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Tal
vez uno quiere la idea que uno se hace
(Dormir al sol, Adolfo Bioy
Casares)
Andar en
puntas de pie por entre los gritos de la madrugada, esos gritos que resuenan en
la cabeza de uno, que recogen lo que durante el día fue nada más que
eso, lo que sucede en cualquier día, pongamos por caso de invierno, en una
ciudad ya de por sí bastante fría, en un barrio bastante imaginable para
cualquier guionista de serie de Prime o Netflix o HBO o Porntube. Palabras clave que después van a
llenar el espacio vacío del más que vacío algoritmo, que funciona algo así como
esos gritos que quedan dando vueltas con cada uno de nosotros en la cama, por
la noche, cuando se supone que hay un silencio de tipo hospital. Pero no. Esta madrugada
empieza a resonar lo acontecido en la vida hasta un punto…y seguido. Imágenes
desordenadas de gente que nos significó algo, para bien o para mal,
conscientemente seleccionadas o aportadas de improvisto por la otra cara de la
conciencia, seres más o menos reales que ahora son reinterpretados por las
cavilaciones de madrugada…y muchos gritos, como si el rememorar del día viniese
en un volumen alterado para arriba, con unos efectos que sumados hacen
imposible conciliar el sueño…y eso de concilio suena más a bien a reunión
urgente de las partes que podrían llegar a proporcionarnos un sueño tranquilo y
adecuado, el famoso y nunca del todo alcanzado “sueño reparador”. Al revés, lo que
se intenta todas esas madrugadas de insomnio es reparar el sueño, para que después
sí se continúe con la reparación del insomne…más imágenes de personas que uno
no eligió recordar, pero que caen de la memoria como esos parientes indeseados
que un día se acordaron de tu domicilio, y “qué copado este lugar que tenés y
fijate que yo ahora estoy tirado bancame unos días”, etc…entonces empiezan a
caer como espuma de catarata en ebullición un montón de escenas culposas, otras
un tanto vergonzosas, y muy de vez en cuando algo agradable. La mente intenta
aferrarse a eso último, desesperada por un bálsamo mágico que ayude al descanso.
Pero el hecho solamente de esforzarse genera el efecto contrario: mucho más
difícil apagar el cerebro, ese maldito / bendito órgano engañosamente
privilegiado que vino sin interruptor, sin perilla de apagado / encendido o al
menos suspensión. Y será por eso que (casi)todos los aparatos que inventamos –quiero
decir como especie humana- traen de fábrica un botón de ese estilo, un
interruptor, junto con una guía de instrucciones para que no olvidemos nunca en
alguna noche de insomnio, cómo es que hacemos para dejar sin funcionamiento
aquello que sabemos perfectamente que solo necesitamos un rato, y que después
hay que dejar descansar porque las cosas se pueden recalentar y qué hacer en
esos momentos de emergencia…Llamar al 911, al siquiatra, a la línea de
prevención del suicidio, a insomnes anónimos o al servis que viene con la
garantía para consultar: No tengo manual de instrucciones, ¿cómo era que se
hacía para dormir?... Un clona, un sedante, fumarse algo, una botella de
whiskey, una taza de leche tibia con miel, una vuelta a la manzana…eso de andá
a la esquina a ver si llueve… eso otro de buscate un bar abierto…o simplemente
respirar profundo sin apoyarnos del lado izquierdo del cuerpo porque ahí suele
estar el corazón y si lo aplastamos la sangre no corre como debiera y el
cerebro se daría cuenta y se resistiría mucho más, y vuelta a empezar…y a lo
mejor ponerse a leer algo, algo como esa novela de Bioy Casares, que justamente
en su título da una pista imposible para solucionar el trastorno: dormir al
sol. A la madrugada no hay sol. Lo que sí, esos trastornos que le causan al
protagonista los trastornados demás personajes, que parecen salidos de una pesadilla
muy aburrida, con muy mala producción. La sensación de que lo único sólido en la
vida son las partes de un reloj. La sensación de que a las personas uno se
adelanta en imaginarlas según su conveniencia, antes de empezar a conocerlas en
serio. Otro mecanismo de nuestra conciencia que funciona bien para el culo. Y
cuando se quiere acudir al manual de instrucciones, ya es tarde, no se puede
usar más la garantía, la fábrica cerró hace décadas, y no hay a quién
reclamarle salvo a uno mismo…Otra vez uno contra uno, otra vez la cabeza sobre
la almohada y a ver qué pasa, otra vez la sensación de calor y la proyección de
unos recuerdos que son insoportables, y que al final no pasaron tan así,
¿verdad?...andá a saber…las voces siguen aumentando el volumen, hasta una melodía
muy pegadiza suena de fondo sumándose a un zumbido que podría ser una mosca, un
mosquito, un muy mal recuerdo…como curando el empacho pero al revés, atacar la
heladera no es recomendable, pero jugado por jugado da igual…comer cualquier
cosa de madrugada y con un insomnio insoportable, como tratando de engañar al
cerebro, que sin embargo es muy inteligente y no se deja…seguir dando vueltas
en la cama, de un lado al otro…nadie…volver a encender una luz, mirar al techo,
corroborar que hay humedad y que algo habrá que hacer ahí…justo como con esa
vida diurna, que se pasa de largo y no quiere apagarse por la noche…manual de
instrucciones para poder dormir: recordar que el dispositivo no viene con un
botón de encendido / apagado / suspensión, y que no se debe desconectar la
fuente porque se corre el riesgo de no volver a funcionar más. En casos
extremos acudir al fabricante…pero si ya no hay fabricante que responda,
proceder a imaginar una isla paradisíaca, donde el sol sí que ofrece su
calidez, y hay una palmera hermosamente florecida, ofreciendo su sombra, y uno
puede mirar un horizonte vacío y las cosas tienen el volumen que tienen que
tener, y comienzan a dibujarse de a poco las Zzzzzzzzzz por encima de ese
dispositivo que está a punto de ceder…
*****y la música que suena insomne:
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