Todo lo que siempre quiso saber sobre la cena navideña (y nunca se atrevió a confesar)


Una cena a la que siempre se llega demasiado tarde, o demasiado temprano. Una cena a la que una vez llegado surge la duda del por qué se habrá ido, y cuándo será preciso y de bien educado retirarse. Una cena que suele tener demasiada comida como para poder ser digerida en unas horas, o que suele tener muy poca porque alguno de los invitados se olvidó de poner lo suyo, y “hablamos de eso cuando volvamos a casa”. Una cena que tiene mesa de dulces, después de un postre que suele abusar de las frutas que están en estación, supuestas ensaladas que tienen dos, con surte tres, variedades nomás. Decía, una mesa de dulces que es la única del año, por lo menos en originalidad, porque la de fin de año también tiene pero armada con las sobras de la navideña. Todo el fuego artificial se gasta en esta sagrada cena, que sería la primera en una saga que tendrá, además, su último capítulo de crucifixión y muerte, con una afamada última cena, a la que extrañamente nadie invita, tal vez porque solamente se trata de un plato especial, imprescindible, inmodificable y que nadie sabe preparar bien: pescado. Una cena (volviendo a la Navidad) en la que se suelen poner los mejores cubiertos de la casa, aquellos que solamente pueden ser utilizados esa sola vez por año, lo que suele traer como consecuencia que los cuchillos estén siempre desafilados, ¿y con qué se va a cortar el matambre exageradamente cargado, o el apenas rellenado pollo relleno?. Una cena que tiene un plato exótico tan amado como odiado, pero siempre en boca de todos por esa única noche: el vitel toné. Un típico plato piamontés, que tiene como base unas rebanadas de carne vacuna, bañadas en una salsa que nuca se sabe bien con qué carajos se preparó. Y entonces cuando lo empezás a disfrutar, te vas dando cuenta del olor que te deja en la boca, y ahí es cuando la memoria te vuelve y se da la epifanía de cada noche buena: cierto, no me gusta el vitel toné por cómo me deja después. Una cena en la que siempre hay alguien a quien te gustaría asesinar, pero que llegada las doce no queda de otra, hay que mirar a los ojos sonriendo y desearle una feliz Navidad, con mayúsculas ahora sí porque es medianoche y los saludos ya no se deshacen con las irritables conversaciones previas. Una cena en la que es mejor ocultar los regalos que exponerlos debajo del “pinito”, porque l@s pib@s no saben manejar la ansiedad. ¿Y cómo podrían saberlo, si sus propios padres fracasan todo el tiempo en eso? Una cena en la que es mejor nunca manchar el mantel, porque también es una pieza de museo que solo se exhibe en “esa noche”, y que después debe volver a su santo armario en estado inmaculado. Una cena en la que siempre hay invitados que se pasan de brindis, y ¿quién se lleva el peor paquete de la noche? La cena de una noche que, por lo general, no resulta nada amable, mucho menos buena, pero que se llama así para tratar de calmar un poco toda esa frustración contenida durante (casi) un año. Una cena que se agradece poder finalizar sin mayores sobresaltos, y que extrañamente muchas personas piensan que sería horrible pasarla en soledad. Una cena por la que se sacrifican un montón de otras cenas, por la cantidad de comida, por la vastedad de bebida, por la intensidad de l@s comensales. Una cena que dicen que trae buena suerte, aunque únicamente si se tiene un Sertal a mano. Una cena que tendrá el momento de mayor acción y suspenso cuando aparezcan las botellas de sidra en la mesa, y habrá que ver si este año terminamos en la guardia del Hospital que te tocó en desgracia, solamente por querer chequear si el corcho en verdad estaba ahí. ¿Por qué poner el ojo tan cerca del corcho de la sidra? Deporte de alto riesgo, falta de adrenalina en la vida, quién sabe. Una cena en la que se vuelve a creer en seres mitológicos, de fábula: papá Coca Cola, Rodolfito, el hd…Dios(en versión bebé), Dios (el único e irreproducible, y dueño absoluto de todos los silencios incómodos), una virgen, el marido de la virgen que se creyó lo del espíritu santo, el pata de lan..digo el espíritu santo, un pesebre (que oficia más de zoológico ilegal, con mezcla de animalitos de granja, de la selva y muñecos de la serie de La guerra de las galaxias que quedan justos para reemplazar piezas perdidas), los reyes magos (seres sin conejos en las galeras que para ser reyes parecen muy empobrecidos, andan en camellos semimuertos de sed, no tienen pajes ni ayudantes, y tampoco GPS, por lo que confían su suerte a una “estrella guía”). Una cena que tiene buena estrella, la que siempre te lleva al lugar que querés ir, y que por lo general no es en donde estás pasando la noche de paz. Una cena que debería ser pacífica, pero que no lo es ni de cerca. Una noche que de amor tiene ese instante del choque de copas, el brindis. Una cena que debería reducirse a un brindis de paz, donde un grupo de personas que (todavía) se aguantan, fingen una sonrisa de amor que no es tal, pero que sale tan bien en la foto, que mejor hacer de cuenta que todo está bien, que las cosas pueden ir mejor, y que peor estará el escritor del barrio Rivadavia, allá sólo y tirado en la esquina de Francia y Garay, brindando por nada con una de esas cervezas “industriales” (¿las otras serán consideradas postindustriales, o solamente capitalistas a cecas?) y mirando esa estrella que lo dejó en el culo del mundo, porque también puede que te quedes sin señal. Ya sabés, hay mucha gente buscando una estrella potente que funcione bien, y te lleve a ese lugar donde podés acostarte temprano si estás cansado, porque está todo bien, una cena es solamente una cena.

*PD: Casi me olvido, puede que te encuentres con el fantasma de tus navidades pasadas, o futuras. Eso no tiene nada de malo o riesgoso. El verdadero problema, la catástrofe a evitar, es encontrarse con los fantasmas de la navidad presente. Si te pasa, ni lo dudes, salí disparando a buscar el corcho…..y más vale que apuntes bien.

*******y el tema que se filtró solito:

************humildemente, Juan************no hay remedio para todos los dolores de la vida********felicidades*******y que brindes muchos más

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