Reflexiones berretas, trozos de ficción, ensayos bonsai , trampas de lectura y escenas robadas, realizados por el Yo que dice yo: Juan Mnp, habitante del barrio Rivadavia / Don Bosco nacido en los ochenta. Tomate unos minutos y sumergite en alguno de estos textos. Contacto juanmanuelpenino@yahoo.com.ar
Andar en
puntas de pie por entre los gritos de la madrugada, esos gritos que resuenan en
la cabeza de uno, que recogen lo que durante el día fue nada más que
eso, lo que sucede en cualquier día, pongamos por caso de invierno, en una
ciudad ya de por sí bastante fría, en un barrio bastante imaginable para
cualquier guionista de serie de Prime o Netflix o HBO o Porntube. Palabras clave que después van a
llenar el espacio vacío del más que vacío algoritmo, que funciona algo así como
esos gritos que quedan dando vueltas con cada uno de nosotros en la cama, por
la noche, cuando se supone que hay un silencio de tipo hospital. Pero no. Esta madrugada
empieza a resonar lo acontecido en la vida hasta un punto…y seguido. Imágenes
desordenadas de gente que nos significó algo, para bien o para mal,
conscientemente seleccionadas o aportadas de improvisto por la otra cara de la
conciencia, seres más o menos reales que ahora son reinterpretados por las
cavilaciones de madrugada…y muchos gritos, como si el rememorar del día viniese
en un volumen alterado para arriba, con unos efectos que sumados hacen
imposible conciliar el sueño…y eso de concilio suena más a bien a reunión
urgente de las partes que podrían llegar a proporcionarnos un sueño tranquilo y
adecuado, el famoso y nunca del todo alcanzado “sueño reparador”. Al revés, lo que
se intenta todas esas madrugadas de insomnio es reparar el sueño, para que después
sí se continúe con la reparación del insomne…más imágenes de personas que uno
no eligió recordar, pero que caen de la memoria como esos parientes indeseados
que un día se acordaron de tu domicilio, y “qué copado este lugar que tenés y
fijate que yo ahora estoy tirado bancame unos días”, etc…entonces empiezan a
caer como espuma de catarata en ebullición un montón de escenas culposas, otras
un tanto vergonzosas, y muy de vez en cuando algo agradable. La mente intenta
aferrarse a eso último, desesperada por un bálsamo mágico que ayude al descanso.
Pero el hecho solamente de esforzarse genera el efecto contrario: mucho más
difícil apagar el cerebro, ese maldito / bendito órgano engañosamente
privilegiado que vino sin interruptor, sin perilla de apagado / encendido o al
menos suspensión. Y será por eso que (casi)todos los aparatos que inventamos –quiero
decir como especie humana- traen de fábrica un botón de ese estilo, un
interruptor, junto con una guía de instrucciones para que no olvidemos nunca en
alguna noche de insomnio, cómo es que hacemos para dejar sin funcionamiento
aquello que sabemos perfectamente que solo necesitamos un rato, y que después
hay que dejar descansar porque las cosas se pueden recalentar y qué hacer en
esos momentos de emergencia…Llamar al 911, al siquiatra, a la línea de
prevención del suicidio, a insomnes anónimos o al servis que viene con la
garantía para consultar: No tengo manual de instrucciones, ¿cómo era que se
hacía para dormir?... Un clona, un sedante, fumarse algo, una botella de
whiskey, una taza de leche tibia con miel, una vuelta a la manzana…eso de andá
a la esquina a ver si llueve… eso otro de buscate un bar abierto…o simplemente
respirar profundo sin apoyarnos del lado izquierdo del cuerpo porque ahí suele
estar el corazón y si lo aplastamos la sangre no corre como debiera y el
cerebro se daría cuenta y se resistiría mucho más, y vuelta a empezar…y a lo
mejor ponerse a leer algo, algo como esa novela de Bioy Casares, que justamente
en su título da una pista imposible para solucionar el trastorno: dormir al
sol. A la madrugada no hay sol. Lo que sí, esos trastornos que le causan al
protagonista los trastornados demás personajes, que parecen salidos de una pesadilla
muy aburrida, con muy mala producción. La sensación de que lo único sólido en la
vida son las partes de un reloj. La sensación de que a las personas uno se
adelanta en imaginarlas según su conveniencia, antes de empezar a conocerlas en
serio. Otro mecanismo de nuestra conciencia que funciona bien para el culo. Y
cuando se quiere acudir al manual de instrucciones, ya es tarde, no se puede
usar más la garantía, la fábrica cerró hace décadas, y no hay a quién
reclamarle salvo a uno mismo…Otra vez uno contra uno, otra vez la cabeza sobre
la almohada y a ver qué pasa, otra vez la sensación de calor y la proyección de
unos recuerdos que son insoportables, y que al final no pasaron tan así,
¿verdad?...andá a saber…las voces siguen aumentando el volumen, hasta una melodía
muy pegadiza suena de fondo sumándose a un zumbido que podría ser una mosca, un
mosquito, un muy mal recuerdo…como curando el empacho pero al revés, atacar la
heladera no es recomendable, pero jugado por jugado da igual…comer cualquier
cosa de madrugada y con un insomnio insoportable, como tratando de engañar al
cerebro, que sin embargo es muy inteligente y no se deja…seguir dando vueltas
en la cama, de un lado al otro…nadie…volver a encender una luz, mirar al techo,
corroborar que hay humedad y que algo habrá que hacer ahí…justo como con esa
vida diurna, que se pasa de largo y no quiere apagarse por la noche…manual de
instrucciones para poder dormir: recordar que el dispositivo no viene con un
botón de encendido / apagado / suspensión, y que no se debe desconectar la
fuente porque se corre el riesgo de no volver a funcionar más. En casos
extremos acudir al fabricante…pero si ya no hay fabricante que responda,
proceder a imaginar una isla paradisíaca, donde el sol sí que ofrece su
calidez, y hay una palmera hermosamente florecida, ofreciendo su sombra, y uno
puede mirar un horizonte vacío y las cosas tienen el volumen que tienen que
tener, y comienzan a dibujarse de a poco las Zzzzzzzzzz por encima de ese
dispositivo que está a punto de ceder…
*****y la música que suena insomne:
*********************humil-demente, yo***********te he visto en situaciones similares.......***********
“El tiempo
pasa y, con él, cada sensación placentera, antes o después, acaba disolviéndose,
se dispersa como ceniza llevada por el viento. Debemos aceptar dicha verdad. Y
sin embargo, en ciertos casos…, en ciertos casos particulares, estas
sensaciones permanecen en el aire cual vibraciones silenciosas, y cabe la
posibilidad de que sean sigilosamente reemplazadas por algo que se manifiesta
de otra forma” (Haruki Murakami)
Casi como
creer en la vida antes y después de cualquier muerte, la fe en esas vibraciones
que viajan con forma imperceptible de onda expansiva, y que luego se transforman
de la mejor manera alquímica en un caos de sonido que, combinado, hace
estremecer a todo el cuerpo, a toda la razón que se pueda sostener…hasta ese
sublime instante. Un piano que suena de un lado hacia el otro acompañando a la
mejor voz que pueda existir ahora, en una noche lluviosa de invierno, en una
esquina inundada del barrio Rivadavia, porque los desagües no dan más, otra de
esas verdades irrefutables, porque las cosas se construyen para funcionar por
un rato, un instante, y lo que sea que viene después, la lluvia o el tiempo,
todo se lo llevará, todo lo dejará en un recuerdo brumoso, en una niebla que
algunos ojos – con suerte- se van a dignar a observar, recobrar, para luego
continuar con la rueda que se desliza por las calles anegadas…y a lo mejor me
dirás “nena, nena, todo el tiempo”, por qué no nos tomamos de la mano, por qué
no nos besamos, así dejamos de discutir en camino a vaya a saber dónde, a veces
parece que nos dejamos llevar por todas las pelotudeces que nos hacen más crueles,
desalmados y distantes, pero qué mágico que sigue siendo eso de perderse entre una
hermosa voz y un piano magistralmente acomodado contra una barra, mirando y
siguiendo cada variación de un sonido que sale de una boca como si fuera el
instrumento más estremecedor del universo, qué mágico que sigue siendo leer
algunos versos de Espronceda, los versos románticos de un pirata o un diablo
siempre camino a la soledad de una derrota inevitable al género de su historia,
a la vida del propio Espronceda, la del eterno revolucionario cayendo ante la
oprobiosa garra de un enemigo sin talento ni pasión, frío como una gota de agua
que se cuela entre los cuerpos ardientes de dos amantes, que sí podrían ser
Stan y June, dos sombras sonoras rompiendo una noche de estas, que pareciera
que solo pueden reproducirse en alguna habitación en penumbras, donde una sola
persona espera el sonido de ese relámpago que haga alguna de estas dos cosas:
1) La aniquile para siempre jamás.
2) La despierte a la vida.
Todas las cosas
sublimes que se juegan en un instante, tienen la misma naturaleza, es un juego
a matar o morir porque sino qué gracia podría tener. En el medio está todo lo
otro, que no va a entrar en ninguna biografía que más o menos valga la pena,
sucesos que son la vida cotidiana de alguien cotidiano, como que mañana cesa de
llover, sale el sol, volvemos a tomar el bondi y a ocupar algún escalafón en la
sociedad que sabe perfectamente interpretar papeles adecuados, medidos a taza
de café. Pero esa melodía ya descubrió para quien la sigue escuchando algo más…un
exceso de vida que es también la constatación de que el tiempo – como la lluvia
– se acaba, se va a acabar, no habrá más nada que una despedida final, y luego
el THE END, fundido a negro, el piano con sus últimas notas, y esas ondas expandiéndose
en un definitivo gran big bang que podría producir un efecto contrario, un
contraefecto de vida, de nuevo, de qué copado que estuvo eso de haber sido
estremecido por una voz, un piano, aunque pareciera tan poca cosa una vez
escrito. Eso es lo que habría que decir si se tiene la suerte de encontrarse
con una epifanía a la vuelta del 554, camino a la piecita de siempre, al
encuentro de un vaso de vino tinto, mirar para todos lados por las dudas,
llegar y seguir siendo atravesado por una voz que ya no queremos abandonar. Y
luego comenzar con la escritura de una improvisación que salga siempre, ¡por
favor!, del corazón, corazón como ese órgano que es en verdad lo que una
persona tiene de diferencial con el resto de la naturaleza, no la razón o el
pensamiento, el corazón como categoría absoluta de expresión, lo que nos una a
esa fuerza capaz de superar al resto de las fuerzas, el sentido común fundido
en fuego pasional y puesto a practicar su máxima empatía en el medio del caos,
el caos de una vida dictada por aparatos y poderes que no vale la pena ponerse
a entender…porque para qué si suena esa voz, seguida desde atrás y con toda
precisión cálida por ese piano, un dueto que desenmascara lo que nos pasamos la
vida intentando ocultar por temor, por vergüenza, por odio, por resentimiento,
por poder, por quedar bien, la desnudez de un ser humano saliendo del baño
hacia la vereda, mirando gente a los ojos y pensando en que las cosas podrían
ser mejores, pero que no vale la pena exponerse, mejor enfriar, mucho mejor protegerse
y que cada quien se salve como…imposible terminar una frase muy de mierda
escuchando esa voz, ese piano, dos elementos primarios que nos definen como
especie, dos artes sublimes que se unen para erradicar la mierda del Sistema,
esa mierda que nos tapa la boca, los ojos, los oídos y los corazones, ser
descubierto por unos acordes, ser puesto a cero para volver a empezar, volver
al inicio de todo, tal vez a ese día donde sentimos algo especial hacia alguien
que inventamos especial, como volver a tomar una lapicera en la mano para
escribir aquellos versos que lo van a decir todo y para siempre, y que eso
quede eternamente tallado, junto con esa voz, con ese piano, y todo lo especial
que tengamos para ofrecerle al mundo, en el momento del tiempo que sea…
****************la música es esa.................todo el tiempo**************con humildad, Juan******************a veces aparecen cosas que son gloriosas****************otras, sigo siendo simplemente el yo que dice Yo*******************
Caminar
sobre las veredas mojadas, con el riesgo a derrumbe que relata un día gris de
invierno, una de esas fechas históricas que elegimos creer para no reventar,
fecha que cae a mitad de una semana jodida en el barrio Rivadavia. Y la esquina
de siempre, ahora citada por la memoria, como el lugar donde se extiende toda
una poética. Una poética que es tan resbaladiza como los cerámicos mojados de
las calles de por acá nomás. Requiere de caminantes precavidos, por supuesto.
Unos que sepan ir combinando los pasos, poner los pies en orden y a velocidades
distintas, olvidarse de la totalidad que plantea la simultaneidad del salto o
la carrera. Primero, lentamente, un pie se apoya con firmeza sobre esa materia
resbaladiza. Luego, el otro pie se apura en alcanzar la misma posición que el
primero, como arrebatándole la sombra. Pero es algo más bien metafórico, porque
en un día nublado no existen las sombras, y porque ningún pie tiene intenciones
de nada, solamente ofrecer estabilidad, en lo posible. La alquimia se emparenta
con la poética de la esquina, que resbala en cada verso y que siempre está a
punto de caer. Y en camino de volver a comenzar con esos versos que contaban
los productos a abonar, con algún miserable descuento, en la caja registradora
del chino de siempre. A lo mejor, una poética que traslade su peso a las
góndolas, como para sacarle rédito a un día feriado plenamente perdido en…casi
nada, tiempo muerto…mejor dicho, tiempo resbaladizo, el tiempo de una
prehistoria que solo ofrece papeles en pésimo estado y muy mal escritos, y unos
retratos de personas que no se parecen en nada a esas figuras recreadas en
óleo, con rasgos más cercanos a la ciencia ficción, a la fantasía y los deseos
de quien manejara el pincel. En eso un prócer muy mediocre puede llegar a tener
mayor glamour que alguno otro fundamental, por obra y gracia de un mejor
pintor. Unas sabias patillas, una mirada penetrante, una figura esbelta y digna
de la estirpe Aquea…y haber sido escrito como un muy mal estratega de una
batalla que ya estaba decidida antes de empezar. Después, el poeta divide en
versos una hazaña que no existió, y ahí tenés algún himno nacional en ciernes,
solo restará que alguien se digne a ponerle la música, todo eso formando parte
de la historia, o mejor dicho, formando la historia, hasta que por arte de
magia de los habitantes del futuro, por ahí se descubre el fraude y el que era
amado pasa a ser odiado mientras sus restos mortales (muy muertos) son
exiliados del país…Luego pasan los años, hasta que otros habitantes de otro
futuro hacen la interpretación que es debida y recuperan la imagen impactante
de aquel prócer mal hadado, y vuelta repatriar sus restos y ese himno que lo
inmortalizara…por lo menos hasta que otros habitantes de otro futuro lo vuelvan
a ejecutar, y esta vez con intenciones definitivas, sin heroicidad que pueda
ser recuperada por historiador revisionista. Nada, el pasado como tierra
arrasada, y la esquina que se pregunta por qué seguirá funcionando ese
mecanismo tan cruel, y cuánto tiempo más pasará hasta que le toquen a sus
veredas el terrible destino…el olvido…cruel huella muy bien cubierta, y que nadie
podrá destapar, porque el presente está atado a la proa de lo que vendrá, por
temor a verse reflejado en eso que ya no es. Los versos se vuelven cómodamente
desoladores, cada vez más vidriosos, difíciles de explicar. Ya nadie quiere que
le relaten unos versos, no se necesita de la poesía para nada más que una
distracción pasajera que se consuma en unos cuantos caracteres de red social,
cualquiera de ellas. ¿Y todos esos versos que se escriben en la esquina, que se
escribieron, que se escribirán? Poética de la vereda mojada, caminar con verso
firme, prohibido saltar, trabajo arduo para la memoria, no perder todos esos
relatos que nos hicieron las personas que somos hoy, no perder esos relatos que
hicieron a las personas que tanto deseamos recordar porque ya no podemos tener
en frente.En eso está la esquina,
Francia y Garay, lugar donde los versos resbalan y se quedan fijos en un
espacio del tiempo, y esperan ser descubiertos cada día de cada semana. La
mayoría ni los advierte, pero por suerte hay alguna que otra mirada que se posa
sobre ellos, permitiéndoles vivir un poco más, expandirse en el siempre
resbaloso escenario literario de la ciudad. Una hazaña sólo reservada para
quienes se acercaron al fuego purificador de la poesía, y que con
esa epifanía lograron construir ese espacio firme sobre el que poder pisar,
tomar impulso y seguir camino. Pero siempre mirando hacia atrás, primero, para
afirmar un presente y perfilar esa esquina en el futuro. Poética de la vereda
mojada, poética de una esquina del barrio Rivadavia, poética que recomienda parar
el espíritu en seco, al menos una vez al día, para recordar esos versos que
alguna vez fueron la historia más gloriosa de nuestro suelo. Luego seguir y
dejar el legado en esos otros espíritus que, a lo mejor, olvidaron su pertenencia,
su identidad, su memoria. La esquina espera, sus versos están ardiendo,
esperando por volver a penetrar los corazones de una razón que se quiere dueña
de toda la realidad, ese discurso que se construye implacable pero que no deja
de generar sombras en los rincones, en las esquinas. Tal vez, los versos sirvan
para eso, poner luz donde la pretendida verdad quiso oscuridad perpetua.
Repatriar las ideas y los sinsabores de quienes ya pasaron por aquí hacíéndose
las mismas preguntas, batallando las mismas batallas. Tal vez hoy tampoco nos
toque triunfar, pero la historia la escriben los que tienen las ganas de
escribir.
****y como música de fondo no puedo dejar de proponer...
***************************humildemente, Juan*****************************no sé por qué, justo hoy, no se ve el sol en el cielo*************************ahhhhh Billieeeeeeeeeeeeeeee, te amo taaaaaaaanto************
1) Enfrentar
dos palabras que se emparentan, aunque sean totalmente diferentes, y todo para
significar una tercera cosa, un exceso de significación, casi un absurdo. Hacer
nacer una palabra a partir de otras dos que nada tienen que ver con su
identidad. No es agua, demasiado pesada, tiene una gran falta de liquidez, no
es fluido eso que cae del cielo. No es nieve, demasiado liviana, sufre de falta
de solidez, no es concreto eso que cae del cielo. No cae con fuerza ni
flotando. Podríamos afirmar que se trata de algo a medias, a punto de suceder
pero que no termina de pasar, a punto de retraerse pero sucediendo. Una palabra
más, eso era todo lo que pedía nuestro vocabulario, la Real Locademia Espa(ni)hola
no tuvo capacidad, no miró nuestro cielo, no se quiso enroscar por demás. Entonces,
la simple, la fácil, poner las dos palabras que están más cerca en su
significado, y que de esa bendita unión salga una hija sin pecado concebida, la
siempre casta y pura aguanieve.
2) Caminar
por el barrio entre aguanieve y aguanieve. Esas nubes más grises que el humo
espeso de una bengala futbolera en la popular de Alvarado, que cada cinco
minutos reloj descargan su andanada de ¿gotas? ¿copos? No, algo más bien a
mitad de camino: ¿Serán copogotas? ¿Gotascopos de aguanieve? Palabras
compuestas dispuestas a unirse para sacarle espacio a lo que debería haber sido
una palabra nueva. Otra vez la mala predisposición o la flojera invernal de
quienes se encargan de crear nuevos signos. Habría que haber dejado ese puesto
tan importante a la persona que más amó a las palabras de nuestro idioma, la
única e inigualable María Moliner.
3) Eso, una
persona dedicada a escribir todo un diccionario que cubriera todas las esquinas
oscuras de su siempre ajetreada vida. Dejarlo todo por un objetivo que no iba a
disfrutar ella. María Moliner, la buscadora de significados, la única y
quijotesca mujer capaz de eclipsar a la pavada aristocrática de los “paladines
de la RAE”, unos nobles desclasados que juegan a que la literatura “española”
es susceptible de poseer un reino, y que hay una suerte de Dios (muy español
él) de charanga y pandereta que tiene a sus descendientes naciendo y viviendo
en Castilla La Mancha, y que de allí se desprende todo un linaje de Merovingios
del lenguaje más hablado en el barrio Rivadavia.
4) Esa
mujer que nos dejó el más perfecto y emotivo de los diccionarios, que ya se
dejaron de escribir porque ahora todas las palabras que se nos puedan ocurrir
caben en un posteo en cualquier red social. Convención: usted deberá escribir
una cantidad reducida de caracteres, y eso será la literatura del futuro, en un
presente oscurecido por la mala elección de herederos al trono de la Real Locademia
Espa(ni)hola, un focus group concentrado en responder las pavadas que a los “famosos”
se les ocurra preguntar, porque saben muy bien que para poder seguir con sus
reales costumbres muy caras, de algo hay que vivir, hay que facturar.
5) Eso
otro, el aguanieve o la aguanieve, la regla de que un masculino vale para
anular a todo lo femenino, regla del castellano que siempre me pareció floja de
papeles. ¿Sabían que María Moliner escribió su propia gramática? ¿Quién
podría/debería escribir la gramática de hoy? Castellano, español,
latinoamericano. Supongo que los dos primeros conceptos se podrían unificar, y
que lo de latino sería redundantemente europeo. Castelloamericano. Eso de que
nosotros tenemos los hablantes y los españoles solo (y muy a su pesar) España.
6) Por allá
debe ser complejo poder presenciar una jornada de aguanieve. Por acá es muy
común. Es más, en invierno es lo más común que existe en la ciudad de Mardelbat.
Solo hace falta que la temperatura se ponga bajo cero y que el pronóstico
advierta a los medios de comunicación que de seguro mañana cae nieve. Y no, no
cae. Cae eso otro que es un casi, y que no termina nunca de ser nada, nada más
que una insoportable aguanieve, que moja y enfría y hace poner a la gente de
peor humor, porque ¿quién no quisiera ver unos gordos y estimulantes copos de
nieve cayendo del cielo, como adelantando una navidad que no existe ni existió
nunca en nuestro continente? En Sudamérica nunca se pensó la navidad, sino que
se copió y pegó del norte, y se anexó a las fiestas paganas de la época de
verano. ¡Exacto! Como en el caso de la/el/le aguanieve. No saber/poder nombrar
es más una huella de poder. El que nombra lo tiene, también, al decidir no
nombrar, adaptar, sincretizar.
7) Unir
cosas a la fuerza, atar con alambre para poder seguir reinando con todas las de
la ley escrita. Y quienes se olvidaron de firmar el papel, que vayan a pedir
asesoramiento a alguno de nuestros amables letrados, leguleyos formados al
calor de la Real…ya saben, el que escribió primero ganó, el que cantó pri se
lleva el premio mayor. ¿Y los demás, los hablantes? Palabras aladas que se las
lleva el viento, y andá a cantarle a Gardel, el poder se construye dentro del
reducido vecindario del rey.
8) Unidos
podemos imponer, o podemos seguir dividiéndonos en partes (des)iguales, para
chocar contra los tres o cuatro jueces de turno, tipos a los que nos enseñaron
a “respetar”, porque sin ellos no habría orden y progreso. ¿Y qué orden y
progreso existe? El de la convención, el que alimenta los mismos problemas que
engendró y nunca pudo (ni quiso) solucionar.
9) Entonces
aguanieve es la posibilidad de salir del asedio, de romper de una vez el yugo.
Podemos recuperar lo que alguna vez fue nuestro, el lenguaje en su plenitud,
así como lo hiciera María Moliner. Nuestra propia regla, nuestras propias
palabras y significados, porque tenemos los hablantes, somos muchos más.
10)
Terminar con las complejidades de palabras que en su compleja unión no
describen nada. Hace un frío del orto en el barrio Rivadavia, cae una especie
de lluvia densa, que moja y congela lo que toca, y que algún día vamos a saber nombrar...
*****música de fondo que tiene (y también no tiene) que ver.....
**************************humildemente, Juan*****************las palabras del temblor, del desatino************************las palabras son sagradas, buen amigo********