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Un martes en la vida


Una mariposa nocturna de gran tamaño que chocó aleteando con la pantalla de cristal, la más bella que he visto nunca, pero el ruido que hacía me obligó a atraparla en el puño sin saber lo que me proponía y allí estaba: Cómo explicarlo, aplastada, muerta… (Joyce Carol Oates, Delatora)


Es como si la fiebre terminara por encontrarme en cualquier lugar en el que me intento esconder. Algo así le dijo en voz bastante baja a la China. Le decían la China porque laburaba en el supermercado del chino de Jara. Ahí la habían conocido con Scardanelli, los días que se encontraban en la esquina de siempre, a tomar la cerveza de siempre. Empezaron como todas las cosas, hablando de boludeces. Y es increíble lo que significa eso de hablar boludeces, porque es sorprendente el poder cohesivo, de imán irrompible que puede generar entre perfectos desconocidos. Eso sumado al aburrimiento compartido, un pesar que también es culpable de generar vínculos. Por el hecho de compartir y nada más. A lo mejor, no exista otra cosa que deba ser mencionada en el transcurso de cualquier vida. Al menos en el barrio Rivadavia de ese invierno, que apenas estaba empezando. “Venite después, cuando el Chino te deje salir de entre los embutidos y la máquina de cortar fiambre, vamos a estar con esta misma cerveza en las esquina de Francia y Garay, contra la medianera que creo ahora es blanca porque la volvieron a pintar”. Así, la China se sumó a los dos esquineros de todas las semanas. También funciona como un aporte de aire renovado, y logra la paridad de género en esta historia. Al menos esta semana, en la que se me ocurrió salir del personaje y narrar en tercera omnisciente, el sabelotodo alejado hasta de él mismo. Porque están Scardanelli, filósofo berreta, y ahora la China, y después estaría el que dice Yo, pero que hoy no soy yo. Como sea, la China llega y los ve a los otros dos sentados, con la cerveza a medio terminar o a medio empezar. “Qué hacés China, qué ves en la botella: ¿Está medio vacía o medio llena?” La china se sienta en el medio, agarra la botella y se toma un primer trago.”Ahora no hay duda, está medio matada”.“Matada”, parecés este bruto que dice Yo, dice Scardanelli. “No me jodan que la compré con mi guita, para variar, ¿cuándo van a comprar algo ustedes?” .“¿Sabés cuánto me paga el Chino del orto ese? Cincuenta lucas al mes, por diez horas diarias que pierdo ahí entre los embutidos y la máquina de cortar toda desafilada que tiene”. Ninguno de los otros dos se sorprendió, porque no había nada para sorprenderse, los laburos en el barrio se pagaban así, se trabajaban todos los días menos uno y nunca por debajo  de las diez horas, y jamás en blanco. Siempre había sido así, seguía siendo así y terminaría el mundo siendo así. “El Bocha, en el almacén, paga un toque mejor”, dijo Scarda. “Claro, pero es un pajero de mierda, duré una semana ahí, me cansé de que me estuviera mirando el orto todo el tiempo sin siquiera mosquearse el muy hijo de yuta”. La China había laburado en todos lados por el barrio, sabía mejor que nadie lo que eran cada uno de los dueños de locales de la zona. “Y vos, qué onda Yo que dice yo, estás muy cayado hoy”. El Yo que dice yo estaba pensando en su propio destino solitario, en lo que había hecho para llegar a ese atardecer que era tan parecido a los de las semanas anteriores, y que solo le disparaba un conjunto de versos desordenados, que la China ayudaba a ordenar:

Estaba pensando en que estoy muy solo,

No, lo que te pasa es que vivís solo,

Y son las 20:19 y es domingo,

Hoy es martes, pero dale con eso que es más bajonero,

Veo por la ventana unas palomas cogiendo,

Seguro que en el patio de la piecita, ¿no?,

Y que a la vez cagan,

Porque no se guardan el placer para nada,

Entonces yo quiero ser esas palomas,

Algo en la actitud tenés,

Apagar un poco el cerebro,

Eso mismo, te percibís como un pelotudo,

Pero no para desaparecer,

Querés sacarte la responsabilidad,

Fundirme con la naturaleza y no sufrir,

Ser libre de pecado y culpa,

Porque la sociedad me obliga,

Y sos el Yo perfecto, un idiota con culpa,

Me obliga a tratar de contener lo imposible,

Un invento del mercado, a nadie le importa qué hacés,

Por qué no me das la cerveza,

Por qué no te vas a cagar y te apiolás un poco,

Es que hoy me duele la cabeza,

Eso es porque no cogés hace meses,

Y qué si no soy lo que pensé,

Sos lo pensado por otros pelotudos que son tan chabones como vos que me da bastante pena, y me rompe soberanamente los ovarios tener que estar entre dos idiotas como ustedes dos para alzar un poquito mi voz, pero como que un poco una los quiere, y no soy China pero les dejo que me digan, porque también es feo levantarse todos los días para ir al supermercado del orto, pateando para el costado gente que quedó enganchada y que no deja de pincharse o jalar poxi para anularse un rato, y que el pibe esté doblado con un chumbo en la mano que le dieron los ratis para que se la ponga a cualquiera y ellos después cobrar lo que se pueda, en dólares, criptomonedas o sobrante de vida callejera, y así llegar al comercio donde me van a cuerear todo el día por dos mangos, que apenas me van a alcanzar para pagar algo del alquiler, porque las cincuenta lucas no me las dan todas juntas ni en pedo, pero yo sí que tengo que estar al día, y toda esa bronca la remato en esta esquina con ustedes dos, los escucho hablar de pavadas y como que elijo identificarme para no morir sola esta y ninguna noche,

El próximo domingo a las 20:19,

Eso China, el día y el horario de los corazones solitarios y la banda del Sargento de la merca,

Cayó el domingo pasado, en vacaciones,

Un bajón, porque caer es lo peor,

Pero igual lo van a soltar cuando les haga falta,

Pasa siempre en el barrio,

Y en todos los barrios,

En Skid Row también,

Obvio, somos una copia barata de Baltimore,

También pagan mierda ahí,

Y la gente se caga muriendo en la calle,

Y los corren con la suela del pie de la ley,

Eso es un crimen mundial,

A nadie le importa,

Lo que te decía, Yo que dice yo, son un bajón, vos y Scardanelli deberían probar irse del barrio Rivadavia.

¿Y qué podría escribir si le hiceran caso a la China? Afortunadamente, terminan la cerveza, con sus cuerpos satisfechos. Todavía es martes, hace un frío que escarcha los labios. Ni siquiera se dicen chau, saben que mañana van a verse, porque tolo lo importante siempre termina por suceder.

¿La mariposa?,

Bien gracias,

¿Cuánto hace que no ves volar una mariposa por el barrio?


*Y estoy seguro que la banda sonora adecuada para este texto es un agujero negro en el sol de cualquier barrio:

********************************************************************************************************Humildemente, Juan*************************algunos días me siento así, y prefiero un poco esconderme**********************************

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