No sabrán de donde vino el golpe

Un presuroso atardecer, de esos que pintan de negro el día más soleado en apenas unos segundos, cortando en seco la inspiración suficiente como para disfrutar una trago más de birra, una pitada más de faso, y hasta ahí los placeres de la vida en el barrio Rivadavia, hoy – sea cuando sea que leas esto -. Perdón, mas la música de fondo que se va a sugerir al final del camino de la lectura, un final que sospecho aliviador, como cuando el angustiante drama televisivo marca Hallmark channel ponía un fundido a negro, dejando más que claro que aquel personaje, con enfermedad terminal desde la presentación de la película, al fin comenzaba su eterno descanso en paz, luego de haber establecido a cuáles personajes secundarios quería más, y a cuáles otros necesitaba sacar de escena para no…,,¿empeorar? ¿se puede empeorar teniendo una enfermedad terminal, o ese es el límite? Calculo que más allá no hay nada, más acá…..otra clase de problemas, inconvenientes, caprichos cagados por el destino. Un camino lleno de obstáculos hacia el cual, dependiendo de quién esté contando la historia, las cosas se van a ir solucionando….más o menos. De las típicas historias esperamos unos típicos finales, como lectores. Cargamos las tintas de los lagrimales a sabiendas de que ese último suspiro del o la protagonista funcionará como contraseña para abrir las puertas del llanto catártico. Después, recordar que “hacía bastante que no lloraba así”, y más tarde un mensaje a alguien a quien se le comenta lo sucedido y se le recomienda pasar por el mismo suplicio, y hasta mañana que la historia empieza nuevamente con el siguiente amanecer…pero tampoco tiene por qué ser así. De esas películas para televisión queda una enseñanza más profunda: la temática está terminada, no hace falta escribir nada que se le parezca a lo que ya se escribió. El mecanismo funciona la primera vez, tal vez la segunda, pero luego pierde el encanto, lo que resulta en un endurecimiento de los espectadores, que encuentran cada vez más imposible eso de empatizar con el/la protagonista. ¿Qué hacer para no sentirse mal cuando no lloramos en una película como esas? Lo más importante sería apagar el televisor, aunque hoy día ya no basta, porque lo que sigue es el algoritmo, que de alguna manera detectó que estábamos viendo ese drama televisivo con enfermo terminal, precipitando una cantidad casi infinita de videos cortos con escenas similares, donde una música lacrimógena de fondo acompaña un abrazo final de amantes sobre camilla de hospital privado. Digo privado porque, por lo general, en esas películas de ese canal los pacientes no tienen problemas con la prepaga o la obra social o el seguro de salud. Enfermos terminales siempre bien atendidos en muy luminosos y ordenados hospitales de estudio televisivo en decadencia. La magia de la televisión, centrarse en un drama que pierde de foco el contexto, siempre dado y nunca bien explicado. Mejor y más dramático sería mostrar cómo carajos hace esa gente para lograr obtener un turno con un oncólogo antes del final con fundido a negro. En la película que me imagino, acá desde una plaza muy muy lejana, el hospital está totalmente abarrotado y no tiene turnos para lo que resta del año, por lo que el protagonista decide internarse en su casa para pasar los que sospecha serán sus últimos días. Y nadie lo puede acompañar porque el año está bastante jodido, y todos sus “seres queridos” están en una: algunos en viaje por la ruta de las changas, otros -que se separaron por segunda vez de sus parejas- no tienen cómo mantener a sus queridos y entrañables niñes. Sayonara a las escenas donde se reúne la familia para cuidar al enfermo, cocinarle, bañarlo, leerle una novela….¿leerle? Imposible, en esta película los libros fueron utilizados para calentar la casa. Sí, ya sé, perdón por eso, estoy tornando mucho más depresivo un drama que ya tiene suficiente con esa sentencia de primera fila: “lo siento, no hay nada que hacer”. “¿Con qué, doctor?” “Sería con su consulta, nadie la va a pagar, porque el ajuste llegó hasta el botiquín de primeros auxilios”. La escena alternativa sería un escape hacia la ruta, una especie de último viaje de egresados sin regreso. Tomar la 226 rumbo a Tandil en un par de motos Harley…..pero eso sería en la película de Hallmark, en esta de la productora barrio Rivadavia, el escape es en autoestop, hacer dedo. Lamentablemente, ese drama termina aún más rápido, porque si bien estamos empezando la primavera, el frío todavía cala hondo en los débiles huesos de un protagonista que muere por hipotermia antes de llegar a Balcarce, en la caja de una Ford F100 modelo 1980, sin VTV y con tres tubos de GNC, con la oblea vencida. Drama que finaliza con el pago de una coima a la policía, para no perder la camioneta, y con el cadáver llegando muy tarde a su propio velorio porque claro que sí, la chata pierde aceite y se queda entrando a la avenida Luro, y andá a salir de ahí un día de semana después de las nueve de la noche…Pero de alguna manera los dramas se van superando y se llega a la escena del final, seamos un poco más amables con lo que queda de la ciudad. Bien, pongamos por caso que algún alma caritativa ofrece su lugar en la habitación medianamente confortable del hospital X. Supongamos que hay enfermeros y enfermeras y médicos y médicas más o menos confiables, como en la película de Hallmark channel. También pongamos por caso que la familia se reúne en su totalidad esa –la que va a ser – última noche del paciente con vida. La escena es triste pero tierna, la familia y algunos amigos se van despidiendo en orden de importancia, para que el drama vaya in crescendo. Así, luego del último beso apasionado, el paciente pone cara estoica con una lágrima cayendo de su mejilla izquierda, entra el doctor con una inyección en la mano. Se supone que va a colocar la morfina en estado puro, pero no llegó la orden, la farmacia no autorizó. La escena se suspende, comienzan las discusiones, hay trompadas en el pasillo, el paciente terminal se tira por la ventana del segundo piso. "¡Qué cagada, cayó arriba de la única ambulancia que todavía funcionaba!". Justo entra una llamada urgente, hay un fiambre en la caja de una Ford F100, por la avenida Luro, casi saliendo de la ciudad.

 

******la música para la escena de lectura con birra y faso sería la siguiente:

***********************************humildemente, Juan***********************esos días en los que me cruzo con una tele***************************Aclaración/recomendación: el título es una frase que extraigo de la novela muy genial "El universo maravilloso" de Bruce Wagner, de la que voy a seguir escribiendo cosas*****************seguro******¡?


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