¿Cómo puedo
imaginar
que mis
rechazos son
como los
que recibiera
Stephen
Crane
contado por
Auster?
¿Cómo las
mismas palabras
de adolescentes
estúpidos?
¿Qué es eso
de “Te adoro”?
¿O qué “Prefiero
este sufrimiento
a no
haberte conocido”?
Dos gotas
de idiotez
muy similares
::hambre::
::orgullo
autoflagelante::
En eso nos
reconocemos siempre:
las ganas
de humillarnos para
vivir llorando
de angustia,
que es la
mejor manera
de inventar
versos
que tengan
la chance
de llegar a
otras gotas
igual o
peor de idiotas,
y que ahora
lo compartan
en alguna
otra cosa,
mientras el
olvidado
más recordado
de Crane,
sale de
caza
en busca de
una
gloriosa y
temprana muerte,
causada por
problemas
de corazón,
falta de
atención emocional
en primera
persona.
Demasiado
desapego
como para
detectar
que la
hiperbolización
del patetismo
es
la razón
número uno
de muertes
en el mundo,
un golpe
falopero
a caballo
de Neruda:
“A nadie te
pareces
desde que
yo te amo”,
y qué
parecidos todos
esos versos
y ese del
tipo
que se come
su
propio corazón,
que sabe
muy amargo
pero que es
rico
porque es
propio,
un tragarse
dolores
como maquinaria
poética,
para que
salgan
poemas-chorizo
Libres de
colesterol bueno,
capaces de
generar
que algún
boludo
como yo,
o cualquier
suicida
de chinomercado,
salga a
saltar
por terrazas
ajenas,
llenas de
mierda
de enamorados
de su
angustia,
que son
soretes
de palomas
que se
degradan en verano,
para montarse
unas
con otras
en invierno,
bajo la
atenta mira
del rifle
de Crane,
el infalible
tirador
de grandes
ciudades,
el olvidado
cazador
-mitológico-
de jabalíes
embalsamados
::violencia::
::hipocresía::
::autocompasión::
Te adoro
aunque
ya no estés
leyendo
tu propia
muerte,
hoy,
acá,
conmigo.
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