El problema de creer en un único Dios que todo lo ve es que
estamos condenados a ser paranoicos y a pensar solamente en el control total. Pero
la realidad nos baña con su oleaje desprestigioso y nos pone en perspectiva. Sí
señoras, sí señores, existen las manzanas podridas. Como en un policial clásico,
eso no es novedoso y no resultaría un inconveniente mayor retirar la podredumbre
de la sociedad, para permitir que lo prestigioso continúe con su evolución. Pero
ese policial pertenece a una sociedad - y un tiempo - que creía en su propio
paraíso, perfectamente forjado por sus propias manos imperiales, que en verdad nunca había existido. El Hombre era el centro de todas
las cosas y la evolución solucionaba todo tipo de efecto colateral. Pero los
siglos se fueron y nos quedó la realidad más real de todas: la verdadera. En
ella, la evolución no es un valor de por sí, no hay muestra de mejoramiento en
nada, y resulta que la podredumbre es cosa generalizada. No hacía falta ser una manzana.
El cajón ya estaba podrido, entonces el policial se renueva también y ahora no
hace falta sacar manzanas podridas para que no afecten el prestigio del total
de la sociedad impoluta. La nueva sociedad es una nueva podredumbre total. Fin del romanticismo de la evolución y cualquier otra teoría que
se le haga familiar. Y todas las teorías sociales, económicas y antropológicas
a ser pensadas nuevamente, por pensadores que más bien son manzanas podridas en
el medio de la selva cementera. Dar vuelta la teoría, que las manzanas se
vayan pudriendo de a una, y dejar de tratarnos como si fuéramos todos seres
tóxicos sin remedio. Seremos algo así como cualquier otra cosa, sin ninguna
particularidad digna de mención. Perfecto, la igualdad absoluta y otra vez caer
en la misma trampa: totalizar. Yendo de un extremo al otro es lo que nos
pasamos haciendo, seres totalizadores, unificadores, inventores de dioses que
no admiten compartir el trono, y que son capaces de verlo y juzgarlo todo. De
ahí para abajo, para cada una de nuestras instituciones, y también en nuestras
vidas privadas. El mundo totalizador, globalizador, siempre en la búsqueda de
la norma. Y si quebramos alguna es para poder sostener esa misma mirada
totalizante, apenas un parche en el momento que nos toca vivir. Una nueva
teoría que expondría todas las podredumbres de una sociedad, que se las ingenia
para renovar el plazo fijo. Ahí aparecen medios de producción para capitalizar
el nuevo descubrimiento, y lo que era revolución pasa a ser nomás otro producto para ser vendido y ya, fin de la Historia forever. Luego vendrán otros a caer en la misma
trampa totalizadora, para continuar hacia el perpetuo final de todo: el comienzo de un nuevo desengaño. Y no hay nada que hacer porque ¿a quién no le gusta ganar
una buena torta de guita por mes, sea el siglo que sea? Entonces feliz año nuevo, siempre feliz ¡Por
supuesto! Aunque nos hayamos dado cuenta de la farsa, nadie quiere quedar afuera
de la fiesta en medio de tanta muerte. Que no se diga, al menos por esta noche.
Y que el que denuncie, venda los derechos de su revolución a Netflix, para que
algún actor británico protagonice el próximo boom del nuevo año. O que se
levante nueva copa del mundo patrocinada por la bebida más nociva para
cualquier ser humano. ¿Qué carajos importa?, si total se siente bien. En serio,
no jodas tanto, seguí con tus cosas y publicalas en las redes sociales de moda,
a ver si con eso algún día te dejás de embromar y te unís a la fiesta en Punta del
Este. Una fiesta inolvidable de gente bien, amiga de los animales, que come tofu, pero que
revienta el mundo en un par de noches. Para cargar pilas, obvio. Después
seguimos con las luchas, hasta que salga la nueva temporada vacacional y el
parador “X” traiga la música que escuchan todos. No vale joder las fiestas,
porque sino sos zarpado ortiva. Mejor apagar la voz amarga y subirse al tren de
los tragos exóticos, la ropa blanca y los sombreros de paja. De última una
camiseta de fútbol, que garpa bien por estos días. Eso sí, ojo con quedar pegado en ese robo
de camioneta en la esquina de Francia y Garay. Eso sí que no es glamoroso y que
no aumenta la popularidad de un país. Que eso, por favor, esa manzana podrida
esquinera quede como obituario de portal informativo y nada más. Mucho mejor hamacarse en
una cervecería, haciendo equilibrio para no tirar el vaso al carajo, haciendo
equilibrio para quedar como un copado. Perdón, no quiero ofrecer alternativa el
día de hoy. Lo único que les voy a decir es que el calor puede llegar a matar,
fíjense como está vestida la gente mayor de ochenta años, haciendo larguísimas
colas en los bancos para cobrar unos pesos más, para después ir al chino a ver
si se logra conseguir una botella de agua fría a precio dólar. Canasta básica
cubierta, pero tan cubierta que no se puede ni tocar.
“Es mejor un pequeño burgués podrido que un pequeño burgués
sano, dije yo. Es mejor una manzana podrida, que una sana, porque la manzana
podrida está más cerca de la verdad que la manzana sana. La manzana podrida es
un espejo en el que pueden mirarse un millón de generaciones antes de reventar.
Aforismo que no te honra, dijo Marquitos.
Probablemente, dije yo.” (Juan José Saer, Cicatrices)
Manzanas podridas, verdades verdaderas descubiertas en el barrio Rivadavia, en la esquina de siempre, donde un pájaro con el pecho amarillo - y que no tengo idea de cómo carajos se llama - se posa en los cables de la luz, sin tener consciencia de que en cualquier momento puede estallar en mil pedazos. Vovler al inicio, no atender nada de lo escrito, porque sería contradictorio, sería totalizador, vicio de Dios berreta.
*********Desde la esquina de Francia y Garay, transmitiendo en vivo y en direco, Scardanelli. Escuchando algo así...
************************Humildemente, Juan********Modelo 2023*********para armar*******y desarmar*********
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