una voz confusa
que tira un apellido al azar, y espero que no tengas en tu DNI un Martínez,
González o López, porque la confusión puede terminar de concretar el trabajo de
la enfermedad.
2) Suponiendo que te atienden dentro del día en
el que fuiste a ver al médico, ojalá tengas / consigas una cama en alguna
habitación abarrotada tipo pabellón carcelario, para poder hacerte la
intervención o el tratamiento necesario. ¡Y que no te agarre un virus
intra-hospitalario. El menos hospitalario de los virus, porque es uno que
estuvo entrenando largo tiempo entre quirófano y quirófano, ya se las sabe
todas, conoce a los enfermeros mala onda y a los matasanos menos avezados.
Entonces el guacho se la agarra con los perejiles como YO. Y así fue como
estuve a punto de morir. O, mejor dicho, así fue como llegué a morirme por unos
minutos. Pero parece que la otra vida / más allá que acá, tenía menos capacidad
que el hospital, y disculpe pero en este momento no hay lugar para alojarlo por
el más allá, lamentablemente debe volver al más acá, y seguir soportando los
ronquidos de su compañero de sala de cuidados intensivos.
3) El tan añorado / deseado / esperado día del
alta. Ese que parece no llegar más, un día llega porque hacen falta camas, y
cae el médico con un discurso un poco cambiado al del día anterior, Lo que
antes era un “mejor nos quedamos tranquilos unos días más por acá”, ahora es un
irrebatible y poco confiable “vamos a darte el alta y ver qué pasa”. ¿Y ver qué
pasa? “Eso, sí, ver qué pasa, porque al parecer todo salió bien y no van a ser
mapadres. Pero que quede claro que yo soy un médico hecho y derecho – sobre
todo esto último – y que estudié en una prestigiosa facultad de medio pelo pero
del Opus Dei, donde mientras aprendías sobre el cuerpo humano te enseñaban que
Dios es un chabón con el poder de embarazar mujeres sin tener que dar ningún
tipo de explicación. Más todavía, ellas deberían agradecerle. ¿Qué cómo lo
hace? Con su pija divina, una que labura a distancia y en ausencia, la pija
perfecta”.
Entonces los dos adolescentes que se conocieron
en un asalto hace semanas, ahora ya tienen un trauma que compartir. Y, sobre
todo, son conscientes de que una etapa de sus vidas ha quedado atrás. ¿Y para
adelante?... Quién sabe, solo Dios y su pija divina sabe…no no no, otra vez una
música que se quiere hacer lista de reproducción irreproducible. Perdón, acá va
el peeeeeeeeep de censura.
*De la prohibida lista de temas, vamos con la religiosa, para tratar de reconciliarme con la gente divina del Opus Dei:
**************Humildemente, Juan Scardanelli********algún día voy a contar con ese tipo de producciones tipo...like the FBI and the CIA and the BBC, BB King ¡y Doris day! (otro tema para la lista musical de la novelita)****la semana que viene la seguimos, si te pinta..............
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