KO


“Subite a pelar vos a ver qué hacés, ¡culeao!" (Fabio “la mole” Moli le habla a un plateísta que lo abuchea, luego de perder por KO a los pocos segundos de enfrentar al campeón mundial de pesos completos, Wladimir Klitschko, el 30 de agosto del 2003 en Munich)

 

El dólar ilegal marcando casi cuatrocientos mangos, el estado depresivo de la Power Ranger rosa, Messi gambeteando jugadores amateurs de una isla turística, un expresidente bajándose de una candidatura en la que no estaba subido y sin que nadie se lo pida, Quico y su cruzada contra las vacunas del coronavirus, el presidente cenando con banqueros yanquis mientras explica por qué deberían prestarle atención aunque no lo vaya a votar nadie, un par de poemas que dicen cosas que ya había escuchado ayer, otro granador de Gran Hermano que sostiene a la televisión en épocas de crisis, la nueva película de Netflix que promete desbancar al cine por completo, y otro tipo de paradojas que llegaron esta semana al corazón del barrio Rivadavia. Esquina olvidable, Francia y Garay. Lugar de encuentros fugaces y desencuentros eternos. En verdad, separarse es más duradero que construir un vínculo, porque es una cuestión de paciencia, y la paciencia funciona muchísimo mejor en soledad. ¿Cómo hacer para tomarse el 554 en la avenida Jara y asumir todas esas noticias que no van a bajar el precio de la cerveza en el Chino? Preguntas retóricas, esas que en realidad no son preguntas, sino afirmaciones que pasan por irónicas, que es una manera de tomarse la vida como para hacerla algo más digerible. Y dicho todo esto porque hay un poco de hambre, siempre, a fin de cualquier mes. Aunque vale la aclaración, todos los años es bueno marchar un 24 de marzo para pedir que nunca más vuelva la dictadura sangrienta al poder. Consuelo de piso. ¿Y más allá?¿Qué hacer con toda esa energía de una juventud que viene reclamando su lugar en el mundo? No parece ser una respuesta adecuada: "pasen y tomen, hay tierra para todxs". Ni de cerca, los lotes ya fueron vendidos a esos banqueros de siempre, los que fugaron, los que mantienen el narcotráfico, los que construyen guaridas fiscales en islas artificiales que parece que ahora tienen selecciones de fútbol masculino, y cuyos presidentes son CEOs de empresas multinacionales, que en breve sarán Estados-naciones con grandes cárceles para esconder la pobreza que necesitan para imperar en cualquier establecimiento, establishment. Pero no se preocupen, porque semanalmente habrá una serie de Netflix dispuesta a mostrar cómo es la vida en esas cárceles, y que en verdad hay tipos muy malos que deben estar ahí ocultos para espanto de muchos y tranquilidad de esos pocos de siempre. Y por qué no un lugarcito para quienes quieran escribir sus quejas al aire, al aire de las palabras, que mejor que ni sean leídas porque…¿para qué leer a alguien que se queja de cosas que le da fiaca intentar cambiar, porque si tuviera una casa más grande con un patio con pileta y un autito más o menos, bien que no diría ni mierda?. La revolución ya no existe, porque el que denuncia lo que quiere es el lugar de privilegio del denunciado y nada más, la igualdad radica en consumir igual que los demás, y que al resto lo salve su chingada madre. Y vuelta a Mario Santiago porque es lo único verdadero que queda en el camino, un camino lleno de versos desesperados y muchos litros de alcohol para soportar que esa persona no te de bola, y que esos hijos no te maten, y que al cruzar la calle nadie mire a los lados. ¿Y ahora por qué? Porque la realidad viene mejor en pantallas de celulares o de relojes inteligentes, porque tienen mejor color y no hace falta oler ahí. Todo viene mejor masticado y no exige mayor compromiso. ¡Ojo!, porque igual hay que comprometerse con alguna cosa, algo hay que idolatrar, para tener ocupado el fin de semana, unas horitas sin consumo al menos. Y cuidado con la melancolía, porque es la enfermedad más vieja y la más peligrosa. Sí, acertaste, te puede llevar a escribir algo parecido a esto que estás leyendo. ¿Estás leyendo, estás ahí? Sería un alivio si te levantás mañana temprano y me decís algo, un insulto como mínimo, y una invitación a caminar por los pastos que siempre nos esperan para cobijarnos en las ciclotímicas tardes de otoño. Sabemos, sabés, que las cosas pueden estar peor siempre, y que hay que desear lo mejor para lo que viene, y que esas noticias que no entusiasman pueden llegar a ser otras en unos días. Van a ser otras, porque todo se olvida rápido y se recuerda con un filtro distinto, entonces pasa como que parece que nunca existió lo que habíamos sentido. Te digo que sí, existió, existimos, sentimos lo que sentimos y estuvo jodidamente bueno. Lástima que después…. Bueno, tuvimos que subirnos al 554 y activar las palancas de una realidad en el barrio que no es lo mejor para el amor. Cuevas, laberintos, y en algún estadio de entre medio nos vamos a sorprender una vez más, con suerte. Esto no es catarsis, tampoco una despedida, es una invitación a que nos subamos al ring, una última vez, y ver qué carajos podemos hacer. Porque desde abajo es fácil criticar al boxeador que apenas si puede hacerle frente a la realidad.

*Y este es un agregado que comparto como último momento: parece que un ex ingeniero de Google dijo que la humanidad conseguirá la inmortalidad en apenas ocho años, porque las condiciones generales ya están más que dadas. Al parecer la cuenta que hizo en su planilla Excel edición especial, arrojó el resultado irrefutable. Lo que no queda claro es si se va a tratar de una inmortalidad para todos igual, o si sólo se podrá acceder mediante la contratación de un nuevo servicio VIP, que ya empezó a cotizar en bolsa. ¡Vaya forma de terminar la pelea! **Dijo la Mole Moli, 15 años después de subirse al ring en Alemania para perder por bochorno: "Mucha gente cree que me tiré, pero para mí fue uno de los tragos más amargos". ¿Qué decir? A veces la realidad es un poquito más compleja de lo que aparenta, parece que nos va a llevar por delante y terminamos nosotros solitos tirándonos a la lona antes de tiempo. Un concejo, tomalo o dejalo: si te vas a tirar antes de tiempo, que sea porque el golpe fue demasiado fuerte.

*Música de pelea:

***********************Humildemente, el Yo que dice yo***********sobreviviendo a los golpes**********


La casa del olvido


El mundo se te da en fragmentos/ en astillas:

y algo así es la poesía,

juntar fragmentos,

pegar astillas,

despegar desde una

frase hirviendo

en el techo de chapa

de una casa

que es un aguantadero,

un ejército de noctámbulos

que nadie quisiera

para planear ningún futuro,

un agujero negro social

donde…

La realidad & el Deseo se revuelcan/ se destazan

se desparraman una sobre otro

..y forman un amasijo

que es con lo que se construyen

cada uno de los versos,

que en verdad son anotaciones

algo aleatorias,

que se desplazan sobre cuerpos

sudorosos y mal cuidados,

despreocupados de una vejez

que les es completamente ajena,

y que mejor ni mirar

cuando el gallo indica

que la hora estandarizada

llegó una vez más

para trazar sus largas curvas,

un espacio donde la tierra

nunca es firma,

porque nunca lo fue

ni lo será,

todo lo sólido es mentira,

ni siquiera se desvanece

-lo siento por eso

estimado Marshall-

y tampoco sirve

para indicar el camino

que sería la vía recta,

esa sobre la que tantos

agentes dicen volver

cada vez que disparan

sobre cualquier cuerpo inocente,

en cada barrio de la ciudad,

cada vez que el capricho

de unos acaudalados bigotudos

sacan a relucir su razón

siempre dominante,

siempre violenta,

siempre impostora,

siempre de acuerdo

con las leyes

que ellos mismo cagaron

y cagan,

cada vez que se recuerdan

armando listas de muerte

los veinticuatro de marzo,

porque ahí sí que los fragmentos

estaban dispersos,

ocultados debidamente,

y quien no levantaba cuerpo

podía seguir de rastrón

los acontecimientos de

sangre que eran la vida,

una llena de muertes,

unas ratas destrozando genitales,

picaneando extremidades

en clara descomposición,

porque dolor con dolor se paga,

y no habría más que decir

en este y cualquier poema,

¡Por favor!

alguien grita de repente

o escribe en la pared,

con un bote de pintura impresionista:

Yo estoy desesperado/ ¿y usted?

¿Y ustedes?

o es mejor no decir nada,

 no escribir nada,

porque todo lo que vayas a decir

seguro puede ser usado

en contra de una humanidad

que concentra el poder

en un porcentaje diminuto

de gente draculiana

dispuesta a enseñar su gran secreto

pero con una condición:

hay que saber quién manda,

a quién no morderle la mano nunca,

a quién no escribirle estas

y otras blasfemias contrarias,

porque sino la pistola amable

de ese bien

se encargará de acomodar

a los fusilados

donde tengan que yacer,

mientras otros escriban

los sucesos de la manera

más conveniente,

y culpables siempre

por soñar otros versos,

que no son estos,

no se engañen,

porque si esto sobrevivió

quiere decir que ya fue fagocitado,

aceptado por el organismo

depredador de ciervos,

NO HAY ANGUSTIA AHISTÓRICA

AQUÍ VIVIR ES CONTENER EL ALIENTO

& DESNUDARSE

Pero te juro que no sé

cómo le hacen para aguantar,

porque mejor sería explotar

con alguna verdad/

por alguna verdad,

y dejar la sombra para

los cobayos que vienen,

y experimentar eso que es

tu sabroso sexo sobre mi piel,

una cosa que dejamos

olvidada en el placard

de aquella casa,

un aguantadero,

con techo de chapa,

¿era un fragmento de algo?,

¿no?

¿una promesa?

pero, claro, ya lo dije,

no me puedo acordar

de esas astillas,

esos versos,

 que eran tu / mi / nuestra / vuestra

realidad,

o lo que pudimos

soportar.



*Aclaraciones: en cursiva y resaltados están escritos los versos que tomo prestados de Mario Santiago. Cuando hablo de Marshal, me refiero al autor de "Todo lo sólido se desvanece en el aire", Marshall Berman. El resto que se explique como pueda. Gracias por la lectura, siempre.

Sobre el clima


Universalmente, más allá del planeta que podamos estar habitando, el primer tema elegido para hablar entre dos seres más o menos pensantes, con cierta inclinación hacia la comunicación, con cierto sentido de amabilidad, con algo parecido a la voz, con un cachito de capacidad de entendimiento, es en todos los casos el estado del tiempo. Hablo del clima, por supuesto. Que si llueve, que la humedad es terrible, que “viste que para hoy pronostican cuarenta grados a la sombra”, que mañana sale el sol, que mejor abrigarse por la ola de frío (eso es una expresión de deseo personal, puesta en palabras acá) y un largo etcétera, lleno de lugares comunes que nos ayudan día a día a entablar conversaciones que no tienen mucho sentido, más que el de decir algo para llenar el espacio de silencio con otro/a/e. Y que además funciona para romper el hielo, para comunicarse con quien no tenemos tema en común, para hablar por hablar. Recién en un comercio, del cual prefiero no dar mayores precisiones, escucho lo siguiente: “Este país se va a la mierda, no hay duda. ¿Viste cómo llueve? Dicen que va a estar así hasta el viernes”. Tópicos que rankean alto, que son los grandes éxitos del nuevo año. En especial, el que nunca va a caer del primer lugar: el clima. Mal llamado tiempo. Porque hablar del tiempo sería un tema más bien filosófico. Pero no, a lo que me refiero es al tiempo como clima, al clima que marca el estado anímico, que puede mostrarse como una gran oportunidad o como una verdadera piedra en el zapato. Lo que sí, pase lo que pase, es un tema de conversación que salva relaciones interpersonales. Porque cuando no hay nada que hablar con nadie, cuando ya se sabe que con “esa” persona es mejor no dialogar, bien…ahí aparece el clima. El tema igualador por excelencia, el tema que no pasa nunca de moda, el tema que atraviesa todas las capas sociales, el tema que sería el único en el que – más o menos – nos podemos poner de acuerdo, porque quién puede dudar de la cantidad de humedad que hay el día de hoy, o de la lluvia que está cayendo en este momento. Imposible rebatir al clima, imposible rebatir sus palabras usadas y abusadas, siempre los mismos comentarios, siempre las mismas frases hechas, que de tanto usarlas…no…no pierden validez, no merman su efecto. Porque estoy seguro, estamos seguros, que de acá a cien años van a cambiar un montón de cosas, pero seguro que va a seguir lloviendo, o va a haber un sol impiadoso, y dos androides se van a cruzar y no lo van a poder evitar, van a tener que mirar al cielo y decirse: “hoy va a llover, viste”. Y menos mal que existe el clima junto con todas sus posibilidades de conversación, porque la verdad es que el siglo XXI tiene tantas imprecisiones, tantos cambios por segundo, que un tipo como yo, uno del siglo pasado, acostumbrado a otro ritmo, a otra vorágine, necesita certezas. Y la única certeza es la del clima. El lenguaje del clima, sus proyecciones evidentes, porque si hace calor ahora que son las nueve de la mañana, para las doce la cosa se va a poner más complicada. Predicción que casi no va a fallar, otro bálsamo en tiempos donde las predicciones se pierden en laberintos impensables, donde una catástrofe en un mercado de algún país que ni sabemos pronunciar, puede traer la debacle mundial para mañana a la mañana, donde es imposible acertar el precio de un bife angosto, donde no sé si la persona que me dijo ayer que me amaba, etcétera. “A mal tiempo buena cara”, una de esas frases invencibles, inoxidables, imbancables. Y su reverso inexistente, que sería: “a buen tiempo mala cara”. Una frase que existe sin ser pronunciada, y que mejor dejar de lado, porque no tendría lógica. La lógica del clima, que paradójicamente puede fallar. Pero si falla, siempre va a aparecer algún fenómeno con nombre inocente para asimilarlo y que no duela tanto: la niña, el niño, esos nombres de fenómenos climáticos que en verdad nos tiran por la borda la lógica climatológica: un calor imposible en pleno invierno, un frío polar en medio del verano. Y de ahí deviene el tan afamado gran éxito: “el tiempo está loco”. Y pegadito el que sigue, como track dos: “cómo no te vas a apestar así, con estos cambios de tiempo”. Ya casi tenemos conformado el disco con los grandes éxitos para hablar del clima, que sería uno de esos cantantes melódicos que todo el mundo pondera, que tiene esos hitazos que pueden hacer cantar hasta el más reacio de los metaleros… y viene la que sigue: “siempre que llovió paró”, o “aunque no lo veamos, el sol siempre está”. Dos opuestos que se atraen tanto, porque en realidad se necesitan. Y ese sentimiento estúpido e irracional, que nos pasa en cada una de las estaciones, ese que nos lleva a hacer pensar que es imposible que las cosas cambien de repente, que si estamos cagándonos de frío nunca va a llegar el verano, y que si estamos transpirando como testigos falsos es improbable que vuelva a existir el frío. Pero no, tarde o temprano, las estaciones cambian, el clima va mudando, y volvemos a adecuar las frases hechas a la condición que corresponde. Y una cosa más antes de irme, en referencia al cambio climático. Una observación, nada más: el cambio climático es una realidad que, por otro lado, resultaba muy predecible, porque sí, somos especialistas en hacer mierda el planeta. Ahora, lo que no cambia para nada es el hecho irrefutable de que el clima y sus frases hechas siguen tan vigentes como siempre, y reinarán más allá de cualquier cambio, cualquier catástrofe, seguirán siendo utilizadas en cualquier situación, inclusive uniendo por un instante a cualquier verdugo con su víctima:

-          Víctima en situación de pronta ejecución: “¿Qué calor insoportable que hace, viste?”.

-          Verdugo ejecutor: “Una locura, una locura”.


*******Esta música como fenómeno climático de fondo:

*************humildemente, El yo que dice Yo**********cuando llueve en el Rivadavia las cosas se mojan*********lógica que no falla************




El modo Atlanta


En una de sus novelas, Tom Wolfe habla del "modo Atlanta”. Quiere decir, de la ciudad yanqui que se llama Atlanta. Y que tendría tres sectores bien definidos, al menos electoralmente, porque es un político el que habla por el autor. El primero, el núcleo duro de los afroamericanos del sur. Y ahí hace una primera parada para explicar el momento exacto en el que políticamente se crea esa coyuntura, quienes usan el término discriminatorio de “negro”, y el nuevo enfoque progresista “afroamericano”. Digo progresista por ponerle un nombre de la política actual, para que se entienda. La novela es de fines de los ochenta, principios de los noventa. Vale la aclaración junto con la imprecisión, porque una novela es un proceso creativo que puede extenderse por años. En el segundo espacio, se ubicarían los blancos del norte de Atlanta, un grupo mucho más reducido que el primero, pero que no representa la totalidad de la gente adinerada y con poder. Entre medio, o yendo y viniendo, un montón de cruces, de los llamados “oreo”, como la galletita, acusados de ser negros por fuera y blancos por dentro. Y también están aquellos que solo tienen el color del poder y del interés por dinero. Y ese es en verdad el tercer sector, que es más bien un móvil, y que paradójicamente vendría a zanjar las diferencias raciales y sociales: el dinero. El “modo Atlanta” es el modo del capitalismo mundial, a pequeña escala. Esto quiere decir, que no hace falta luchar por ninguna ideología, por ningún poder, por ningún representante o Dios. Lo que manda es el dinero, la capacidad de hacer negocios con la otra persona, aunque se trate del diablo mismo. Si se pueden hacer negocios, lo demás poco importa. Y, aunque todavía quede alguien con cierta decencia y orgullo, el futuro que le espera está cantado: o se muere con sus ideales apartado de la vida política y social, o se acomoda y hace lo que puede con su culpa. Se recomienda ir a misa los domingos, darle de comer a indigentes un par de noches a la semana, tener una familia numerosa y brindarles buena educación a los hijos. La “manera de Atlanta”, una manera que desmenuza magistralmente el periodista escritor, escritor periodista, Tom Wolfe. Y acá va un dato muy genial para todos los rastreadores de libros, si es que todavía queda alguno: esta novela me la encontré tirada en la esquina del barrio Rivadavia. Sí, exactamente en Francia y Garay, toda destrozada por el efecto negativo del viento y la última lluvia. La restauré como pude, y me puse a leer casi sin parar. Casualidad, y no tanto. Porque era obvio que me iba a encontrar con la literatura de Tom Wolfe en algún momento, y porque era muy probable que este libro anduviese por las esquinas del barrio Rivadavia. Porque sí, amigues, hay un “modo barrio Rivadavia”, y no tiene grandes diferencias con el de Atlanta, o el de cualquier otro espacio citadino del mundo. Si tuviese que recomendar algo de Tom Wolfe, recomendaría una especie de biografía / nota periodística / relato ficcional que realizara sobre un corredor de autos del sur de Estados Unidos, un granjero blanco que destacó en las carreras Nascar, por ser el más rápido de su generación. Pero, como en la novela que me encontré tirada en la calle, cuando Wolfe habla sobre un hombre, en realidad lo que hace es contar toda una sociedad, un pedazo de tiempo, unas costumbres. Y llega al fondo más profundo y rancio de un sistema que, por contradictorio que parezca, le dio todo y más. Y sí, él lo disfrutó, porque es un tipo controversial. Calculo que un poco como todos. Hay que hacerse los distraídos, a veces, otras veces renegar y levantarse contra las injusticias, y a la noche buscar un lugar cálido para dormir, no sin antes haber pasado por algún restaurante con rica comida, unos buenos tragos, linda compañía…Y eso sería el modo que fuere, porque después podemos hacer el papel del indignado y contar todo en cualquier parte, ponerlo por escrito, mediarlo con palabras que ya son otra cosa. Insisto, lo que importa es la forma. Lo que me importa es la forma, perdón. Entonces eso que pone los argumentos a correr en las pistas, eso del dinero. Dos cosas se necesitan para triunfar en el “modo Atlanta”: dinero y organización. Las dos cosas por separado no alcanzan, por lo que es preciso trabajar un poco. Tampoco tanto, porque también hay que darle tiempo al goce. Son estos tiempos, cincuenta y cincuenta. Después, queda todo en manos del gurú sentimental, el pastor, el rabino, el chamán, el instructor de running, el psicólogo, el yogui, el asesor en inversiones. Una cerveza es lo que elijo esta tarde de tanto calor. Una esquina que es la mejor, porque parece que ahora me provee de libros, esos artefactos que necesito para vivir, porque después de todo sí que soy un consumidor más, de cosas, de sentimientos, de amaneceres y de gurúes. Habría que aclarar un espacio más, y que es el que deja de lado Tom Wolfe, a propósito. Es en el que se pone él para narrar los otros espacios. Sería una manera muy especial, muy única, la “manera Wolfe”. Contradictoria, difícil de precisar, revolucionaria en su momento, porque cambió la manera de hacer periodismo escrito. Una manera que renació de sus cenizas, y que tal vez ahora solo sea un recuerdo de museo, porque toca el tiempo de las redes sociales, el de los lectores de superficie, de frases perdidas, de titulares incompletos. Un último trago en honor a esos antiguos periodistas escritores, un último artículo que sirva para recordarlos en su cementerio de papeles y redacciones que ya no existen. Y no está ni bien ni mal, porque no es una cuestión moral. Es lo que es, el “modo Atlanta”, el “modo Barrio Rivadavia”.    


*****de fondo, y porque ya cumple cincuenta años, esta música inoxidable:

************Humildemente, Juan**********esta vez con nombre***************

Final de temporada


Ok, voy a tratar de ser lo menos estúpido posible para decir las cosas que tengo que decir. Corrijo, para escribir las cosas que quiero escribir. Porque pasaron un puñado de días del ex año nuevo y resulta que a mitad de semana, con un calor que raja el asfalto, alguien decretó que se terminó la temporada, y a otra cosa la ciudad, a otra cosa el barrio Rivadavia. La vidriera turística se empieza a desmontar  y, como pasa todos los años, la retirada es bastante salvaje, se “revientan” los últimos autos de alta gama y muchas familias se movilizan para otras tierras más fértiles, donde seguir siendo explotadas por unos cuantos mangos para poder parar una olla cada vez más difícil de parar. “¿Y viste cuánto sale una miserable cartuchera para la escuela de la piba?” Y bueno, qué querés, por lo menos hay laburo, siempre y cuando te dejes seguir explotando y vayas pagando algún tipo de cobertura social o jubilación, tipo monotributo, o simplemente ir metiendo alguna moneda en una caja de zapatos, porque te digo una para que te quede fija, por las dudas: los bancos ya nos cagaron varias veces, y por más linda que pongan la sucursal, por más simpática que sea la propaganda que insista en Youtube, bueno, ya sabés, van a seguir siendo los mismos garcas de siempre, garcas que ahora tienen un par de partidos políticos y potenciales candidatos a manejar el Ministerio de Economía, lugar que planean alquilar al Fondo Monetario Internacional, para favorecerse con la venidera devaluación y ajuste salvaje…y van unas cuántas, unos cuántos, siempre programados por los ganadores de todas las batallas, de todas las grietas o como quieran decir. Y se apaga la luz de la temporada número no sé cuánto de esta serie que se podría llamar “Mar del Plata y si la cosa funciona”, con un director que pocas veces da la cara, y un montón de actores y actrices que pasan del drama a la comedia con un gesto exageradísimo, y todo condensado en apenas unas horas. Todavía queda alguna familia viviendo en la calle, con algún que otro menor de edad cuidando coches por la madrugada en que otros pibes más afortunados festejan eso del “último primer día”. Algún otro hace malabares con cuchillas o salta desde el techo de un auto arriba de una pila de vidrios de botella de Gin, para juntar algo más que sangre, antes de seguir camino a vaya a saber dónde. Francia y Garay, destino final, y otra tarde de calor insoportable, otra tarde en la que unos pocos se pasean en autos con aire acondicionado y otros muchos viajan como ganado en un colectivo que debería ser diez, si uno hiciese el cálculo debido, si el empresario garca número “x” utilizara el subsidio nacional-provincial-municipal como es debido. Pero no, mejor no hablar de ciertas cosas, como decía Luca. Aunque eso suena viejo y algo esperanzador, sería más adecuado decir: ¿Para qué carajos hablar de ciertas cosas, si nadie va a escuchar? Y sin embargo ver que todavía hay mucha gente que quiere creer en algo, y también ver que nadie parece estar en sintonía con ellos, más que un par de noenazis despeinados, ahora disfrazados de superhéroes berretas, que simulan pelear contra grandes villanos, y lo único que prometen es vender el país mucho más rápido que sus archirrivales, miembros de una casta de políticos que no saben bien por qué rumbo están apostando. Y mirá que los balnearios ya se están desarmando y que van quedando la mugre y los mismos baches de toda la vida, y esos canales de televisión que juegan a que dicen algo importante, y esos editoriales de radio que piensan que mueven alguna cosa, cuando en realidad lo único que les incomoda es no poder tomar un café más a la semana en la Fuente de Oro…¡Qué indignación!...Y sálvese quien pueda de la educación pública, que mejor ni caer por ahí, mucho más top es entregar a l@s pib@s al cura violador de turno, porque ahí sí que les enseñan a creer en cosas que no existen, pero que se hacen pagar  muy bien. Ya saben, papis, Dios quiere a todos por igual, pero alguien tiene que sudar por el esfuerzo. Querer es un trabajo 24x7, y hay que saber cobrarlo adecuadamente. Eso sí, la segunda ostia va con un 20% de descuento, y te suma unas cien millas para el próximo viaje al Vaticano, donde yacen los violadores más top del catolicismo, los que fueron perdonados y protegidos debidamente, al lado de los neonazis, o no tan neos a esta altura. Pero tampoco es que todo sea culpa de la religión o de la política o del empresariado explotador o de los medios de comunicación, porque también en todas las temporadas tenemos a nuestro personaje representante del poder judicial, con bigote videleano y todo, siempre dispuesto a sacar una cautelar para defender a un violador, o para frenar algún derecho conquistado, porque para eso existen los jueces: para favorecer a los que mandan en la cima de la cadena alimenticia de nuestra amada ciudad. Y qué bonito que dejaron el charco de Parque Camet, ni se hubieran molestado, porque lo que queda más o menos bien se remata al mejor postor la semana que viene. Y no me digan que todo es culpa de las instituciones, porque cada uno de nosotros también aporta su granito de arena egoísta e individual, porque si te acomodaste en ese lugarcito bien ahí y hacete el boludo, y si te salió ese negoción, pues que se caguen los demás. El otro día le escuché decir a un amigo laburante una frase que me hundió por completo, y que a lo mejor fue lo que inspiró estas líneas: “Por las buenas no se puede conseguir nada, porque te cagan. La verdad, si querés que te vaya bien, tenés que cagar al otro primero”. Todo sería como una suerte de película del lejano oeste yanqui, donde cada quien se defiende con su arma y gana el que dispara más rápido y con mejor puntería. Lástima, esta temporada se puso jodida en la ciudad. Mejor bajamos el telón acá, saludamos a toda la gente linda que nos acompañó en esta obra, y pensamos en algo un poquito más humano para la próxima. Algo más que paradores de playa y shows a mitad de precio. Muchas gracias, vuelvan pronto.


*******La música aludida en el texto, como compañía de lectura:

******************************************************************************************Humildemente, el Yo que dice yo************un torrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrnado arrasó a mi ciudad************************tu ciudad*************

El príncipe de Persia

Saltar, pasar en zigzag. Supongamos que un príncipe Persa cierra los ojos mientras le cae una bomba en el medio de la cabeza, y todo estalla...